Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX (42 page)

BOOK: Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX
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Habría que bordar finamente en torno a estas dos fotografías, a estos dos personajes que sin duda son el mismo. ¿Y por qué dos? Sin duda muchos más. No hay hombre que no esconda a muchos otros dentro de sí mismo.

Díaz Argüelles estaba en África, en Guinea. Pero sobre su persona avanza también la leyenda. Se dice que estuvo en Oriente Medio durante la guerra de los Seis Días, en las cumbres del Golán, comandando una pequeña unidad cubana que nunca ha existido oficialmente, al lado del ejército sirio, y que él y sus tanquistas invisibles, que días antes habían desembarcado en Latakia, pararon a los supuestamente invencibles blindados israelíes.

¿De ahí salió el gorrito árabe que le trajo a su familia en uno de sus retornos de África?

¿Historias y leyendas no son parte de una misma fuente? La historia popular que hace y deshace con pedacitos de información un mito. Los rumores que hacen leyendas que algún día un periodista recoge y se vuelven historias.

VII

El 25 de abril de 1974, de las entrañas de la dictadura portuguesa de Salazar surge la revolución. Las fotografías recorren el mundo llenando las primeras páginas de los periódicos de marineros barbudos con un clavel en el cañón del fusil. Las fuerzas guerrilleras independentistas que han estado actuando en Guinea, Angola y Mozambique asisten triunfantes al subsiguiente desplome de la estructura colonial. En enero del 75, los Tratados de Alvor crean un gobierno provisional en Angola con la participación de las tres organizaciones guerrilleras que estaban actuando en el país y una representación de los portugueses. El gobierno se hace cargo del territorio quince días más tarde y fija el día 11 de noviembre como la fecha para la declaración de la independencia de Angola. La situación, sin embargo, es altamente inestable. Dos de estas organizaciones abanderan un proyecto descolonizador íntimamente vinculado con las potencias imperiales: el FNLA [Frente Nacional para la Liberación de Angola], dirigido por Holden Roberto, agente de la CIA desde años atrás, mantiene muy explicables relaciones de confianza con los norteamericanos y con el gobierno dictatorial de Zaire; y la UNITA [Unión Nacional para la Independencia Total de Angola], dirigida por Jonás Savimbi, sostiene sospechosas relaciones con los colonos blancos portugueses e incluso con los sudafricanos; además ambas organizaciones han desarrollado una base de apoyo sobre una política tribalista, que favorece el enfrentamiento interétnico. El MPLA [Movimiento Popular por la Liberación de Angola], dirigido por Agostinho Neto, aparece como la única fuerza de izquierda y radical en el proyecto independiente. Los meses de transición hasta la declaración de independencia se prevén como tormentosos. En marzo, tropas regulares de Zaire apoyando un gobierno fantasma de Holden Roberto creado en la ciudad de Carmona, invaden Angola, y en agosto el ejército de la racista Sudáfrica invade el país desde el sur con el pretexto de proteger las presas de Raucana. El MPLA controla la capital después de una semana de sangrientos combates en los que ha derrotado a los mercenarios y a las tropas del FNLA, que habían tratado de destruir a las milicias y los sindicatos afines a la izquierda.

En la primera semana de agosto de 1975 llega a Luanda un militar cubano cumpliendo una misión personal de Fidel Castro ante Agostinho Neto. Con él viene una muy concreta oferta de solidaridad y los mecanismos de enlace entre las fuerzas revolucionarias angoleñas y la Revolución cubana. El coronel cubano adopta el seudónimo portugués de Domingos da Silva. No es ajeno a los revolucionarios angoleños. Ha entrenado a muchos de ellos en Guinea-Bissau y conoce a varios de sus cuadros de mando por sus frecuentes visitas al África occidental. Masculla palabras en portugués, conoce bien a los soldados coloniales. Cojea un poco. No le molesta el calor. Se mueve por la selva con la habilidad del habituado; es un hombre de guerra, no de escritorio. La oferta de solidaridad de los cubanos es muy concreta: hombres y armas, cuadros y fusiles; entrenamiento y experiencia de combate. Lopo do Nascimento, comisario del MPLA, relatará este primer contacto con el cubano de nombre portugués, hablará de la emoción que les causa la oferta. Es el oxígeno al moribundo.

¿Cómo ve Raúl Díaz Argüelles, conocido en Angola como Domingos da Silva, ese nuevo destino? ¿Cómo pasea por las calles de Luanda, una ciudad fantasma maravillosamente retratada por Ryszard Kapuscinsky como llena de maletas, arcones, baúles, cajas de embalar donde los colonos portugueses empaquetan sus pertenencias para embarcarlas en los días siguientes? ¿Cómo percibe las sensaciones de ciudad provisional, cercada, llena aún de soldados coloniales, cuyos habitantes tienen un promedio de vida de treinta y cinco años y son en un 90 por ciento analfabetos? África no puede desconcertarlo, en los últimos años ha estado muy cerca de sus brutales realidades, pero la sensación de inestabilidad de la Revolución angoleña, su fragilidad, sus debilidades militares ante la potencia de la alianza que han creado sus enemigos, debe de angustiarlo. El MPLA cuenta con amplios recursos políticos, pero la lucha se ha colocado ya en el terreno militar, y no precisamente en un terreno guerrillero. Ya no se trata de hostigar un ejército de ocupación mientras se construyen zonas liberadas; la Revolución angoleña se encuentra ante ejércitos profesionales y fuerzas guerrilleras apoyadas técnicamente por norteamericanos, sudafricanos, mercenarios portugueses, mercenarios británicos, los soldados zaireños de Mobutu y los chinos. ¿Qué siente Díaz Argüelles ante la tarea imposible?

El 8 de agosto Díaz Argüelles regresa a Cuba a informar. La situación en esos momentos es muy difícil para el MPLA: en el norte las fuerzas de Holden Roberto, apoyadas por mercenarios portugueses y por soldados regulares de Zaire, preparan la ofensiva; en el sur el ejército sudafricano ha realizado nuevas penetraciones en el territorio angoleño y está operando una alianza entre los militares racistas y las fuerzas de Savimbi. El MPLA controla la capital, y ha logrado crear una cierta estructura política que amplía sus bases, pero no ha podido convertir a sus fuerzas guerrilleras en un ejército regular capaz de enfrentar la amenaza. Agostinho Neto había solicitado, respondiendo a la oferta cubana y a través de Díaz Argüelles, el envío de un grupo de especialistas que colaboraran en el entrenamiento del ejército popular.

Díaz Argüelles vuelve con el sí de Fidel hacia fines de agosto. Un testimonio anónimo dice que en aquellos días andaba en todas partes al mismo tiempo: Cabinda, Quifandongo, Kimbala, Luanda. Lo vieron en un mismo día en más de dos lugares diferentes. El rumor fabrica al cubano fantasma, el «questáentodoslados», el que todo lo mira, el que apunta sin rifle. Viajaba en una avioneta Piper azteca, en jeeps; se deslizaba en la selva...

La respuesta no se hace esperar, entre el 4 y el 7 de Octubre arriban a Puerto Amboim dos barcos cubanos, el
Vietnam Heroico
y el
Coral Island
; cuatro días más tarde llega a Punta Negra otro más, el carguero
La Plata
. A bordo se encuentran cuatrocientos ochenta especialistas militares cubanos y una brigada médica, quienes tienen la misión de organizar en los próximos seis meses dieciséis batallones de infantería de la República Popular de Angola. El coronel Domingos da Silva está al mando de la operación que se ha montado en la más sigilosa clandestinidad, para evitar una campaña de prensa internacional que diera cobertura política a la intervención en Angola de Sudáfrica y Zaire que ya se encuentra en marcha. Se acondicionan cuatro escuelas para los nuevos reclutas, una en Dalantado, a trescientos kilómetros al este de Luanda; una segunda cerca del puerto de Benguela en el centro del país, la tercera en el enclave norteño de Cabinda, donde la intervención de mercenarios franceses y colonos portugueses racistas hace peligrar la situación; y una cuarta en Saurimo, en el oriente del país.

Los instructores cubanos no tienen tiempo para organizar las mínimas condiciones de sus bases. El 23 de octubre la agresión se convierte en guerra abierta: una brigada mecanizada sudafricana entra en Angola desde Namibia y ocupa Sa da Bandeira y Mocamedes. En una semana los sudafricanos acompañados por fuerzas de la UNITA avanzan seiscientos kilómetros de sur a norte en el interior del territorio angoleño masacrando a la población civil. Ese mismo día atacan las fuerzas de Holden Roberto abastecidas y con la retaguardia cubierta por el ejército de Zaire. Se trata de una operación combinada para atenazar a la Revolución angoleña.

No hay estrategia posible a mediano plazo. Tan sólo conservar la capital liberada hasta la declaración de independencia, si acaso preservar territorio, ganar tiempo, hacer imposibles. Detener la doble invasión mientras se construye un ejército popular y la ayuda cubana fluya. Díaz Argüelles se multiplica entre los asesores cubanos; pocas consignas, ideas muy precisas: «Al enemigo había que combatirlo en todas las formas, enfrentándolo cara a cara y combatiéndolo en su retaguardia, agotarlo, vencerlo de día y de noche, dominar todos los medios, utilizar todos los recursos». ¿En concreto? Pegarle para detenerlo. Frenarlo. Romper la idea que le han metido en la cabeza a sus soldados de que la guerra es un paseo triunfal que termina en Luanda.

En Quifangondo, un pequeño grupo de guerrilleros de las fuerzas armadas del MPLA y los asesores cubanos dirigidos por Díaz Argüelles detienen con artillería improvisada a las tropas del FNLA, que vienen acompañadas de mercenarios portugueses y más de un millar de soldados del ejército regular de Zaire. Los combates se producen a tan sólo treinta kilómetros de la capital. Holden Roberto ha prometido a sus patrones y a sus hombres que declarará la independencia de Angola desde el hotel Trópico en el centro de Luanda el día 11 de noviembre. Incluso en los bolsillos de algunos de los caídos hay invitaciones formales para el acto. Por ahora no habrá recepción en ese hotel, han sido frenados.

Durante los últimos días de octubre la tensión en la capital es tremenda. Ni los más optimistas estrategas apuestan por la supervivencia de la Revolución angoleña. El periodista polaco Ryszard Kapuscinski, uno de los más agudos observadores del fenómeno, agotado, desconcertado, anota: «En el frente norte reina la calma. Esperan a que los del sur se acerquen más. Entonces golpearán desde ambos lados a la vez. Puede ser esta semana, tal vez mañana [...] la ciudad está cercada, nadie puede llegar a ella ni por mar ni por aire […] ¿Quién entra primero los del sur o el FNLA? Los del FNLA son un ejército feroz, son caníbales. No lo creía. Pero hace una semana fui con un grupo de periodistas locales a Lucala, a cuatrocientos kilómetros al este de Luanda [...] El FNLA retirándose destruía en el camino cualquier rastro de vida, cabezas de mujeres tiradas en la hierba, al lado de la carretera. Los cadáveres con el corazón y el hígado arrancados».

En los primeros días de noviembre, los alumnos de la escuela de Benguela con sus instructores cubanos al frente, dirigidos por Díaz Argüelles, se enfrentan a los sudafricanos.

El mayor Faceiras, uno de los guerrilleros históricos del MPLA que durante años ha combatido a los portugueses, cuenta que Díaz Argüelles llegó al frente sur durante los días en que el enemigo avanzaba desde Benguela-Lobito hacia Zumbe y personalmente decidió la voladura de los puentes entre Puerto Amboim y Zumbe. Buscaba crear una línea defensiva natural para obligar al enemigo a utilizar una dirección de ataque diferente. Los blindados sudafricanos abandonando la costa, perdían apoyo logístico. «Si logramos esto —dijo— hemos ganado la guerra».

Y lo logró. Las incursiones guerrilleras, la voladura de los puentes, la resistencia suicida, ganan un tiempo de respiro para la revolución, pero cuestan las vidas del oficial cubano Balsinde Arteaga y de varios guerrilleros del MPLA.

Dos días después, el CC del PC cubano decide el apoyo incondicional a la Revolución angoleña y se instrumentan operaciones de emergencia. El 7 de noviembre se produce un nuevo encuentro en Quifangondo. La artillería lleva la iniciativa, el ruido de los cañones se escucha perfectamente en la capital. Nuevamente son detenidas las fuerzas del FNLA y los regulares de Zaire. Se han ganado nuevas horas de respiro.

Al día siguiente, 8 de noviembre, faltando tres días para la declaración de independencia y la retirada de los soldados portugueses, el comandante del MPLA Xieto negocia con el alto comisionado portugués el permiso para que un par de aviones de origen desconocido aterricen en el aeropuerto de Luanda, aún bajo control de las tropas coloniales. Lo consigue. A primeras horas de la noche, bajo la llovizna, desembarca de un Britania de Cubana de Aviación el primer contingente de tropas especiales del Ministerio del Interior cubano, las tropas de élite de la revolución, ochenta y dos hombres (simbólicamente el mismo número de los invasores del
Granma
un poco menos de veinte años antes) encabezados por el comandante Martínez Gil. Éste se abraza a Díaz Argüelles, ahora el coronel Domingos da Silva, que lo recibe en la escalerilla del avión. Los hombres traen las ametralladoras en los portafolios. Del departamento de equipaje salen tres cañones de setenta y cinco milímetros y tres morteros. Poco después un segundo avión aterriza. Los militares cubanos van directamente del aeropuerto hacia los frentes de combate.

El mítico Domingos da Silva se encuentra en su mejor momento, ante imposibles, y se da el lujo de recordar a los vivos y a los muertos. Al Che le hubiera gustado estar aquí. La deuda está saldada. Uno de sus amigos me cuenta: «En medio del calor terrible, había dejado de sudar, no desperdiciaba ni una gota de agua».

El día 10 las fuerzas de Holden Roberto avanzan sobre Luanda con más de dos docenas de blindados Panhard y AML 90 al frente. Los cubanos los están esperando con cinco lanza cohetes BM-21 que han desembarcado clandestinamente el día anterior en Luanda; sus operadores arribaron en avión el mismo día desde La Habana; junto a ellos los morteros de 120 y las ametralladoras AK en manos de guerrilleros angoleños y combatientes de las tropas especiales cubanas. Díaz Argüelles se encuentra allí. Al recibir a una compañía del batallón de tropas especiales ha tenido el desplante de decirles: primero les pegamos «a estos del FNLA y luego vamos al sur a fajarnos con los sudafricanos».

El combate dura algunas horas, el rugido de los lanzacohetes hace vibrar la selva. Las fuerzas de Holden Roberto huyen en estampida. En la huida masacran a cincuenta habitantes de una aldea. Dejan tras de sí blindados destrozados, 345 muertos, uniformes y armas.

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