Read Cuando te encuentre Online
Authors: Nicholas Sparks
«¡Bienvenidos al mundo de los abogados!», pensó Beth. Los abogados, después de todo, no tenían que dar clase a niños que llevaban todo el día encerrados sin tan siquiera unos minutos de recreo.
Normalmente se habría retirado a la sala de profesores para comer el almuerzo, pero con tan poco tiempo para organizar las actividades, había decidido quedarse en la clase. Estaba en una esquina montando un juego que consistía en lanzarse sobre unos sacos llenos de arena —que guardaban en un armario solo para emergencias similares— cuando detectó cierto movimiento cerca de la puerta. Se giró en aquella dirección y solo necesitó un instante para identificar al recién llegado. Llevaba la parte superior del uniforme mojada y del cinturón donde le colgaba el arma caían unas gruesas gotas de agua. En su mano llevaba un archivador de color salmón.
—Hola, Beth —la saludó con una voz sosegada—. ¿Tienes un minuto?
Ella se puso de pie.
—¿Qué pasa, Keith?
—He venido a pedirte perdón —contestó. Unió sus enormes manos sobre el regazo, en una actitud de arrepentimiento—. Ya sé que no tienes mucho tiempo, pero quería hablar un momento contigo a solas. He pensado que quizás ahora era una buena ocasión, pero si no te va bien, dime cuándo podemos quedar.
Ella echó un vistazo al reloj.
—Tengo cinco minutos —dijo.
Keith atravesó el umbral de la clase y se dispuso a cerrar la puerta, pero súbitamente pareció reconsiderar la acción y la miró, como pidiéndole permiso. Ella asintió, deseando acabar con aquel asunto lo antes posible. Avanzó hacia ella y se detuvo a una distancia respetuosa.
—Tal y como he dicho, he venido a pedirte perdón.
—¿Por qué?
—Por los rumores que has oído. No he sido completamente sincero contigo.
Beth se cruzó de brazos.
—En otras palabras, me has mentido —concluyó ella.
—Sí.
—Me has mentido a la cara.
—Sí.
—¿Sobre qué?
—Me preguntaste si había espantado a algunos de los chicos con los que habías salido. No soy consciente de haberlo hecho, aunque sí que es verdad que hablé con algunos de ellos.
—¿Hablaste, solo hablaste, con ellos?
—Sí.
Beth hizo un esfuerzo por contener la irritación.
—¿Y… qué? ¿Te arrepientes de haberlo hecho, o te arrepientes de haberme mentido?
—De ambas cosas. Me arrepiento de lo que he hecho y me arrepiento de haberte mentido. Estuvo mal. —Hizo una pausa—. Ya sé que nuestra relación no ha sido idílica desde el divorcio, y también sé que piensas que casarte conmigo fue un error. Tienes razón. No deberíamos habernos casado. Lo acepto. Pero de nuestra relación (y, para serte sincero, el mérito es más tuyo que mío) nos ha quedado un hijo maravilloso. Seguramente pensarás que no soy el mejor padre del mundo, pero nunca jamás me he arrepentido de haber tenido a Ben, o de que él haya vivido contigo la mayor parte del tiempo. Es un chico estupendo. Has hecho un magnífico trabajo con él.
Beth no sabía qué decir. Tras unos segundos en silencio, Keith continuó:
—Pero eso no significa que no me preocupe por él. Siempre lo haré. Tal y como te dije, me preocupa quién se cruza en su vida, ya sean amigos o familiares, o incluso personas que tú puedas presentarle. Sé que no es justo y que probablemente lo consideras una intrusión en tu vida personal, pero yo soy así. Y para serte sincero, no creo que pueda cambiar.
—¿Así que me estás diciendo que continuarás espiándome toda tu vida?
—No —se apresuró a contestar él—. No volveré a hacerlo. Solo te estaba explicando por qué lo hice antes. Y te aseguro que ni amenacé ni intenté intimidar a esos hombres. Solo hablé con ellos. Les expliqué lo mucho que Ben significaba para mí y que ser su padre era lo más importante en mi vida. Seguramente no siempre estás de acuerdo con la forma en que lo trato, pero si miras atrás, hace dos años, las cosas eran distintas. A Ben le gustaba venir a mi casa. Ahora no. Pero yo no he cambiado. Él ha cambiado. No en un sentido negativo; es normal que crezca. Eso es lo que sucede, que se está haciendo mayor. Y quizá yo necesitaba darme cuenta y aceptar el hecho de que está creciendo.
Ella no dijo nada. Keith la observó y soltó un largo suspiro.
—También les dije a esos hombres que no quería que tú salieras perjudicada. Ya sé que te puede parecer un gesto muy posesivo, pero no lo decía en ese sentido. Hablaba como habría hablado un hermano. Como habría hecho Drake. Como diciendo: «Si te gusta, trátala bien y respétala». Eso fue todo lo que les dije a esos hombres. —Keith se encogió de hombros—. No lo sé. Quizás algunos de ellos lo interpretaron de un modo indebido porque soy policía y por mi apellido, pero no puedo evitar ni lo primero ni lo segundo. Créeme, lo último que quiero es que seas infeliz. Tal vez lo nuestro no haya funcionado, pero eres la madre de mi hijo, y siempre lo serás.
Keith bajó la vista hacia el suelo y movió los pies, incómodo.
—Tienes toda la razón del mundo de estar enfadada conmigo. No me he comportado debidamente.
—En eso estamos de acuerdo. —Beth continuó de pie, sin moverse, con los brazos cruzados.
—Ya te lo he dicho: lo siento y no volverá a suceder.
Ella no contestó rápidamente.
—De acuerdo —dijo al fin—. Te tomo la palabra.
Keith le lanzó una sonrisa fugaz, casi de derrota.
—De acuerdo.
—¿Eso es todo? —Ella se inclinó para sacar tres sacos del armario.
—Bueno, la verdad es que también quería hablarte de Logan Thibault. Hay algo que deberías saber acerca de él.
Ella alzó las manos en actitud defensiva, como ordenándole que se callara.
—Ni se te ocurra meterte con él.
Keith no se amedrentó. En vez de eso, dio un paso adelante, ladeando el ala de su sombrero.
—No hablaré con él a menos que tú me lo pidas. Quiero que eso te quede claro. Créeme, Beth. La situación es grave. No estaría aquí si no lo fuera. Estoy aquí porque me importas.
Beth se quedó de piedra. Realmente, su ex, aparte de otras cosas, era un verdadero caradura.
—¿De verdad esperas que crea que te preocupas por mí, después de haber admitido que me has estado espiando durante años? ¿Y de saber que tú eres el responsable del fracaso de mis relaciones, que has echado a perder cualquier oportunidad que he tenido de encontrar pareja?
—Esto no tiene nada que ver con mi comportamiento en el pasado.
—A ver si lo adivino… Crees que toma drogas, ¿no es cierto?
—No tengo ni idea. Pero quiero advertirte de que no ha sido sincero contigo.
—¡No tienes ni idea de si él ha sido sincero conmigo o no! ¡Y ahora lárgate! No quiero hablar contigo, no quiero oír nada más sobre este tema.
—Entonces pregúntaselo a él —la interrumpió Clayton—. Pregúntale si vino a Hampton con la intención de encontrarte.
—¡Basta! ¡Si tú no te marchas, lo haré yo! —declaró ella, al tiempo que enfilaba hacia la puerta—. ¡Y si se te ocurre ponerme la mano encima para detenerme, te aseguro que chillaré y pediré ayuda!
Ella pasó por delante de él. Cuando estaba a punto de cruzar el umbral, Keith resopló roncamente.
—Pregúntale por la foto.
El comentario consiguió que Beth se detuviera en seco.
—¿Qué has dicho?
Beth nunca había visto a su exmarido con una expresión tan seria.
—La foto que le dio Drake.
Por la expresión de Beth, Clayton sabía que había conseguido captar su atención, pero no estaba seguro de si lo había entendido bien.
—Tiene una foto tuya —prosiguió Clayton—, y cuando llegó al pueblo fue directamente a la sala de billares Decker. Tony estaba allí esa noche y lo vio. De hecho, me llamó desde el mismo local porque le pareció que la historia que contaba ese tipo era bastante extraña, pero en ese momento no le di importancia. El fin de semana pasado, sin embargo, Tony pasó a verme para contarme que había reconocido a Thibault mientras tocaba el piano en la iglesia.
Beth lo miraba fijamente, sin pestañear.
—No sé si Drake se la dio, o si Thibault se la robó. Pero supongo que, o bien es una cosa, o bien la otra. Tanto Drake como Thibault eran marines. Según Tony, no era una foto muy reciente.
Clayton dudó antes de continuar.
—Ya sé que podrías creer que te cuento esto con la intención de espantarlo para que se aleje de ti, pero no pienso hablar con él. Sin embargo, creo que tú sí deberías hacerlo. No lo digo como tu exmarido. Lo hago como ayudante del
sheriff
.
Beth deseaba irse, pero no hallaba las fuerzas necesarias para reemprender la marcha.
—Piénsalo bien. Él tiene una foto tuya. Basándose únicamente en eso, cruzó el país andando para encontrarte. No sé por qué, pero creo que no cuesta tanto adivinarlo. Se obsesionó contigo incluso antes de conocerte, como quien se obsesiona con una estrella de cine. ¿Y qué hizo? Ir en tu busca. Sin embargo, no le bastó con verte de lejos o simplemente conocerte. En vez de eso, decidió convertirse en tu amante. Eso es lo que hacen los perturbados peligrosos, Beth.
Su tono era calmado y profesional, lo que únicamente intensificaba la angustia que se iba acrecentando dentro de ella.
—Por tu expresión, sé que todo esto es nuevo para ti. Te preguntas si te estoy contando la verdad o si estoy mintiendo, y admito que mi comportamiento hasta ahora contigo no ha sido ejemplar. Pero, por favor, por el bien de Ben (y por el tuyo propio) interrógalo. Yo puedo estar presente, si quieres, o incluso podría enviar a otro oficial, si lo prefieres. O puedes llamar a alguien más, a tu amiga Melody, por ejemplo. Solo quiero que comprendas la gravedad de la situación. Realmente es…, es un caso insólito. No pinta nada bien. Tenemos que ir con mucho cuidado. No sé cómo hacerte entender que no exagero, que realmente tienes que tomar precauciones.
Los labios de Clayton se cerraron hasta formar una fina línea al tiempo que depositaba el archivador de color salmón sobre el pupitre más cercano.
—Aquí tienes el expediente de Logan Thibault. No he tenido que mover muchos hilos para conseguirlo, aunque podría meterme en un buen lío si alguien se entera de que te he dejado ver esta información. Sin embargo, puesto que no sé qué más te ha dicho él… —Clayton se calló un instante antes de mirarla directamente a los ojos, y acto seguido remachó—: Piensa en lo que te he dicho. Y ten cuidado, ¿de acuerdo?
A duras penas podía ver a través del parabrisas, pero esta vez el problema tenía menos que ver con la lluvia que su incapacidad para mantener la concentración. Después de que Keith se marchara, Beth se había quedado con los ojos fijos en el archivador de color salmón, parpadeando desconcertada, intentando entender lo que su ex le acababa de contar.
Logan tenía la fotografía de Drake… Logan se había obsesionado con ella… Logan había decidido ir en su busca… Logan la había engañado.
Le costaba respirar y no estaba en condiciones de exponerse delante de una clase con más de veinte alumnos. Así que con las pocas fuerzas que le quedaban, se personó en el despacho de la directora para decirle que se iba a casa. La directora solo tuvo que mirarla unos momentos a la cara antes de darle permiso sin hacerle ninguna pregunta; lo único que le dijo fue que ella misma la reemplazaría durante el resto de la tarde. Beth informó a Ben de que Nana pasaría a recogerlo después de clase.
De camino a casa, su mente saltaba de una imagen a otra, como un caleidoscopio de imágenes, olores y sonidos. Intentó convencerse a sí misma de que Keith mentía. Trataba de buscarle una explicación a todo aquello. Era posible que no se tratara más que de una patraña, especialmente si tenía en cuenta cómo le había mentido en el pasado, pero, sin embargo…
Keith se había mostrado muy serio, con una actitud más profesional que personal. Además, le había contado algo que ella podía confirmar rápidamente. Él sabía que ella se lo preguntaría a Logan… y eso era precisamente lo que pretendía hacer, sin perder ni un segundo.
Sus manos se crisparon sobre el volante, poseída por una incontrolable necesidad de hablar con Logan. Él se lo aclararía todo. Estaba segura de que habría una explicación.
El río, desbordado, anegaba ahora la carretera, pero ella, dado su estado de alteración, no se dio cuenta hasta que el coche quedó atrapado en medio de la corriente. Beth se propulsó hacia delante cuando frenó bruscamente. Estaba rodeada de agua. Seguramente el motor se calaría, pero el vehículo continuó abriéndose paso incluso a través de aguas más profundas, hasta que al final alcanzó un trozo de la carretera que no estaba inundado.
Cuando llegó a su casa, no sabía cuál era su estado de ánimo, aparte de confundido. En un momento dado, se sentía enfadada y traicionada y manipulada; al siguiente, era capaz de convencerse de que aquello no podía ser cierto, de que Keith le había vuelto a mentir.
Aparcó el coche, sin apagar el motor, y se puso a examinar los campos encharcados en busca de Logan.
Más arriba del sendero, en medio de una baja neblina, podía divisar las luces de la casa. Por un momento pensó en la posibilidad de ir a hablar con Nana y buscar amparo en el sentido común y la claridad de aquella sabia mujer para aclararlo todo. Pero cuando vio las luces encendidas en el despacho y se fijó en la puerta entreabierta, notó una fuerte opresión en el pecho. Giró el volante hacia el despacho, diciéndose a sí misma que Logan no tenía la foto, que simplemente se trataba de un malentendido. Condujo sorteando los baches y los charcos de lodo, mientras la lluvia caía ahora de una forma tan implacable que el limpiaparabrisas no daba abasto. En el porche del despacho, vio a
Zeus
tumbado cerca de la puerta, con la cabeza alzada.
Detuvo el coche justo delante y corrió hasta el porche. La lluvia se le clavaba en la cara como finas agujas. El perro se le acercó, buscándole la mano con el hocico. Ella no le hizo caso y entró en el despacho, esperando encontrar a Logan detrás de la mesa.
No estaba allí. La puerta que conectaba el despacho con los caniles estaba abierta. Procuró tranquilizarse, deteniéndose en medio del despacho y aspirando lentamente, mientras contemplaba el pasillo envuelto en sombras. Esperó hasta que Logan emergió a la luz.
—Hola, Elizabeth —la saludó—. No esperaba verte… —No acabó la frase—. ¿Qué pasa?
Mirándolo fijamente, Beth notó que las emociones contenidas estaban ahora a punto de estallar. De repente sintió una desagradable sequedad en la boca. No supo por dónde empezar ni qué decir. Logan, al intuir su estado alterado, prefirió no decir nada.