Read Desnudando a Google Online
Authors: Alejandro Suarez Sánchez-Ocaña
Toda guerra tiene un comienzo, y ésta no es una excepción. Microsoft se planteó su adquisición cuando consideró que Google era una amenaza real. Esta operación nunca fue confirmada oficialmente. Teóricamente tuvo lugar en 2003. Fue filtrada posteriormente por el directivo de una de las compañías, curiosamente de Microsoft, al diario
The New York Times.
Google empezaba a preparar su salida a Bolsa. Tenía ya 200 millones de búsquedas diarias, y su gerencia rechazó desde el primer momento la oferta de compra, reaccionando sin ningún entusiasmo a la propuesta. Se llegó a decir que incluso la despreciaron y no llegaron siquiera a valorarla.
No creo que las hostilidades dieran inicio en ese preciso momento. Tal vez fue un año más tarde, tras la fabulosa salida de Google a Bolsa, cuando Microsoft empezó a inquietarse. Tiempo después, en la búsqueda de nuevas vías de crecimiento, Google encontró en los nichos de negocio del gigante informático oportunidades para apropiarse del sector. Veía además cómo capitalizaba el enfrentamiento en términos de comunicación y marketing en torno a la imagen social, siempre muy negativa, de Microsoft.
Quizá sorprenda a más de uno lo que voy a decir. Por mucho que ambas empresas parezcan antagónicas, tienen mucho más en común de lo que a ellas mismas les gustaría reconocer. Cuando me inicié profesionalmente en el mundo de la tecnología, allá por 1995, el movimiento de contestación y rebelión contra Microsoft era algo así como un estándar del sector. Todos, desde los usuarios a los profesionales del sector, éramos algo así como activistas anti-Microsoft por defecto. Es cierto que actuaba con una enorme prepotencia y que campaba a sus anchas, instalado en su cruel monopolio con el que se podía permitir imponer sus normas e intereses a los internautas, a empresas rivales y a los fabricantes de equipos. El que no bailaba al ritmo que marcaba Microsoft quedaba, simple y llanamente, fuera del mercado. En España el movimiento de cierta rebeldía e insumisión que iba surgiendo lentamente se centró en las empresas que, en aquel momento, escenificaban aquel abuso de poder totalitario en la red. Los activistas —es decir, todos, en mayor o menor medida— denominábamos a Telefónica y a Microsoft «Timofónica» y «Mocosoft», respectivamente. Pues bien, estoy seguro de que algún día veremos que Google, si sigue por el camino que ella misma ha trazado, llegará a alimentar un movimiento de resistencia tan grande como el que Microsoft tuvo en aquella época. De hecho, ambas empresas están hechas de la misma pasta. Lo que las diferencia es la habilidad para imponer sus criterios e intentar controlarlo todo en su beneficio. Por ese motivo Google ve a Microsoft como un rival. Es la última cumbre que le queda por conquistar. Si lo hiciera, ya no tendría nada que temer y consideraría que ha alcanzado la meta. Se trata, utilizando un término psicoanalítico, de «matar al padre», metáfora freudiana según la cual hay que cumplir con el requisito de eliminar lo inmediatamente establecido para erigirse falsamente en portavoz de la Cultura, de la Ley y de la Razón con mayúsculas. Hay que superar y fagocitar al padre para luego abandonarlo a la suerte de los otros mortales, logrando así superarlo y derogar sus órdenes, su moral, sus represiones y sus dictámenes. No lo dudes. Microsoft y Google han sido, son y serán primos hermanos. Son como Gadafi y Jomeini. Si te dejas llevar por ellos pueden hacerte el mismo daño, aunque uno tenga cara amable y otro resulte más evidente en sus intenciones.
En síntesis, se trata de una lucha de titanes que ha vivido, además de la batalla por Yahoo! que mencioné anteriormente, otros capítulos destacados. Sin lugar a dudas, los más determinantes aún no han sido escritos.
Se trata quizá de la madre de todas las batallas. Es, al mismo tiempo, el corazón de los ingresos de Google y el talón de Aquiles de Microsoft, que ha mostrado una absoluta incapacidad para competir y mejorar la tecnología que nos ofrece Google. Durante una década sin apenas competencia en un mercado dominado por AltaVista y Yahoo!, la empresa de Bill Gates pudo controlar las búsquedas a sus anchas. Pero no vieron negocio en ello y centraron sus esfuerzos en otros sectores de internet y, más en concreto, trataron de imponer su navegador en una particular batalla primero con Netscape, y después con Mozilla Firefox. No sólo Microsoft cometió el pecado capital de no ver negocio en las búsquedas. Como vimos con anterioridad, a Yahoo! le pasó lo mismo. A principios de los años noventa parecía que su negocio no se encaminaba hacia esa dirección. Aquello supuso un tremendo error de estrategia que podría haber cambiado la historia. Cuando se dieron cuenta de la década de ventaja que llevaban perdida, Microsoft realizó infructuosos intentos para sacar al mercado un buscador similar al de Google, sabedores de que les habían pasado como un rayo en un segmento que empezaba a ser rentable y que tenía, sobre todo, visos de enormes oportunidades comerciales a medio plazo. Así nació en 1998 MSN Search, que constaba de un motor de búsqueda, un índice y un rastreador web. Incluso me atrevería a decir que fue la primera vez que quedó patente que con todo lo grande que era la compañía, y con toda la experiencia acumulada en el desarrollo de
software
, no lograban competir en internet con un producto medianamente digno, máxime teniendo en cuenta las mejoras que Google aplicaba a su buscador cada día. Parecía evidente que contra eso no sabían luchar.
Más tarde, en 2006, apareció la primera versión pública de Windows Live Search. Permitía a los usuarios buscar información específica a través de fichas de búsqueda que incluían la web, noticias, imágenes, música, escritorio local y la hoy desaparecida enciclopedia Encarta. Tras el cambio la compañía dejó de usar el servicio de Picsearch para buscar imágenes y comenzó a realizar él mismo esas búsquedas, en lo que supuso un interesante avance tecnológico.
En 2007 Microsoft realizó otro cambio. Denominó el servicio Live Search. Aun así, todos los intentos fueron en vano. Google ampliaba cada mes su distancia con respecto a la competencia. Para tratar de resolver tan difícil situación se planteó la fallida compra de Yahoo! en 2008. Si de algo no se puede acusar a Microsoft es de no ir de frente. De hecho, cuando planeó comprar Yahoo!, el consejero delegado, Steve Ballmer, explicó claramente que la compra tenía un único objetivo: «Hacer frente a Google, aunque podremos competir con ellos sin necesidad de comprar Yahoo!». Sus intenciones son cristalinas. Otra cosa es que logren llevarlo a cabo.
En 2009 asistimos a una nueva reorganización. Live Search fue renombrado como MSN, pero se suspendió a los pocos meses. Microsoft reconoció que había un problema con la marca, que incluía el término Live. Así fue como apareció en junio de 2009 su nuevo buscador, al que llamaron Bing. Gracias a esto, enterradas las hostilidades entre Microsoft y Yahoo!, firmaron un contrato de diez años de duración con el objetivo de sustituir el buscador de la segunda empresa por Bing. Steve Ballmer señaló en aquel momento que «mediante este acuerdo con Yahoo! crearemos más innovación en la búsqueda, el mejor valor para anunciantes y elección del consumidor real en un mercado dominado actualmente por una sola compañía», refiriéndose a Google.
Durante 2011 Bing mantuvo en Estados Unidos una digna cuota de mercado. Resulta remarcable que cambió una tendencia que venía siendo de desgaste intensivo y de mayores cuotas de mercado para Google. De hecho, algunos expertos tienen por primera vez, gracias a Bing, una opinión muy positiva del producto de búsquedas de Microsoft. Por contra, en otros países como los europeos, su lanzamiento apenas ha tenido eco. La posición dominante de Google no peligra por el momento, ya que mantiene su hegemonía mundial mínimamente alterada por algunos actores de mercados locales emergentes, como ocurre en Rusia o en China.
Bing no es un mal producto. Con todo, tras una inversión de 1.500 millones de dólares, lejos de imponerse apenas ha servido para hacer cosquillas al dominio mundial de Google, y no parece haber tenido el éxito que se esperaba desde Microsoft.
En 2009, Google anunció que estaba trabajando en su propio sistema operativo para ordenadores portátiles. Este mercado está controlado por Microsoft, que tiene acuerdos con todos los fabricantes para que los portátiles —excepto los Mac de Apple, y los pocos que se adquieren sin
software
, o basados en Linux, con sistema operativo
open source
(de código abierto)— estén equipados con su sistema operativo Windows. Google no tiene miedo a entrar en este nuevo frente. Busca arañar cuota de mercado a su rival y tener presencia en todos los portátiles con su sistema operativo Chrome OS. Hasta ese momento la empresa se había limitado a dominar el entorno de la red. Con este anuncio dejaba bien claro que no sólo se iba a limitar a ofrecer servicios en la red, sino que entraba de lleno en el mercado en el que hasta entonces reinaba Microsoft. Algunos analistas hacían hincapié en que podría ser una respuesta al ataque, por parte de Microsoft, de intentar recuperar con Bing el terreno perdido en las búsquedas. Era una manera de decir: «Nosotros también podemos haceros daño». Y se trataba de un golpe agresivo, ya que Microsoft domina los sistemas operativos de portátiles desde la friolera de hace casi treinta años, con una cuota de mercado de alrededor del 90%, lo que supone un importante ingreso recurrente para la empresa de Bill Gates.
El anuncio parecía impactar directamente en la línea de flotación de una de las fuentes de venta más segura y estable de Microsoft, algo que nadie se había atrevido a intentar durante décadas, no sólo por el hecho de que haya un nuevo competidor, sino por el detalle fundamental del precio por el que Google planteaba ofrecer este sistema operativo a los fabricantes… ¡Gratis! De esa forma, los grandes fabricantes mundiales tendrían que decidir si quieren lanzar al mercado sus portátiles basados en Windows, pagando una licencia a Microsoft por cada equipo en el que lo incluyen, o si lo harán con el nuevo Chrome OS de Google, que no sólo es gratuito, sino que además les permitirá tener un modelo de beneficio basado en el consumo de la publicidad de Google y el uso de las búsquedas que realicen sus usuarios. De ese modo podrían compartir con Google ingresos publicitarios a corto y medio plazo sobre el uso del equipo.
Chrome OS está pensado para usuarios que pasan una gran cantidad de tiempo en la web. Tras probar su versión beta, debo admitir con franqueza que no me llevé muchas sorpresas. Más allá de la posibilidad de navegación, era rápido e intuitivo, se manejaba con tu cuenta de Google y tenía muchos de los productos de la empresa, como Google Docs, integrados en el sistema operativo. Está basado en Linux, y éste es un ejemplo más de cómo la compañía utiliza con una doble moral el
software
de código abierto. Es cierto que lo mejora y lo pone a disposición de la comunidad, pero sin duda lo hace con un interés claramente comercial: por un lado, abrir nuevas vías de negocio —en este caso publicitario, con la presencia en cada ordenador, y la búsqueda determinada por defecto de Google— y, por otro, dañar a la competencia golpeándola donde más le duele: la cuota de mercado. En definitiva, lejos de la versión oficial de Mountain View, según la cual la idea fundamental no es otra que mejorar la experiencia del usuario, abaratar el coste de sus equipos y ayudar a la innovación, subyacen objetivos empresariales —ojo, ¡no deberían ocultarlos o distraer la atención de ellos, puesto que son muy lícitos!—, como ganar dinero y herir a la competencia. Es una constante en la política de la empresa. Hay que pensar un poco más allá de los comunicados oficiales de prensa si quieres entenderlo todo.
Los analistas de Reuters estimaban en 2009 que el costo del
software
del sistema operativo en un ordenador portátil, es decir, el canon que cada fabricante paga a Microsoft, era aproximadamente de entre 20 y 40 dólares por Windows XP, y algo menos de 100 dólares por la inclusión de Windows Vista, que en aquel momento se estaba lanzando al mercado. Es posible que los grandes beneficiados de este enfrentamiento seamos, a medio plazo, los compradores de ordenadores. Sinceramente, dudo que Microsoft se permita perder mucha cuota de mercado. Como declaró Ashok Kumar, analista de Collins Stweart Hawkpoint, «serán todo lo flexibles que sea necesario en el precio para evitar una huida masiva de fabricantes».
El perdedor está claro: Microsoft, que hasta ahora campaba a sus anchas en este segmento tecnológico. Si Chrome OS triunfa perderá cuota de mercado y usuarios. Si fracasa, le habrá erosionado del mismo modo, ya que los grandes fabricantes, generalmente hartos de la tiranía e histórica posición dominante de Microsoft, tendrán ahora una arma determinante para evitar imposiciones y negociar el precio por la inclusión del sistema operativo. Es una batalla ganada por Google, sí o sí. Si le sale bien, se posiciona en el desarrollo de sistemas operativos. Si le sale mal, merma el beneficio de la compañía rival.
Touché
.
La lucha entre ambos no ha tenido únicamente como eje los servicios que ofrecen. La misma batalla se ha reflejado, por citar un ejemplo, en el robo de trabajadores entre ellas, provocando incluso que en 2004 Microsoft demandara a Google por contratar a un ex alto ejecutivo de Microsoft llamado Kai-Fu Lee, alegando que éste conocía la táctica que la compañía iba a adoptar en China.
Hay más. Google contrató a principios de 2011 al creador de Kinect,
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Johny Chung Lee, lo que provocó la sospecha de que podrían estar planeando abrirse camino en el mundo del videojuego. Se trata de una sospecha nada descabellada, dada la capacidad de los de Mountain View para desarrollar nuevas tecnologías y crear intereses en nuevos mercados, especialmente en aquellos en los que, además de ser apasionantes y lucrativos, Microsoft es el protagonista. En este caso se trata de la consola de séptima generación Xbox 360. Otro de los claros indicios del interés de Google en los videojuegos es la inversión de más de cien millones de dólares que realizaron durante 2010 en Zynga, la compañía desarrolladora de juegos sociales de éxito como FarmVille, Mafia Wars o PetVille.
Durante años se ha estado produciendo un éxodo de empleados de Microsoft hacia el emergente Google, que años más tarde parece estar sufriendo en sus carnes el mismo baile de talento desde sus oficinas hacia otras empresas tecnológicas.