El discípulo de la Fuerza Oscura (28 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
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—Pero entonces, almirante... ¿Por qué acabamos de retirar todas nuestras fuerzas de los astilleros? —preguntó el comandante de la ciudad.

—Porque ahora va a proporcionarme los códigos de control remoto de esa nave —dijo Ackbar, y movió la cabeza señalando el inmenso hangar espacial en órbita junto al que flotaba el esqueleto del nuevo crucero de batalla a medio construir, el
Marea Estelar
.

—Pero... El
Marea Estelar
todavía no cuenta con ningún sistema de armamento en condiciones de funcionar, señor.

—Pero a menos que esté equivocado sus motores sí pueden funcionar, ¿verdad?

—Sí —dijo el comandante de la ciudad—. Las pruebas de los motores sublumínicos se llevaron a cabo la semana pasada. El núcleo del reactor de hiperimpulsión también ha sido instalado, pero nunca hemos llevado la nave al hiperespacio.

—No es necesario que pueda viajar por el hiperespacio —dijo Ackbar—. ¿Han evacuado a todos los ingenieros de construcción?

—Sí, fueron evacuados a la primera señal de que estábamos siendo atacados.

—Entonces quiero tener acceso al sistema de control remoto de esa nave.

—Almirante... —murmuró el comandante de la ciudad con expresión dubitativa, pero acabó tecleando la secuencia de un código de mando—. Si se tratara de cualquier otro en vez de usted...

Ackbar asumió el mando y entró en el campo donde se proyectaban las imágenes virtuales con un paralaje concebido para ojos telescópicos y muy separados.

La nave a medio construir encendió sus motores y entró en la modalidad de control remoto. El navío de combate desarmado se alejó lentamente de los astilleros orbitales con un rugido inaudible de sus gigantescos motores sublumínicos, y fue acelerando poco a poco a medida que ascendía por el pozo gravitatorio del planeta. Los motores eran lo suficientemente poderosos como para llevarse consigo todas las estructuras del muelle espacial que estaban conectadas a la nave.

A Ackbar no te importaba. Cuanto más masa hubiera, mejor.

Leia se mordió el labio mientras escuchaba los ecos atronadores del ataque que llegaban desde arriba. Los sensores visuales externos estaban mostrando los daños sufridos por el casco de la Ciudad de la Espuma Vagabunda, y otra oleada de cazas TIE acababa de surgir de los cielos y estaba bajando en un veloz picado para calcinar cualquier superficie expuesta.

Cilghal parecía haber entrado en una especie de trance, y Leia se preguntó si no estaría aturdida ante la ferocidad del ataque y los horribles daños que estaba causando. La embajadora permanecía inmóvil ante las imágenes orbitales que mostraban a los enjambres de cazas, de cazas B defensores y de aparatos TIE atacantes. Leia vio cómo extendía las manos para rozar puntos de luz aparentemente escogidos al azar con las puntas de los dedos.

—Éste. Ahora éste... Ahora este otro —decía Cilghal.

Leia vio cómo la pantalla se iluminaba una fracción de segundo después de que Cilghal hubiera rozado cada punto, y supo que aquellos destellos cegadores indicaban la destrucción de las naves señaladas.

Leia estaba asombrada, y no podía creer que Cilghal hubiera sido capaz de escogerlas con tanta precisión. Pero las habilidades incipientes que le había enseñado Luke le permitieron sentir un tirón impalpable procedente de la embajadora, que estaba llevando a cabo una manipulación instintiva de la Fuerza.

—¿Cómo está haciendo eso? —preguntó, aunque ya sospechaba cuál iba a ser la respuesta.

—Igual que lo hice con el banco de peces —respondió Cilghal en voz baja—. No es más que un truco... Pero ojalá pudiera ponerme en contacto con nuestros cazas. ¡Ése, ése!

Cilghal extendió un largo dedo para ir siguiendo la trayectoria de un caza B que parecía estar a salvo de cualquier peligro en el centro de su escuadrón, pero de repente un caza TIE dañado que había perdido el control atravesó el grupo de naves moviéndose en una veloz espiral y chocó con el caza B que la embajadora calamariana había presentido estaba condenado a la destrucción. Cilghal había hecho exactamente lo mismo con el banco de peces mientras la monstruosa criatura llamada krakana se alimentaba.

La embajadora parecía atónita y muy afectada.

—No hay tiempo suficiente —dijo—. No consigo averiguarlo con la antelación suficiente...

Leia sintió un escalofrío de asombro maravillado que no podía ser disipado ni por toda la furia del ataque imperial. Sabía sin necesidad de llevar a cabo ninguna clase de examen que Cilghal tenía el potencial de utilizar sus poderes igual que un Jedi. Leia tendría que enviar a Cilghal al centro de adiestramiento que Luke había establecido en Yavin 4..., si lograban sobrevivir al infierno que se había desencadenado sobre Calamari.

Ackbar tenía la sensación de formar parte de la inmensa nave a medio construir que estaba controlando desde el núcleo interno de la Ciudad de la Espuma Vagabunda. No prestaba ninguna atención a la ensordecedora confusión de los informes y las alarmas que sonaban en el Centro de Mando. Todo su cuerpo se había convertido en una extensión del
Marea Estelar
, y Ackbar estaba viendo a través de los ojos mecánicos de los sensores.

Los motores daban cada vez más velocidad al inmenso casco. La luna de Calamari se fue haciendo más grande a medida que Ackbar se aproximaba a ella, y después el
Marea Estelar
empezó a moverse a gran velocidad muy cerca de la superficie sin atmósfera llena de cráteres para llegar al lado oscuro de la luna y salir del radio de acción de los sistemas sensores... allí donde el tercer Destructor Estelar acechaba emboscado.

Ackbar conectó los reactores de hiperimpulsión del
Marea Estelar
y apagó los sistemas automáticos de refrigeración. Las alarmas resonaron por todo su cuerpo cuando las rutinas de advertencia de la nave entraron en acción y empezaron a avisarle con sus alaridos electrónicos. Pero Ackbar aumentó todavía más la salida de potencia e intentó aguantar, manteniendo a raya aquel hervidero de furiosa energía que esperaba impacientemente el momento en que podría escapar del gigantesco navío de combate a medio construir.

Ackbar guió el
Marea Estelar
alrededor de la curvatura de la luna y vio la punta de flecha que era el tercer Destructor Estelar empezando a activar sus baterías de armamento.

—Allí está...

Un instante después el tercer Destructor Estelar detectó la presencia del crucero de combate de Mon Calamari y empezó a descargar un diluvio de haces turboláser sobre él... pero a Ackbar no le importaba en lo más mínimo.

Un haz de energía destruyó un punto de unión en la estructura del muelle espacial que envolvía al
Marea Estelar
, y todo un andamiaje de vigas salió despedido al espacio. Un diluvio de gotitas de metal fundido brotó de las planchas de estribor allí donde un impacto directo había convertido en vapor una buena parte del casco.

Ackbar siguió avanzando a toda velocidad en su misión suicida, yendo en línea recta hacia la garganta del Destructor Estelar. La nave imperial seguía disparando.

Ackbar desactivó los últimos mecanismos de seguridad que mantenían controlado el reactor de hiperimpulsión, que carecía de escudos o protecciones. Faltaban muy pocos segundos para que la reacción que se estaba desarrollando dentro del horno de energía super-recalentada llegase al punto en el que la explosión sería inevitable.

Después Ackbar se desconectó de la consola de mandos y permitió que las leyes de la física siguieran su curso.

—¡Dígame qué está ocurriendo, capitán Brusc! —gritó la almirante Daala por el sistema de comunicaciones.

El
Mantícora
acababa de iniciar su aceleración triunfal para destruir los astilleros calamarianos cuando de repente todo pareció enloquecer. Las alarmas interrumpieron la transmisión de Daala.

El capitán logró restablecer la conexión y empezó a gritar órdenes.

—¡Hay otra nave, almirante! —dijo Brusc, lanzándole una rápida mirada de soslayo y ardiendo en deseos de dar más órdenes, pero sin atreverse a ignorar del todo a Daala—. Ha surgido de la nada... Debían, de saber que estábamos aquí.

—Eso es imposible —replicó Daala—. No tenían forma alguna de detectarnos. No hemos dejado ningún rastro que pueda ser captado por los sensores. ¡Oficial de comunicaciones! ¡Quiero una conexión inmediata con los sensores tácticos del
Mantícora
!

Daala se inclinó sobre la pantalla y vio su tercer Destructor Estelar y la estructura esquelética del crucero estelar calamariano a medio construir. La pesada masa de los andamios de construcción que arrastraba hacía que pareciese ridículamente torpe y lento... pero avanzaba inexorablemente. Daala comprendió al instante la táctica suicida que iba a emplear.

—¡Salga de ahí ahora mismo!

El
Mantícora
viró para alejarse de la trayectoria que seguía el
Marea Estelar
, pero el crucero calamariano se estaba moviendo demasiado deprisa. Las baterías turboláser del
Mantícora
no podían hacer nada para frenar su incontenible avance.

Daala mantuvo la espalda rígida y se obligó a no encogerse sobre sí misma. Tensó las manos alrededor de la fría barandilla del puesto de mando del puente hasta que sus nudillos palidecieron, y le pareció que el plastiacero se alejaba a toda velocidad debajo de ella. Su boca reseca se abrió para articular un silencioso alarido de negativa.

El navío de combate calamariano chocó con la parte inferior del casco del
Mantícora
, pero el
Marea Estelar
se convirtió en una pequeña nova una fracción de segundo antes del impacto. La explosión lo desintegró por completo y emitió cegadoras oleadas de energía que hicieron pedazos al
Mantícora
.

La transmisión del capitán Brusc se interrumpió de repente.

Daala dio la espalda a las pantallas, apretando los dientes y negándose a permitir que las lágrimas abrasadoras del fracaso invadieran sus verdes ojos mientras pensaba en todo el armamento, todo el personal y toda la responsabilidad que acababan de ser destruidos.

Después mantuvo la mirada clavada en el espacio, cegada por la deslumbrante explosión doble que surgió detrás de la luna de Calamari creando un eclipse artificial.

18

Kyp Durron sentía un júbilo incontenible, y al mismo tiempo tenía la sensación de estar haciendo el ridículo. Los otros estudiantes Jedi habían interrumpido sus ejercicios y habían retrocedido un poco para contemplar cómo se adiestraba.

Kyp mantuvo en equilibrio su cuerpo rodeado por el denso follaje de la jungla mientras sentía cómo el aire cargado de humedad lo envolvía igual que una manta de sudor. Sus pies estaban extendidos en el aire y tenía la espalda rígida, manteniéndose erguido sobre la palma que apoyaba en el suelo. El reborde de su mano se hundió un poco en la blandura de la tierra, y Kyp sintió el roce afilado de los tallos de hierba que habían quedado atrapados entre sus dedos.

Podía mantenerse en equilibrio con menos dificultades encima de un suelo que no estuviera tan lleno de irregularidades, pero aquello hubiese resultado demasiado fácil. Su cabellera oscura colgaba alrededor de su rostro, y las gotitas de transpiración se iban acumulando poco a poco hasta formar hilillos que se deslizaban a lo largo de su cuero cabelludo.

Kyp estaba usando la otra mano para sostener una roca cubierta de musgo que había sacado del suelo. Granitos de polvo y pequeñas pellas de barro se iban desprendiendo de la roca y caían sobre la hierba. Kyp podía mantener la roca en el aire con un esfuerzo muy pequeño gracias a que estaba utilizando la Fuerza para que hiciese la mayor parte del trabajo.

Erredós dejó escapar un pitido de alarma, y Kyp oyó su veloz parloteo electrónico entre las ramas que tenía encima. El joven lo había levitado hasta allí arriba como ejercicio de precalentamiento y bajaría al pequeño androide a su tiempo, pero de momento tenía que seguir manteniendo su intensa concentración.

Kyp eliminó de su mente la presencia de los otros estudiantes Jedi y permitió que sus ojos quedaran entrecerrados mientras se concentraba y alzaba por los aires una rama de árbol desprendida del tronco y cubierta de hongos, arrancándola de un macizo de matorrales de hoja azul y moviéndola hasta colocarla en posición vertical junto a él.

Después dejó escapar muy despacio el aire que había estado conteniendo dentro de sus pulmones y se concentró en mantenerlo todo allí donde estaba en aquellos momentos. El resto del universo empezó a girar alrededor de Kyp. El joven había alcanzado un grado muy elevado de sintonización mental, y de repente sintió una vibración en la Fuerza, una ondulación de asombro y orgullo.

El Maestro Skywalker había venido a ver cómo se ejercitaba.

Kyp sabía cómo captar la presencia de la Fuerza y cómo utilizarla. Era una habilidad natural en él, y el hacerlo le parecía una reacción tan instintiva como lo había sido pilotar el
Triturador de Soles
cuando se encontraba dentro del cúmulo de agujeros negros. Tenía la sensación de que había pasado toda su vida estando preparado para aquello, pero que no había podido verlo hasta entonces sencillamente porque nunca le habían enseñado cómo utilizar sus capacidades. El Maestro Skywalker por fin le había dado el pequeño empujón inicial que necesitaba, y la nueva capacidad había surgido de la nada y había inundado todo su ser como si una válvula que llevara mucho tiempo cerrada hubiese sido abierta de repente.

Kyp sólo había necesitado poco más de una semana de trabajo intensivo para superar los logros de todos los otros estudiantes Jedi. Se había concentrado en el adiestramiento, y apenas había mantenido contactos con los otros candidatos. Hablaba con muy pocos de ellos, y dedicaba cada momento de su tiempo a reforzar y refinar sus capacidades Jedi, aumentar su concentración y desarrollar una estrecha intimidad con la Fuerza. Siempre estaba persiguiendo al Maestro Skywalker para que le asignara nuevas tareas y le presentara desafíos más grandes, para así poder seguir aprendiendo y avanzar un poco más en la comprensión de la Fuerza.

Mientras permanecía inmóvil rodeado por la jungla y observado por los otros estudiantes, Kyp no consideraba que sus ejercicios fueran una forma de exhibirse para presumir de sus progresos. Le daba igual que el Maestro Skywalker le estuviera viendo o no. Lo único que quería era seguir ampliando los límites de lo que era capaz de hacer. Después de haber completado un conjunto de ejercicios siempre probaba con una rutina más difícil, y añadía desafíos más grandes a los ya superados. Eso le permitiría seguir mejorando.

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