Read B-10279 Sobreviviente de Auschwitz Online
Authors: Enrique Benkel
Pasaron más de cuarenta años desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial. Ahora siendo un hombre maduro, padre de familia y abuelo, a insistencia de uno de mis hijos, más bien de mi hija, decidí escribir mis memorias. Ella siendo pequeña aún, vio el número que tengo tatuado en el brazo, y fue una incógnita que siempre quiso develar. Cuando eran todavía chicos les solía decir que no tenía importancia, que se trataba de un numero de teléfono que tenía escrito allí para no olvidármelo.
Actualmente son estudiantes avanzados no tenía sentido no decir la verdad. Surgieron preguntas y explicaciones, y luego me convencieron de que escribiera lo que les había contado.
No soy escritor, pero traté de dar un enfoque real y humano aunque los hechos fueron mucho más dramáticos.
De modo que va a nacer otro testimonio auténtico y veraz, y creo que la generación actual y futura podrán sacar sus conclusiones.
Enrique Benkel
B-10279
Sobreviviente de Auschwitz
ePUB v1.0
Zk20.06.11
MONTEVIDEO 1986
© By Editorial Medina.
Montevideo, Uruguay, 1987.
Hecho el depósito que marca la ley.
Quiero expresar mi agradecimiento a mi hermana Ana Vinocur por haberme impulsado y estimulado a escribir este testimonio. Con su valiosa colaboración fue posible construir este mensaje destinado a las futuras generaciones.
Quisiera agradecer a mi sobrina Rita Vinocur de Haim, por su ardua labor en la minuciosa corrección de las pruebas.
Agradezco por siempre a las gloriosas fuerzas aliadas y en particular al ejército norteamericano que llegó primero. Llegaron y nos liberaron. Destrozaron las cadenas de la esclavitud nazi y nos devolvieron la dignidad de seres humanos libres.
EL AUTOR
Acepté la invitación que me formulara Enrique Benkel para leer y corregir su testimonio, una de las experiencias más difíciles de la historia del hombre: vivir bajo la dominación del régimen nazi.
Así comenzamos a reunirnos y en su presencia tuve el privilegio de ser la primera persona ajena a su familia con quien evocaba estos dolorosos episodios.
La intención de realizar un testimonio -del cual el autor no se apartó en ningún momento- hizo que él mismo desde el comienzo se dedicara a buscar con mucha precisión el vocablo que fuera más iluminador. El verbo que transmitiera con mayor fidelidad la acción. El adverbio que diera el matiz exacto para que toda la narración tuviera una imagen fotográfica.
Esto nos llevó muchas veces a dialogar, no escatimando tiempo de remarcar tal matiz, o la significación de tal o cual sustantivo.
Traté de hacer las correcciones necesarias en lo más mínimo posible y no cambiar su estilo. Paralelamente a esto que fue lo menos importante, aparecía todo el horror de los años bajo el nazismo, que nos conmovía de tal manera, que muchas veces tuvimos que interrumpir la lectura para proseguir después de una pausa.
El autor de este libro desea que su narración sirva de mensaje y de reflexión. A través de la lectura se podrá descubrir que es ineludible para cualquier lector meditar sobre los hechos aquí recordados. También es imposible dejar de reconocer que más allá de todas las penurias físicas, sicológicas y espirituales que relata, existe una afirmación deslumbrante que es sutilmente entrevista desde el comienzo. Se desenvuelve a través de la lectura y es captada en su totalidad al finalizar la lectura del libro.
El lector llega a la conclusión que hay una porfiada búsqueda para rescatar y salvaguardar la dignidad humana que resplandece al final de cada uno de los episodios relatados. No es la pasividad ni la indolencia, ni el sometimiento ciego e instintivo ante el poderoso dominador que se refleja en cada actitud, en cada conducta aquí narrada, sino que se transmiten las sutiles vivencias de un joven muchas veces acorralado por las inexplicables y crueles acciones del opresor. Conste que hay quienes siguen creyendo que hubo falta de firmeza para rebelarse frente al poder nazi. Muchos de los que quizás sigan pensando así, una vez que hayan leído este libro, sentirán que deben recapacitar acerca de lo que ni por un momento debieron haber pensado.
Al final de la narración aparece la amplitud del pensamiento del autor que lo lleva a trascender su circunstancia y a cantar su fe en su pueblo, en su Madre Patria y en la gran comunidad humana.
Señalaríamos que a ése, su deseo compartido por todos los hombres de buena voluntad y corazón amplio, se une el que afirma que lo ocurrido en Europa no se repita jamás, ni tenga como víctimas, a pueblos en ninguna parte del mundo.
Ana María Escobar.
Pasaron más de cuarenta años desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial. Ahora siendo un hombre maduro, padre de familia y abuelo, a insistencia de uno de mis hijos, más bien de mi hija, decidí escribir mis memorias. Ella siendo pequeña aún, vio el número que tengo tatuado en el brazo, y fue una incógnita que siempre quiso develar. Cuando eran todavía chicos les solía decir que no tenía importancia, que se trataba de un numero de teléfono que tenía escrito allí para no olvidármelo.
Actualmente son estudiantes avanzados no tenía sentido no decir la verdad. Surgieron preguntas y explicaciones, y luego me convencieron de que escribiera lo que les había contado.
No soy escritor, pero traté de dar un enfoque real y humano aunque los hechos fueron mucho más dramáticos.
De modo que va a nacer otro testimonio auténtico y veraz, y creo que la generación actual y futura podrán sacar sus conclusiones.
El daño ocasionado al pueblo judío fue tan grande que no debería pasar inadvertido, no debería olvidarse para que esto nunca se vuelva a repetir.
Este es mi principal objetivo al recordar y describir aquella particular época en la que me tocó ser protagonista. Testimonio que espero servirá evitar que el tiempo y otros acuciantes problemas actuales, lo borren o hagan olvidar.
Para acceder al pedido de mis hijos trataré de recordar aunque me cueste ubicarme en aquella época.
Nuestra familia se componía de cinco miembros. Vivíamos en la segunda ciudad de Polonia, en Lodz. Apenas había terminado la escuela pública, cuando la situación del país se volvió tensa por el problema político surgido entre Polonia y Alemania.
No quiero describir todos los detalles del problema entre estos países, pero en resumen puedo explicarles que Alemania tenía algunas exigencias ya conocidas. Demandas que no fueron concedidas por el pacto militar entre Polonia, Inglaterra y Francia, que culminaron con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esto ocurrió el 1º de setiembre de 1939.
Los acontecimientos se desarrollaron tan rápido, que después del choque armado entre alemanes y polacos los primeros lograron ocupar Polonia en menos de un mes. Ya a las dos semanas del estallido bélico, nuestra ciudad quedó ocupada por el ejército de la Alemania nazi. La ciudad no había sufrido las consecuencias de la guerra. Sólo una noche buscamos refugio en el sótano del edificio donde vivíamos, pues resonaba muy fuerte el intercambio de disparos de artillería pesada parecía que el mundo se venía abajo.
La población judía que nosotros integrábamos, estaba muy preocupada por la situación creada. Prácticamente la mitad de la colectividad de nuestra ciudad, gente más bien joven, abandonó Lodz para buscar refugio ante las eventuales amenazas nazis tomando rumbo hacia el este en la zona que posteriormente ocuparía el ejército soviético.
Los dirigentes de la colectividad también se fueron. Según los rumores corrían el peligro de ser fusilados con la entrada de los ejércitos alemanes. Pero nuestra familia quedó en manos del destino. No pudimos pensar en abandonar la ciudad, pues con nosotros vivían nuestros abuelos y no los podíamos dejar solos y menos aún teniendo en cuenta que ya se estaba aproximando el invierno.
Aunque en un principio los alemanes no mostraron toda su crueldad, poco a poco fueron descubriendo su rostro e introduciendo leyes racistas y antisemitas.
-Y una vez ocupada la ciudad de Lodz, ¿qué modificación es introdujeron en la vida diaria de la población?
- Desde el principio hubo discriminación racial. Recuerdo nuestra sinagoga una obra arquitectónica admirable, verdadera y pintoresca muestra de nuestra cultura, a la que solía concurrir participando en el coro. Fue incendiada y ardió durante tres días. Después de consumirse fue dinamitada y destruida completamente. Un comando alemán la convirtió en un montón de escombros. Todos nos sentimos deprimidos.
Con esto y otros hechos los alemanes pretendían dañar la moral y el orgullo de nuestro pueblo. La vida diaria se volvió bastante penosa. Las actividades laborales quedaron interrumpidas y tuvimos que recurrir a falta de dinero, al intercambio de objetos de valor por productos alimenticios para poder subsistir. Los establecimientos fabriles pertenecientes a judíos fueron confiscados y entregados a polacos de ascendencia alemana. La población polaca aprovechando de la situación, comenzó a saquear comercios judíos llevando todo lo que estuvo a su alcance. Pero este saqueo fue interrumpido por la gendarmería alemana, pues su intención era conservar ese "derecho" exclusivamente para ellos.
- La discriminación se ejerció sólo contra la población judía?
- Sí, los judíos fueron obligados bajo pena de muerte a usar la estrella de David en color amarillo, sobre el pecho y en la espalda. Con este hecho pretendían denigrar a los hebreos. Luego impusieron el toque de queda. Sólo podíamos salir de nuestras casas desde las ocho de la mañana a las seis de la tarde. Esta medida nos dificultaba conseguir el pan diario, que comenzaba a venderse desde las seis de la madrugada y cuando nosotros podíamos salir para formar fila, ya no había más pan.
Los polacos lo obtenían con más facilidad, pues el toque de queda no regia para ellos. Lo revendían después a precios mucho más altos.
Recuerdo que en mía panadería de mi barrio un soldado alemán designado para mantener el orden vio a una anciana que ya estaba próxima a la puerta de entrada, poco tiempo antes de la hora permitida; el nazi le ordenó salir de la fila. La anciana le mostró el estado de los zapatos que calzaba, los tenía deshechos y húmedos, por haber estado lloras en la nieve. Pero esto no conmovió al soldado alemán. Se había dado cuenta por su aspecto que era judía. La discriminación era constante.
Otro episodio que no puedo olvidar ocurrió cuando efectuaron una redada en el barrio judío; casual mente me encontraba en el lugar. Un comando militar alemán se detuvo y sorpresivamente saltaron de sus vehículos y con latigazos arrestaron a cientos de hombres. Los llevaron hacia Radogoszcz, una localidad cercana a la ciudad.
Me escondí en una casa de familiares nuestros. Me aconsejaron que me quedara allí hasta que hubiera pasado el peligro.
Los alemanes pidieron fuertes sumas de dinero para liberar a los rehenes que habían caído en sus manos en esta redada.
A medida que pasaba el tiempo los ocupantes nazis empleaban nuevos métodos para chantajear a nuestra colectividad y hacernos la vida más difícil.
En otra oportunidad y este es otro hecho grave, comandos nazis asaltaron en plena noche invernal varias calles densamente pobladas de judíos. Les concedieron 15 minutos para vestirse y los obligaron a subir a tranvías ya preparados para ellos llevándolos apretujados a un destino desconocido. Los polacos que habitaban la zona quedaron en sus viviendas y no fueron molestados.