Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
Todo género literario tiene un maestro que se distingue precisamente por haber sido capaz de trascenderlo. Y en ningún caso se puede aplicar esa máxima con tanta seguridad como en el de Isaac Asimov. Sus relatos breves conforman los cimientos sobre los que se ha edificado toda ciencia ficción contemporánea, pero son mucho más que eso: son historias de extraordinario valor, en las que la ternura, el sentido del humor y el atrevimiento van más allá de la mera especulación científica.
Lo que cualquier lector, entre los miles de seguidores de la obra de Asimov, siempre había anhelado: tener a su alcance la amplísima producción de cuentos de ciencia ficción que el autor llegó a elaborar. Rayando unas veces en lo erudito, buscando otras la diversión, pero mostrando siempre una amena accesibilidad, los escritos que componen esta recopilación demuestran la gran diversidad de temas tratados por Asimov y su gran talento como autor.
Isaac Asimov
Cuentos completos
ePUB v1.2
Horus0127.05.12
Título original:
The Complete Stories. Volume I, II
Isaac Asimov, 1990, 1992
Traducción: Carlos Gardini (Volumen I, II)
Diseño/retoque portada: Horus01
Editor original: Horus01 (v1.0)
Colaboradores: Chachin, Xampeta, LeoLuegoExisto
ePub base v2.0
Cuentos completos (
The Complete Stories
.) fue una serie destinada a crear una colección definitiva de la ficción de Isaac Asimov. El
Volumen I
fue publicado en 1990 y el
Volumen II
en 1992, el mismo año del fallecimiento de Asimov, por lo que la serie fue descontinuada luego del segundo libro de los tres que se habían planeado.
Para la edición de este ebook se decidió recopilar el resto de los cuentos publicados en español que no se incluyeron en los dos primeros volúmenes, para así ponerlos a disposición de sus lectores de habla hispana. Entre estos están los previamente publicados en compilaciones de ciencia ficción como:
Visiones de robot, Yo robot, Sueños de robot, Vientos de cambio, Gold, Early Asimov, A lo marciano, Compro Júpiter
, etc. En el campo de la fantasía, se recogen las hilarantes historias de
Azazel
, el sorprendente demonio de dos centímetros. En cuanto a los relatos de misterio, una faceta algo opacada por sus historias de ciencia ficción, están incluidas las series de
Los Viudos Negros
y la del
Club de los Enigmas
.
Hace cincuenta y un años que escribo cuentos y aún no he desistido. Además de los cientos de cuentos que he publicado, hay muchos inéditos y un par que aún no he presentado. Así que no me he jubilado, de ningún modo.
Sin embargo, nadie puede publicar cuentos durante tanto tiempo sin comprender que le queda un tiempo limitado. Como decía la canción: «Para siempre jamás es más breve que antes».
Es hora, pues, de publicarlos en forma conjunta.
Aunque parezca engreído decirlo (con frecuencia me acusan de ser engreído) mis obras de ficción gozaron de popularidad desde el principio y han sido bien acogidas con el correr de los años. Pero no es fácil localizar cuentos que uno ya no tiene y desearía tener, o encontrar uno que oímos nombrar, pero nunca pudimos leer. Mis cuentos se publicaron originalmente en una multitud de revistas cuyos números originales son imposibles de conseguir. Luego, aparecieron en gran cantidad de antologías y compilaciones, también imposibles de conseguir.
Estos tomos se publican con la esperanza de que los lectores de ciencia ficción y de literatura policíaca (pues también se incluirán mis cuentos de misterio), así como las bibliotecas, se abalancen ávidamente sobre ellos y despejen los estantes para dejar espacio a
Isaac Asimov: Cuentos completos
.
Iniciamos este volumen con dos de mis colecciones de la década de los cincuenta,
Con la tierra nos basta
y
Nueve futuros
.
El primero incluye algunos de mis predilectos, como
Sufrago universal
, que trata sobre la máxima reforma electoral;
Espacio vital
, que brinda a cada familia un mundo propio;
Cuánto se divertían
, mi cuento más publicado en antologías;
El chistoso
, cuyo final sorprenderá sin duda a quienes no conozcan la historia, y
Los sueños son cosa personal
, por el cual Robert A. Heinlein me acusó de ganar dinero a costa de mis neurosis.
Nueve futuros
, mi preferido entre mis libros de cuentos, no contiene un solo cuento que no me parezca un excelente ejemplo de mi producción de esa década. Ante todo está
La última pregunta
, mi predilecto entre todos los cuentos que he escrito.
Luego está
El niño feo
, tercero en el orden de mis favoritos. Mis relatos suelen ser cerebrales, pero espero que éste arranque un par de lágrimas al lector. (Para averiguar cuál es el segundo en el orden de favoritos, tendrán ustedes que leer los siguientes volúmenes de esta compilación.)
Sensación de poder
es otro cuento que figura con frecuencia en las antologías y resulta bastante profético, teniendo en cuenta que lo escribí antes que nadie pensara en los ordenadores de bolsillo.
Todos los males del mundo
es un cuento de suspense y
La noche moribunda
es un cuento de misterio basado, ay, en un «dato» astronómico que ahora se considera totalmente erróneo.
Aparece también aquí otra compilación,
Anochecer y otros cuentos
, que incluye
Anochecer
, al cual muchos lectores y la SFWA (Science Fiction Writers of America) votaron como el mejor cuento de ciencia ficción jamás escrito (no comparto esa opinión, pero sería descortés objetarla). Otros favoritos míos son
Creced y multiplicaos
, que es bastante escalofriante;
Sally
, que expresa mis sentimientos sobre los automóviles;
Esquirol
, que me parece muy subestimado; y
Los ojos hacen algo más que ver
, una historia breve y sentimental.
Habrá más volúmenes, pero comiencen ustedes por éste. Harán muy feliz a un anciano.
I
SAAC
A
SIMOV
Ciudad de Nueva York
Marzo de 1990
“The Dead Past”
Arnold Potterley, doctor en filosofía, era profesor de historia antigua. La cosa en sí no tenía nada de peligrosa. Lo que cambiaba la cuestión más allá de todo lo imaginable era que efectivamente parecía un profesor de historia antigua.
Thaddeus Araman, decano de la Facultad de Cronoscopía, hubiera sabido cómo actuar si el doctor Potterley se hubiese hallado en posesión de una mandíbula ancha y cuadrada, unos ojos centelleantes, nariz aquilina y anchas espaldas.
Pero el caso era que estaba mirando fijamente por encima de su escritorio a un tipo de aspecto apacible, con una pequeña nariz semejante a un botón, y cuyos opacos ojos azules le contemplaban a su vez. Iba pulcramente vestido y su aspecto era vago y desleído, desde el ralo cabello castaño hasta los relucientes zapatos que completaban su atavío de clase media.
Araman dijo complaciente:
—¿En qué puedo servirle, doctor Potterley?
El interpelado respondió con una voz tenue que iba muy bien con el resto de su persona:
—Señor Araman, he acudido a usted porque es la máxima autoridad en cronoscopía.
Araman sonrió.
—No exactamente. Por encima de mí está el comisario de Investigaciones Mundiales, y sobre él el secretario general de las Naciones Unidas. Y desde luego, por encima de ambos, los pueblos soberanos de la Tierra.
El doctor Potterley meneó la cabeza.
—Ellos no se interesan por la cronoscopía… He acudido a usted, señor, porque llevo dos años intentando obtener un permiso para hacer algo con respecto…, con respecto a la cronoscopía, es decir en relación con mis investigaciones sobre la antigua Cartago. No me ha sido posible obtener tal permiso. Mis garantías de investigación son correctas. No se ha dado irregularidad alguna en cualquiera de mis intentos intelectuales. Sin embargo…
—Estoy seguro que no se trata en absoluto de irregularidad —manifestó Araman en tono apaciguador.
Sacó las delgadas hojas de la carpeta marcada con el nombre de Potterley. Se trataba de reproducciones tomadas de Multivac, cuya mente, ampliamente analógica, constituía el archivo supremo de la facultad. Una vez concluido el asunto, las hojas podían ser destruidas y, en caso necesario, reproducidas de nuevo en pocos minutos. Mientras volvía las páginas, la voz del doctor Potterley prosiguió con queda monotonía:
—Debo aclararle que mi problema reviste la mayor importancia. Cartago significa el antiguo mercantilismo llevado a su apogeo. La Cartago prerromana fue el paralelo antiguo de la América preatómica al menos en lo que se refiere a su apego al comercio y a los negocios en general. Sus hombres fueron los marinos y exploradores más audaces antes de la llegada de los vikingos, y mucho más expertos e intrépidos que los tan ensalzados griegos… Conocer Cartago a fondo resultaría muy provechoso. Todo cuanto sabemos sobre la ciudad se deriva de los escritos de sus más enconados enemigos, los griegos y los romanos. Cartago nunca escribió en defensa propia, y si lo hizo sus obras no se conservan. Como consecuencia de ello, a los cartagineses se les ha colgado el descrédito de ser los villanos de la historia. Tal vez se haya cometido con ellos una gran injusticia. Un panorama de la época pondría las cosas en su lugar…
El historiador dijo aún mucho más. Araman habló por fin, dando todavía vueltas a las hojas que tenía ante él.
—Debe usted tener en cuenta, doctor Potterley, que la cronoscopía, o el panorama de una época si lo prefiere, es un proceso difícil.
El doctor Potterley, al verse interrumpido, frunció el entrecejo y replicó:
—Únicamente solicito ciertas escenas seleccionadas de épocas y lugares que yo indicaría.
Araman suspiró.
—Incluso algunas escenas, incluso una sola… El nuestro es un arte increíblemente delicado. Está la cuestión del enfoque, la obtención de la debida perspectiva y el mantenimiento de la escena. Y la sincronización del sonido, que proviene de circuitos completamente independientes.
—Pero le aseguro que mi problema reviste la suficiente importancia como para justificar un considerable esfuerzo…
—Sí, desde luego —convino al punto Araman, puesto que negar la importancia de un problema de investigación ajeno supondría una grosería imperdonable—. Pero tiene que comprender la gran complicación de la vista más sencilla. Además, hay una larga cola en espera del cronoscopio, y una mayor aún para el empleo de Multivac, que nos guía en nuestro manejo de los controles.
Potterley se agitó en su butaca con aire desdichado.
—¿Y no se puede hacer nada? Durante dos años…
—Es una cuestión de prioridad. Lo siento. ¿Un cigarrillo?
El historiador se echó hacia atrás como sobresaltado por la sugerencia, con los ojos súbitamente desorbitados, fijos en el paquete que se le tendía. Araman, sorprendido, lo retiró e inició un movimiento, como si fuese a tomar uno y luego lo pensase mejor.