—Es que ya no podía más, Ángel. Son muchos meses, muchas semanas aquí sola, alejada de él. Y cuando vuelva de vacaciones, otros seis meses más.
—Si te entiendo, Paula. Te entiendo. Pero tú eres una tía fuerte. Y si continúas enamorada de él, como yo mismo he comprobado las veces que hemos estado juntos, deberías pelear contra la distancia los meses que fuesen necesarios.
—No puede ser eso. Ojalá fuera tan fácil hacerlo como decirlo. Pero él tiene que terminar de escribir su novela, yo tengo que aprovechar la beca… No consigo centrarme… y así era imposible.
—¿Y es posible después de haber roto con Álex? No me digas que ahora estás más concentrada.
—No, no lo estoy. Pero es una cuestión de tiempo. Y de que poco a poco le vaya olvidando.
Sabe cómo funciona eso. Ya le sucedió con él. Mantuvieron una relación corta pero muy intensa durante unos meses. Primero por Internet y más tarde compartiendo sentimientos y muchas otras cosas, en persona. Con él perdió la virginidad. Pero los días fueron pasando y Ángel fue convirtiéndose en un recuerdo. Durante un tiempo, ni siquiera eso. Cortaron cualquier contacto hasta el famoso día en el que sus vidas volvieron a juntarse. Pero para entonces ella ya salía con Álex, y el periodista, con Sandra. Se acuerda, perfectamente, del momento en el que lo vio. Tuvo que mirarle varias veces para convencerse de que era él y no alguien que se le parecía. Fue en el pasado mes de mayo. Ella había ido a acompañar al escritor a una firma en la feria del libro. Hacía mucho calor. Ángel llevaba una chaqueta azul oscura y una camisa blanca, sin corbata. Estaba guapísimo, como siempre. Y la chica que le acompañaba también. Ya la conocía. Era la misma con quien estaba en el Starbucks la última vez que se vieron. Los dos esperaban en la fila junto a otras personas. No venían como periodistas, aunque podían haber utilizado sus acreditaciones, sino como seguidores. En realidad, la seguidora del escritor Alejandro Oyola era ella, que se había enamorado de
Tras la pared
, una de las novelas del año, y quien había convencido a su remiso novio para que la acompañara. Él no quería ir porque sabía que aquel chico era amigo de Paula, pero a Sandra conseguir su firma le hacía una grandísima ilusión. La sorpresa que todos se llevaron cuando se fueron encontrando los unos con los otros fue tremenda. Ángel volvía a ver a Paula y Álex enseguida reconoció al ex de su actual novia. Sandra también se quedó boquiabierta cuando descubrió que la pareja de uno de sus escritores favoritos era aquella cría de la que su novio se enamoró locamente hacía poco más de un año. El destino tiene estas cosas.
Y lo que parecía un embrollo tremendo y un enfrentamiento de tensiones, que podía terminar de la peor manera posible, se convirtió, en cambio, en una amistad de parejas. Esa noche, después de la firma, los cuatro se fueron a cenar juntos. Sandra y Álex estuvieron hablando del libro y de sus nuevos proyectos. Y Paula y Ángel enterraron todas las rencillas del pasado. Rieron, comieron y acordaron verse pronto. Y así fue. En el Manhattan, el escritor les invitó a merendar a la semana siguiente, circunstancia que aprovechó la periodista para realizar una preciosa entrevista que salió poco después en su sección de
La verdad
a toda página.
—Eso de olvidarle poco a poco, sabes que tardará en pasar. Sobre todo mientras estés en Londres. ¿No es mejor que lo llames y lo arregléis?
—No, Ángel. No es mejor. La decisión está tomada y no puedo echarme atrás.
—Eres igual de cabezota a cuando estabas conmigo.
—Hay cosas… que no cambian.
La chica sonríe, aunque su amigo ha vuelto a sembrar dudas en su cabeza. ¿Realmente se ha precipitado?
—Ya sabes que quiero lo mejor para ti. Te tengo mucho aprecio. Espero que las cosas con Álex se solucionen, antes o después, y reflexiones tranquilamente.
—De momento debo centrarme en los exámenes. No quiero suspender las ocho asignaturas que tengo. Pero gracias.
Los dos guardan un momentáneo silencio que el periodista se encarga de romper. Tiene algo que decirle.
—Bueno, yo te llamaba para contarte una cosa.
—Perdona, es verdad. Con tanto hablar de lo otro… ¿Sobre qué es?
—Sandra y yo… —Respira hondo y sigue hablando—: vamos a ser padres.
¿Quéeeeeee? ¿Padres? Casi se le cae el teléfono cuando lo escucha.
—¿Cómo? ¿Está embarazada? ¿De cuánto?
—De dos meses.
—¡Madre mía! ¡Enhorabuena! —exclama poniéndose de pie muy nerviosa.
—Gracias.
—¿Cómo está Sandra? ¿Y tú? Imagino que contentísimos.
—Pues…, aunque al principio los dos nos quedamos en estado de
shock
, y a mí, personalmente, me costó asimilarlo, no puedo estar más feliz.
—No fue buscado, ¿no?
—No.
Claro. ¡Si es que es una pareja muy joven! Y solo llevan un poco más de año y medio juntos.
—Menuda noticia que me has dado, Ángel. Me alegro por los dos, de verdad. Tenemos que vernos en Navidades para celebrarlo.
—Muchas gracias, Paula. Me apetecía que lo supieras. Y… que Álex también.
Un nudo en la garganta. Esto seguro que lo habrían comentado juntos con gran entusiasmo. Juntos irían a comprarle algo al bebé. Juntos irían al bautizo… y juntos hablarían de que ellos algún día también serían papás.
—Ya se lo contarás. Seguro que se alegra.
—Sí. No tardaré mucho en ir al Manhattan para hablar con él.
Una tarde de diciembre, en un lugar de la ciudad
Los dos se han sentado en una mesita para hablar. Álex se ha preparado él mismo un café con leche caliente mientras charlaba con Ángel en la barra de cosas intrascendentes. Pero al salir el nombre de Paula, ambos se han puesto más serios.
—La llamé hace un rato por teléfono y me lo contó todo —explica el periodista—. Está muy afectada.
—Como yo. Es imposible escribir así.
—Lo imagino. Tú, que eres un creador, necesitarás tener la cabeza totalmente despejada para trabajar. Y con esto…
—Creo que he escrito dos páginas desde el miércoles. Y la novela la tengo que acabar en cuatro o cinco semanas como mucho.
Ángel se mesa el cabello. Ve en los ojos de su amigo la angustia y el cansancio. No debe haber dormido mucho en los últimos días. Sabe cómo se siente. Además, a él le pasó lo mismo con la misma persona. Paula es toda una rompecorazones.
—Más presión añadida.
—Sí, más presión.
—¿No puedes pedir más tiempo?
—Está todo preparado para que yo la entregue el mes que viene. Ya sabes que luego hay un proceso muy complejo de corrección, edición… Tengo a mucha gente pendiente de mí. Las librerías ya tienen el hueco hecho para
Dime una palabra
.
En cierta manera, sus trabajos se parecen. Los dos escriben, los dos están presionados por el tiempo y de los dos hay otras personas dependiendo y dependientes. Solo que en el periodismo todo es a corto plazo y en la literatura en grandes espacios de tiempo.
—¿Ese es el título?
—Sí. ¿No lo sabías?
—No.
—Vaya periodista de cultura que estás hecho… —comenta jocoso, dando un sorbo de su café.
—Lo mío es la música. Además no estoy todo el día pendiente de tus páginas en las redes sociales como tus fans. Aunque Sandra seguro que sí lo sabía.
—Ella es la parte inteligente de la pareja.
—Y la embarazada. Aunque ahora está de moda decir que los dos estamos embarazados.
Álex lo mira fijamente a sus increíbles ojos azules. ¿Ha oído bien?
—¿Qué? ¿Estáis esperando un niño?
—O niña. Aún no lo sabemos.
—Pero… ¿por qué no me lo habías dicho antes? —exclama levantándose de la silla.
Ángel también se pone de pie y se dan un fuerte abrazo.
La vida tiene esas cosas. Dos jóvenes que hace poco rivalizaban por la misma chica se han convertido en buenos amigos. No se llaman todas las semanas, ni tampoco se ven todos los meses, pero se tienen aprecio.
—No te lo he dicho antes porque nos hemos enterado hace poco. Está de un mes y medio.
—¡Enhorabuena, Ángel! Y dale un besazo enorme de mi parte a Sandra.
—Seguro que tu seguidora número uno lo aceptará de buen grado, aunque hubiera preferido dártelo en persona. Ella quería venir aquí conmigo, pero he preferido venir solo. Quería hablar contigo del tema de Paula.
—¿Ella lo sabe?
—Sí, para eso la llamé.
—Se habrá puesto muy contenta. A Sandra también le cogió mucho cariño.
Y eso que ambos tuvieron sus dudas al principio de que las dos chicas se llevaran bien. Pero una vez que vieron que una era totalmente inofensiva para la otra y para sus parejas, su entendimiento fue tal que fue Sandra la que más apoyó a Paula para que eligiera estudiar Periodismo. Incluso, en el pasado verano, antes de marcharse a Londres, salió más veces con la novia de Ángel que con Diana o Miriam.
—Ella es muy cariñosa con todo el mundo.
—Sí.
El tono de voz de Álex baja. La echa de menos. No sabe cuántos segundos, minutos y horas ha pensado en ella desde que se marchó a Inglaterra. Pero sí sabe que, desde que decidió romper con él, esos segundos, minutos y horas se han multiplicado por cien. Es muy difícil vivir sin Paula.
—¿Por qué no te vas a Londres e intentas solucionar las cosas?
—¿Ir a Londres?
—Sí.
—¿Como hiciste tú cuando te dejó y fuiste a por ella a París?
—Más o menos. ¿Qué te parece?
—A ti no te fue bien.
Ángel sonríe al recordarlo. Aún le duele la mano del puñetazo que le pegó a aquel francés. ¡Cuántas veces se ha arrepentido de eso! En cambio, ahora lo ve como una anécdota divertida. Hasta fue capaz de contárselo a Álex una noche de verano entre vasos y vasos de sangría. Paula se moría de vergüenza escuchándolos.
—Es verdad. Pero hice lo que me dijo el corazón. Luché por ella, porque las cosas se solucionaran. No lo conseguí. Y todo salió al revés. Pero ¿quién dice que a ti no te pasa al contrario?
—Es una locura.
—En las películas y en los libros suele funcionar.
—Ella me ha dejado, Ángel. No querrá verme.
—Te aseguro que está deseando verte.
—¿Y por qué no me manda ni siquiera un SMS ni me escribe ni me llama? Nada de nada.
—Porque sois dos verdaderos capullos muertos de miedo a los que la distancia se ha comido. Pero sé que ella está enamorada de ti. Y tú creo que estás todavía más pillado por ella que antes de que se fuera.
El periodista tiene razón. La quiere aún más. Los días pasan cada vez más lentos. Y no deja de pensar en ella. No puede.
Álex resopla. ¿Ir a Inglaterra a verla?
—¿Y si espero a Navidades? Volverá en vacaciones, dentro de dos semanas.
—En dos semanas pueden pasar millones de cosas. Tanto tú como yo tenemos experiencia en eso.
—Ya lo sé. Pero si me planto allí de improviso, mientras está de exámenes, después de que ella haya sido la que me ha dejado…, ¿no crees que es demasiado?
—Tú eres el romántico. El bohemio. El soñador. ¿No? ¿Qué hay más romántico que ir a por tu chica y pedirle que todo vuelva a ser como antes?
—¿Y después?
—Después ya se verá. Hay que vivir el día a día, amigo mío. Fíjate todos los planes que Sandra y yo teníamos para los próximos años. Y ahora… han cambiado, por completo. No vale de nada mirar mucho más allá. Tú eres de esta filosofía también si no me equivoco.
Carpe diem.
Carpe diem
. Aprovecha el momento. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy…
—Sigo sin verlo claro.
—Ir a Londres es una forma de decirle que no te rindes y que lo vuestro aún puede funcionar.
—O una manera de estropearlo todo todavía más.
—No creo que la cosa se ponga peor de lo que está. A no ser que te encuentres con algún inglesito al que tengas que atizar.
Los dos sonríen. Álex está seguro de que no hay otro chico en su vida. Si ha roto ha sido porque lo estaba pasando mal.
—¿Por qué no te vienes conmigo?
—¿Qué? ¿Para qué?
—Para apoyarme y hacerme compañía —apunta—. Tú ya tienes experiencia en esto.
—Pero el que tiene que arreglar las cosas con Paula eres tú, no yo.
—Y así, si fracaso, tendré un hombro a quien llorarle en el avión de regreso.
—¿Un hombro en el que llorar o alguien a quien echarle la culpa?
—Las dos cosas.
—No creo que yo deba…
—Vamos, anímate. Cuando pasen unos meses y el embarazo avance, no te podrás mover de casa. Tómalo como una última aventura. Necesito a alguien que me ayude con esto.
Ángel suspira. Y finalmente…
—Está bien.
—¿Vienes entonces? ¿En serio?
—Qué remedio.
—¡Estupendo! Voy a sacar los billetes por Internet para mañana por la mañana. A ver si encontramos alguna oferta.
—Pero tendrás que hacerme un favor.
—¿Qué favor?
—La primera entrevista en exclusiva cuando saques el próximo libro será para nosotros.
El joven se lo piensa un instante y responde con una sonrisa.
—De acuerdo. Dalo por hecho.
—Muy bien. Pues ve sacando dos billetes, que yo voy a llamar a Sandra para contarle que nos hemos vuelto locos y nos vamos de viaje a Londres.
—No estamos locos.
—Un poco solo.
—Como tú has dicho antes…, esto es más una cuestión de romanticismo. —Se calla y hace como que piensa un instante—. Vale, estamos locos.
Ese día de diciembre, en un lugar de Londres
Termina de comer aquel
roast beef
que no estaba demasiado hecho, acompañado de
steamed vegetables
, una ensalada de patatas, zanahorias y brócoli. Bueno, no está mal, aunque comprende por qué Valentina ha preferido el sándwich. Odia ese tipo de carne. Eso sí, se ha perdido la porción de
apple pie
que han incluido como postre por ser domingo. Paula corta un pequeño trozo con el tenedor y se lo lleva a la boca mientras piensa en lo que tiene que hacer cuando suba a la habitación: estudiar, estudiar, estudiar.
Ya no queda nadie en el comedor de la residencia. Ha sido la última en bajar. Si, normalmente, ya come más tarde que el resto de estudiantes, hoy apenas quedaba un par de chicas cuando ella ha llegado. Se echa un poco de agua de la jarra en su vaso y bebe. Continúa pensativa. Le viene a la cabeza lo que habló hace un rato con Ángel por teléfono. ¿No ha luchado lo suficiente por mantener su relación? Quizá eso sea lo que también piensa Álex; por ese motivo él tampoco ha insistido estos días para que vuelvan juntos. Desde el martes por la noche no sabe nada de su ex novio… Cuánto le cuesta pensar en el escritor como ex. Y es que le sigue queriendo mucho. ¿Cómo iba a dejar de quererle en solo cinco días después de llevar un año como pareja?