La simple presencia de un animal hace que las personas se sientan más cómodas, relajadas, tranquilas, comunicativas y participativas, sobre todo si la actividad está relacionada con el felino o con el perro.
Los dueños de mascotas suelen ser personas mucho más seguras de sí mismas y con menos problemas de ansiedad, estrés o depresiones.
Algunos estudios han demostrado que acariciar a un gato o simplemente observarlo, relaja y consigue que las personas que comparten piso con el animal vivan más tranquilas y tengan una calidad de vida muy superior al resto, sobre todo si hablamos de personas que viven solas en la gran ciudad.
Muchos psicólogos afirman que los gatos nos ayudan a estar relajados con consciencia, puesto que los felinos duermen gran parte del día pero siguen estando atentos a todo lo que ocurre a su alrededor. Además, el ronroneo llena el ambiente de emociones positivas y está demostrado que ayuda a las personas a sentirse mucho mejor.
La vida en las ciudades ha hecho que muchas personas lleven una existencia solitaria y vivan bastante aisladas del entorno. Un animal puede ser una fuente de socialización bastante buena, puesto que tienen un tema de conversación y una excusa para conocer personas con sus mismas aficiones.
Otro de los problemas típicos de la vida sedentaria actual es la obesidad y los problemas cardiovasculares. Los animales contribuyen a que nos movamos más y hagamos ejercicio, aunque esto normalmente es más efectivo en el caso de los perros porque hay que salir a la calle, hacer deporte con él, pasear por el parque…
Un gato puede convertirse en el compañero de piso perfecto porque es agradable, no criticará nuestras acciones y creerá que somos la mejor persona del mundo. Esto en una sociedad competitiva, donde la empatía no está de moda, son dos características muy valoradas para hacernos sentir más positivos y de mejor humor.
Las terapias asistidas con animales están basadas en la participación de éstos en terapias con personas con estados de salud delicados, problemas físicos y mentales.
A través de la interacción con el animal, se mejora la reinserción social, se consigue que los enfermos expresen sus sentimientos, siendo las mejorías generales conseguidas muy notorias a todos los niveles.
Tradicionalmente relacionamos a los perros, sobre todo a los labradores o los Golden Tetrevier, con estas funciones y estos cometidos, puesto que todos tenemos la imagen de estos animales ayudando a las personas ciegas a desenvolverse por el mundo.
Pero los animales de terapia dan un paso más y no ayudan exclusivamente a las personas a desarrollar su trabajo o a ser independientes, sino que lo apoyan física y psicológicamente.
Muchas civilizaciones han asociado al felino con la curación. Entre ellas las civilizaciones egipcias y fenicias, que creyeron que los gatos podían curar algunas dolencias.
Más adelante, en el siglo XVII, la mayoría de las instituciones mentales de Europa incluían a felinos en sus terapias, porque ayudaban a los pacientes a tranquilizarse y superar sus crisis. esta capacidad fue estudiada y los felinos entraron en las escuelas y guarderías de Estados Unidos para hacer que los niños estuvieran más tranquilos y centrados.
Incluso algunas celebridades del mundo de la psicología y la medicina, como Sigmund Freud, utilizaban animales en sus consultas para que los pacientes se relajasen y dejasen fluir sus sentimientos e inquietudes de un modo mucho más natural y espontáneo.
Debido a las características especiales de este tipo de terapias hay que tener muy presentes los siguientes puntos:
Los animales, en general, estimulan el desarrollo socioemocional, permitiendo una mayor alerta mental y una evolución significativa del desarrollo de las emociones. por este último punto es aconsejable este tipo de ayudas en las terapias con personas que han sido maltratadas.
Al igual que las personas, el bienestar del felino es primordial, puesto que estamos hablando de animales sometidos a situaciones de estrés, que deben tener sus momentos de relax y juegos alejados de los enfermos o de los pacientes. Por este motivo, los cuidadores de los felinos deben ser gente experta y profesional, que sepa perfectamente cómo tratar al animal.
Las terapias en grupo suelen ser más eficaces porque se refuerzan dos vías. por un lado, cada individuo gana en seguridad en sí mismo, liberando su estrés y emociones, y por otro lado, gracias al animal se crea una relación de amistad o complicidad entre los asistentes al grupo, que pasan a tener algo en común y les ayuda a abrirse entre ellos. Este fenómeno se ve a la perfección en personas sometidas a situaciones muy difíciles, como por ejemplo su reclusión en la cárcel o en su psiquiátrico.
Estamos hablando de animales, de seres vivos que tienen que trabajar y desarrollar una función en la que en ocasiones está sometido a situaciones de estrés.
Esto hace que mucha gente se muestre reticente al uso de animales para fines terapéuticos, aunque debemos tener muy claro que si el gato tiene las características óptimas, si está bien cuidado y todas sus necesidades (físicas y conductuales) son satisfechas, en ningún caso el desarrollo de la función será perjudicial o traumática para el animal, más bien, todo lo contrario.
Siempre debemos tener claro que el beneficio ha de ser mutuo, no sólo tenemos que pensar en el paciente y en su bienestar.
Antes de comenzar la actividad es necesario:
Al finalizar la intervención terapéutica del animal, todos los involucrados (paciente, profesionales y animales) deben haberse beneficiado con la experiencia.
Aunque en España este tipo de terapias han comenzado con décadas de retraso, en los últimos años ha crecido mucho su aplicación y se está extendiendo rápidamente gracias a las iniciativas privadas.
En la sanidad públicas estas prácticas no son tomadas con la consideración debida, a diferencia de otros países europeos o Estados Unidos, donde estas experiencias sí se están desarrollando de forma habitual y con gran éxito.
En España, todas las experiencias las encontramos en centros privados, sobre todo en residencias de ancianos, donde los perros o gatos han pasado a convivir con los residentes y a compartir su vida con ellos.
Una mascota es un estímulo perfecto y un acompañante ideal en cualquier etapa de crecimiento. Puede ser desde un confidente hasta un compañero de juegos incondicional. Además, ayuda al pequeño a ser mucho más responsable, tener una mayor autoestima y empatía hacia otras personas y seres vivos en general.
La inocencia y el carácter especial de los niños hace que se vinculen muy rápidamente con los animales y su relación suele hacer que esté más abiertos a mostrar sus sentimientos. Este punto es esencial, por ejemplo, en las terapias que se desarrollan con niños autistas.
Estos niños suelen mostrarse muy reticentes a comunicarse con el medio que les rodea y pueden ponerse extremadamente violentos o agresivos hacia algunos estímulos externos o ante la presencia de extraños.
La relación de estos niños con los gatos suele ser asombrosa y les ayuda enormemente a guiar sus sentimientos y expresar sus emociones. Asimismo, en contra de los que mucha gente piensa, estas personas son muy inteligentes y los animales les ayudan a concretarse y motivarse.
Esto hace que entre el niño y el gato se establezca un vínculo muy especial e inigualable.
También es impresionante la reacción en niños con parálisis cerebral, puesto que son capaces de sonreír y mostrarse muy alegres y activos cunado entran en contacto con el animal.
Son también muy notables los avances que se logran con los niños que han sido sometidos a malos tratos o abusos… En estas personas se suele advertir una falta de sentimiento o emociones, que han desarrollado para protegerse de un mundo que sólo les ha causado daño. Esto hace que en un primer momento puedan no sentir compasión si el animal es agredido o si le ven sufrir. En algunas situaciones puede que incluso el niño se comporte de forma violente y agrega al animal, intentando ejercer el control sobre un ser indefenso, sobre un ser vivo sobre el que puede ejercer todo su poder y no sentirse inferior.
En estos casos, la convivencia, o las sesiones, deben ser controladas para evitar problemas, pero, en la mayoría de las ocasiones, los niños acaban desarrollando un sentimiento de empatía hacia el animal que les ayuda a superar el trance.
Otro de los aspectos positivos es la ayuda a los niños tímidos o con dificultades para aprender y relacionarse.
En los centros hospitalarios donde se permite la entrada de animales en las visitas, y para el desarrollo de terapias, se ha constatado que la recuperación suele ser mucho más rápida. Esto se consigue porque el niño puede concentrarse en algo positivo, en algo que no está relacionado con la vida en el hospital.
La psicóloga holandesa Nieke Endernburg estudió que los niños que comparten su vida con un animal muestran menores índices de agresividad, un mayor equilibrio emocional, una tasa de autoestima superior y mucha más capacidad para sumir responsabilidades.
En el caso concreto de los gatos, el movimiento de éstos estimula al niño a moverse y explorar el entorno que les rodea. Aunque al ser un animal independiente, el niño debe aprender algunas pautas para respetarlo, saber dominar sus gestos y aprender a tratarlo.
Las últimas investigaciones incluso han determinado que sería muy útil y beneficioso introducir gatos en las escuelas para ayudar a establecer una relación correcta entre el profesor y los alumnos. El animal puede ayudar a mejorar la relación entre los compañeros, hacerles ser personas mucho más empáticas y preocupadas por su entorno.
Estas acciones positivas hacen que todos los niños se impliquen en un proyecto común y compartan intereses comunes, lo que permite que se integren mucho mejor entre ellos.