Pude escribir en el sesenta y tantos: El domingo los trabajadores están con sus mujeres y los ociosos, por fin, sin ellas.
La circunstancia de que nuestro último acto, el de morir, sea ocasionalmente engorroso, deja ver la inutilidad de la vida.
Días de 1986. La mañana es una cuesta empinada; después de la siesta me encuentro en una vasta meseta florida.
Idiomáticas. Fulo
. Furioso. Palabra de señoras.
Septiembre 3, 1986
.
Ciudadano ilustre
. En el Banco de Galicia, un empleado amigo exclamó: «¡Así que lo nombran ciudadano ilustre! ¡Hay gente para todo! Bueno, sea como sea, habrá que felicitarlo». En este desahogo no había nada contra mí. Los peronistas se mostraban muy contrarios al acto; algunos prefirieron no hablar. Vlady, en cambio, lo esperaba con entusiasmo. Francis me preguntó por qué no seguía el ejemplo de Sartre y rechazo el nombramiento. A mí me parece que en este mundo tan poco amistoso no debe uno rechazar expresiones de estima y de afecto. A las ocho y pico llegué con Marta y Florencio al Centro San Martín. Ahí estuve con Javier Torre, en su escritorio. Allí conversé con Pacho O'Donnell, con Orfilia Poleman, con Silvia Plager y con un rengo que resultó la única persona desagradable en la ocasión. Me dijo que a estos honores había que pagarlos y que esperaba que yo lo hiciera participando del Congreso Pedagógico. Me faltó fuerza para provocar un incidente donde todos (salvo el rengo) me trataban con tanta cordialidad y estima, así que dejé para mañana o pasado la tarea de sustraerme del rengo. No creo que el acto haya sido organizado para llevarme al Congreso Pedagógico. Javier Torre leyó un excelente discurso y O'Donnell habló también en el acto. Hermes leyó páginas muy cordiales. Yo me vi frente al micrófono y sin perder la calma dije palabras no desatinadas.
Un modelo para sacar conclusiones
. Almorcé con Federico Brook, el secretario del Instituto Latinoamericano de Roma que me premió
Con e senza amore
(
Historias de amor
) e
Il lato dell'ombra (Historias fantásticas
). Mientras hablábamos de mi viaje de noviembre a Italia, para mí me decía siempre que Silvinita y la suerte lo permitan. (La otra vez, en el 84, cuando iban a entregarme el premio Mondello tuvo un espasmo cerebral y no pude ir). Después del almuerzo, pasé por casa, para lavarme los dientes, y le dije: «Voy al cine a ver
Hannah y sus hermanas
, de Woody Allen». Cuando ya salía, dice Silvina como hablando sola. «Todos se fueron. Me quedo sola». Temblando de rabia me quedé sin cine.
Oficios que desaparecieron. Herreros
quedan en el campo, convertidos en mecánicos.
Carboneros
. Quinquela Martín era hijo adoptivo del dueño de una carbonería de la Boca.
Idiomáticas
.
Bañadera
. Tina para bañarse. Últimamente muchos se han enterado de que la forma correcta es bañera y así le dicen. Cuando aparecieron (por año 20 ¿o 30?) unos ómnibus descubiertos, los llamaron
bañaderas
. A nadie se le ocurrió llamarlos
bañeras
, ni siquiera a los españoles, que entonces eran tan numerosos en este país. Bañera y más frecuentemente bañero fueron los que ayudaban a los
bañistas
, en el mar o en las termas.
Estoy pensando que si el idioma fuera coherente,
bañista
sería el estudioso de baños y no el simple
bañante
.
Bah
, expresión que se emplea para restar importancia a algo. «Bah, no es para tanto».
Autores de copiosa obra que desaparecieron aun de las enciclopedias
. Pitigrilli o Dino Cegrí, autor de
La virgen de 18 kilates
y de tantas otras novelas, del que hoy se puede decir que nunca existió.
Sueño de la noche del 23 al 24 de septiembre de 1986
. Soñé que tenía una muchacha artificial, que todo el mundo suponía natural, ya que nada salvo la condición (secreta) de no envejecer, no morir, la distinguía de cualquier muchacha. Era mi madre (joven). Hablaba de todo con ella, aunque no de su verdadera índole, porque hubiera sido de mal gusto (penoso para ella).
En el cursus honorum
. Al poco tiempo de ser nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, de pronto me dije: «Qué raro que no me descubriera pensando: Ahora se levanta el Ciudadano Ilustre. Ahora avanza en dirección al baño, donde orinará, etcétera». Descubro indicios, pruebas casi, de gente que al verme formula no sé con qué claridad, pensamientos parecidos. Me consideran un ciudadano ilustre, una persona más importante, más que la del pasado. Sí, hay gente para quien los títulos cuentan. Ignoro por cuánto les durará el mío.
Forzado aprendizaje de mi posteridad
. Se les va la mano. Hace unos años Jovita, con orgullo patriótico, trajo una revista española donde había una nota sumamente elogiosa de mí, sólo que necrológica. Aquel año (no recuerdo cuál fue) circuló por Europa la noticia de mi muerte. El
Diccionario Oxford de la Literatura Española
(y Oxford no se equivoca), la confirma. En el artículo sobre mí pusieron entre paréntesis, después de mi nombre «(Buenos Aires, 1914-1982)». El artículo concluye: «También escribió su autobiografía:
Años de mocedad
» (el segundo libro de recuerdos de mi padre). Ahora (septiembre 1986), Bergara Leumann me dedica una de las emisiones de su Botica de Tango, y como se convino que yo no aparecería ante las cámaras de televisión la tituló:
Recordando a Bioy Casares
. En elegir el 82 como fecha de mi muerte no estuvo tan desacertado el infalible Oxford, ya que en el 52 murió mi madre, en el 62 mi padre y en el 72 tuve una interminable y penosa combinación de ciática y lumbago, que duró seis meses y que me dejó en esta semiinvalidez (
Cf
. «Mono en motocicleta») en que vivo. Mi madre murió el 25 de agosto, mi padre el 26 diez años después, en agosto, yo penosamente salía del lumbago. Felizmente la muerte del 82 pasó inadvertida para mí.
Amores de años. Report on experience
. Primero nos abrazamos por atracción. Después por costumbre de los reflejos. Desde el día en que por cualquier motivo interrumpimos la costumbre, no volveremos a abrazarnos (espontáneamente). ¿No me ocurrió eso con Silvina o con Faustina?
La mujer a quien digas «Después de vos no quise a ninguna», encontrará tan verosímil tu aserto que pensará: «Por una vez no miente».
La long stager de la familia
. Cuando me dijeron que Petronita Domecq cumpliría cien años en diciembre (y que está bien), me sentí confortado. Un buen antecedente, me dije, porque soy autocandidato a centenario. Después me enteré de que Petronita no es Domecq sino González o Fernández de Domecq.
30 septiembre 1986
. Ayer tuve una prueba de que en la memoria guardamos todo. Una prueba, al menos, para una mente como la mía, racional y pragmática, pero desprovista de conocimientos científicos.
Cuando salía para una reunión de Estancias, a las 5 menos veinte de la tarde, mientras ponía en marcha el motor de mi auto, recordé las palabras
mascula siente
. Muy pronto recordé su origen: estaban en unos versos latinos que dictó —no parece que los estudiáramos, sino con curiosidad—. Albesa, nuestro profesor de latín, de primer año en el Instituto Libre (yo era entonces, en 1929, un chico tímido, que no sabía nada de latín); Albesa tenía gruesos labios protuberantes, que al pronunciar las palabras, las rodeaba de una suerte de vibrátil zumbido. No puedo, pues, confiar en la ortografía de las palabras que componen esos versos.
A lo largo de las horas de lo que restaba del día fueron recomponiéndose algunas líneas y esta mañana la estrofita íntegra apareció en mi memoria. Insisto: hay palabras que sin duda están mal escritas; no confío demasiado (léase:
nada
) en mi distribución en versos. Yo las había apuntado en mi libreta; nunca vio ni corrigió esos apuntes el profesor, y yo nunca las cotejé con una versión impresa. El único mérito atribuible a estos versitos sería tal vez el de ayudar la memoria. Parecen tener realmente esa virtud. Fueron inventados por frailes, hace quién sabe cuántos años con propósitos didácticos. Hoy sobreviven, por lo menos, en un viejo que no podría repetir de memoria ningún verso de Virgilio y que no sabe, ni supo, latín.
Una estrofa del mismo tipo y del mismo origen:
Anima, capra, dea
famula, filia, liberta
,
asina, mula, equa
,
nata, serva, conserva
.
Latinajos de libro de Derecho:
Quo dicit de uno, negat de altero; inclusio uno, fit exclusio altero
. Otra:
non dari
, para «no da resultado», «no conviene».
Se conmisera de los peores canallas, pero es implacable con los inocentes.
«Tincho» Zabala explicó al kinesiólogo, mi amigo Quiveo: «Tengo los pies así porque las uñas se me encarnaron en el cuarenta y tantos y pasé más de seis años sin ir al pedicuro. En aquellos años una visita al pedicuro, para mí estaba tan fuera de alcance como hoy una operación de corazón de Favaloro. La culpa la tuvo un calzado. Yo vivía en un conventillo de cuello duro, que todavía existe, en la calle México. Un día, al salir, veo en el tacho donde se juntaba la basura de todas las piezas, unos zapatos que me llenaron el ojo: de charol, punta fina y taco militar. Pensé: 'Se le cayeron a alguno' y 'Son del
Yiyo
'. Eran de cafisho y el Yiyo era quinielero y cafisho. Los recojo, le golpeo la puerta y me hace pasar. Le digo: 'Estos zapatos estaban en el tacho. Pienso que son tuyos y se te cayeron'. 'Son míos —dijo— pero los tiré porque si te fijás los tacos están un poco torcidos'. 'Los tiraste…', le dije. 'Son tuyos', me dijo y me regaló cuatro pares iguales. Por eso me pasé una punta de años con zapatos que me quedan un poco chicos y angostos. En seguida me los puse, para domarlos. Me apretaron siempre, pero no me cambiaba por nadie cuando andaba así calzado. El charol me gustaba con locura».
10 octubre 1986
.
Sueño
. En el sueño yo era un comisionado británico en una isla griega y mi primo Vicente Miguel, un insurgente griego. Yo era un hombre cetrino, de aspecto grosero, más bien robusto (soy flaco), de pelo negro y rasurada barba negra (fui rubio de pelo y barba, después castaño claro, después canoso); Vicente era en el sueño más joven y más flaco que ahora, y pelirrojo (es rubio). En la vida nos llevamos bien, es inteligente, buena persona, justo y cortés. En el sueño yo llevaba uniforme colonial de brin blanco y con casco de corcho, recubierto de idéntico brin. Aunque jefes de bandos enconados, nos veíamos con frecuencia, para discutir situaciones, como el intercambio de prisioneros y de rehenes, etcétera. En ese largo y frecuentísimo trato alcanzamos una camaradería, no exenta de respeto, sin comprometer nuestra intransigencia y nuestras lealtades. Desde luego hablábamos en español, como argentinos. Hacia el final —en la vigilia recapacito que parecíamos dos artistas cinematográficos que hubieran concluido el rodaje— nos preparábamos para emprender el regreso a Buenos Aires. Comentábamos que tuvimos disgustos y satisfacciones, como la de conocernos mejor y respetarnos cuando comenté: «Lo que de nada vale disimular, son los malos efectos de esta isla sobre nuestro organismo. Nos hemos achicado» y a modo de prueba extendí una mano abierta. Era minúscula, como la manito de un chico. O de Estela Canto.
La Infiel de Vidal, de Maceiras, en Azul, cerca de Cacharí
. El nombre de la estancia (del campo, más bien dicho) de Maceiras, sugiere que debe de haber detrás una historia que ignoro y que valdría la pena averiguar, sobre una india —la infiel— de algún Vidal, que viviría por allá. No habría que remontarse muy lejos en el pasado para llegar a las tolderías de la zona. Cuando yo era chico las vi, en forma de ciudad satélite, o villa miseria, al borde de Cacharí, Tapalqué y Azul. (No sé si entre estas localidades habría que poner la conjunción
y
o más bien la
o
). En cuanto a
infiel
, en el sentido de
indio
, hoy tiene sabor a viejo. Confieso que siempre creí (de puro atropellado), que la infiel de Vidal sería una adúltera; hoy desperté de mi bobería y comprendí que la palabra estaba usada en la acepción de «quien no profesa la fe cristiana».
11 octubre 1986
. Muere Antonio di Benedetto, escritor mendocino, de larga e injusta cárcel en los años del Proceso. Me entero de que lo hicieron
profesor honoris causa
de la Universidad de Mendoza. Por indicación de nuestra común traductora rumana pedí a Ruiz Díaz que intercediera para ese nombramiento. No me contestó. Creí que no lo había logrado. Di Benedetto fue un escritor imaginativo, que contaba historias, a veces, truculentas y desagradables.
En algún momento le tuve rabia por una crítica, nada inteligente y menos generosa, que publicó en
La Razón
, sobre
Abisinia
, la novela de mi querida Vlady. Quizá descubrió Di Benedetto que el Bertrand de Vlady era Borges, que Irene era María y se enojó. Yo que a Borges lo quiero tanto más que él, no me enojé. Bueno, como dije, también quiero a Vlady y creo que el Bertrand de
Abisinia
no deja a Borges mal parado.
Menos poético, pero más ajustado a la verdad:
De todo te olvidas
,
cabeza de viejo
.
Idiomáticas
.
Ente
. Bobo. Usábase en Buenos Aires.
Tira emplástica
. Expresión fuera de uso, que la gente de mi generación empleó en su niñez y juventud, por tela adhesiva. Nótese: la componen dos palabras anticuadas.
Tiradores
. Aparejo para sostener los pantalones. El diccionario de la Academia no registra la palabra; sí registra
tirante
, para designar cada una de las dos tiras con ojales de que están hechos los
tiradores
.
Reverendo
. Ponderativo y peyorativo. Gran, muy. «Es un reverendo sinvergüenza», «un reverendo cretino». Usábase en la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX.
El hombre ama a la mujer; la mujer quiere el matrimonio.
En el
Times Literary Supplement
leo una nota sobre
Misalliance
, que se repuso en Londres. Parece que en el momento de su estreno fue el peor fracaso de Shaw. El
Times Literary Supplement
transcribe una nota del
Times
, para la reposición de 1939, donde se lee: «With the lapse of time inclusiveness comes to seem a positive merit». Ojalá que eso ocurra con
La aventura de un fotógrafo
.