—Un círculo exterior —dice la directora abarcando con un gesto de la mano la pista de baile redonda, antes de señalar el círculo más pequeño, en cuyo interior arde el fuego—. Y otro interior. El círculo exterior crea vínculos. En el interior se encuentra la fuente de poder.
—¿Y qué es la fuente de poder? —pregunta Vanessa.
—El signo del círculo interior.
—¿Pero qué clase de signo es? —insiste Vanessa.
—Si queréis que os enseñe, debemos ir paso a paso. Y tenéis que confiar en mí.
—Por supuesto —asiente Linnéa con ironía—. Mientras tanto, nos convertiremos en asesinas simplemente.
—Ya os he explicado la situación una vez. Además, existe otro factor que el Consejo me ha pedido que os aclare.
Minoo saca el cuadernito y el bolígrafo que siempre lleva encima. Desde luego, es una repelente.
—Según la profecía, al mal le será imposible rastrear a la Elegida. Al menos hasta que se aproxime la gran batalla, que tardará varios años en llegar. Creíamos que teníais algún tipo de protección mágica, que erais invisibles para el mal.
—Has dicho que la gran batalla tardará varios años en presentarse —dice Minoo sin dejar de anotar—. ¿Y esos cuántos años son?
—No es seguro. Como mínimo dos años pero, probablemente, más bien diez, según nuestros cálculos.
—O sea, que para cuando vayamos a graduarnos tendremos aquí el Armagedón. Como si no estuviera ya bastante desmotivada para los estudios —dice Linnéa.
—Esto no tiene nada que ver con el Apocalipsis bíblico —dice la directora en tono cortante.
—Pero ¿puedes contarnos a qué debemos enfrentarnos en esa lucha? ¿No crees que es hora de que nos hables de la profecía? —insiste Vanessa.
—No es tan fácil…
—¿Para qué nos has traído aquí si no nos vas a dar respuestas? —pregunta Linnéa.
—Ya basta —ordena la directora alzando una mano—. Puede que Nicolaus os permitiera que le tomarais el pelo, pero a mí no podéis tratarme así. Estoy aquí para enseñaros a dominar y desarrollar vuestros poderes, y os comportáis como niñas. No puedo enseñar los principios de la magia a unas niñas.
Nadie dice nada.
—Vuestros poderes son un gran don —prosigue—. Pero también pueden ser peligrosísimos. Para vosotras y para los demás. Ahora están en mantillas pero, a medida que se vayan desarrollando, os costará más controlarlos.
Se vuelve hacia Vanessa.
—Puede que un día, después de hacerte invisible, descubras que no puedes invertir el proceso. Puede que te veas obligada a vivir como una sombra el resto de tus días.
Vanessa para de masticar el chicle en seco.
Debe de ser la peor pesadilla para alguien a quien tanto le gusta su propia imagen, piensa Minoo.
—Lo mismo puede decirse de las demás —continúa la directora y detiene la mirada en Anna-Karin, antes de posarla en Ida, en Minoo y en Linnéa—. Incluso de vosotras, que todavía no habéis desarrollado ningún poder.
Minoo quizá debería haberse asustado pero la palabra «todavía» le produce una alegría inmensa. Es posible que ella también tenga un poder. Al menos eso parece creer la directora.
—En el mundo siempre ha existido cierto grado de magia. La solidez de los límites entre el nuestro y otros mundos ha variado según las épocas.
—¿Qué es todo eso de «otros mundos»? —la interrumpe Vanessa.
—Nuestro mundo no es el único. Hay infinidad de mundos diferentes. Pero no vuelvas a interrumpirme —ordena la directora con tono cortante—. Los últimos milenios hemos vivido un período de sequía mágica, con resurgimientos locales aislados. Como el que tuvo lugar aquí hace algo más de trescientos años. Creo que vuestros sueños pueden ser algo así como un eco de lo que sucedió entonces.
—¿Cómo sabes qué sueños tenemos? —pregunta Vanessa.
—El cuervo oyó y vio todo lo que se dijo la noche en que os despertaron. A mi juicio, y a juicio del Consejo, quien habló a través de Ida era la Elegida en el siglo XVII.
—¿Y quién era? —pregunta Minoo—. ¿Y qué le ocurrió?
—No lo sabemos. La iglesia y la vicaría ardieron en 1675, y se destruyeron gran cantidad de documentos importantes.
La directora las mira muy seria.
—Si me he referido a los últimos dos mil años como una sequía mágica, la época que se avecina puede compararse con una crecida. Los sujetos con poderes como los vuestros han sido escasísimos, pero ahora han empezado a aparecer en diversos lugares del mundo. La batalla que tendrá lugar aquí puede alterar toda nuestra realidad.
—A eso se refería Nicolaus cuando hablaba de nuestro destino —recuerda Anna-Karin.
Adriana aprieta levemente los labios.
—Yo preferiría llamarlo misión —dice.
—¿Quieres decir que el destino del mundo se resolverá aquí, en
Engelsfors
? —pregunta Vanessa.
—Comprendo que resulta difícil de imaginar —responde la directora con un amago de sonrisa—. Pero bien podría ser. En este lugar se observa un alto grado de actividad mágica que no parará de crecer.
Minoo la escucha fascinada.
—Es decir, que no hay magia en todas partes, ¿no?
—No —responde la directora y la mira con aprobación, como si fuera una buena pregunta—. Creemos que la energía se difundirá abarcando zonas cada vez más extensas, pero en estos momentos se trata de fenómenos muy locales.
Vanessa parece pensativa.
—¿Quiere eso decir que nuestros poderes no funcionan en todas partes? Vamos, si me fuera de vacaciones a Ibiza, por ejemplo, ¿podría hacerme invisible allí?
—Precisamente Ibiza presenta un alto grado de actividad mágica. Pero sí, lo has entendido bien. El poder no solo procede de vosotras mismas sino que, por así decirlo, debéis estar vinculadas a una fuente de poder. Y esa fuente de poder está aquí. Necesitáis a Engelsfors, exactamente igual que os necesitáis mutuamente y que Engelsfors os necesita. Todavía no sabemos por qué sois…
erais
, siete. Pero juntas formáis un círculo. Las brujas han trabajado siempre en círculo. Jamás llevaréis a cabo nada trascendente si no aprendéis a colaborar.
Da la sensación de que la directora se equivoca al reducir todo aquello a una «misión», piensa Minoo. «Destino» es una palabra mucho más adecuada. Rebecka lo comprendió. Esto es algo muy superior a ellas. Algo que están predestinadas a llevar a cabo. Pero la conclusión es la misma: están vinculadas a Engelsfors. Y entre sí.
—¿Más preguntas? —dice la directora.
Todas guardan silencio. Adriana sonríe satisfecha.
—Muy bien. Entonces, hablemos de magia. La teoría y la práctica.
—Olvidad todo lo que creéis saber acerca de la magia y de lo sobrenatural —dice Adriana López—. Os garantizo que estáis equivocadas. De eso nos encargamos nosotros.
—¿Cómo? —pregunta Linnéa.
—Entre otras cosas, el Consejo cuenta con una sección especial que revisa la información que circula por la red. En lo que encontréis ahí puede haber briznas de verdad. Algunos hechos mágicos se ocultan en las creencias populares y tradiciones, por ejemplo. Sin embargo, están tan entretejidos con un montón de absurdos que es prácticamente imposible discernir lo uno de lo otro. Eliminamos todo lo que se acerca demasiado a la verdad, y dejamos todas las chifladuras engañosas. La verdad es que los locos y los aficionados nos hacen un gran favor.
—Vamos, que además sois una especie de censura, ¿no? —dice Linnéa con desprecio.
—Estamos entrando en una era mágica nueva, así que debemos controlar los conocimientos que circulan. No os podéis imaginar el daño que pueden hacer en las manos equivocadas.
Pero Linnéa no se rinde.
—¿Y quién decide cuáles son las manos equivocadas? ¿Tú y el Consejo? Entonces, ¿quién os controla a vosotros?
La directora sonríe fríamente.
—
Quis custodiet ipsos custodes?
¿Quién nos protegerá de nuestros protectores? Esa pregunta se la hacían ya los filósofos de la Antigüedad. Y no pienso entrar en eso ahora.
Minoo le lanza una mirada suplicante a Linnéa, que le responde con una mueca. Echa de menos algo de orden, no más caos.
La directora abre el bolso y les reparte cinco libros negros iguales, y otras tantas lupas de plata. Minoo sopesa el libro en la mano.
Pesa muchísimo para ser tan pequeño. Examina la lupa. Está segmentada en ocho partes, seis de las cuales son muy finas, onduladas y ajustables.
—Es el
Libro de los paradigmas
—explica la directora—. Y aquí tenéis uno de los instrumentos a vuestro alcance para interpretarlo.
Les muestra una lupa.
—Y aquí tenéis el otro —dice dándose un golpecito en la sien.
Vanessa suspira.
—Abrid los libros —ordena la directora.
Minoo obedece. En la primera página hay seis signos alineados uno tras otro.
Pasa la hoja. Luego otra y otra más.
—Pues yo no veo ninguna mierda de paradigma —dice Ida.
Es lo primero que ha dicho en toda la reunión.
Minoo no se ha pronunciado, pero está de acuerdo con Ida. Las páginas están abarrotadas de símbolos de distintos tamaños, todos incomprensibles. Claro que algunos parecen alineados con una especie de orden, pero otros están de cualquier manera. Hay algunas páginas en blanco. Son como el test de inteligencia más difícil del mundo, y Minoo se siente, en definitiva, una idiota.