El encantador de gatos (19 page)

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Authors: Carlos Rodríguez

Tags: #Ensayo

BOOK: El encantador de gatos
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Conductas de ingestión anormales

Dentro de las conductas de ingestión de los gatos, no debemos olvidar que existen conductas totalmente inadecuadas o aberrantes, pero que también muchas de las que pueden parecernos «anormales», son, sin embargo, absolutamente normales:

  1. Coprofagia: el consumo de excrementos es una conducta normal en las gatas con crías menores de un mes; la madre estimula la zona anogenital de los cachorros y puede llegar a ingerir los excrementos. Esta conducta se produce para evitar dejar señales a posibles predadores.
  2. Canibalismo: las madres pueden llegar a canibalizar a gatitos que han nacido muertos, enfermos y débiles; esta conducta se produce como una vía de prevención de diseminación de enfermedades, de conservación de los recursos maternos, de supervivencia de los cachorros más sanos…

    En otros casos, el estrés de la madre, un incorrecto estado de nutrición o algún problema hormonal también pueden conducir al canibalismo.

  3. Ingestión de plantas y hierba: aunque se han propuesto muchas teorías para explicar este comportamiento, ninguna ha sido respaldad por estudios científicos. Entre las hipótesis más extendidas está la que mantiene que las plantas y la hierba provocan una irritación del tracto gastrointestinal del gato, lo que llega a provocarle el vómito; este consumo voluntario de plantas y hierba se realizaría con la «intención» de expulsar bolas de pelo u otros materiales no digeribles del aparato digestivo. Similar teoría es la que defiende la ingestión de productos vegetales como un medio para obtener un aporte extra de fibra que le permita expulsar con mayor facilidad las bolas de pelo que se forman en el aparato digestivo debido al exhaustivo acicalado diario.

    Otros argumentos indican una posible deficiencia nutricional que provocaría dicha ingestión de plantas, un cierto interés por el sabor de los vegetales para compensar la deficiencia de ácido fólico en los gatos que consumen carne de forma exclusiva.

  4. Anorexia: un estado de inanición prolongado provocará en el animal desnutrición, disminución de la función inmunitaria y problemas hepáticos (lipidosis). La anorexia en los felinos puede ser debida a estrés (hospitalización, viajes, traslados, nuevas personas, o animales en el hogar, altas temperaturas, manipulación excesiva), alimentos inadecuados o enfermedades que cursen con fiebre, tumores, insuficiencia renal, dificultades para tragar o anosmia (falta de olfato), problemas que pueden estar originados a su vez por secuelas de trastornos respiratorios.
  5. Polifagia: la ingesta excesiva de alimento en el gato puede ser debida al estrés, a otras enfermedades y al uso de ciertos fármacos. Si el animal presenta polifagia y pierde peso, el problema parte de una enfermedad o de una inadecuada alimentación. una ingesta excesiva con aumento de peso conduce a la obesidad; ésta se desarrolla en dos fases: la primera es dinámica, de incremento de peso, se consume menos energía y se produce el aumento ponderal. En la segunda, que es estática, el consumo es normal, pero el peso permanece estable. Si la causa de la polifagia y de la obesidad inducida se debe a una respuesta frente al estrés hemos de saber que dentro de los comportamientos de autoapaciguamiento que utilizan los gatos estresados están los de tipo oral: el aseo excesivo y la polifagia.
  6. Pica: se trata de la ingestión de sustancias no alimenticias. En los gatos lo más normales es la ingestión de lana o fibras, que puede llegar a producir obstrucciones.
La enfermedad y el veterinario

Los veterinarios sabemos que no hay pacientes más «herméticos» que los gatos. Aquí vuelve a aflorar aquel
Felis silvestris lybica
solitario, al que le gusta estar tranquilo y que se siente mejor cuando se esconde y nadie le molesta.

El perro enfermo suele buscar «apoyo» en su manada, y el ser humano lo pide a gritos. El gato en estos casos se esconde o se queda quieto, sin más.

Si conocemos un poco a nuestro gato, observaremos esos cambios de conducta indicativos de que algo «no va bien». Un gato enfermo reduce sus actividades más típicas: deja de comer o come mucho menos (con lo que adelgaza en pocos días), deja de asearse (con lo que su pelo presenta un aspecto «sucio» y desaliñado), deja de jugar y cambia de lugar de reposo, es frecuente que se recueste en la bandeja sanitaria.

Hay trastornos de conducta que pueden sugerir que el gato se siente mal. Hay ocasiones en que orina o defeca fuera de la bandeja: tal vez padezca dolor que a su vez produce rechazo al sitio donde más le duele. En ocasiones puede tornarse agresivo y la causa, a veces, es un dolor difuso que le encoleriza.

El comentario lógico es que si vemos cualquier cambio de actitud a peor, consultemos con su veterinario. Cuando el gato manifiesta estos cambios posiblemente lleve ya varios días mal, aunque no lo hayamos notado.

Además, la presencia del gato en la clínica puede llegar a ser desesperante, no sólo para el profesional, sino para el propietario, que tras largas horas de persecución y algún que otro arañazo, consigue introducir al animal en su caja de transporte.

El gato asocia la caja con el coche, con su destino a la clínica, con los olores de ese especial entorno, con el veterinario, con sus procedimientos…

El comentario habitual del propietario, tras el comportamiento «satánico» de su gato en la consulta, suele ser el mismo: «No puedo entenderlo, si en casa es un bendito…».

La explicación es tan sencilla como volver a leer el apartado del miedo, del miedo a las personas… El gato está manifestando un comportamiento de «puro y duro» miedo.

Pero, afortunadamente, la mayoría de los felinos aceptan de buen grado el manejo del veterinario, por su adecuada socialización, por el trato del profesional, por experiencias «no del todo negativas»…

El veterinario es el valedor final de la salud del felino… como propietarios responsables intentemos que el animal se socialice de forma adecuada con la clínica y con el profesional y colaboremos de la forma que nos indiquen… así será mucho más sencillo para todos.

7
Intentémoslo de nuevo

En demasiadas ocasiones solemos escuchar que a los gatos no se les puede educar, que sus conductas no deseadas no pueden ser manejadas… ¡¡Nada más lejos de la realidad!!

Un gato reaccionará adecuadamente a las pautas educativas pensadas para su especie; lo que sin duda nunca funcionará en el intento educativo de un felino, es la utilización de las pautas empleadas habitualmente en el caso de los perros.

Como en cualquier animal doméstico al que estemos educando, debemos tener presente el correcto asesoramiento del profesional, así como grandes dosis de paciencia; el uso de los castigos y de los refuerzos como medios de apoyo para conseguir el fin deseado, completarán el núcleo de medidas necesarias para lograr los resultados esperados.

Tenemos un problema con el gato… ¿Cuáles son los principales datos que hay que tener en cuenta?

  1. Datos del animal: los más jóvenes suelen presentar más problemas de conductas higiénicas inapropiadas, los machos «enteros» manifiestan problemas con el marcaje, los gatos persas suelen ser más «reacios» al buen uso de las bandejas de lecho absorbente… la edad, el sexo, la raza… han de ser tenidos en cuenta.
  2. Historia: el veterinario especialista en comportamiento no es un «cotilla profesional», un ser que desee saber todo por puro vicio… Son normales las tomas de datos de larga duración para que no se escape ni un fleco… El etólogo no es un doctor House obsesionado por rebuscar en la basura y en los armarios de sus pacientes, pero, a su manera, ha de conocer hasta el último detalle. Es muy importante que todas las personas que viven con el animal, todas, den su punto de vista y respondan a las preguntas del profesional.
  3. ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo?: es muy importante que podamos responder de forma clara y precisa a estas y otras preguntas sobre el problema de comportamiento del gato… Muchas veces no somos concretos en las respuestas… por ejemplo… estamos locos con el terrible olor de nuestro macho «entero», olor que inunda la casa y arremete nuestra pituitaria… pero la respuesta a dónde marca el animal suele ser: ¡¡por toda la casa!!… Eso es imposible… lo más seguro es que el animal marque una sola zona, o a lo sumo un par de ellas… Tenemos que concretar, si no lo hacemos es difícil solucionar el problema.
  4. Examen físico: tras la recolección de datos, el profesional descartará una patología orgánica como causa del problema mediante la realización de todas las valoraciones y pruebas diagnósticas necesarias.
  5. Diagnóstico pronóstico: con todos los datos se pondrá «nombre y apellidos» a los problemas; a partir de ese momento estamos en el camino directo a la solución. El pronóstico es muy importante para los propietarios, es lógico que quieran saber si es posible que el problema se solucione, cuánto tiempo puede durar el proceso (deben tener claro que no existen «milagros» en 24 horas), qué es lo que se tienen que hacer… El tiempo dependerá, en muchos casos, de la implicación de los propietarios, de que sigan al pie de la letra las recomendaciones del profesional, olvidándose de «sus ideas» y de los «consejos de presuntos expertos». El pronóstico del problema dependerá de:
    • El animal de compañía.
    • El o los propietarios.
    • El entorno del animal.
    • El tipo de problema de comportamiento y su alcance.
    • la capacidad del profesional (diagnóstico, comunicación con los propietarios, implementación, manejo y control del tratamiento).
    • La capacidad del propietario para aplicar las terapias adecuadas.

Y tener claro todo lo comentado.

El castigo

Un castigo supone la aplicación de un estímulo molesto para el animal (aversivo) en el preciso momento o inmediatamente después (entre uno y tres segundos) de que haya mostrado una conducta no deseada.

Para que este castigo sea eficaz, el estímulo aplicado debe ser inmediato tras la acción y lo suficientemente intenso como para provocar molestia pero sin producir daño o miedo.

Ante lo dicho debemos plantearnos no aplicar castigos que no sean recomendados por un profesional, ni hacerlo fuera de los momentos adecuados: en el preciso instante que se desarrolla la acción o justo después, ya que si no el castigo carecerá totalmente de eficacia e incluso será contraproducente (puede generar otros problemas de conducta).

Otro de los puntos a tener muy en cuenta es la adecuación del castigo a cada especie animal; un castigo aplicado a un perro en determinada situación no tiene por qué ser útil o eficaz para un gato ante un comportamiento no deseado; por otra parte, un castigo de insuficiente intensidad puede causar una habituación del animal al mismo sin conseguir el más mínimo efecto; por el contrario, si el castigo es excesivamente severo no suele solucionar el problema y «de regalo» puede provocar otras alteraciones de la conducta.

Por desgracia seguimos escuchando de boca de muchos propietarios el uso de castigos físicos de «variado tipo»; debemos tener
siempre
presente que los castigos físicos no se deberían utilizar
nunca
.

El castigo físico puede agravar un sencillo problema inicial, y que éste derive en miedo del animal hacia el propietario o que desencadene agresiones del animal al hombre…

Entre las formas de castigo utilizadas habitualmente podemos comentar:

  • Las técnicas directas utilizadas por el dueño: palabras, sonidos…
  • Las técnicas remotas empleadas por el dueño: sprays de agua, bocinas…
  • Las técnicas de trampas ambientales o «cazabobos»: sabores amargos, olores desagradables…

Pero antes de entrar a explicar las distintas técnicas de castigo debemos tener presente la importancia del «castigados»; un propietario adecuadamente asesorado por el profesional debe ser capaz de valorar si la forma de castigo seleccionada por el veterinario como la más adecuada es realmente eficaz para el animal problema; en muchos casos será el propietario el que valore si la técnica aplicada supera los ámbitos de sensibilidad de sus mascota hacia uno u otro castigo. En el fondo, es el que mejor conoce a su amigo.

No todos los animales reaccionan igual ante un mismo castigo, por eso remarcamos la importancia de que el «castigador» esté correctamente asesorado y sea capaz de valorar las reacciones del animal ante el castigo propuesto.

Técnicas de castigo
  1. Castigo directo interactivo: este tipo de castigo solamente deberá ser utilizado si el animal realiza la acción no deseada delante del propietario. En muchos casos suele ser suficiente una voz enérgica (¡¡no!!) o un sonido fuerte (palmada, silbido…) para dar por concluida la acción; esto suele ser más efectivo en gatos jóvenes o en adultos «sensibles».

    También es importante tener claro cuándo el animal puede realizar la acción no deseada; si por ejemplo el gato se dirige hacia el lateral del sillón en el que suele afilarse las uñas, el propietario puede intentar evitar la posible conducta desviando al animal con algo que reclame su interés: decir su nombre, ofrecerle algún premio, o directamente cogerlo y variar su camino (proporcionándole además una caricia).

    Esta manipulación del animal sólo debe realizarse si no provoca miedo, ansiedad o intento de agresión y si además consigue el cese inmediato de la supuesta acción inadecuada (afilado de uñas en el sillón).

    Existen algunos productos en el mercado que emiten sonidos audibles, o no, para el propietario, como los aparatos de sonidos ultrasónicos, audibles por la mayoría de los perros y de los gatos, las bocinas, las sirenas… que son útiles para realizar el castigo directo interactivo; también existen posibilidades más sencillas, como una lata llena de piedras o monedas, las pistolas y los
    sprays
    de agua…

  2. Castigo remoto interactivo: este tipo de castigo, conocido también como castigo «disimulado», se utiliza para evitar conductas inadecuadas que se producen en ausencia del dueño. De esta forma, el animal aprende que la conducta no puede ser realizada aunque no esté presente el propietario; para aplicar este castigo «vigilaremos» al gato escondiéndonos, mediante espejos, cámaras de vídeo, intercomunicadores de niños… cualquier método que nos permita visualizar la acción del animal sin que él nos vea.

    Tras la visualización «disimulada» de la acción inadecuada del animal, sería ideal aplicar el castigo sin que él relacionara su procedencia con su propietario; esto se intenta para que el animal asocie el castigo con su conducta y no con el propietario.

    El castigo puede tener forma de sonidos emitidos a distancia, chorros de agua, luces…, cualesquiera de los castigos empleados deben interrumpirse en el mismo momento que cesa la conducta anómala.

    En el caso de los gatos es de gran importancia que no asocie el castigo al propietario, ya que tras varios castigos el animal los relaciona con su dueño, aprende a evitarlo y el comportamiento inadecuado se mantiene.

  3. Castigo ambiental: este castigo pretende producir un estímulo molesto al animal por una acción inadecuada realizada sin la presencia del dueño pero sin la necesidad de que el propietario esté controlando la situación.

    En este caso se aplican cambios en el entorno del animal, dificultando su acceso a zonas, evitando su «ataque» a muebles, plantas… Para ello existen actualmente en el mercado un gran número de artilugios remotos que producen sonidos cuando el animal entra en una zona, esterillas que emiten suaves descargas… incluso existe un collar que consigue evitar que un gato se alimente de la comida de otro gato… el sistema se dispara cuando el animal pretende comer fuera de su recipiente.

    Pero no sólo los métodos modernos son capaces de proporcionarnos sistemas para el castigo ambiental, los métodos «de toda la vida», como cinta adhesiva de doble cara, papel aluminio, sabores y olores molestos para el animal, consiguen los efectos deseados siempre y cuando hayan sido correctamente prescritos por el profesional.

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