Esta forma de actuar sobre la conducta de un animal supone la aplicación de un estímulo positivo por la realización de una acción.
En líneas generales podemos asegurar que es mucho más adecuado premiar una conducta «buena» que reprender o castigar una conducta «mala».
Antes de explicar el refuerzo positivo, debemos comentar que existe un refuerzo negativo que en muchas ocasiones suele confundirse con el castigo y cuya aplicación práctica no es frecuente.
El refuerzo positivo consiste en la aplicación de un estímulo positivo para el animal justo después de haber realizado una respuesta; en la mayoría de los casos los refuerzos positivos utilizados son aquellos que satisfacen necesidades básicas del animal, como alimento, agua, cariño y juego.
Para el refuerzo positivo sea plenamente efectivo, debemos tener presente que sólo ha de aplicarse cuando obtengamos del animal la respuesta deseada; es evidente que si premiamos cualquier acción del animal, nunca conseguiremos una conducta determinada mediante el premio o el refuerzo positivo.
El mayor problema del refuerzo positivo es que su mal uso también puede ser el origen de muchas conductas no deseadas; por ejemplo, si un gato nos muerde las manos al jugar y prestamos atención a ese acto acariciándolo para apaciguarlo, seguirá mordiendo.
Tampoco es efectivo que sólo apliquemos castigos o refuerzos en ciertas ocasiones en las que se presenta una acción indeseada o correcta; el premio y el castigo han de aplicarse siempre para obtener resultados, no esporádicamente. Si no somos constantes en la aplicación de las técnicas, los problemas se instauran en el tiempo.
Otro claro ejemplo de refuerzo positivo mal aplicado es el del propietario que «consuela» al gato miedoso… lo que el gato interpreta es que se está premiando su miedo.
Al igual que en el castigo la capacitación del «castigador» es fundamental, en el refuerzo, la imagen del «reforzador» también es vital; esta persona ha de tener claro el método y su forma de aplicación; para ello tendrá que hacer caso a las recomendaciones del profesional tras la valoración concreta del caso; posteriormente deberá tener claros conceptos como que cuanto más valioso es el premio, más rápido es el aprendizaje; también es fundamental que el «reforzador» valore si los premios propuestos por el especialista funcionan de la forma deseada en ese gato, incluso el «reforzador» puede sugerir al especialista cuáles serían los premios más sugerentes para su animal.
A lo largo de la vida de nuestro gato y durante nuestra diaria convivencia, es más que posible que aflore en el animal algún comportamiento anómalo que deba ser valorado y manejado por un profesional.
En multitud de ocasiones los problemas de comportamiento de los felinos no son tratados quizá, entre otras razones, por el desconocimiento del propietario en lo referente a las técnicas de modificación de la conducta.
Desgraciadamente este desconocimiento también puede ser la causa de que la única solución planteada para solucionar este tipo de problemas en multitud de ocasiones consista en «sacar» al animal de casa.
Para conseguir modificar una consulta indeseable de un gato, y teniendo claro que contamos con un diagnóstico certero, necesitamos una actuación en tres frentes:
En el caso de los problemas de comportamiento que necesitan modificaciones de conducta, el propietario debe tener claros los puntos a seguir y además, y muy importante, estar plenamente conforme con la pauta sugerida.
En la mayoría de las ocasiones la modificación de conducta del animal será controlada de forma casi exclusiva por el propietario: permitir o no salidas al exterior, tipo de juegos y ejercicios, zonas de eliminación…
Si el propietario recibe la información necesaria por parte del profesional y asume su rol en el proceso, el éxito está garantizado.
La castración de los gatos machos disminuye el vagabundeo, por lo que reduce la posibilidad de que el animal se enfrente con mayor riesgo a problemas víricos, bacterianos, parasitarios…
Existen otras técnicas quirúrgicas, como la desungulación en gatos conflictivos; técnica que sólo debería plantearse como paso previo a la eutanasia del animal y nunca como un primer paso para evitar, por ejemplo, que el gato «nos arañe las cortinas». Tengamos muy en cuenta que esta cirugía es inadmisible e incluso ilegal en algunos países.
Existen un gran número de técnicas y términos aplicables en la modificación de la conducta de los animales domésticos; a continuación intentaremos reflejar aquellos de uso habitual; muchos de ellos son aplicables a las conductas felinas.
Terapia de aversión: consiste en asociar la conducta no deseada con un estímulo suficientemente desagradable para el animal; entre estos estímulos desagradables podemos citar sabores amargos, ruidos,
sprays
de agua… para que esta asociación sea efectiva, el grado de molestia debe superar a la motivación que el animal experimenta para realizar la conducta inadecuada.
Condicionamiento clásico: también conocido como condicionamiento de Pavlov, en memoria del científico que condicionó a unos perros a segregar saliva cuando oían el ruido de una campana. La salivación de estos perros es una respuesta refleja al estímulo del alimento; el investigador condicionó a los perros haciendo sonar repetidamente la campana cuando les daban de comer. Con el paso del tiempo los animales comenzaron a segregar saliva siempre que escuchaban el sonido de la campana aunque no hubiera ningún tipo de alimento. Cuando esto se consigue, el sonido de la campana se convierte en un estímulo condicionado que desencadena una respuesta condicionada (la salivación).
Esto que puede parecernos tan complejo podemos verlo en nuestros hogares cuando nuestro gato corre hacia donde estamos cuando abrimos una lata de su comida favorita o cuando se dirige hacia la cocina al escuchar el sonido de apertura del frigorífico.
Motivación incentiva: siguiendo las pautas marcadas por el condicionamiento clásico, se pueden utilizar ciertas señales para producir un estado de motivación del animal. La práctica totalidad de los gatos son capaces de asociar determinadas señales motivantes, como las caricias o el alimento.
Como comentábamos en el condicionamiento clásico, es fácil que un gato sienta una motivación positiva al escuchar el sonido de una lata al abrirse. Si nosotros unimos a ese sonido de la lata otro sonido, como una palabra, un silbido, una señal visual o una palmada, al cabo de cierto tiempo la señal que nosotros hemos generado para acompañar al sonido de la lata será en sí misma una motivación incentiva para el animal.
Exposición controlada: imaginemos que nuestro gato tiene miedo a los perros… alguna experiencia traumática podría haber provocado algo más que malestar a nuestro felino por la presencia de un can en su entorno.
La exposición controlada consiste en presentar ante el felino un perro en un entorno y a una distancia que provoque un estímulo reducido, un miedo «aminorado» que permita controlar al animal de forma segura y eficaz.
Una vez que el gato se ha acostumbrado, se ha habituado a ese estímulo controlado, podrá ser enfrentado a estímulos más intensos (perro más grande, perro más cerca, perro en un reciento más pequeño…).
Condicionamiento inverso: esta técnica pretende condicionar a un animal para que genere una respuesta a un estímulo que es incompatible con las respuestas que produce una conducta no deseada.
El condicionamiento inverso se usa habitualmente para modificar la conducta de los animales con miedo. Esto se consigue asociando por repetición una presentación controlada o amortiguada del estímulo que provoca el miedo con algo que gusta al animal, como alimento, juguetes… Finalmente el gato sustituirá el miedo por sentimientos agradables al anticiparnos con el ofrecimiento del alimento, juguete…
Desensibilización mediante fármacos: existen casos en los cuales los estímulos no pueden ser amortiguados o controlados eficazmente con la exclusiva ayuda de técnicas de modificación de la conducta; ciertos casos de miedo, agresividad, ansiedad… requerirá un apoyo farmacológico. Es importante dejar claro un concepto en el uso de fármacos para estos problemas: los fármacos se han de utilizar para combatir problemas, no para tratar comportamientos normales de los gatos que nos generan problemas. Desgraciadamente un fármaco que sigue utilizándose demasiado para las alteraciones de comportamiento, es el usado para aplicar la eutanasia del animal. Los avances en neurofarmacología, los antidepresivos tricíclicos, los inhibidores selectivos de la serotonina, están ayudando al manejo de muchos problemas. El fármaco ideal debe cumplir con los siguientes objetivos:
Pero, desgraciadamente, el fármaco ideal no existe.
Extinción: aunque parezca evidente, si suprimimos aquellas situaciones (reforzadores) que provocan una conducta no deseada, acabaremos con el problema de conducta.
Son muchos los casos de propietarios que recompensan inadvertidamente una conducta «molesta», como por ejemplo el gato que ve comiendo a sus propietarios cierto alimento y maúlla o salta sobre la mesa… el propietario de la comida y premia una conducta «molesta».
Si este propietario suprime «el premio» a la conducta molesta, ésta cesa en breve plazo de tiempo.
El uso de la extinción no es suficiente para la resolución de algunos problemas de conducta, pero sí es una parte importante del método.
Dentro de la extinción, debemos comentar lo que se conoce como estallido de la extinción, que hace referencia al aumento de la conducta molesta (maullido) cuando el propietario decide retirar la recompensa (alimento). Es muy importante que los propietarios tengan claro que esta intensificación de la conducta, también debe ser pasada por alto; si caemos en la tentación de volver a dar comida, la nueva conducta molesta quedará aún más reforzada.
Inundación: supone la exposición continuada del animal a un estímulo a un nivel que provoca la respuesta, hasta que la respuesta al estímulo desaparece.
Por ejemplo, un gato que huye (evitación) ante un estímulo que le provoca miedo (animal, persona…) puede ser reconducido a superar el miedo enfrentándole al estímulo de forma que no pueda huir.
Para conseguir esto el gato debe ser enfrentado al estímulo de forma continua hasta que el miedo desaparezca, y hasta que el estímulo no sea asociado nunca más con el miedo.
Si durante la estimulación permitimos la huida o intentamos consolar al animal con caricias, es más que probable que la conducta miedosa en vez de desaparecer, se refuerce.
La inundación mal manejada puede aumentar los problemas, por ello suele utilizarse en casos de miedos moderados; si se aplica en casos de miedo severo podemos llegar a traumatizar al animal.
En los casos de miedo severo será más adecuado aplicar la exposición controlada anteriormente comentada.
Habituación: es el proceso mediante el cual el gato aprende a adaptarse a situaciones nuevas o desconocidas, siempre y cuando la situación no provoque consecuencias no deseadas.
Para conseguir la habituación, el gato será expuesto repetidas veces al estímulo sin que existan refuerzos positivos ni negativos, hasta que la posible respuesta no deseada desaparezca.
Como ejemplo comentaremos el del gato que «padece» los viajes o trayectos en coche. El animal acabará tranquilizándose tras repetidos paseos en los que pueda comprobar que no sucede nada malo.
Para conseguir la habituación es importante la socialización del gato joven al mayor número de ambientes y situaciones.
Antes de finalizar, debemos tener muy presente que cualquiera de las técnicas anteriormente comentadas, para ser aplicadas con éxito, deberán ser prescritas y supervisadas por el veterinario.
El uso indiscriminado de estas técnicas puede conducirnos a obtener un efecto contrario al deseado y a magnificar un problema de sencilla solución.