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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

Cuentos completos (400 page)

BOOK: Cuentos completos
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—¿Estás seguro de comprender tu tarea, Mike? —dijo la señora Arnfeld.

—Completamente, señora Arnfeld —dijo Mike—. Me aseguraré de que todo vestigio de cáncer quede eliminado.

Johannes dijo:

—No sé si Gregory te lo ha explicado, pero Mike puede reconocer fácilmente una célula cancerosa cuando tiene el tamaño adecuado. La diferencia es inequívoca y puede destruir con rapidez el núcleo de cualquier célula que no sea normal.

—Estoy equipado con láser, señora Arnfeld —dijo Mike, con cierto aire de orgullo no expresado.

—Si, pero hay millones de células cancerosas. ¿Cuánto tiempo hará falta para cogerlas, una a una?

—No es completamente necesario una a una, Tertia —dijo Johannes—. Aun cuando el cáncer esté extendido, existe en forma de matas. Mike está equipado para quemar y cerrar los capilares que conducen a las matas, y de esta manera puede morir un millón de células de una vez. Sólo ocasionalmente tendrá que ocuparse de las células de forma individual.

—¿Aun así, cuánto tiempo hará falta?

El joven rostro de Johannes se transformó en una mueca como si le costase tomar una decisión sobre lo que iba a decir.

—Si queremos hacer un trabajo concienzudo, pueden hacer falta horas, Tertia. Lo admito.

—En cualquier momento de estas horas aumentará el riesgo de redilatación.

Mike dijo:

—Señora Arnfeld, haré lo posible para prevenir la redilatación.

La señora Arnfeld se volvió hacia el robot y dijo con gran seriedad:

—¿Puedes hacerlo, Mike? Quiero decir, ¿tú puedes evitarla?

—No completamente, señora Arnfeld. Supervisando mi tamaño y haciendo un esfuerzo para mantenerlo constante, puedo minimizar los cambios fortuitos que puedan provocar una redilatación. Naturalmente, es casi imposible hacer esto cuando estoy redilatándome bajo condiciones controladas.

—Si, lo sé. Mi marido me ha explicado que la redilatación es el momento más peligroso. ¿Pero tú lo intentarás, Mike? Por favor.

—Las leyes de la robótica garantizan que así lo haré, señora Arnfeld —dijo Mike, solemnemente.

Cuando se marchaban, Johannes dijo, en lo que la señora Arnfeld comprendió era un intento de promesa tranquilizadora:

—De verdad, Tertia, tenemos un holo-sono-grama y un detallado escáner catódico de la zona. Mike conoce la localización precisa de todas las lesiones cancerosas significativas. Pasará la mayor parte del tiempo buscando pequeñas lesiones imposibles de detectar con instrumentos, pero esto no se puede evitar. Si podemos, tenemos que localizarlas todas, ¿comprendes?, y ello lleva tiempo. Sin embargo, Mike ha recibido estrictas instrucciones sobre cuánto debe reducirse, y no se hará más pequeño, puedes estar segura. Un robot debe obedecer las órdenes.

—¿Y la redilatación, Ben?

—Aquí, Tertia, estamos en manos de la cuántica. No hay forma de predecirlo, pero existe una más que razonable probabilidad de que tenga lugar sin problemas. Por supuesto, tendremos que redilatarlo dentro del cuerpo de Gregory lo menos posible; lo suficiente para estar razonablemente seguros de encontrarlo y extraerlo. A continuación será rápidamente introducido en la estancia de seguridad donde se llevará a cabo el resto de la redilatación. Por favor, Tertia, hasta las intervenciones médicas corrientes tienen sus riesgos.

La señora Arnfeld estaba en el cuarto de observación mientras tenía lugar la miniaturización de Mike. También estaban las cámaras de holovisión y representantes escogidos de los medios de comunicación. La importancia del experimento médico era tal que fue imposible evitarlo, pero la señora Arnfeld estaba en una cabina con Johannes por toda compañía, y se entendía que nadie debía acercarse a ella para hacer comentarios, sobre todo si ocurría algo fatal. ¡Fatal! Una completa y repentina redilatación haría saltar la habitación de operaciones por completo y mataría a toda persona allí presente. Por algo estaba bajo tierra y a media milla de distancia del centro de observación.

A la señora Arnfeld le producía cierta escalofriante sensación de seguridad el hecho de que los tres miniaturistas que estaban trabajando en la intervención (que parecían muy tranquilos… muy tranquilos) estuviesen condenados a muerte de forma tan segura como lo estaba su marido en el caso de que sucediese… algo fatal. Ciertamente, podía confiar en que ellos protegerían en extremo sus propias vidas; por consiguiente, no serían caballerosos en la protección de su marido.

Posteriormente, por supuesto, si el proceso se demostraba un éxito, se desarrollarían sistemas para realizarlo de forma automatizada, y sólo el paciente correría riesgos. Entonces, quizás, el paciente podría estar más fácilmente sacrificado al descuido, pero ahora no, ahora no. La señora Arnfeld observaba atentamente a los tres hombres, que trabajaban bajo una inminente sentencia de muerte, para detectar cualquier signo de inquietud.

Observó el proceso de miniaturización (lo había visto antes) y vio cómo Mike se volvía más pequeño y desaparecía. Observó el elaborado proceso de inyectarlo en el lugar adecuado del cuerpo de su marido. (Le habían explicado que habría sido prohibitivo económicamente inyectar por el contrario seres humanos en un medio submarino. Mike, por lo menos, no necesitaba un sistema para mantenerse con vida). A continuación las materias giraron en la pantalla, donde se veía la sección aproximada del cuerpo en holo-sono-grama. Era una representación tridimensional, turbia y desenfocada, imprecisa a causa de una combinación del lado finito de las ondas sonoras y de los efectos del movimiento browniano. Mostraba a Mike, confusa y silenciosamente moviéndose a través de los tejidos de Gregory Arnfeld por su corriente sanguínea. Resultaba casi imposible explicar lo que estaba haciendo, pero Johannes describía los acontecimientos de forma lenta y satisfactoria, hasta que ella ya no pudo oírlo más y pidió que la sacasen de allí.

Le habían administrado ligeros sedantes y había dormido hasta la tarde, momento en que Johannes fue a verla. No hacía mucho rato que se había despertado y tardó un momento en recuperar sus facultades. Seguidamente dijo, llena de un repentino temor:

—¿Qué ha pasado?

Johannes se apresuró a decir:

—Un éxito, Tertia. Un éxito completo. Tu marido está curado. No podemos evitar que el cáncer se reproduzca, pero por ahora está curado.

Ella se echó hacia atrás aliviada.

—Oh, maravilloso.

—Asimismo, ha sucedido algo inesperado y habrá que explicárselo a Gregory. Consideramos que seria preferible que se lo dijeses tú.

—¿Yo? —y prosiguió con un renovado acceso de temor—: ¿Qué ha pasado?

Johannes se lo contó.

Hasta al cabo de dos días no pudo ver a su marido por más de un par de minutos. Él estaba sentado en la cama, su cara un poco pálida, pero le sonreía.

—De nuevo a flote, Tertia —dijo con ilusión.

—En efecto, Greg, yo estaba completamente equivocada. El experimento ha sido un éxito y me han dicho que no encuentran ni un rastro de cáncer en ti.

—Bien, sobre esto no podemos tener demasiadas esperanzas. Puede haber una célula cancerosa aquí o allá, pero quizá mi sistema inmunitario se ocupe de ella, sobre todo con la medicación adecuada, y, si algún día se formase de nuevo, para lo cual pueden pasar años, recurriremos otra vez a Mike.

En este punto, frunció el ceño y dijo:

—¿Sabes? No he visto a Mike.

La señora Arnfeld guardó un discreto silencio.

Arnfeld dijo:

—Me han estado dando largas.

—Has estado débil, querido, y te han administrado sedantes. Mike estuvo manipulando en tus tejidos y llevando a cabo un necesario pequeño trabajo destructivo. Aunque la operación haya sido un éxito, necesitas tiempo para recuperarte.

—Si estoy lo bastante recuperado para verte a ti, sin duda también lo estoy para ver a Mike, por lo menos lo suficiente para darle las gracias.

—Un robot no necesita que le den las gracias.

—Claro que no, pero yo necesito dárselas. Hazme un favor, Tertia. Sal y diles que quiero ver a Mike enseguida.

La señora Arnfeld titubeó, luego llegó a una decisión. Esperar haría la tarea más difícil para todos. Dijo con tacto:

—El hecho, querido, es que Mike no puede venir.

—¡No puede venir! ¿Por qué?

—Tenía que escoger, ¿sabes? Limpió tus tejidos maravillosamente bien; hizo un magnífico trabajo, todo el mundo está de acuerdo; y luego tuvo que iniciar la redilatación. Era la parte arriesgada.

—Sí, pero aquí estoy yo. ¿Por qué estás alargando tanto esta historia?

—Mike decidió minimizar el riesgo.

—Naturalmente. ¿Qué hizo?

—Bien, querido, decidió hacerse más pequeño.

—¡Cómo! No podía. Tenía órdenes de no hacerlo.

—Esto era la Segunda Ley, Greg. La Primera Ley tenía preferencia. Quería estar seguro de que tu vida no corriese peligro. Estaba equipado para controlar su propio tamaño, así que se redujo lo más rápidamente que pudo, y cuando llegó a ser mucho menor que un electrón utilizó su rayo láser, que era para entonces demasiado diminuto para lastimar cualquier parte de tu cuerpo, y el impacto lo despidió volando a casi la velocidad de la luz. Explotó en el espacio exterior. Fueron detectados los rayos gamma.

Arnfeld la miró fijamente.

—No puedes estar queriendo decir eso. ¿Estás hablando en serio? ¿Mike ha muerto?

—Esto es lo que ocurrió. Mike no podía dejar de actuar si ello te evitaba algún daño.

—Pero yo no quería eso. Lo quería sano y salvo para el trabajo futuro. No se habría redilatado de forma incontrolada. Habría salido ileso.

—No podía tener la certeza. No podía poner tu vida en peligro, así que se sacrificó.

—Pero mi vida era menos importante que la suya.

—No para mí, querido. Tampoco para quienes trabajan contigo. Ni para nadie. Ni siquiera para Mike. —Puso una mano sobre la de él—. Vamos, Greg, estás vivo. Estás bien. Esto es todo lo que importa.

Pero él apartó su mano con impaciencia.

—Esto no es todo lo que importa. No lo comprendes. Oh, muy mal. ¡Muy mal!

La inestabilidad (1989)

“The Instability”

El Profesor Firebrenner lo había explicado cuidadosamente.

—La percepción del tiempo depende de la estructura de Universo. Cuando el Universo se está expandiendo, experimentamos el tiempo como yendo hacia adelante; cuando se está contrayendo, lo experimentamos yendo hacia atrás. Si pudiéramos forzar al Universo a quedarse en equilibrio, sin expandirse ni contraerse, el tiempo se quedaría quieto.

—Pero usted no puede poner al Universo en equilibrio —dijo el señor Atkins, fascinado.

—De todos modos, puedo poner una pequeña porción del Universo en equilibrio —dijo el profesor—. Lo suficiente para contener una nave. El tiempo permanecerá quieto y nos podremos mover hacia adelante y atrás a voluntad, y el viaje completo durará menos de un instante. Pero todas las partes del Universo aún se moverán mientras nos quedamos quietos, mientras estemos sujetos a la trama del Universo. La Tierra se mueve alrededor del Sol, el Sol alrededor del centro de la galaxia, la galaxia alrededor de algún centro de gravedad,
todas
las galaxias se mueven.

»Calculé esos movimientos y encontré que 27,5 millones de años en el futuro, una enana roja ocupará la posición actual de nuestro Sol. Si nos vamos 27,5 millones de años en el futuro, en menos de un instante, esa enana roja estará cerca de nuestra nave y podemos volver a casa después de estudiarla un poco.

—¿Puede hacerse eso? —preguntó Atkins.

—He enviado animales experimentales a través del tiempo, pero no puedo hacerlos regresar automáticamente. Si usted y yo vamos, podemos manipular los controles para poder volver.

—¿Y para eso me quiere?

—Por supuesto. Debería haber dos. Serían más creíbles dos personas que una sola. Vamos, ¡será una aventura increíble!

Atkins inspeccionó la nave. Era un modelo Glennfusion 2217, y se veía hermosa.

—Suponga —dijo—, que aterriza
dentro
de la enana roja.

—No lo hará —dijo el profesor—, pero si lo hace, es el albur que corremos.

—Pero cuando regresemos, el Sol y la Tierra se habrán movido. Estaremos en el espacio.

—Por supuesto, pero ¿qué tan lejos pueden moverse el Sol y la Tierra en las pocas horas que nos tomará observar la estrella? Con esta nave, alcanzaríamos nuestro amado planeta. ¿Está listo, señor Atkins?

—Listo —suspiró Atkins.

El Profesor Firebrenner hizo los ajustes necesarios y enclavó la nave a la trama del Universo mientras pasaban 27,5 millones de años. Y entonces, en menos de un destello, el tiempo comenzó a moverse hacia adelante otra vez del modo habitual, y todo en el Universo se movía hacia adelante con él.

A través de la mirilla de su nave, el profesor Firebrenner y el señor Atkins podían ver el pequeño orbe de la enana roja.

El profesor sonrió.

—Usted y yo, Atkins —dijo—, somos los primeros en ver, al alcance de la mano, cualquier estrella distinta de nuestro propio Sol.

Permanecieron dos horas y media durante las cuales fotografiaron la estrella y su espectro, y todas las estrellas vecinas que pudieron, hicieron observaciones especiales de la corona, comprobaron la composición química del gas interestelar, y luego el profesor Firebrenner, bastante remiso, dijo:

—Creo que es mejor que nos vayamos a casa ahora.

Otra vez, se ajustaron los controles y la nave fue enclavada a la trama del Universo. Fueron 27,5 millones de años hacia el pasado, y en menos de un destello, estaban de regreso donde comenzaron.

El espacio era negro. No había nada. Atkins dijo:

—¿Qué sucedió? ¿Dónde están la Tierra y el Sol?

El profesor frunció el ceño.

—Regresar
atrás
en el tiempo debe ser diferente. El Universo completo debe haberse movido.

—¿A dónde pudo moverse?

—No lo sé. Otros objetos cambian de posición dentro del Universo, pero el Universo como un todo debe moverse en una dirección dimensional superior. Estamos aquí en el vacío absoluto, en el Caos primigenio.

—Pero nosotros estamos aquí. Ya no es más el Caos primigenio.

—Exactamente. Eso significa que hemos introducido una inestabilidad en este lugar donde existimos, y
eso
significa…

Mientras decía esto, una gran explosión los aniquiló. Un nuevo Universo nació y comenzó a expandirse.

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