Read El laberinto de agua Online
Authors: Eric Frattini
Cuando se disponía a cruzar la calle Dizengoff en dirección a su hotel, oyó a su espalda el sonido de las sirenas de los primeros coches patrullas que habían acudido al restaurante en donde alguien había apuñalado en la nuca a un profesor de la Universidad de Tel Aviv.
Justo al caer la tarde sobre la costa de Israel, un hombre a bordo de una lancha de pesca arrojaba a las profundas y azules aguas del Mediterráneo un estuche negro para un anemómetro, con un rifle Accuracy AW 80 en su interior. El mismo hombre lanzaba también al agua una bolsa negra en cuyo interior había varios pesos de plomo, un inocente saco de arroz, un reductor de sonido, una tela gris y un mono igual a los utilizados por los técnicos de la Autoridad Israelí de Aeropuertos.
En la oscuridad de su habitación en el Hotel Hilton, el Arcángel debía ahora pensar en su próximo objetivo en Hong Kong.
* * *
Oslo
Afdera había viajado hasta Noruega para entrevistarse con la profesora Strømnes, experta en rúnico y amiga de Ylan Gershon. Le habría gustado que Max la hubiera acompañado, pero se excusó alegando un viaje por asuntos personales a Ginebra y Roma para ver a su tío, el cardenal Ulrich Kronauer.
Desde Oslo, Afdera cogió un pequeño avión bimotor para recorrer los casi trescientos kilómetros que separaban la capital noruega de Rogaland. La ciudad donde se levantaba la universidad estaba rodeada de espectaculares fiordos, bosques milenarios y lagos cristalinos. Era pequeña, con casas multicolores y un cuidado muelle en donde atracaban ferrys de color azul que unían las islas con el continente.
En la puerta del hotel, Afdera vio a una mujer rubia de unos cincuenta años al lado de un Volvo gris de los años cincuenta.
—Era de mi padre y aún funciona a la perfección —explicó la profesora de lenguas a Afdera.
—Es un coche muy bonito.
—Es bonito para Rogaland —respondió Strømnes, sonriendo. —Hola Gudrum, soy Afdera, la amiga de Ylan.
—Lo sé. Te he reconocido. No hay muchas jóvenes por aquí con ese pelo negro —dijo—. ¿Deseas instalarte ahora en el hotel o prefieres que vayamos a la universidad?
—Prefiero ir a la universidad y que me enseñes lo que has descubierto.
—De acuerdo, vámonos.
Durante el trayecto, Gudrum le contó a Afdera que su padre había combatido en la resistencia noruega contra la ocupación alemana y que había participado en la destrucción de la fábrica de agua pesada de la cercana Telemark.
—Los alemanes fabricaban agua pesada para conseguir una bomba atómica. Si mi padre y otros patriotas noruegos no hubiesen volado esa fábrica, seguramente ahora toda Europa hablaría alemán.
—Es verdad —asintió Afdera mientras admiraba los limpios paisajes del oeste de Noruega.
El edificio principal de la universidad era de líneas claras, modernas y limpias, y no desentonaba con el entorno natural. El complejo del campus de Rogaland era muy parecido a las edificaciones diseñadas por el arquitecto Alvar Aalto.
Al entrar en el edificio principal, Gudrum saludó al guardia, que, pendiente de un monitor de televisión, no prestó atención a las recién llegadas.
—¿Quieres un té caliente antes de empezar?
—No, muchas gracias, Gudrum. Prefiero comenzar cuanto antes.
—Ya me dijo Ylan que eras una joven muy impaciente —afirmó la profesora.
—Dime, por favor, ¿qué has averiguado de las fotografías que te envié por FedEx?
Gudrum Strømnes sacó de un armario las imágenes, así como varias carpetas de colores, y las depositó sobre una gran mesa.
—Antes de nada quiero explicarte algo —dijo mientras observaba una de las fotografías enviadas por Afdera desde Venecia—. El rúnico tiene mucho que ver con la magia; de hecho, la palabra
runa
podría traducirse como 'secreto'. Cada signo rúnico tiene su propia cualidad de forma individual. No son como las letras de nuestro alfabeto, que deben estar unidas entre sí para tener sentido. En el rúnico no sucede eso.
»Después de haber estudiado los documentos que me mandaste, pienso que lo más seguro es que alguno de esos varegos que acompañaron a tu caballero cruzado por Antioquía y el Pireo fuese un "maestro de las runas". Seguro que dejó alguna clave más en su camino.
—¿Podía alguno de esos guerreros cruzados tener tantos conocimientos como para dejar claves en rúnico?
—Sí, ¿por qué no? Sabemos que las primeras inscripciones en rúnico se remontan al siglo III, y que se usó en una amplia zona del norte de Europa. Entre los siglos XI y XV estaba muy extendido, así que es posible que alguno de esos cruzados nórdicos dejase el mensaje en rúnico.
—¿Se podría transcribir el texto escrito en el lomo del león del Arsenale? —preguntó Afdera.
—Lo más probable es que esté escrito con el mismo sistema que el Cofrecillo de Frank, un objeto rúnico inglés que se conserva en el Museo Británico. Está fechado a principios del siglo VIII. No sé si sabes que el rúnico no sólo necesita ser descifrado, sino que incluso puede estar escrito en clave.
»Tus varegos cruzados, que debían ser maestros de las runas, escribían un texto, por ejemplo el del león del Arsenale. La inscripción principal escrita en espiral se lee en el sentido de las agujas del reloj, comenzando por la parte superior izquierda. Se trata casi siempre de acertijos. Por ejemplo, en el Cofrecillo de Frank es el tipo de material con que está hecho el propio cofrecillo, el hueso de ballena.
—Gudrum, ¿has podido descifrar los signos del lomo del león?
—Las runas que aparecen en el lomo de tu león son totalmente angulares, sin líneas curvas —explicó la profesora Strømnes, extrayendo de un archivo varias fotografías en blanco y negro de una piedra con extrañas inscripciones—. Descubrí que podría descifrar el mensaje comparándolo con otro resto rúnico, la piedra de Iarlabanki. Creo que nuestro «maestro de las runas» usó el mismo sistema para dejar su mensaje en el león del Arsenale.
—¿Me estás diciendo que primero has tenido que descubrir el texto escondido en esos símbolos rúnicos y después descifrar el secreto o la clave que aparece en ese texto?
—Exacto. Algo parecido, pero sin duda más complicado. Las figuras que aparecen en el león muestran un buen ejemplo de inscripción rúnica. Para saber el significado he tenido que seguir cuatro pasos: analizar el texto rúnico en sí, estudiar su transliteración, hacer la transcripción y, por fin, la traducción. El texto de tu león está escrito en sistema
futhark
y representa las seis primeras letras de ese conjunto, de la misma manera que la palabra
abecedario
recoge las cuatro primeras letras de nuestro alfabeto. La escritura rúnica que aparece en el león es, sin duda, epigráfica. Las letras estaban grabadas en la piedra para formar inscripciones, igual que las letras capitales romanas. Éste es el sistema utilizado en el león del Arsenale.
—¿Y qué dice el texto? —preguntó ansiosa.
—Algo parecido a:
En la puerta del mar, Zara girará alrededor del laberinto, mientras el león protege al caballero y su secreto. Encuentra la estrella que ilumina el trono de la iglesia y te llevará hasta la tumba del verdadero.
Espero que sepas lo que significa.
—Tengo que estudiar bien el texto, pero ¿por qué lo dejarían grabado en el lomo del león del Arsenale?
—Posiblemente porque para aquellos soldados nórdicos, el león simbolizaba el valor, el respeto y el honor, pero también representaba el guardián, el vigilante. Tal vez aquel león simbolizaba el valor de su jefe, ese caballero cruzado del que me has hablado. Quizá esos soldados escandinavos conocían un secreto que sabían que debían proteger.
—¿Y por qué iban a dejar pistas para que alguien lo descubriese?
—Tal vez porque ellos sabían que ese secreto era demasiado importante como para que se mantuviese oculto durante tantos siglos. Está claro que el cruzado varego que esculpió esos símbolos rúnicos en el león del Arsenale estaba dejando pistas para que se encontrase o se descubriese algún misterio. Me imagino que alguien dejó alguna clave más para descubrir algo y este texto de tu león puede ser tan sólo el primer eslabón.
—¡Claro! —exclamó Afdera con alegría—. El símbolo de la familia Fratens era una garra de león, y puede que por esa razón sus mercenarios varegos dejasen la clave escrita en el lomo del león. Seguramente jamás se imaginaron que ese león acabaría en Venecia, protegiendo la entrada del Arsenale.
—Seguramente no.
—¡No sabes cuánto te lo agradezco! —dijo Afdera, abrazando a la profesora noruega—. Ahora necesito regresar a Venecia cuanto antes.
—Tendrás que esperar hasta mañana por la mañana a que salga el primer avión a Oslo. Desde ahí podrás volar a Italia, pero hasta entonces, te invito a cenar a mi casa con mi familia. Vas a comer un buen
fårikål,
nuestro tradicional guiso de cordero con col,
rakfisk,
que es trucha fermentada, y de postre, nuestro
geitost,
una especie de queso dulce, y
kaffebrod,
pan de café.
—De acuerdo. Suena muy bien, aunque me imagino que regresaré a Italia con unos kilos de más.
—No te preocupes. Recuperarás la línea en cuanto salgas de Noruega —respondió Gudrum riendo.
Afdera necesitaba regresar a Venecia para ponerse a trabajar cuanto antes en el significado de la misteriosa frase del león, que, de alguna extraña forma, estaba relacionada con el libro de Judas. Durante toda la noche y al día siguiente, mientras volvía a Venecia, fue dándole vueltas a la frase escrita en el león. ¿Qué misterio se escondería en ella? ¿Qué intentó decir el varego, «maestro de runas», hace tantos siglos? ¿A qué se referiría cuando hablaba de la puerta del mar? ¿A qué Zara? ¿A qué estrella en concreto? ¿A qué trono de la iglesia? ¿Escondería su mensaje el lugar exacto del Laberinto de Agua, la Ciudad de las Siete Puertas de los Siete Guardianes a la que se refería Leonardo Colaiani, el investigador de Kalamatiano?
Preguntas, decenas de preguntas se iban amontonando en la cabeza de Afdera y necesitaba respuestas para todas si quería encontrar el rastro de Eliezer.
* * *
Hong Kong
La isla se había convertido no sólo en una de las grandes capitales de la arquitectura moderna, sino también en una de las ciudades más caras del mundo. Las marcas más selectas y exclusivas abrían sus negocios a los nuevos millonarios de Hong Kong. Firmas como Rolls-Royce, Bentley o Aston Martin se disputaban a los posibles compradores. Una de las mujeres que representaban a la perfección el arquetipo de esposa de millonario era Claire Wu.
Pequeña, esbelta, de cuerpo perfecto, con una larga cabellera negra y unos profundos ojos verdes que iluminaban su rostro, era el objeto más preciado de Delmer Wu y ella sabía cómo utilizar este poder. El hermano Spiridon Pontius del Círculo Octogonus también era consciente de ello.
El Rolls-Royce atravesó el gran portalón de la residencia Wu, en Plantation Road, y comenzó a descender por la colina para penetrar en el Central Hong Kong, la zona más elegante de la isla. Exclusivos centros comerciales con suelos de mármol se abrían a los ojos del visitante con gigantescos escaparates luminosos de cosméticos, ropa y vehículos.
Pontius siguió de cerca al Rolls con una furgoneta roja cuyos cristales estaban tintados para que nadie pudiese ver su interior. Aparcado junto al muelle norte, se había dedicado toda la tarde a tapar las ventanillas del vehículo con pintura negra para que nadie pudiese observar el interior.
El vehículo que llevaba a Claire Wu al centro de la ciudad giró por Hennesy Road y enfiló la entrada del aparcamiento del centro comercial. Pontius lo siguió y se situó a una distancia prudencial para no ser detectado por el chófer.
El asesino del octógono vio al conductor apearse del vehículo y abrir la puerta trasera para que saliera la mujer. A esa hora, Claire se reunía con un grupo de amigas en el HK Spa Center, donde seguía un tratamiento de belleza, para después dirigirse al Hotel Península a tomar el té con la tradicional tarta de frambuesas. Sobre las siete de la tarde regresaba nuevamente a su residencia en Victoria Peak.
Pontius sabía que su única oportunidad para alcanzar su objetivo sería en el Spa Center o en el aparcamiento. Desechó la primera opción cuando se apercibió de las fuertes medidas de seguridad en el interior del centro comercial, así que la única opción posible sería secuestrar a Claire en el aparcamiento. Aprovecharía la ocasión cuando la esposa de Delmer Wu se despidiera de sus amigas en el mismo aparcamiento y llamara a su chófer para que el Rolls la recogiese en la puerta. En esos escasos segundos, Claire quedaba a solas. Ése sería el momento.
Sus instrucciones eran claras, cortas y concisas. Monseñor Mahoney no deseaba conocer los detalles, pero sus órdenes habían sido muy estrictas. Pontius debía herir a la señora Wu, pero sin que sus heridas llegasen a ser mortales. El cardenal Lienart deseaba dar únicamente una seria advertencia a Wu y no desencadenar una guerra abierta con el millonario. Al fin y al cabo, él sólo quería el libro de Judas.
Casi dos horas después, los pensamientos de Pontius quedaron interrumpidos por las voces de unas mujeres que se besaban despidiéndose unas de otras. El asesino puso en marcha su vehículo. Cuando vio que el grupo se había dispersado, Pontius metió la marcha y se dirigió lentamente hacia el lugar en donde se encontraba la esposa del millonario, rodeada de varias bolsas de tiendas del centro comercial.