Adultos: desde el año hasta los 7 años.
Adultos
light
: desde el año hasta los 7 años en animales con tendencia a engordar. No es útil para tratamientos de adelgazamiento en animales obesos. Es un producto que previene la obesidad, no la trata.
Senior
: desde los 7 años en adelante.
En el caso del gato adulto sería un «pecado menor», pero un pecado a fin de cuentas. Si alimentamos a nuestro gato con un correcto alimento, lo único que conseguimos dándole leche es desequilibrar la ración global… Mejor, evitarla.
En el caso de los gatitos es más problemático, ya que el consumo de leche de vaca suele ocasionarles una más que molestas diarreas debido a un alto contenido en lactosa que su tierno aparato digestivo no es capaz «de manejar».
Sí, y además son muy efectivos. Nuestros gatos tienen la suerte de disponer de variadas fórmulas dietéticas para las diferentes enfermedades que les afectan: obesidad, gastritis, diabetes, alergias, cálculos, enfermedades renales, enfermedades hepáticas…
Estos alimentos suelen ser en muchos casos la base principal de los tratamientos, lo que consigue mejorar la situación con la aplicación de un menor número de fármacos. Estos alimentos deben estar prescritos y controlados por el veterinario.
Podríamos decir que el ofrecimiento de premios en forma de alimento para el gato mejora nuestra relación con el animal, hace un poco más variada su dieta, nos hace sentir bien, pero ¿son necesarios?
Debemos tener muy presente que nuestra «premiante» acción puede ocasionar problemas como el desequilibrio de la ración alimentaria, un menor interés por la ración diaria, alteraciones gastrointestinales, etcétera.
Los premios alimenticios no son estrictamente necesarios, pero si queremos darlos, olvidémonos de nuestra comida hecha en casa y ofrezcamos aquellos premios comerciales perfectamente equilibrados a nivel nutricional, siguiendo la recomendación del profesional; en este aso, a pesar de estar prescritos por el veterinario, los premios jamás deberán exceder de un 10 por ciento de la dieta diaria.
Al gato no le hacen falta novedosas tecnologías para expresarse; podemos confirmar sin temor a equivocarnos, que ningún gato ha necesitado el teléfono fijo o el móvil, el correo tradicional o el electrónico para comunicarse con sus colegas, animales o humanos; los felinos disponen de otros tipos de lenguaje, para lo cual utilizan, entre otras cosas, su cuerpo, los sonidos, las marcas y los olores.
Para el establecimiento de una comunicación con otro ser vivo mediante el cuerpo, el gato utiliza una combinación de posturas y posicionamientos de cabeza, cola, orejas, bigotes…
Estos mensajes pueden verse acentuados por el erizamiento del pelo de distintas partes de su organismo, algo que el gato realiza en un claro intento de mostrar un tamaño de cuerpo mayor al real.
Los gatos suelen comunicarse mediante los sonidos, más con los humanos que con sus congéneres; cuando emiten sonidos hacia sus congéneres suele ser exclusivamente en épocas reproductivas; el resto de las ocasiones, las vocalizaciones de los gatos, entre los gatos, sólo se producen por interacciones negativas (peleas).
El lenguaje sonoro del gato hacia el hombre es debido al mantenimiento de un comportamiento infantil; cuando un cachorro tiene hambre, miedo o necesita cualquier cosa, llama a su madre mediante un maullido… Cuando el gato quiere algo de su amigo humano también le reclama con un maullido.
Ciertos autores sugieren que los gatos tienen más de quince sonidos con significados concretos, sonidos que se pueden clasificar de la siguiente forma:
Otra clasificación de los sonidos emitidos por el gato es la siguiente:
Si nos atenemos a la definición de la Real Academia Española, el ronroneo, referido al gato, es la acción y efecto de producir u na especie de ronquido, como demostración de contento…
Esta curiosa manifestación de los felinos se ha llegado a definir como una obra de arte, por su singularidad como forma de expresión.
Los que conviven con uno o más gatos, saben de lo que estamos hablando… Cuando el animal se encuentra plácidamente tumbado o tranquilamente sentado, o cuando su cuerpo está siendo acariciado por nuestras manos… es como si se activará un «motor» … A partir de ese momento todo el cuerpo del animal se ve inundado por una continua vibración, por un sonido sordo, hueco, profundo; un sonido tan característico de los felinos domésticos como característico es el incomparable e inimitable sonido de una Harley Davidson.
Pero a pesar de que el ronroneo es conocido, a pesar de tener una definición… lo verdaderamente curioso es que todavía hoy no se sabe cómo el gato consigue producirlo.
Como en todo lo difícilmente explicable existen teorías… una propone que el ronroneo parte de unos pliegues o falsas cuerdas vocales; otra que se produciría por la contracción de ciertos músculos de la laringe... y entre muchas otras más destacaríamos aquella que relaciona el ronroneo con el flujo sanguíneo de la vena cava posterior; según esta teoría, el flujo venoso y la acción del diafragma sobre esta importante vena provocaría unas oscilaciones que se verían amplificadas en la caja torácica.
Sea cual sea la inexplicable procedencia del ronroneo, la gran mayoría de investigadores e interesados por el tema le atribuyen al ronroneo una expresión de bienestar.
Incluso algunos otorgan a esta acción felina una forma de «autocomunicación» del animal, algo así como un «hablarse a sí mismo», un momento especial que el animal disfruta y que consigue trasmitir al que está a su lado.
Si tenemos a un gato ronroneando en nuestro regazo, nos invadirá su sensación… Si nos dejamos llevar por esas inexplicables oscilaciones sentiremos que nosotros también nos relajamos, que el bienestar nos inunda… Si nos toman la tensión veremos que ésta se estabiliza, se regula, que las pulsaciones disminuyen…
Y siguiendo con las teorías, con las investigaciones… El ronroneo no nos aclara su procedencia, pero los estudiosos del tema son capaces de proponer varios tipos de ronroneo… uno de ellos sería el ronroneo de agradecimiento, que es aquel que «ofrece» el animal al humano proporcionándole algo de su agrado, sea material o afectivo.
Otro tipo de ronroneo sería como un «cebo» para el hombre, un ronroneo para conseguir algo de su amigo de dos patas.
Forma de expresión, medio para conseguir atenciones… Cuanto más nos sumergimos en el ronroneo más nos podremos dar cuenta de que éste aparece en diversas y extremas situaciones: desde el animal que está enfermo, muy enfermo, casi a punto de morir, hasta en la hembra que está siendo montada enérgicamente por el macho.
Es posible que cada gato sepa utilizar su ronroneo para aquello que pretende… es posible que el ronroneo tenga un componente innato y uno claramente aprendido.
Un cachorro de gato recién nacido, de apenas pocos días de vida, puede ronronear… ¿Quiere conseguir algo? ¿Es una expresión innata de bienestar? ¿Está comunicando algo a su madre y hermanos?
Pasarán muchos años y quizá este secreto tan bien guardado por los felinos siga sin resolverse.
Mientras tanto, pensemos que cuando nuestro gato ronronea, algo bueno le pasa, o algo bueno está buscando.
Nosotros, como sus familiares felinos de mayor tamaño, no podemos ronronear. Nuestra expresión más similar de bienestar, placer o grado, jamás se parecerá ni por asomo, al dulce y pacificador ronroneo de un gato.
Aunque evidentemente el gato no decide portar este sistema de sonido sobre su organismo, el cascabel no deja de ser un elemento sonoro que nos aporta información sobre, al menos, la posición del gato.
El dicho o refrán… «Ponerle el cascabel al gato» parece tener su origen en un cuento del siglo XIV, un cuento que decía, más o menos, así: «Los mures (ratones) una vegada llegáronse a consejo et acordaron cómmo se podrían grandar del gato. Et dixo el uno qu'era más cuerdo que los otros: atémos una esquila (cascabel) al pescuezo del gato et podernos hemos muy guardar del gato, que cuando él passare de u n cabo á otro, siempre oyremos la esquila. Et aqueste conseio plugo a todos, más dixo uno: Verdat es; más ¿quién atará la esquila al pescuezo del gato? Et respondió uno: Yo no. Respondió el otro: Yo no; que ni por todo el mundo yo non querría llegar a él…».
Posteriormente el fabulista Félix maría de Samaniego (1745-1801) popularizó la fábula que trataba de cómo ponerle el cascabel al gato, fábula que a su vez procedía de
Conseul tenu par les rats
, de La Fontaine. Samaniego afrontaba la fábula así:
Propuso elocuente Roequeso
echarle un cascabel, y de esta suerte
al ruido escaparían de la muerte.
El proyecto, aprobaron uno a uno.
¿Quién lo ha de ejecutar? Eso, ninguno.
«Yo soy corto de vista». «Yo muy viejo».
«Yo gotoso», decían. El consejo
se acabó como muchos en el mundo…
Y también Lope de Vega trató el tema, en
La esclava de su galán
…
Juntáronse los ratones,
para librarse del gato,
y después de un largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel;
que, andando el gato con él
librarse, mejor podían.
Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo,
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
«¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?».
Pero ¿qué piensan los gatos sobre el cascabel que cuelga de su cuello? Es más que posible que el primer contacto del felino con esa pequeña y característica bola ruidosa, no sea muy «positivo»…