El discípulo de la Fuerza Oscura (35 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
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—¿El
Halcón
vuelve a ser tuyo? —preguntó Leia, y después deslizó el brazo debajo del de su esposo mientras sonreía encantada—. Lamento mucho oírlo, Lando —añadió volviéndose hacia él sin dejar de sonreír.

Lando se encogió de hombros.

—Al menos he conseguido que deje de meterse conmigo.

Ackbar bajó del deslizador acuático y puso los pies sobre el segmento metálico que se mecía lentamente impulsado por las olas. Después alzó una gran mano-aleta hasta su frente llena de protuberancias para protegerse los ojos y contempló los restos de lo que había sido una ciudad flotante llamada Arrecife del Hogar. Han nunca había sabido identificar muy bien las expresiones en el rostro del almirante calamariano, pero Ackbar parecía terriblemente afectado.

Han fue hasta Ackbar, que se había mantenido alejado de ellos.

—Me he enterado de lo que ha hecho, almirante —dijo—. Acaban de contarme cómo consiguió aniquilar a un Destructor Estelar... Buen trabajo.

Leia se reunió con él.

—La victoria que ha obtenido aquí debe compensar ese accidente ocurrido en Vórtice, almirante —dijo mientras el viento marino hacía ondular los pliegues de su túnica blanca—. Espero que no estará pensando en volver a esconderse, ¿verdad?

Ackbar meneó su enorme cabeza.

—No, Leia. Tu afable insistencia ha servido para recordarme que no soy la clase de persona capaz de esconderse... Debo hacer todo lo que pueda esforzándome al máximo en cada momento. El esconderse es para otros. El destino ha decidido que yo debo actuar.

Leia puso una mano sobre el robusto bíceps del almirante.

—Gracias, almirante —dijo—. La Nueva República le necesita.

Pero Ackbar volvió a menear la cabeza.

—No, Leia. No volveré a Coruscant... Este ataque me ha permitido comprender hasta qué punto me necesita mi gente. Debo quedarme en Calamari para ayudar a mis compatriotas en las tareas de reconstrucción, y he de hacer todo lo posible para reforzar nuestra civilización y mejorar las defensas contra futuros ataques imperiales.

»Todavía no nos habíamos recuperado de los terribles daños causados por los Devastadores de Mundos, y ahora una nueva armada imperial ha estado a punto de acabar con todas nuestras ciudades flotantes. No puedo marcharme de Calamari ahora y volver a Coruscant. —Ackbar alzó sus ojos circulares hacia el cielo lleno de nubarrones—. Este planeta es mi hogar, y ésta es mi gente. Debo dedicar todas mis energías a ayudarles.

Han deslizó el brazo alrededor de la cintura de Leia y la apretó suavemente, sintiendo lo inmóvil y tensa que estaba. Han sabía con toda exactitud qué estaba pensando Leia en aquellos momentos.

—Lo entiendo..., Ackbar —dijo Leia, prescindiendo al fin de su rango militar.

Han podía sentir su tensión y sabía hasta qué punto la había afectado la pérdida de Ackbar. Le puso la mano en el hombro, y sintió cómo sus músculos tensos cual cables de acero ondulaban bajo la suave piel.

La negativa de Ackbar a volver a Coruscant y el que Mon Mothma se fuera debilitando un poco más a cada día que pasaba significaban que Leia tendría que enfrentarse a todos los problemas de la Nueva República sola.

23

La claridad del día entraba por los tragaluces rectangulares abiertos en el techo del Gran Templo. Kyp estaba sentado en un banco de piedra bastante duro e incómodo en la gran sala de audiencias, escuchando al Maestro Skywalker. Fingía prestar atención a sus palabras, aunque eso le estaba resultando cada vez más difícil a medida que iba empeorando su opinión sobre los conocimientos de Skywalker.

Los otros estudiantes Jedi permanecieron inmóviles en absorta fascinación mientras Skywalker colocaba el pequeño cubo blanco del Holocrón encima de su pedestal. El aparato contó otra historia de los antiguos Caballeros Jedi, narrando sus heroicas aventuras y sus batallas contra el lado oscuro..., un sinfín de esfuerzos que al final no habían servido de nada, pues el Emperador y Darth Vader habían resultado ser más fuertes que los Caballeros Jedi y los habían aplastado.

Skywalker se negaba a aprender de aquel fracaso. Si pretendía conseguir que los nuevos Caballeros Jedi alcanzaran un poder más grande, entonces tendría que haber sido capaz de admitir la existencia de nuevas capacidades y hacer todo lo necesario para que su nueva Orden de Caballeros Jedi fuese lo suficientemente poderosa para resistir una purga como la que había llevado a cabo Vader.

Exar Kun había enseñado muchas cosas a Kyp y le había revelado los caminos del Sith, pero el Maestro Skywalker jamás adoptaría aquellas enseñanzas. Kyp se preguntó por qué se molestaba en seguir escuchando a Skywalker. Parecía tan débil, tan vacilante e indeciso...

Los otros estudiantes eran un manantial de fortaleza potencial. Habían aprendido cómo establecer contacto con la Fuerza, pero no habían ido más allá del mero nivel del novicio y hasta el momento no eran más que simples prestidigitadores, aficionados que fingían interpretar un papel que les venía demasiado grande a todos. Se negaban a investigar lo que se ocultaba tras las puertas de un poder más grande, pero Kyp no tenía miedo de hacerlo. Él sí era capaz de enfrentarse a aquella enorme responsabilidad.

Otro guardián holográfico del Holocrón apareció en el aire y empezó a contar la historia de cómo el joven Yoda se había convertido en un Jedi. Kyp reprimió un bostezo, incapaz de comprender por qué tenían que seguir viendo todas aquellas historias triviales.

Estiró el cuello para contemplar las paredes del enorme templo de piedra, e intentó imaginarse la Gran Guerra Sith que se había librado hacía cuatro mil años. Pensó en la raza massassi, aquellos seres de piel húmeda y un poco viscosa que habían sido esclavizados por Exar Kun y a los que había utilizado como herramientas para construir los templos que había erigido guiándose por archivos Sith todavía más antiguos y olvidados. Kun había revitalizado las enseñanzas oscuras y se había autoconcedido el título de Señor Oscuro del Sith, una tradición que se había ido sucediendo ininterrumpidamente hasta Darth Vader, quien había sido el último señor Oscuro.

Los templos de Exar Kun habían sido construidos en Yavin 4, el último lugar de reposo arqueológico de la increíblemente antigua raza Sith, para que sirvieran como puntos focales a fin de concentrar su poder. Kun había gobernado la luna cubierta de junglas, y había controlado fuerzas que estuvieron a punto de derrotar a la Antigua República. Pero Ulic Qel-Droma, un señor de la guerra Jedi, había traicionado a Kun, y todo el poderío combinado de los Jedi se había desencadenado sobre Yavin 4 para librar una última batalla definitiva, exterminando toda la raza massassi, destruyendo casi todos los templos Sith y haciendo desaparecer la mayor parte de las selvas en un holocausto llovido del cielo. Pero Exar Kun había logrado enquistar su espíritu en Yavin 4, y había aguardado durante cuatro mil años hasta que otro Jedi llegó por fin para despertarlo...

Kyp se removió nerviosamente y fingió prestar atención. La cámara del templo parecía estar extremadamente caliente. El Holocrón seguía mostrando su interminable historia.

Luke escuchaba la voz del aparato con una sonrisa beatífica en los labios, y los otros estudiantes seguían contemplando las imágenes. Kyp se dedicó a mirar las paredes y se preguntó por qué estaba allí.

La penumbra que anunciaba la llegada de la noche ya había empezado a caer sobre las junglas de Yavin 4, y Luke Skywalker se echó hacia atrás y se permitió disfrutar de un rato de descanso en una de las salas comunes. La estancia era bastante más pequeña que la gran sala de audiencias y tenía un techo de arcadas de piedra y mesas pulimentadas, así como mobiliario todavía en condiciones de ser utilizado de los tiempos de la ocupación rebelde. Los viejos soportes para antorchas estaban ocupados por lámparas que desprendían una brillante claridad.

Luke podía sentir el cansancio que se iba extendiendo por todo su cuerpo y la mordedura del hambre en su estómago. Los estudiantes también estaban descansando, y recargaban sus reservas de energía mental.

Luke había pasado todo el día supervisándoles mientras llevaban a cabo sus ejercicios con la Fuerza, el adiestramiento de levitación, la visualización de batallas y conflictos, la percepción de la presencia de animales y criaturas de la jungla, y el aprendizaje de la historia Jedi mediante el Holocrón. Estaba muy complacido con sus progresos. La muerte de Gantoris aún resultaba tan dolorosa como una herida abierta que no hubiese curado, pero Luke podía ver que sus otros estudiantes estaban haciendo grandes avances y empezaba a creer que conseguiría crear una nueva hermandad de Caballeros Jedi.

Una estudiante llamada Tionne estaba sentada en una esquina de la estancia preparándose para tocar un instrumento musical de cuerda consistente en dos cajas de resonancia huecas separadas por un eje en el que estaban montadas las cuerdas tonales.

—Ésta es la balada de Nomi Sunrider, una Jedi de los antiguos tiempos de la Orden de Caballeros Jedi... —dijo.

Tionne sonrió. Su larga cabellera plateada le llegaba hasta más abajo de los hombros, flotando sobre su pecho y dividiéndose como un río de aguas blanqueadas por la espuma a lo largo de su espalda. Tenía los ojos pequeños y un poco más juntos de lo normal, y sus pupilas relucían con destellos color madreperla. Su nariz era pequeña y su mandíbula un poco cuadrada, y Luke pensó que en ella había más exotismo que auténtica hermosura.

Tionne adoraba las antiguas leyendas, baladas e historias de los Jedi. Antes de que Luke la encontrara durante el curso de su búsqueda de candidatos Jedi, Tionne ya había decidido dedicar su vida a resucitar las viejas historias que extraía de los archivos y a popularizarlas. Luke la había sometido a la prueba que le permitía descubrir el talento Jedi y había obtenido un resultado positivo, y aunque el potencial de Tionne quizá no fuera tan elevado como el de otros estudiantes, no cabía duda de que compensaba esa pequeña inferioridad más que sobradamente con su inmenso entusiasmo y devoción.

Los otros estudiantes buscaron sillas, bancos o meramente un lugar en el suelo para oír cantar a Tionne. La joven puso el instrumento sobre su regazo y empezó a pulsar las cuerdas con las dos manos mientras los estudiantes la escuchaban en un silencio absoluto, y no tardó en llenar la estancia con una suave música llena de ecos que parecía alimentarse de la letra de la canción que entonaba y hacerla aún más delicada y huidiza al mismo tiempo.

Luke cerró los ojos y escuchó la historia de la joven Nomi Sunrider, que había decidido someterse al adiestramiento Jedi por el que habría debido pasar su esposo después de que éste fuera asesinado. Nomi acabó jugando un papel decisivo en la devastadora Guerra Sith que había enfrentado a Jedi contra Jedi en los tiempos de la Antigua República.

Luke sonrió mientras oía la música y las notas armoniosas envueltas en ecos acompañando a la voz suave como el murmullo del agua de Tionne, que cantaba con pasión. De repente oyó un crujido procedente del otro extremo de la estancia, y volvió la mirada hacia allí para ver cómo Kyp Durron se removía nerviosamente con el ceño fruncido. El joven suspiró, volvió a fruncir el ceño y acabó poniéndose en pie, interrumpiendo la canción de Tionne al hacerlo.

—Preferiría que no siguieras empeñándote en perpetuar esa historia ridícula, Tionne —dijo de repente—. Nomi Sunrider no fue más que una víctima... Luchó en las Guerras Sith sin llegar a entender en ningún momento por qué se estaban librando todas esas batallas. Creyó con una fe ciega todo lo que le decían sus Maestros Jedi, que estaban muy asustados porque Exar Kun había descubierto una forma de que los Jedi incrementaran enormemente su poder.

Tionne dejó su instrumento sobre las losas del suelo y tensó las manos encima de su túnica agarrándose las rodillas. Parecía entre perpleja y consternada y sus pequeños ojos brillaban, llenos de confusión.

—¿De qué estás hablando? —El abatimiento le había enronquecido la voz—. He dedicado muchas semanas a reconstruir esa leyenda... Todo el mundo sabía lo que estaba haciendo, Kyp. Si tenías otras informaciones sobre ella, ¿por qué no las compartiste conmigo?

—¿Dónde te has enterado de todo eso, Kyp? —preguntó Luke levantándose.

Se puso las manos en las caderas e intentó obligar a Kyp a bajar la vista mirándole fijamente. El joven se había ido volviendo cada vez más impulsivo e irascible a medida que iba adquiriendo conocimientos Jedi. «Nunca debes perder la calma...» Yoda se lo había repetido una y otra vez, pero Luke no sabía cómo tranquilizar a Kyp.

Kyp recorrió la estancia con la mirada, contemplando a los estudiantes que le observaban con los rostros llenos de asombro.

—Si la Guerra Sith hubiera terminado de otra manera —dijo—, entonces quizá los Caballeros Jedi habrían aprendido a defenderse cuando Darth Vader empezó a perseguirles, y tal vez no habrían perecido todos. Los Jedi nunca habrían caído y nosotros no estaríamos aquí, recibiendo las supuestas enseñanzas de alguien que no sabe más que nosotros.

Luke no se inmutó.

—Cuéntame cómo has averiguado todo eso, Kyp.

Kyp tensó los labios y entrecerró los ojos. Hizo varias inspiraciones muy profundas, y Luke percibió el torbellino de emociones que se agitaba dentro de él, como si su mente estuviera funcionando a toda velocidad para dar con una respuesta.

—Yo también puedo utilizar el Holocrón —dijo por fin—. Como nos repite una y otra vez el Maestro Skywalker, todos estamos obligados a aprender cuanto nos sea posible.

Luke no podía creer en las palabras del joven, pero Erredós entró de repente antes de que pudiera formularle otra pregunta. El pequeño androide dejó escapar un veloz chorro de pitidos y sonidos estridentes. Parecía estar muy alarmado, pero Luke logró descifrar una parte del mensaje transmitido en lenguaje electrónico.

—¿No tienes ni idea de quién puede ser? —preguntó.

Erredós emitió un silbido de negativa que empezó en un extremo de la escala tonal y la recorrió por completo.

—Tenemos un visitante —anunció Luke—. Una nave se está posando en la pista de descenso en estos mismos instantes... ¿Vamos a saludar al piloto? —Se volvió para poner una mano con firmeza sobre el hombro de Kyp, pero el joven la apartó con un brusco encogimiento—. Ya hablaremos de todo esto más tarde, Kyp.

Luke salió de la estancia precediendo a los estudiantes, agradeciendo con alivio aquella inesperada distracción que ayudaría a disipar la tensión. Los estudiantes Jedi le siguieron por el tramo de escalones de piedra y a través del hangar hasta que llegaron a la pista.

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