—Llevas la corbata torcida.
Will se arregló el nudo. Sara Linton debía de haberse llevado una mala impresión.
—¿Mejor ahora?
Su compañera estaba enredando con su BlackBerry, pese a que allí dentro no había cobertura. Lo miró de refilón y asintió antes de volver a concentrarse en el aparato.
Will estaba pensando en algo que decir cuando se abrieron las puertas. Amanda les estaba esperando junto a la puerta, comprobando su correo igual que Faith, aunque ella tenía un iPhone. Will se sentía como un idiota con las manos vacías, exactamente igual que cuando vio aparecer a Sara con sus impresionantes perros y tuvo que coger a
Betty
en la mano como si fuera un carrete de hilo.
Amanda siguió comprobando su correo mientras les hablaba en tono distraído de camino a su despacho.
—Ponedme al día.
Faith enumeró en voz alta todo lo que sabían, que era prácticamente nada. Mientras tanto, la jefa continuó mirando su correo, caminando y haciendo como que escuchaba a Faith mientras le contaba lo que seguramente ya habría leído en el informe.
Will no era lo que se dice un fan de la multitarea, más que nada porque a su modo de ver era media-tarea. Era humanamente imposible prestar toda tu atención a dos cosas al mismo tiempo. Como para confirmar su teoría Amanda levantó la cabeza y dijo:
—¿Qué?
Faith repitió lo que acababa de decir.
—Linton cree que el asunto podría tener un trasfondo religioso.
Amanda dejó de caminar. Dejó su iPhone para centrarse en lo que le estaban contando.
—¿Por qué?
—Undécima costilla, once bolsas de basura y el Domingo de Pascua para rematar la semana.
Amanda volvió a coger su iPhone y habló mientras enredaba con la pantalla táctil.
—He avisado a los del departamento jurídico para que estén presentes en la entrevista con Joelyn Zabel. Ha venido con su abogado, así que he pedido que nos manden a tres de los nuestros. Tenemos que actuar como si el mundo entero nos estuviera mirando, porque estoy segura de que cualquier cosa que le digamos será gritada a los cuatro vientos. —Los miró a los dos muy significativamente—. Seré yo quien lleve la voz cantante. Vosotros podéis hacer las preguntas que consideréis oportunas, pero sin improvisar.
—No vamos a sacarle nada a Zabel —dijo Will—. Contando solo a los abogados, ya tenemos a cuatro personas en la habitación. Más los tres aquí presentes, siete, y ella como protagonista absoluta, sabiendo que las cámaras la estarán esperando a la salida. Tenemos que anotarnos este tanto.
Amanda volvió a concentrarse en su iPhone.
—¿Y tu brillante idea para conseguirlo es…?
No se le ocurría nada.
—A lo mejor podemos reunirnos con ella después de que hable con las televisiones, cogerla por banda en su hotel, lejos de la prensa y todo ese barullo —acertó a decir.
Amanda no tuvo la cortesía de levantar la cabeza.
—Y a lo mejor me toca la lotería. A lo mejor te conceden el ascenso. ¿Ves adónde nos lleva el «a lo mejor»?
La frustración y la falta de sueño se le vinieron encima de golpe.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué no se ocupa usted de Zabel y nos deja continuar haciendo algo más útil que darle más material para su futuro libro?
Por fin, Amanda alzó la vista de su iPhone y se lo ofreció a Will.
—No sé qué pensar, agente Trent. ¿Por qué no lee esto y me dice qué le parece?
De repente su vista se agudizó y empezaron a pitarle los oídos. Amanda sujetaba el iPhone con dos dedos. Había palabras en la pantalla, eso era todo cuanto podía decir. Will notó el sabor de la sangre en la boca; se estaba mordiendo la lengua. Alargó la mano para coger el iPhone pero Faith se le adelantó.
—«En la Biblia, el once suele representar un juicio o una traición… En un principio los mandamientos eran once, pero los católicos fusionaron los dos primeros y los protestantes hicieron lo mismo con los dos últimos para dejarlos en diez. —Utilizó el
scroll
para poder continuar leyendo—. Los filisteos le pagaron a Dalila mil cien monedas de oro a cambio de que esta les entregara a Sansón. Jesús contó once parábolas mientras se dirigía a Jerusalén, donde encontraría la muerte. La Iglesia católica acepta como canónicos once de los libros incluidos entre los evangelios apócrifos.»
Faith le devolvió el móvil a Amanda.
—Podríamos seguir haciendo esto todo el día. El 11 de septiembre de 2001 el vuelo 11 se estrelló contra una de las Torres Gemelas, que también podían parecer un 11. El
Apolo XI
fue el primero en llegar a la luna. La Primera Guerra Mundial acabó el día once del undécimo mes. Y tú te mereces un undécimo círculo en el infierno por lo que acabas de hacerle a Will.
Amanda sonrió y se guardó el móvil en el bolsillo.
—Recordad las normas, niños —les dijo mientras avanzaba por el pasillo.
Will no sabía si se refería a la normas que tenían que ver con su cargo o a las que les había dado sobre la entrevista con Joelyn Zabel. De todos modos no había tiempo para reflexionar, porque Amanda cruzó a toda prisa la antesala de su despacho y abrió la puerta. Una vez hechas las presentaciones se fue hacia su escritorio y tomó asiento. Su despacho era, lógicamente, el más grande del edificio, con una superficie similar a la de la sala de juntas que había en la planta donde estaban los despachos de Will y Faith.
Joelyn Zabel y un hombre que no podía ser más que su abogado ocuparon los asientos destinados a las visitas. Tras la mesa de Amanda había dos sillas vacías que, según dedujo Will, debían de ser para ellos. Los abogados del departamento jurídico estaban sentados en un sofá al fondo de la habitación, los tres juntitos, vestidos como era de rigor: con traje negro y discreta corbata de seda. El abogado de Joelyn Zabel llevaba un traje azul tiburón, cosa que a Will le pareció de lo más apropiada dado que hacía juego con su sonrisa.
—Gracias por venir —dijo Faith estrechando la mano de Joelyn antes de tomar asiento.
Joelyn Zabel se parecía mucho a su hermana, solo que con algunos kilos más. No es que fuera gorda, pero tenía las caderas bien redondeadas, mientras que Jacquelyn era tan flaca que casi parecía un chico. Will percibió el olor del tabaco impregnado en su piel cuando le estrechó la mano.
—Lamento mucho su pérdida —le dijo.
—Trent —dijo ella—. Fue usted quien la encontró.
Will trató de no apartar la vista para no alimentar los remordimientos que sentía por no haber encontrado a tiempo a la hermana de aquella mujer. Lo único que se le ocurrió en ese momento fue repetir una vez más:
—Lamento mucho su pérdida.
—Sí —le espetó ella—, ya lo he oído.
Will se sentó al lado de Faith y Amanda batió palmas como una maestra de parvulario para llamar la atención de sus alumnos. Apoyó la mano sobre una carpeta de papel manila que, supuso Will, debía de contener el resumen de la autopsia. Habían dado instrucciones a Pete para que omitiera el detalle de las bolsas de basura. Teniendo en cuenta el idilio que el departamento de policía de Rockdale mantenía con la prensa, se estaban quedando sin información confidencial que pudieran utilizar como conocimiento culpable con los futuros sospechosos.
—Señora Zabel —comenzó Amanda—, entiendo que ha tenido ya ocasión de leer el informe de la autopsia, ¿me equivoco?
El abogado habló por ella.
—Voy a necesitar una copia para mis archivos, Mandy.
Amanda le sonrió con la frialdad de un tiburón todavía mayor.
—Por supuesto, Chuck.
—Genial, así que ya se conocían. —Joelyn se cruzó de brazos, sus hombros estaban muy tensos—. ¿Le importaría explicarme qué coño están haciendo ustedes para encontrar al asesino de mi hermana?
Amanda continuó sin perder la sonrisa.
—Estamos haciendo cuanto está en nuestra mano para…
—¿Tienen ya algún sospechoso? Quiero decir, joder, ese tipo es un animal.
Amanda no respondió, lo que Faith interpretó como una señal para que interviniera.
—Estamos de acuerdo con usted. El que le hizo eso a su hermana es un animal. Precisamente por eso necesitamos que usted nos hable de ella. Necesitamos saber cómo era su vida, quiénes eran sus amigos, cuáles eran sus costumbres.
Joelyn bajó la mirada por un momento, se sentía culpable.
—No tenía mucho trato con ella. Las dos estábamos siempre muy ocupadas y ella vivía en Florida.
Faith trató de suavizar un poco las cosas.
—Vivía en la zona de la bahía, ¿verdad? Debe de ser un lugar muy agradable. Y una buena excusa para hacer una escapadita y ver a la familia.
—Sí, bueno, eso habría estado muy bien, pero la muy zorra nunca me invitó.
Su abogado le acarició el brazo como para recordarle que mantuviera la compostura. Will había visto a Joelyn Zabel en las principales cadenas de televisión gimoteando por la trágica muerte de su hermana delante de todos los periodistas que la habían entrevistado. No había visto ni una sola lágrima en sus ojos, aunque hacía todos los gestos que hace una persona cuando llora: suspirar, limpiarse los ojos, mecer el cuerpo hacia adelante y hacia atrás. Pero ahora no hacía ni siquiera eso. Por lo visto necesitaba estar delante de una cámara para sentir dolor. Y al parecer su abogado no le iba a dejar interpretar otro papel que el de angustiada hermana de la difunta.
Joelyn suspiró, aunque siguió sin verter una sola lágrima.
—Yo quería mucho a mi hermana. Mi madre acaba de ingresar en una residencia. Puede que no le queden más de seis meses y le sucede esto a su hija. La pérdida de un hijo es algo devastador.
Faith intentó colarle alguna pregunta más.
—¿Tiene usted hijos?
—Cuatro —dijo muy orgullosa.
—¿Jacquelyn no tenía…?
—Joder, no. Abortó tres veces antes de cumplir los treinta. Le daba pánico engordar. ¿Se lo pueden creer? La única razón por la que se deshizo de ellos fue conservar su puta figura. Y entonces se plantó al borde de los cuarenta y le entraron las prisas por ser madre.
Faith disimuló su sorpresa perfectamente.
—¿Estaba intentando quedarse embarazada?
—¿No me ha oído cuando le he contado lo de los abortos? Puede comprobarlo, no le he mentido en eso.
Will tenía asumido que cuando una persona insistía mucho en que no estaba mintiendo sobre un asunto en particular era porque estaba mintiendo en relación con otra cosa. Averiguar en qué mentía les daría la clave para poder manejar a Joelyn Zabel. No daba la impresión de ser una persona muy cautelosa, y seguro que querría alargar cuanto le fuera posible sus diez minutos de fama.
—¿Buscaba Jackie una madre de alquiler? —le preguntó Faith.
Joelyn se percató de la importancia que tenían sus palabras. De repente, todos la escuchaban con atención. Se tomó su tiempo para responder.
—Una adopción.
—¿Privada? ¿Pública?
—Y yo qué coño sé. Tenía mucho dinero. Estaba acostumbrada a comprar todo lo que se le antojaba. —Joelyn se agarraba con fuerza a los brazos de la silla y Will se percató de que habían tocado un tema del que le gustaba hablar—. Esa es la verdadera tragedia aquí: no poder ver cómo adopta a algún marginado para que acabe robándole o volviéndose esquizofrénico por su culpa.
Will notó que Faith se ponía en guardia y tomó el relevo.
—¿Cuándo fue la última vez que habló con su hermana?
—Hace cosa de un mes. Me soltó un sermón sobre la maternidad, como si supiera de qué estaba hablando. Me habló de adoptar a un niño chino o ruso, o no sé qué. Ya saben, algunos de esos niños acaban siendo unos asesinos. Abusan de ellos y eso les trastorna. Nunca están del todo bien.
—Hemos visto muchos casos, sí. —Will meneó la cabeza con aire compungido, como si fuera una tragedia de lo más común—. ¿Y había hecho algún progreso? ¿Sabe con qué agencia estaba tramitando la adopción?
Joelyn empezó a mostrarse reticente cuando le pidió más detalles.
—Jackie no hablaba mucho de sus cosas. Protegía su intimidad de forma verdaderamente obsesiva. —Inclinó la cabeza hacia los abogados del estado, que hacían todo lo posible por mimetizarse con el mobiliario—. Sé que estos idiotas que están ahí sentados no van a dejar que se disculpe, pero al menos podía reconocer que la cagó bien cagada.
Amanda se apresuró a intervenir.
—Señora Zabel, la autopsia demuestra…
Joelyn se encogió de hombros con expresión beligerante.
—Lo que demuestra es lo que ya sabía: que ustedes estaban ahí como pasmarotes sin hacer absolutamente nada mientras mi hermana se moría.
—Puede que no haya leído el informe con la debida atención, señora Zabel. —Amanda hablaba en tono suave, precisamente la clase de tono que había utilizado en el pasillo justo antes de humillar a Will—. Su hermana se quitó la vida.
—Únicamente porque ustedes no movieron un puto dedo para ayudarla.
—¿Es usted consciente de que estaba ciega y sorda? —le preguntó Amanda.
Por el modo en que Joelyn miró a su abogado, Will se dio cuenta de que no tenía la menor idea de ello.
Amanda sacó otra carpeta del cajón superior de su escritorio. Comenzó a pasar páginas y Will vio las fotos en color de Jacquelyn Zabel colgada del árbol y en la mesa de autopsias. Le pareció de una crueldad algo excesiva incluso para Amanda. Por muy odiosa que fuera Joelyn Zabel, acababa de perder a su hermana de la forma más espantosa posible. Vio que Faith se revolvía en su asiento y supo que ella estaba pensando lo mismo.
Amanda se tomó su tiempo para llegar a la página que buscaba, que parecía estar enterrada entre las fotografías más aterradoras. Por fin encontró un fragmento que hablaba del examen externo del cadáver.
—Segundo párrafo —le indicó.
Joelyn vaciló un momento y se sentó al borde de la silla. Intentaba acercarse para ver mejor las fotos, como hay gente que reduce la velocidad para ver un accidente de tráfico especialmente truculento. Finalmente cogió el informe y se recostó en su silla. Will la vio mover los ojos mientras leía pero, de pronto, dejó la mirada fija en un punto y Will se dio cuenta de que no estaba viendo nada en absoluto.
Joelyn tragó saliva con dificultad. Se puso en pie y murmuró «discúlpenme» antes de abandonar la habitación.
—Eso ha sido un golpe bajo, Mandy —le dijo el abogado.
—Así es la vida, Chuck.
Will se levantó también.