El discípulo de la Fuerza Oscura (32 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
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Zarcillos de musgo verde oscuro crecían como llamas biológicas congeladas que estuvieran trepando lentamente sobre la lisa superficie de los bloques de piedra. Delante de una pared había una cisterna redondeada llena de agua.

Kyp fue hasta ella y metió los dedos en el agua, sorprendido y encantado al descubrir que el líquido estaba fresco y limpio. Se echó agua en el rostro cubierto de sudor y después bebió, saboreando la dulce caricia del agua al bajar por su garganta. Cuando hubo acabado alzó la cabeza y suspiró.

Dorsk 81 estaba inmóvil en la entrada contemplando la jungla que se extendía más allá del lago. La gran esfera de Yavin se había desvanecido por debajo de las copas de los árboles, y el cielo empezaba a teñirse con los colores purpúreos del crepúsculo a medida que el sol lejano también se iba ocultando poco a poco.

—Me ha entrado mucho sueño de repente —dijo Dorsk 81.

Kyp frunció el ceño, pero creía saber lo que estaba ocurriendo.

—Has recorrido una gran distancia —dijo—. Aquí dentro está oscuro y hace fresco... ¿Por qué no duermes un rato? El suelo parece liso, y se debe de estar bastante cómodo acostado en él. Puedes ponerte junto a una pared y dormir.

Dorsk 81 fue hacia una pared moviéndose tan despacio como si estuviera hipnotizado, y se fue dejando resbalar junto a ella hasta quedar inmóvil con la espalda pegada a la gran losa de obsidiana. Se había quedado dormido casi antes de poder sentarse en el suelo.

—Ahora tú y yo continuaremos en un ambiente más adecuado...

La voz grave y sonora creó ecos dentro de la cámara, como si truenos distantes estuvieran retumbando sobre la jungla.

Kyp giró sobre sí mismo para ver la silueta encapuchada de Exar Kun suspendida en el aire como una mancha de aceite negro. Kyp se irguió ante ella, y tuvo que reprimir el escalofrío de terror provocado por cada palabra del antiguo Señor del Sith.

Movió una mano señalando a Dorsk 81.

—¿Despertará? —preguntó—. ¿Te verá?

Exar Kun alzó sus brazos de sombra.

—No hasta que hayamos terminado —dijo.

—Muy bien.

Kyp se sentó en el frío suelo de piedra y recogió los pliegues de la túnica a su alrededor mientras intentaba hallar una postura en la que estuviera cómodo. Sabía que aquella actitud relajada y tranquila podía parecer altivez o un desafío dirigido a Exar Kun, pero le daba igual.

El antiguo Señor del Sith empezó a hablar.

—Skywalker te ha enseñado todo lo que sabe. Intenta ganar tiempo dándote excusas, pero no puede seguir avanzando porque se ha negado a sí mismo otras opciones. Bloquear las posibilidades le impide seguir desarrollándose como Jedi, ya que ha escogido cerrar sus ojos a lo que puede ser y lo que debería ser.

Exar Kun se alzó sobre Kyp, y de repente estuvo flotando mucho más cerca de él aunque no parecía haber dado ni un solo paso.

—Tú, que eres mi discípulo, ya has aprendido más de lo que nunca llegará a saber Skywalker.

Kyp sintió que el entusiasmo y el orgullo ardían dentro de él, y tensó todos los músculos de su cuerpo sintiendo un repentino deseo de levantarse de un salto, pero logró contenerse.

—Contempla lo que puedo mostrarte hoy —dijo Exar Kun.

Señaló los muros de obsidiana y los jeroglíficos incomprensibles que apenas eran visibles en ellos, líneas negras que se extendían sobre la negrura del cristal volcánico. Pero cuando Kyp volvió la mirada hacia ellas, las palabras parecieron quedar llenas de fuego blanco y resaltaron con cegadora claridad sobre aquel fondo opaco e insondable hasta que ardieron en sus ojos como si quisieran quedar grabadas en ellos para siempre.

Y de repente Kyp descubrió que podía comprenderlas. Las palabras se volvieron asombrosamente claras y llenaron su mente, revelándole una historia increíble ocurrida hacía cuatro mil años y contándole cómo Exar Kun había empezado a impartir las enseñanzas prohibidas, cómo había llegado a la cuarta luna de Yavin para encontrar un antiguo objeto de poder Sith perdido y cómo había esclavizado a la asustadiza y débil raza massassi, obligándola a construir templos enormes que le servirían como puntos focales para las fuerzas oscuras con las que jugueteaba.

—La Hermandad Sith podría haber gobernado la galaxia —siguió diciendo Exar Kun—. Podría haber aplastado a la tambaleante República y haber reducido a los otros Caballeros Jedi a la posición de meros magos de salón..., pero fui traicionado.

La sombra de Exar Kun flotaba sobre el suelo del templo, moviéndose de un lado a otro sin hacer ningún ruido hasta que se detuvo sobre la silueta dormida e indefensa de Dorsk 81.

—Las fuerzas combinadas de los Jedi vinieron a esta luna para enfrentarse conmigo, y desencadenaron tales poderes que me vi obligado a absorber las energías de toda la raza massassi sólo para que mi espíritu pudiera quedar atrapado dentro de estos templos y pudiera sobrevivir con la esperanza de que lograría regresar algún día lejano.

Los brazos negros como el carbón se extendieron hacia abajo como si se dispusieran a estrangular a Dorsk 81. El clon de piel lisa y carente de vello se removió nerviosamente en aquel sopor que se le había impuesto, pero no intentó defenderse.

—¡Exar Kun! —gritó Kyp sintiendo un escalofrío de miedo y reluctancia—. Es a mí a quien estás intentando convertir en tu discípulo, ¿recuerdas? No desperdicies tu tiempo con él.

Las nuevas maravillas que Kun le había mostrado eran fascinantes, pero Kyp ya había vivido lo suficiente para poder darse cuenta de cuándo estaba siendo manipulado. Exar Kun creía haber hecho de él un converso hipnotizado al que podría utilizar a su antojo. Pero Han Solo le había enseñado las virtudes del escepticismo, y Kyp seguía manteniéndose en guardia. Aun así, podía interpretar un papel para obtener aquello que deseaba con tanto anhelo.

Exar Kun se volvió hacia él sin haber hecho ningún daño a Dorsk 81, y Kyp extendió los brazos en un gesto de completa aceptación de su nuevo instructor.

—Enséñame más cosas sobre los antiguos caminos de los Sith —dijo.

Kyp tragó saliva, y después se obligó a hablar con voz firme y clara, pues lo que iba a decir a continuación era lo único que realmente deseaba con todas sus fuerzas.

—Enséñame cómo utilizar esos nuevos poderes para que pueda aplastar al Imperio de una vez y para siempre...

21

Chewbacca y Cetrespeó llevaron a los gemelos por entre las columnas de aceroconcreto cubiertas de tallas que marcaban la entrada al Zoo Holográfico de Especies Extinguidas de Coruscant.

Los niños se habían portado tan mal que Chewbacca se había puesto frenético y había empezado a soltar rugidos, e incluso la programación de paciencia de Cetrespeó se había visto sometida a una dura prueba. Sacar a Jacen y Jaina de casa pareció una buena idea para todas las partes afectadas, y el cuarteto fue por los tubos de tránsito hasta los rascacielos de los niveles superiores de la antigua Ciudad Imperial, recorriéndolos hasta llegar a las terrazas que alojaban el Zoo Holográfico.

Chewbacca se detuvo ante el espectacular arco de entrada al Zoo Holográfico con sus brazos peludos colgando detrás de él y la manecita minúscula de un gemelo invisible dentro de cada manaza. El wookie dio dos zancadas hacia adelante y esperó a que los gemelos le hubieran alcanzado, después de lo cual dio dos zancadas más y volvió a detenerse para esperarles. Cetrespeó les precedía como si estuviera al frente de la expedición. Acababa de administrarse un baño de aceite, y las aleaciones doradas de su cuerpo relucían bajo las luces artificiales.

Avanzaron bajo la sucesión de arcadas y Cetrespeó fue a la garita del portero, donde tecleó el código de crédito de Han y Leia. Chewbacca, que estaba empezando a hartarse de tener que esperar a que las cortas piernas de Jacen y Jaina lograran alcanzarle, cogió a un gemelo en cada mano y siguió al androide.

Tuvieron que soportar una aburrida introducción en una sala de espera vacía llena de sillas, jaulas y conexiones concebidas para acoger los cuerpos de toda clase de visitantes alienígenas hasta que las puertas automatizadas se abrieron con un chasquido. Chewbacca, que seguía llevando a los gemelos en brazos, avanzó por un túnel que hacía pendiente y conducía hasta los niveles inferiores. Cetrespeó se apresuró a seguirle e intentó volver a ponerse delante, pero la masa del wookie ocupaba casi todo el espacio del túnel y no lo consiguió.

Luces multicolores brillaban en el techo y se deslizaban velozmente de un lado a otro ofreciendo simulaciones bastante incompetentes de estrellas, cometas y planetas. Los micro altavoces estéreo disimulados en las paredes dejaban escapar discursos atronadores cada vez que los visitantes pasaban junto a un sensor de movimientos.

—¡Recorran los pasillos del tiempo! —anunciaban aquellas voces retumbantes que parecían pertenecer a divinidades sin cuerpo—. ¡Viajen por los caminos del espacio! Experimentarán prodigios olvidados de tiempos pasados y lugares muy, muy lejanos... ¡Verán criaturas extinguidas que ya no existen en nuestra galaxia, pero que han sido recreadas aquí..., y ahora!

Las paredes se fueron oscureciendo gradualmente. Franjas de luz surgieron de la nada y se unieron para formar una tosca animación de líneas estelares en un falso viaje al hiperespacio. El suelo tembló y gruñó debajo de sus pies acompañando a la simulación. Los gemelos parecieron quedar bastante impresionados, pero la calidad de los trucajes era tan baja que Chewbacca lanzó un rugido de disgusto. La ilusión terminó por fin, y la voz grabada volvió a hablar, esta vez en un melodramático susurro de conspirador.

—Hemos llegado... —anunció—. ¡Estamos en un nuevo universo lleno de posibilidades!

Había varias entradas entre las que podían escoger.

—Por aquí, niños, por aquí —dijo Cetrespeó, y se puso en movimiento. El androide ya había examinado todos los folletos explicativos de la exhibición, los había comparado con el cuadro de intereses y aficiones de los gemelos, y había decidido qué hologramas les enseñaría primero—. Vamos a ver al kángrex mamut de Calamari.

Cruzaron el umbral y los hologramas se activaron al instante, rodeándoles con un turbulento paisaje oceánico y un arrecife que sobresalía de las aguas salpicadas por la blancura de la espuma. El arrecife azotado por las olas estaba cubierto por una masa de algas verdes y púrpuras entre las que se alzaba un enorme crustáceo segmentado, un kángrex de diez patas con mandíbulas dobles en la boca, hileras gemelas de espinas óseas brotando de su espalda y dieciocho negros ojillos relucientes, cuatro de ellos en las pinzas-garras delanteras que usaba para cazar y alimentarse. El kángrex se irguió y dejó escapar un grito tan atronador como si fuese un wampa de los hielos al que acabaran de prender fuego.

Los gemelos vieron cómo tres tritones de piel verdosa emergían de las olas espumeantes empuñando lanzas de hueso. Los tritones llegaron al arrecife y atacaron.

Las lanzas atravesaron el exoesqueleto del kángrex y el monstruo se defendió con sus enormes pinzas. Giró hacia la izquierda y atrapó a un tritón, desgarrando su lisa piel verdosa y sacándolo del agua, donde las toscas piernas unidas y llenas de aletas que formaban la parte inferior de su cuerpo se agitaron como si fuesen la cola de un gran pez.

—Venga, sigamos —dijo Jaina.

—Vamos a ver la próxima simulación —dijo Jacen.

—Pero niños, si todavía no os he explicado las peculiares características biológicas de estas criaturas... —dijo Cetrespeó.

—Oh, sigamos —insistió Jaina.

Atravesaron la ilusión que les rodeaba hasta llegar a la pared del otro extremo, donde había unas cuantas puertas más. Chewbacca empujó a los gemelos hacia la puerta de la izquierda.

—Oh, Chewbacca, ésa no —dijo Cetrespeó—. No estoy seguro de si...

Pero ya habían entrado en la segunda sala, donde se encontraron rodeados por una nueva ilusión que representaba un planeta desértico. Oleadas de calor invisible brotaban de la reseca y escarpada superficie arcillosa haciendo ondular el aire. Una criatura muy extraña apareció encima de un promontorio rocoso y dejó escapar un rugido estremecedor. Tenía una cabeza humanoide de forma cuadrada y un enorme cuerpo felino, gigantescas garras curvas y una cola segmentada que ondulaba de un lado a otro y terminaba en un temible aguijón de escorpión. La criatura volvió a abrir la boca para lanzar un segundo rugido, y reveló unos colmillos amarillentos de los que goteaba veneno.

—¿Una mantícora? —exclamó Cetrespeó con incredulidad—. ¡Oh, realmente...! No entiendo cómo no han eliminado esta simulación del recorrido. Está demostrado desde hace mucho tiempo que esa criatura no era más que un montón de fósiles de distintos animales que nunca habrían debido ser unidos. Las mantícoras no han existido jamás.

Otra mantícora respondió al desafío rugido por la primera con un grito ensordecedor y trepó a las rocas calcinadas por el sol del holograma que se extendía a su alrededor. Los gemelos tiraron de los peludos brazos de Chewbacca y atravesaron a las criaturas inexistentes dirigiéndose hacia el nuevo conjunto de entradas.

—Esta vez escogeré yo, niños —dijo Cetrespeó.

Chewbacca dejó escapar un gemido.

—Quiero ir a casa —dijo Jacen.

—Yo también quiero ir a casa —dijo Jaina asintiendo con la cabeza.

—Pero... Vamos, niños, estoy seguro de que la próxima simulación os encantará —dijo Cetrespeó—. Voy a contaros todo lo que hay que saber sobre las higueras del planeta Pil Diller y las melancólicas melodías que entonan...

Después de tres dioramas y tres pesadas conferencias explicativas de Cetrespeó más, los gemelos decidieron que la perspectiva de jugar al escondite era infinitamente preferible a la de continuar con aquella tediosa expedición a través del Zoo Holográfico.

No podían comunicarse telepáticamente entre ellos transmitiendo frases palabra por palabra, pero cada gemelo siempre sabía de una forma bastante clara aunque general lo que estaba pensando el otro. Cuando Jacen se apartó de Chewbacca para echar a correr a través de los glaciares en que anidaban los halcones de las nieves, fue hacia la izquierda. Jaina echó a correr en dirección opuesta en ese mismo instante, y pasó a toda velocidad junto a un sobresaltado y perplejo Cetrespeó. Los gemelos utilizaron sus incipientes talentos con la Fuerza para que los guiaran hasta una puerta que daba a un corredor de salida.

Chewbacca rugió y Cetrespeó empezó a llamarles a gritos, pero Jacen y Jaina volvieron a reunirse fuera de los dioramas y se echaron a reír, muy complacidos con su hábil escapada. Fueron trotando por el pasillo de baldosas blancas, yendo todo lo deprisa que podían llevarles sus cortas piernecitas y dejando atrás una sucesión de símbolos que indicaban la localización de los puestos de bebidas, salas para descanso y recarga, y zonas de reparación.

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