Read Desnudando a Google Online
Authors: Alejandro Suarez Sánchez-Ocaña
Microsoft y Google son las dos empresas de internet que, por su volumen e intereses en diversos mercados, y sobre todo por su capacidad financiera y su necesidad de crecer para contentar a sus accionistas, compiten activamente por la compra de empresas que destacan en un momento determinado y salen al mercado, por lo que son económicamente vulnerables. A los dos gigantes les interesan generalmente las empresas que ofrecen servicios novedosos con altos volúmenes de usuarios, o que aportan nuevas tecnologías y patentes complementarias con servicios existentes. Podríamos decir que son las grandes animadoras del mercado de telecomunicaciones, y que muchos planes de negocio en la zona de Silicon Valley se redactan con el objetivo de desarrollar empresas para que, tras tres o cuatro años, acaben suscitando interés de uno de los gigantes, o en el mejor de los casos, que pueda captar el interés de ambas, lo que desataría un idílico duelo de pujas entre ellas.
Tal vez por ese motivo en mayo de 2011 Microsoft compró Skype, un popular servicio de llamadas por voz IP a través de internet, por una cantidad que, para muchos analistas, era desorbitada: 8.500 millones de dólares. Esta compra supone la adquisición más importante realizada por la compañía de Redmond. Muchas voces afirman que podría tratarse de un acto de soberbia con el único fin de demostrar que aún manda en la red y en el mercado de la tecnología.
Como suele ocurrir en estos casos, no sólo Microsoft estuvo interesado en Skype. De hecho Google, que estaba inmerso en el desarrollo de su propio producto de llamadas a través de internet, se interesó por el proyecto unos años antes de que se completara esta espectacular operación. Corría el año 2009 y un joven ingeniero llamado Wesley Chan estaba a cargo del proyecto, hoy conocido como Google Voice. En esa época se rumoreaba que eBay necesitaba vender Skype, y Google valoró durante meses la operación. El problema era que, según el propio Wesley Chan, la tecnología usada por el servicio (P2P)
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no era la que Google debía adoptar, ya que se trataba de «un sistema antiguo que lo único que hace es comer ancho de banda y funciona como una tecnología ya obsoleta». La idea de Google era emplear una nueva tecnología denominada WebRTC.
Posiblemente por el hecho de llevar años desarrollando esa tecnología, Wesley Chan llegó a decir a los mandamases de Mountain View que la operación de Skype no tenía sentido, ya que en caso de adquirirlo deberían reescribir todo el código fuente de la aplicación. Esto creó una enorme controversia en el seno de Google, cuyo consejero delegado, Eric Schmidt, era partidario de realizar la compra. Curiosamente fueron varios ingenieros, entre los que estaban el propio Chan y Salar Kamangar —que fue uno de los diez primeros empleados de Google y uno de los creadores de Adwords—, los que convencieron a Larry Page y Sergey Brin de que era una aventura de alto riesgo, y que sólo el mero hecho de tener que pasar en Europa 18 o 24 meses auditando y reescribiendo el
software
de Skype hacía que la compra no tuviera sentido. Finalmente impusieron su criterio y la operación no se llevó a cabo.
Es difícil saber si aquel ingeniero estaba o no en lo cierto. Eso lo veremos en los próximos años. Sin embargo, me atrevo a afirmar que en ocasiones hay algo que no entra en la cabeza de determinados ingenieros. Una cosa es la calidad técnica de una aplicación, y otra el negocio que ésta pueda ofrecer. La tecnología de Skype es posiblemente mejorable, pero su valor no reside esencialmente en esa tecnología, sino en que supone un estándar de uso para más de 560 millones de usuarios en todo el mundo que lo utilizan con frecuencia. Ése es su valor de marca, y además hay que considerar que es una de las mayores referencias de telecomunicaciones a través de internet. En pocas palabras, tal vez Google pueda mejorar su tecnología —Microsoft tiene la misma oportunidad por haber adquirido la empresa—, pero los de Redmond tendrán además una marca sin competencia establecida, así como 560 millones de personas enganchadas a su servicio. Google Voice, con una tecnología más moderna o más antigua, parte de cero, e intentará integrar en su navegador o en su correo electrónico su producto. Microsoft ha comprado una empresa que, entre otros hitos, anuncia que ha llegado a tener picos de más de 30 millones de usuarios simultáneos. En los próximos años veremos una cruenta e imprevisible batalla Google Voice
vs
. Skype que promete ser apasionante.
Ambas empresas se han cruzado multitud de demandas con el fin de desbancar al contrario de la cúspide de su sector, o bien para evitar que reinara en el suyo. Así, por ejemplo, en febrero de 2010 Microsoft acusó a Google de abuso de posición dominante, e instó a los demás perjudicados a que denunciasen las prácticas Google. Y no sólo eso. En abril de 2011, Microsoft le acusó de nuevo de abuso de posición dominante en una demanda presentada ante las autoridades de la Unión Europea, ya que, según reza el texto de la demanda, Google impedía a Bing, el buscador de Microsoft, escanear correctamente contenidos dependientes de la empresa de Mountain View. En concreto, limitaba la capacidad de Bing para leer e indexar los vídeos de YouTube y así ofrecerlos en su índice. Esta demanda es un perfecto ejemplo del tamaño que ha alcanzado Google Inc. Al margen de quién tiene razón, ambas compañías presentan un perfil similar, son juez y parte dentro del segmento de internet y del
software
, y eso hace que ambas puedan sabotearse. Además, estos conflictos crean problemas que pueden tener una vertiente más ética que legal. En este caso, el conflicto radica en que Google tiene su propio robot tipo
spider
o araña, denominado Googlebot, que visita las páginas siguiendo los enlaces de unas a otras e indexando su contenido. El funcionamiento del buscador de Microsoft es similar. Resulta clave mantener bien organizado y lo más completo posible un sitio como YouTube.com, líder absoluto en el almacenamiento y
streaming
de vídeos a través de internet, para poder responder con exactitud a los millones de búsquedas de los usuarios. Mientras escribo estas líneas, el índice de Google almacena 976 millones de vídeos de YouTube.com, y el índice de Bing.com apenas 57 millones. Eso hace que a millones de usuarios que busquen contenido audiovisual Google les parezca la mejor opción de búsqueda, ya que tiene los vídeos mejor indexados, lo que se traduce en respuestas más específicas. Esto es así porque YouTube se ha convertido, con mucha distancia, en el máximo exponente del vídeo en internet. Microsoft considera que todo ello no es casual y que Google limita, a sabiendas, la capacidad de sus sistemas para leer el contenido, lo que a nivel técnico es relativamente sencillo: se limita al robot la cantidad de datos que se le permite leer por sesión, por hora o por día, o bien el número de enlaces que se le permite seguir.
«Sin un acceso adecuado a YouTube, Bing y otros motores de búsqueda no pueden enfrentarse a Google en igualdad de condiciones para atender las búsquedas de vídeos de YouTube, y esto, desde luego, aparta a los usuarios de los rivales de Google y los encamina hacia esa empresa», dijo Brad Smith, vicepresidente sénior y asesor general de Microsoft. ¿Es eso cierto? Bueno, no adelantemos acontecimientos. Lo tendrá que dictaminar un juez. Si tomamos como referente otro sitio de vídeos en internet, Metacafe.com, sitio popular aunque a años luz del gigante YouTube, podemos ver cómo Google almacena 5 millones de vídeos y Bing.com 4 millones. Es decir, sobre el sitio de un tercero, aparentemente la lectura, aun siendo más profunda por parte de Google, no ejemplifica la enorme diferencia que existe en el caso de YouTube.com. Es una opinión muy subjetiva, pero cabe pensar que Google está castigando al buscador de Microsoft e impidiéndole que trabaje correctamente en igualdad de condiciones.
Las autoridades europeas antimonopolio, que parecen menos benévolas con Google que las estadounidenses, deberán posicionarse. Francamente, como mencioné antes, los dos tiburones son primos hermanos. Si Microsoft pudiera, haría exactamente lo mismo. Por cierto, yo no me tomaría a la ligera la forma de operar e investigar estos acuerdos por parte de la Unión Europea, que es por norma lentísima pero muy dura y, al menos en apariencia, menos permeable a los
lobbies
que las autoridades estadounidenses. Si Google resulta culpable de violar las leyes de la UE, se le podría obligar a que cambiara su modelo de negocio y pagara una multa que podría ser de hasta un 10% de sus ingresos anuales. Y Microsoft sabe muy bien lo que supone lidiar temas de monopolio en Europa.
Es quizá el gran campo de batalla, al menos para la década que viene. Lo más curioso es que en esta tecnología Microsoft parece haberse quedado totalmente atrás. A día de hoy no tiene apenas posibilidades para hacer frente a los líderes del sector, que es la legión, cada vez más numerosa, de móviles equipados con Android, las funcionales Blackberry y el glamouroso iPhone de Apple. Todos parecen tener cabida, o al menos casi todos. Sinceramente, resulta difícil creer que los dispositivos basados en el obsoleto sistema operativo de Microsoft, Windows Mobile, tengan alguna posibilidad de luchar en este sector.
Y es que la evolución lógica de internet nos hace fijarnos en el móvil. En 1995, cuando me inicié en este sector, ya se oía en cada esquina y en cada reunión eso de que «el futuro es el móvil». Se percibía que estábamos a punto de cruzar un umbral que nos haría dar el salto del ordenador al bolsillo. Ese salto ha llegado, casi sin darnos cuenta, pero una década más tarde. Las actuales redes 3G y los
smartphones
lo permiten. Además, hay un interés absoluto a escala global por parte de las operadoras de centrar el consumo de internet en los terminales de telefonía. En Estados Unidos y en toda Europa se acometieron enormes inversiones durante quince años para adaptar los viejos pares de cobre a internet, pudiendo ofrecer líneas más rápidas para ADSL o cable en las que se llegan a alcanzar los 50 o incluso 100 Mb por segundo de conexión. ¿Alguien en su sano juicio piensa que estas mismas empresas van a acometer estas inversiones en Asia, África o zonas rurales de Latinoamérica? Sería imposible. Nadie va a recablear estas zonas. El acceso no tendrá sentido sin las conexiones 3G, y el papel del móvil viene de su mano.
Los nuevos
smartphones
ofrecen la posibilidad de conectarse a internet sin necesidad de que el usuario encienda su ordenador y consuma servicios. Con ellos se está conectado por defecto, y la conexión nos acompaña allá donde vayamos. Se trata de un nuevo escenario de hábitos de consumo y necesidades en el que internet da el salto desde el centro de trabajo o el domicilio del usuario hacia la conectividad total.
Y aquí Google, gracias a Android, lleva las de ganar. Android fue desarrollado por la compañía Android Inc., que posteriormente fue comprada por Google y hoy es desarrollado por la Open Handset Alliance.
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La plataforma permite el desarrollo de programas a terceros. Desde octubre de 2008 no deja de ganar adeptos.
En marzo de 2011, Nokia y Microsoft firmaron un acuerdo que durará más de cinco años. El fabricante de
software
pagará 718 millones de euros por incorporar mayoritariamente el sistema operativo para móviles de Microsoft, Windows Phone.
Parece que, al menos en este campo, Google está muy bien posicionada con Android. Pero Apple, Microsoft y Oracle intentaron ponerle las cosas difíciles. David Drummond, director del Departamento Legal de Google, acusaba en agosto de 2011 a Microsoft, Apple y Oracle de «orquestar una campaña hostil» de adquisición de patentes para frenar el éxito del sistema operativo. Entre las acciones para evitar su éxito citaba la compra de patentes por parte de estas empresas tecnológicas para que Google no las pudiera adquirir. De esa manera se intentaría cobrar a Google hasta 15 dólares por cada dispositivo Android que saliera al mercado en concepto de derecho de uso de tecnología patentada. «Un intento para hacer más caro a los fabricantes usar Android, que nosotros proveemos sin cargo, que Windows Mobile», afirmaba David Drummond.
Haciendo uso de su hegemonía económica, Google movió ficha, y lo hizo muy bien. Compró Motorola e incorporó a su empresa las casi 20.000 patentes de que ésta disponía. De esa manera se aseguraba que su gran acierto, Android, quedara protegido. Más adelante describiré al detalle esta adquisición, que supone más un órdago a Apple y a su iPhone que a Microsoft, dada la baja cuota de mercado de que esta última dispone en el terreno de telefonía móvil.
Si en algo es bueno Microsoft es en desarrollar
software
, pero no para internet, sino residente en los ordenadores. Su sistema operativo, el mundialmente famoso Windows, y los paquetes de
software
, como la
suite
Office, son una forma de seguir siendo líderes y obtener enormes ingresos recurrentes. Microsoft lo ha actualizado denominándolo Office 2010 y ha anunciado que va a sacar al mercado la versión de Microsoft Office especial para la nube —
cloud computing
—. La versión en la nube permitirá a los usuarios crear, compartir y trabajar con sus documentos desde cualquier lugar. Es una clara respuesta a los movimientos de Google, que ofrece ese tipo de ventajas de forma gratuita por medio de su producto Google Docs. Este conjunto de programas supone uno de los ingresos más importantes de Microsoft, tras los derivados directamente de su sistema operativo. Google lo sabe, y tal vez por ese motivo, y para limitar su capacidad de ingresos, intenta mermar su expansión compitiendo con él.
Reconozco que nunca entendí muy bien Google Docs. Esperaba mucho más. Es un conjunto de programas que permite compartir documentos. Resulta obvio que supone un avance importante, sobre todo para proyectos colaborativos. Pero, por otro lado, es un producto todavía inmaduro, de calidad inferior a las hojas de escritura, cálculo y de presentaciones que ofrece Microsoft. En mi opinión, Google Docs, tal y como está concebido, tiene poco sentido en la actualidad.
Entiendo que Google quiera reinventar, mejorar y ofrecer toda serie de productos, y que esto resulte de utilidad a los usuarios. Comprendo perfectamente que una opción es hacerlo de manera gratuita basándolos en publicidad. En algunos casos lo han hecho con notable éxito, como con el correo electrónico Gmail. Pero ofrecer productos inferiores en calidad y sin intención de monetizarlos con publicidad, como es el caso, resulta un esfuerzo algo absurdo y sin sentido desde el punto de vista empresarial. Más allá de intentar hacer daño a la competencia, parece haber pocos motivos para continuar su desarrollo.