No era posible. Los otros patriarcas se unieron en contra de ella. En particular, todo el Occidente, bajo la dirección del papa romano, era decididamente católico. Entonces, en 379, un occidental, Teodosio I, fue proclamado emperador. Era un católico cien por cien, y bajo él la cristiandad consiguió su victoria final.
Los paganos sufrían cada vez más inconvenientes desde los tiempos de Constantino. En el 341 se prohibieron los sacrificios paganos y en el 353 se cerraron sus templos. Bajo Teodosio, los paganos se vieron privados de todos sus derechos civiles, así que el siglo que comenzó con la mitigación de la persecución de los cristianos terminó asignándoles el papel de perseguidores por largo tiempo. La religión católica se convirtió con Teodosio I en la religión oficial del Estado. Bajo la mirada hostil de esta religión, apoyada por el poder del Estado, el paganismo y el arrianismo se marchitaron y murieron.
Por entonces, sin embargo, el imperio había padecido un desastre. Un pueblo nómada, los hunos, había salido como un enjambre de sus tierras natales en Asia central para invadir Europa oriental. Las tribus germánicas que se encontraron en su camino se rindieron y huyeron.
Los visigodos, situados al norte del límite del imperio en el Danubio, habían sido antaño el azote de Roma, pero ahora estaban aterrorizados por los hunos que se les acercaban. Pidieron humildemente permiso para cruzar el Danubio hacia lugares más seguros. Los funcionarios romanos les permitieron entrar a condición de que no llevaran armas. No obstante, una vez dentro del territorio romano les maltrataron y les empujaron a la rebelión. Encontraron armas, se unieron, incluso se juntaron con grupos de hunos que se habían infiltrado cruzando el río, y repentinamente un ejército grande y hostil se encontró acampado en territorio romano.
Las legiones romanas salieron a su encuentro pero los godos habían empezado a utilizar provechosamente estribos metálicos del tipo que los hunos habían traído desde Asia central. Los estribos permitían que los jinetes se asentaran firmemente sobre su montura y embistieran con su lanza. Permitían que el jinete cargara arrolladoramente contra la infantería sin miedo a caerse de su caballo.
En el año 387 en Andrianópolis, donde cincuenta años antes Constantino había vencido a Licinio, hubo una carnicería del ejército romano perpetrada por los jinetes germanos. Fue una derrota fatal. Se quebró el espíritu romano, y desde entonces cuando era necesario que Roma luchara, lo hacía utilizando germanos a sueldo. Los generales germanos mandaban los ejércitos romanos y dominaban el Estado.
Teodosio I se convirtió en emperador el año siguiente y mientras vivió pudo contener la situación. De hecho, fue el último emperador romano que gobernó él solo todo el territorio romano. Cuando se murió en 395, dejó a dos hijos jóvenes de coherederos, uno de los cuales gobernaba la parte oriental y el otro la parte occidental. En teoría, el Imperio Romano estaba todavía sin dividir con una única estructura política, pero a partir de la muerte de Teodosio, ningún emperador volvió a gobernarlo como un todo.
Y mientras existieran dos emperadores en capitales muy distantes, era probable que sus políticas fueran distintas, y que las dos partes del imperio estuvieran en manos de rivales que intrigarán uno contra el otro. Esta desunión ayudó a que se produjeran las catástrofes del siglo V.
Con la muerte de Teodosio I, es habitual hablar del Imperio Romano de Occidente (o Imperio Occidental) y del Imperio Romano de Oriente (o Imperio Oriental). En teoría, era Roma la ciudad que gobernaba el Imperio Occidental, pero en la realidad el emperador raras veces, por no decir nunca, residía en Roma. Estaba siempre en Milán, o más tarde, en Rávena, dos ciudades del norte de Italia. Sin embargo, era siempre Constantinopla la que gobernaba el Imperio Oriental, y en este libro voy a centrarme en él.
La importancia mayor de la mitad oriental del Imperio se ve claramente en el hecho de que Teodosio dejara esta parte a su hijo mayor, Arcadio. Tenía unos dieciocho años al morir su padre, pero era un estúpido, un abúlico, y no tenia ningún interés por gobernar. Estaba muy contento viviendo lujosamente dentro de los muros del palacio y dejando que sus ministros administraran el imperio.
Para comenzar, su ministro principal era Rufino, que fue nombrado para el cargo en el testamento de Teodosio. Por supuesto, era germano, hecho que irritó sumamente a otro germano, Alarico, qué había servido fielmente a Teodosio como comandante del contingente visigodo del ejército romano. Alarico era de la opinión que era él quien merecía ser el ministro y guardián de Arcadio.
Encolerizado, Alarico avanzó contra Constantinopla y fue el primero en descubrir lo que averiguarían muchos después de él: que no se podía hacer otra cosa en Constantinopla sino sentarse frente a sus murallas hasta hastiarse. Por esta razón Alarico se marchó, dirigiéndose hacia el sur para entrar en Grecia, donde devastó la campiña y saqueó las ciudades. Era el primer ejemplo de lo que se convertiría en moneda corriente en las décadas posteriores: las bandas guerrilleras germanas dedicadas a la rapiña de las provincias romanas siempre que les daba la gana, sin que nadie les hiciera frente.
El Imperio Occidental podía haber echado una mano, pero desgraciadamente había una rivalidad entre las dos mitades para ver quién iba a dominar Iliria, la región que hoy forma la parte occidental de Yugoslavia. Cada mitad intentó aprovecharse de las dificultades de la otra para sus propios fines, y mientras tanto un germano intruso como Alarico encontró el campo libre.
En 396 el Imperio Oriental descubrió el arma más eficaz contra Alarico: el soborno. Fue fácil ofrecerle títulos y dinero en secreto, y encaminarle hacia el oeste. Alarico dejó Grecia, y más tarde invadió Italia donde tomaría Roma en el 410.
El Imperio Oriental siguió utilizando esta táctica. Era más rico que el Imperio Occidental, y su capital resultaba inexpugnable. Para cualquiera de las bandas bárbaras era más fácil aceptar el dinero y dirigirse hacia el oeste que quedarse y estrellarse vanamente contra las murallas de Constantinopla. En parte debido a su política de desviar el peligro hacia el oeste, el Imperio Oriental siguió relativamente entero, mientras el Imperio Occidental se hizo pedazos.
Fue una vergonzosa demostración de miope egoísmo, puesto que si las dos mitades se hubieran unido contra las bandas guerrilleras germanas, muy probablemente Roma podría haber resistido durante aquel siglo y producido por fin una civilizada fusión romano-germánica que habría alterado la historia del mundo.
El arquitecto del proyecto de sobornar y señalar en otra dirección fue Eutropio, que había sucedido a Rufino como primer ministro. Eutropio era un eunuco, y es el primero de una serie de este tipo de individuos que ejercerían gran influencia en Constantinopla.
La práctica de castrar a los niños o a los criminales se originó en el Oriente, donde era útil tener a unos hombres que guardaban los harenes sin poder aprovecharse de su situación. No existían harenes en Constantinopla, y sin embargo, los eunucos resultaron útiles para otras cosas. Ya que, según una férrea tradición, un eunuco nunca podía ascender al trono, y tampoco podía tener hijos (para los cuales ambicionar algo), y de este modo nunca tendría un motivo directo para organizar un golpe.
Además, la castración no afecta a la inteligencia humana. Sin mujeres ni hijos que le distraigan, como ocurre con un hombre normal, e incluso sin verse distraído por unos instintos sexuales, como puede pasar con un célibe, un eunuco está libre para poner su inteligencia al servicio del Estado. Tanto favorecían los emperadores el empleo de los eunucos como funcionarios de la corte que (por horrendo que nos parezca hoy en día) hombres de buena familia hicieron a veces que uno o más de sus hijos fuesen deliberadamente castrados para asegurarles en el futuro un puesto gubernamental importante.
Existían también desventajas en la utilización de los eunucos, La mayoría de los hombres solían despreciarles y los eunucos, que eran conscientes de este hecho, guardaban a veces un profundo resentimiento. Solían aprovechar su influencia con el emperador, y sobre todo con sus mujeres, para intrigar contra los que odiaban. Además, puesto que no podían salir del palacio, tenían unos modos bastante estrechos de entender las cosas. Su política solía ser de corto alcance y de escasa previsión, como en el caso de los sobornos de Eutropio. (Hubo, por supuesto, excepciones, como las hay en todas las generalizaciones históricas.)
Eutropio arregló un matrimonio entre Arcadio y Eudoxia la hija de un oficial franco del imperio. Este matrimonio, que se celebró sólo tres meses después de que Arcadio ascendiera al trono, tenía como objeto evitar que Rufino consiguiera más poder al casar a su propia hija con el emperador.
Rufino no vivió mucho tiempo después de la boda de Arcadio, y parecía que Eutropio, a través de Eudoxia, se convertiría en el amo completo del Imperio Oriental. Sin embargo, el eunuco se dio cuenta que había jugado demasiado fuerte. Muy pronto, Eudoxia se percató de que tenía mucha voluntad y que Arcadio era débil; era hermosa, y Arcadio estaba fascinado. Ella tenía todo el poder que necesitaba, y Eutropio, que la había elevado a la cima, ya no era esencial. Maniobró para provocar su caída, y en 399 fue primero exiliado, y más tarde ejecutado.
A Eudoxia se la recuerda sobre todo por su enemistad hacia Juan Crisóstomo, el «pico de oro», llamado así después de su muerte por su hábil oratoria y por el efecto que tenía en el público. Fue nombrado Patriarca de Constantinopla en el 398, y se hizo popular enseguida entre el pueblo al utilizar las riquezas de su cargo para crear hospitales y hacer obras benéficas. Exigía un estricto celibato al clero y denunciaba con gran vehemencia a los perversos y a los hipócritas. Fue, verdaderamente, uno de los pocos padres de la Iglesia que era un reformador social en la tradición de los profetas del Antiguo Testamento. Denunció los extremos de la riqueza y de la pobreza, e incluso favoreció la abolición de la esclavitud (una idea casi desconocida entre los antiguos).
Por supuesto, los pobres estaban encantados con Juan Crisóstomo, pero ni los ricos ni los poderosos le tenían ningún cariño. Como el patriarca tomó por modelo los profetas del Antiguo Testamento, hasta el punto de denunciar a los gobernantes por sus inmoralidades, Eudoxia estaba muy disgustada con él. Como llevaba una vida alegre, lujosa y licenciosa, no consideró muy divertido que la denunciaran. Por lo tanto, actuó provocando la hostilidad de un jefe de la Iglesia contra otro, porque sabía que el Patriarca de Alejandría con toda seguridad sería enemigo del Patriarca de Constantinopla.
Se convocó un sínodo (o reunión de obispos) especial en el 403. El Patriarca Teófilo de Alejandría iría a Constantinopla, donde acusaría a Juan Crisóstomo de herejía. Se había previsto de antemano un veredicto de culpabilidad. Juan Crisóstomo se negó a presentarse ante un tribunal de esta índole y por esta razón fue destituido del patriarcado y enviado al exilio.
Pero se desató una tormenta de protestas entre la población, y Eudoxia asustada tuvo que volver a llamarle al cabo de sólo dos días. Esta vuelta atrás sólo sirvió para decidir a la emperatriz a preparar mejor un nuevo exilio del Patriarca.
Un nuevo sínodo se reunió en el 404, y esta vez un destacamento de mercenarios germanos llegó a Constantinopla. Aunque la herejía del arrianismo ya no existía entre los romanos, el clero arriano había convertido a las tribus germanas, las cuales continuaban siendo arrianas en esta época. Por consiguiente, a los mercenarios les importaba un bledo lo que les ocurriera a los patriarcas católicos y estaban más que dispuestos a masacrar a la población sí recibían la orden. El pueblo, que tenía plena conciencia de la situación, no podía hacer nada.
Juan Crisóstomo fue desterrado a un pueblo de los estrechos orientales de Asia Menor, a unas 400 millas de Constantinopla, y este segundo exilio nunca fue revocado. Sin embargo, aquel mismo año, Eudoxia murió durante un parto; y Arcadio murió en el 408.
Cuando murió Arcadio tenia un solo hijo, de siete años. El hijo ascendió al trono con el nombre de Teodosio II. No demostró mayor capacidad que su padre, pero tuvo la suerte de tener una hermana mayor. Pulqueria tenía todas las cualidades necesarias y fue la verdadera soberana del imperio durante una generación.
Pulqueria arregló un matrimonio más bien romántico para su afable hermano menor. Le había llamado la atención una hermosa muchacha de Atenas, llamada Athenais, educada minuciosamente por su padre en la antigua erudición griega, y que seguía siendo pagana en una época en que quedaban pocos. Teodosio necesitaba una mujer para poder tener un heredero al trono y esta muchacha parecía tan hermosa como gentil. Podía hacer a Teodosio feliz sin poner en peligro la posición de Pulqueria.
Esta convenció a Athenais para que se convirtiera al cristianismo y cambiará su nombre por el de Eudocia. En el 421 se casaron Teodosio y Eudocia con gran júbilo y solemnidad. El matrimonio fue feliz, nació una hija, y Eudocia exhibió su cultura escribiendo poesía. Desgraciadamente, su influencia con su marido y su popularidad entre la gente la hicieron aspirar a tener una influencia mayor de la que Pulqueria estaba dispuesta a permitir. En el 443 Pulqueria forzó a la pobre reina a exiliarse a Jerusalén y el blando Teodosio II no se atrevió a oponerse.
El palacio fue totalmente distinto a lo que había sido con su madre Eudoxia. Pulqueria era una mujer virtuosa o recta, entregada con devoción a las enseñanzas de la Iglesia (con el tiempo fue canonizada). Revocó el antiguo dictamen contra Juan Crisóstomo y el féretro que contenía el cadáver del patriarca fue llevado a Constantinopla en el 437. Se le hizo santo, y Teodosio II llevó a cabo una minuciosa ceremonia de arrepentimiento en nombre de sus padres.
Esto no quiere decir que Pulqueria no tuviera sus problemas con el patriarca de Constantinopla. El patriarca en cuestión era Nestorio, que había sido nombrado en el 428 por su fama de elocuente y de ortodoxo. Su elocuencia era, sin duda, la apropiada, pero su ortodoxia tenía fallos. Sus ideas sobre la doble naturaleza humana y divina de Jesús no eran convencionales y ofendían a Pulqueria. Riñeron, y Nestorio no dejó de denunciarla una y otra vez.
Pulqueria, al igual que su madre, sabía donde encontrar un aliado contra cualquier patriarca de Constantinopla. Se volvió hacia el patriarca de Alejandría, que era entonces el muy ortodoxo Cirilo. Se convocó un concilio ecuménico (era el tercero) en Efeso, en la costa de Asia Menor, en el 431. Resultó un concilio muy turbulento que Cirilo dominó en un principio, pero más tarde no pudo controlar debido a la llegada de más obispos que se adhirieron a los principios nestorianos. Nestorio se negó a asistir al concilio o a reconocerlo como legítimo. Pero a la postre fue condenado como herético. Fue destituido de su cargo de patriarca y enviado al exilio en el desierto egipcio.