Desnudando a Google (12 page)

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Authors: Alejandro Suarez Sánchez-Ocaña

BOOK: Desnudando a Google
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Pasaron los años. En febrero de 2008, cuando Yahoo! atravesaba un mal momento financiero, Microsoft hizo una oferta para comprar la compañía por 44.600 millones de dólares. Veía con ello la posibilidad de buscar sinergias para salir al paso del destructor Google. Significativos accionistas quisieron vender a Microsoft su participación, aunque finalmente se impuso la tesis de su fundador, Jerry Yang, y rechazaron la oferta, considerando que ese precio era inferior al valor objetivo de la empresa y, sin ningún tipo de dudas, esperando que Microsoft mejorara la oferta. Posiblemente eso habría sucedido si no fuera porque Google reaccionó ofreciendo una nueva alianza a Yahoo! para escapar de las garras de Microsoft mediante un contrato publicitario que garantizaría sus ingresos en los próximos años gracias a la gestión de la publicidad por parte de Google, que ya dominaba a sus anchas la publicidad contextual en internet. De ese modo, junto a algunos de los resultados de búsquedas en Yahoo! y en algunos de sus sitios en Estados Unidos y Canadá, aparecerían los resultados de Adwords, producto estrella de Google. El objetivo no era sino mejorar las finanzas de Yahoo! aportando, a su vez, beneficios a Google, lo que fortalecía su dominio en el mercado de la publicidad. En última instancia, intentaban que Yahoo! no fuera vulnerable en términos económicos ante Microsoft.

Curiosamente, el que antaño fuera un depredador que vació Yahoo! de usuarios, ahora era el mismo que le lanzaba un salvavidas desde su lujoso yate antes de que el malvado tiburón de Bill Gates los engullera. Y no creo que estuvieran motivados por los remordimientos al ver la triste situación de Yahoo!, o que se sintieran culpables por ello. Simplemente, el enemigo de Google con mayúsculas es Microsoft, y todo esto debe entenderse como una lucha de poder entre ambos. Yahoo! no era más que el primero de los actores secundarios.

Tardó un tiempo, pero Microsoft recondujo la situación con Yahoo! Primero retiró la oferta de compra, y después, de una manera mucho más hábil, en julio de 2009 llegaron a un acuerdo que debe entenderse como un cese —cuanto menos temporal— de hostilidades para aliarse y enfrentarse mejor a Google. Ese acuerdo permite a Microsoft integrar las tecnologías de búsqueda de Yahoo! durante diez años. Por su parte, el nuevo buscador de Microsoft, Bing, será el motor de búsqueda exclusivo de los sitios de Yahoo! Gracias a ello, la delicada situación financiera de Yahoo! fue mejorando, hasta el punto de que en agosto de 2009 adquirió el portal y motor de búsqueda Maktoob, el más grande del mundo árabe, con más 16 millones de usuarios.

Aunque en menor medida —¡algo habrán aprendido en Yahoo! con su experiencia similar, años atrás, de ceder sus búsquedas a un tercero!—, este acuerdo impulsaba el lanzamiento de Bing, dado que en 2010 se colocaba en Estados Unidos por delante en cuanto a número de usuarios. Aumentó del 13,6 al 13,9%, mientras que Yahoo! bajaba de 14,3 a 13,1% de cuota de búsquedas. Aunque Google seguía siendo el rey, Microsoft lograba, por primera vez en la última década, un producto y unos apoyos suficientes como para detener la sangría constante de su pérdida de cuota de mercado de las búsquedas de internet.

Pese a todos estos movimientos, vemos que Google sigue no sólo liderando, sino arrasando en el mercado de los buscadores. Y esto no parece que vaya a cambiar, al menos a corto plazo, aunque eso tampoco quiere decir que sea el más eficaz en las búsquedas.

A pesar de que Google parece tener éxito en todos los servicios que ofrece, hay algo que siempre se le ha resistido: las redes sociales. Quizá por ese motivo Yahoo! trató de aprovechar el punto débil del gigante de internet. En marzo de 2010 llegó a un acuerdo con Facebook, la red social más utilizada hasta ese momento, con el fin de tener más posibilidades de contacto para sus usuarios. Gracias a esta unión, los usuarios de Yahoo! Mail pueden actualizar su estado de Facebook desde el buzón de entrada, acceder a sus cuentas de la red social desde el
email
o ver el perfil de los amigos que reciban un correo en el caso de que estén conectados a ambas plataformas.

Es la historia entre Yahoo! y Google, repleta de amores y de odios, de oportunidades y de fracasos, y aunque en ella están por escribirse los capítulos más importantes, llegará a su fin algún día, posiblemente con la compra de Yahoo! por parte de Microsoft, o de Google… si les dejan. O tal vez, si logra salir con éxito a Bolsa, del propio Facebook. El tiempo lo dirá.

Microsoft

Microsoft Corporation es una compañía dedicada al sector de la informática y especializada en el desarrollo, la fabricación, la licencia y la producción de
software
y de equipos electrónicos. La compañía fue fundada en 1975 por Bill Gates y Paul Allen en Redmond (Washington).

Sus productos más populares son el sistema operativo Microsoft Windows y el paquete Microsoft Office, que incluye programas de enorme éxito en las últimas décadas, como Excel, Word, PowerPoint y Access. Tal y como ha declarado en multitud de ocasiones, el gran reto de Bill Gates ha sido «tener una estación de trabajo que funcione con nuestro
software
en cada hogar». Gracias al éxito de este planteamiento, Bill Gates se convirtió en el hombre más rico del mundo durante varios años, ocupando en 2011 el segundo lugar de la lista
Forbes
con una fortuna de 53.000 millones de dólares.

Sin embargo, el mayor gigante del
software
también ha encontrado piedras en el camino. En el año 2000, Microsoft perdió un importante juicio a escala federal en Washington DC. El fallo concluía que la inclusión del navegador internet Explorer en el sistema operativo Windows infringía la ley antimonopolio. Este caso supuso que Microsoft se ganara la antipatía de la industria del
software
e hizo que, indirectamente, empresas como Google salieran beneficiadas de ello. Mientras Microsoft se enzarzaba en batallas legales —una constante desde entonces—, tratando sin éxito, entre otras cosas, que el tribunal de la Unión Europea no le acusara por abuso de posición dominante, el desenlace terminó en una multa ratificada en marzo de 2004, la más alta contra una empresa en la historia de la UE, de 497 millones de euros, con la exigencia de que la empresa de Redmond modificara sus prácticas, que se consideraban contrarias a la libre competencia. Además, recibió otra multa en julio de 2006, que ascendió a 280,5 millones de euros, por no ofrecer a la competencia suficiente información sobre interoperabilidad. Esta multa fue recurrida. En 2007, el Tribunal de Primera Instancia de la Unión Europea confirmó las conclusiones de la Comisión respecto a que Microsoft había violado las leyes antimonopolio al ligar su reproductor Windows Media con el sistema operativo Windows. En total, las multas de Bruselas contra Microsoft acumularon casi 1.700 millones de euros.

Microsoft es una empresa enorme con la facturación más alta del sector, mayor incluso que la de Google, aunque ésa no sea la percepción social. Por ejemplo, en 2010 Microsoft obtuvo un beneficio declarado de 18.760 millones de dólares —por 10.417 de Google—. Se trata de una compañía que ha cimentado su éxito en una posición de fuerza, lo que ocasionalmente le ha provocado un fuerte rechazo social en internet, justo el caso opuesto a Google, que aparece como el simpático aliado de la comunidad de usuarios. Actualmente se relaciona a Microsoft con un gran monopolio en decadencia, mientras que a Google aún se la percibe como la empresa emergente que rivaliza con los poderosos, aunque los usuarios más avanzados empiecen a cuestionarlo y sean capaces de verle las orejas al lobo.

La relación entre Google y Microsoft está plagada de intereses y ha sido calificada por muchos analistas como una auténtica guerra a pecho descubierto. Al principio, Google apenas llamaba la atención en Redmond.
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Era un buscador, y poco más. Una
startup
de cierto éxito, como tantas otras que florecen a la sombra de Silicon Valley. Su extraordinario crecimiento, así como la limitación que empezó a suponer a los ingresos publicitarios que Microsoft esperaba obtener en internet, provocaron las primeras alarmas. Más adelante, la salida a Bolsa de Google confirmó que tenían delante a un rival de envergadura. Microsoft había encontrado la horma de su zapato.

He seguido durante años los movimientos estratégicos de unos y de otros, y he llegado a la conclusión de que en ocasiones no están compitiendo por un mercado concreto o por un beneficio puro y duro, sino que, ocasionalmente, como si se tratara de una demostración de ego, parecen luchar por demostrar quién es el actor principal del mundo de la tecnología. A veces realizan movimientos con la única finalidad de hacerse daño mutuamente y mermar las capacidades del otro. Parecen dos visiones del mundo antagónicas, sencillamente irreconciliables, además de una de rivalidad conceptual. Me recuerda vagamente a épicas batallas que, a lo largo de la historia, han protagonizado algunas empresas, como por ejemplo la competencia de Pepsi Co. y CocaCola. Pero estas luchas tienen algo especial como trasfondo, y es que parecen jugarse mucho más que la hegemonía o el negocio de un sector. Da la sensación de que quieren destruir todo lo que representa su competidor, aniquilarlo por completo. Las anteriormente citadas compañías de refrescos luchan por un mercado, y para ello a veces atacan al contrario, sobre todo por medio de la publicidad, lo cual puede ser muy divertido. Me viene a la cabeza un anuncio de Pepsi que aún circula por internet en el que un niño de unos seis o siete años se acerca a una máquina distribuidora de refrescos, saca dos monedas de su bolsillo y compra dos latas de Coca-Cola. Curiosamente, no se las bebe, sino que las coloca con cuidado de pie en el suelo para poderse subir a ellas. Entonces saca otra moneda y alcanza el botón de Pepsi, la coge, se la bebe y sonríe mientras se aleja, dejando tras de sí, abandonadas en el suelo, las Coca-Colas sobre las que había tenido que subirse para comprar su Pepsi.

Se trata de un enfrentamiento divertido y generalmente limpio entre empresas del mismo sector que irremediablemente chocan y compiten. El mensaje de Pepsi es: «¡Eh! Coca-Cola sólo sirve para esto. ¡Bebe Pepsi!». A la inversa también hay ejemplos, algunos igualmente divertidos. Cada una quiere crecer, y para eso debe erosionar y arañar la cuota de mercado de su rival. Una rivalidad eterna, pero sana. Pepsi salió al mercado en 1890. Coca-Cola lo hizo en 1886. La batalla dura ya más de cien años. ¿Alguien puede imaginar algo similar entre Google y Microsoft? Imposible. ¡Antes se destruirán mutuamente! La de estas dos empresas es una guerra tan feroz que incluye el hacer daño al otro, aunque sea gratuitamente, en un sector que no interese demasiado, o desde donde no capitalice el daño realizado. En ocasiones esa belicosidad es simplemente deseo de que el otro se hunda, aunque con ello no se gane nada. Se trata del capricho de ser la empresa hegemónica, y además que lo vea todo el mundo. Como popularmente se dice en sentido coloquial, es demostrar «quién la tiene más grande». Google, quizá por ser el último en llegar, parece llevar en el ADN la necesidad de destruir a Microsoft y lo que ésta representa.

Al ser tan claros dominadores de internet y del
software
, el enfrentamiento entre ambas compañías crea oportunidades en el mercado para terceras empresas que son muy aprovechables. Si Google se centrara en internet y Microsoft en el desarrollo de
software
y
hardware
, evitarían el feroz conflicto del que en más de una ocasión salen ambas malheridas. Si cada una se atuviera a su dominio, muchas pequeñas compañías no tendrían opción alguna para competir con ellos en esos sectores. Es ese enfrentamiento el que hace que a veces deban comprar empresas apresuradamente y pagar un sobreprecio por miedo a que lo haga el contrario.

Por ejemplo, en 2007 Microsoft pagó 240 millones de dólares por un 1,4% de las acciones de Facebook. Bajo la perspectiva que nos da el presente, con el valor actual de Facebook, aquélla fue una operación económicamente rentable, un acierto. Pero una empresa como Microsoft rara vez tiene interés en la participación minoritaria de una compañía, sobre todo si no es parte de una operación a medio plazo para su posterior compra. Esta operación es difícil de entender en el contexto de 2007, cuando Facebook estaba muy lejos de ser lo que es hoy en día. En aquel momento no tenía 600, sino 50 millones de usuarios, y tecnológicamente dejaba mucho que desear. La inversión no tenía sentido si no fuera por el miedo que existía en la sede de Microsoft a que Google, que un año antes había sorprendido al mundo comprando YouTube, pudiera hacer lo propio con Facebook. Al adquirir parte de la empresa, incluso pagando un sobreprecio, se garantizaban cierto peso en las decisiones, poder estar dentro de la compañía, subir su precio de valoración y poder ser alertados, e incluso impedir o tener preferencia, en ciertos movimientos. En definitiva, se estaban poniendo la venda antes de la herida. Era una maniobra defensiva. Pues bien, esa guerra a cara de perro entre los dos gigantes es la que hace que existan oportunidades en las que un tercero salga beneficiado. En 2007, ingresar 240 millones de dólares fue extraordinario para Facebook. Les facilitó las bases financieras para acometer una enorme expansión geográfica y tecnológica que fue clave para su éxito actual.

La pugna entre Microsoft y Google es la de dos enormes tiburones en un estanque lleno de peces. Ahí reside la oportunidad de los pequeños y medianos depredadores que no tienen el tamaño y el músculo económico de los dos principales protagonistas del sector. De ese modo, en medio de enormes y virulentas batallas, en ocasiones aprovechan la oportunidad para alimentarse con lo que los tiburones van dejando en el camino.

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