El tercer brazo (59 page)

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Authors: Jerry Pournelle Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El tercer brazo
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La nave de Amos del Kanato aún aparecía a la vista; centelleaba ferozmente brillante de verde. Las fuerzas de Medina debían estar inundándola de energía. Jamás conseguiría pasar un mensaje a través de eso.

Los datos procedentes de veinte naves de la India proporcionaban una buena triangulación: daría en el centro exacto del punto. Bury realizaba savasama; sin embargo, las lecturas de sus pulsaciones y de sus ondas cerebrales invadían las pantallas. Estaba asustado. Enfocar su atención en ello sería peor que inútil. Detrás del
Simbad
crecía una oscuridad… puntos negros borraban las estrellas. ¿Qué demonios?

Dos minutos. Y extraños efectos luminosos entre los puntos, chispas en colores de arco iris.

¡La flota de Bizancio! Estaba bloqueando la descarga láser del Kanato, cogiéndola en sus Campos Langston.

Y el punto de Eddie el Loco estaba aquí, ahora, invisible, pasando a trescientos kficks por segundo cuando Freddy tocó el contacto.

Una oscuridad anaranjada se asomó por las pantallas. Renner, perplejo y atontado, disfrutó de la aparición de un infierno mecánico en el que hombres y monstruos se retorcían en tormento y confusión. Pero su memoria ya estaba organizándose, y lanzó un rugido, aunque salió como un graznido:

—Townsend.

—Renner. Capitán. ¿Nos sitúo detrás de la
Atropos
?

—Cuando encienda el impulsor.

Simbad
volvía de nuevo a la vida, aunque despacio. Ahora la
Atropos
era casi un círculo contra la luz blanca, inconfundible, a unos pocos kilómetros de distancia… prácticamente en dirección al núcleo del Ojo de Murcheson, según los instrumentos del
Simbad
.

Quince minutos. Quince minutos para prepararse; luego, se desataría todo el infierno. Había mucho que hacer; sin embargo, parte de ello tendría que esperar a los Ingenieros pajeños, y éstos se hallaban postrados fuera de acción.

Comunicaciones.


Atropos
, aquí
Simbad
.
Atropos
, aquí
Simbad
,
Simbad
,
Simbad

En ese momento se le estaría ocurriendo a Joyce Mei-Ling Trujillo que se hallaban dentro de una estrella. Asombro y terror y un acto reflejo para alcanzar la cámara. Glenda Ruth era un caso perdido, no mejor que los pajeños. «
Atropos
, aquí
Simbad
…» Otros se movían. Renner giró la cabeza. Por lo menos, Bury no se agitaba con violencia. «
Atropos
, aquí
Simbad
…»

Bury estaba demasiado quieto.

—¡Cynthia!

Ella ya se había soltado y se encontraba pegada a él, los dedos en su cuello.

—No hay pulso.

—Haz algo. Lo siento, claro que lo harás. —Las luces de verificación del impulsor parpadearon verdes. Renner lo activó—. Mueve el yate, Townsend.

—Sí, sí. Aceleración. Preparados.


Simbad
, aquí
Atropos
.

—Blaine. Estupendo. Situación inalterada en cuanto a nuestro tiempo de Salto.

—Inalterada en cuanto a su tiempo de Salto. Recibido, señor.

—Informa.

—Sí, señor. Estamos emitiendo en frecuencias de llamada de la Flota. Aún no nos ha disparado nadie. Puede ser una buena señal.

—No hay disparos; pero tampoco respuesta.

—Aún sin respuesta, comodoro.

¿Dónde demonios se encontraba Weigle y el Escuadrón de Eddie el Loco? Pregunta estúpida. Weigle podía hallarse en cualquier parte.

—Sigue intentándolo. Nos esconderemos detrás de vosotros cuando lleguemos allí.

—Correcto. Dejaré el canal abierto.

Más movimientos a su espalda. Cynthia le había vuelto a conectar los sistemas médicos a Bury. De pronto, éste se sacudió, y se quedó quieto. Descarga eléctrica. Seguía muerto. Esqueléticos brazos metálicos se alzaron de la caja, por primera vez en el recuerdo de Kevin, y comenzaron a trabajar en Horace Bury.

Alí Babá soltó un aullido de terror.

—Victoria. Glenda Ruth. Cualquiera —gritó Kevin.

—Sí, Kevin.

Renner se volvió jubiloso. ¡Era la voz de Bury! Se trataba de Omar.

No era su culpa.

—Cuando los Ingenieros se recobren —dijo Renner—, cerciórese de que el Lanzador está listo y cargado, y no deje de verificar dos veces el generador del Campo.

Habían reconstruido el generador del Campo, alterándolo de tal modo que no se expandiría ni presentaría una zona de superficie más grande para el delgado material estelar supercaliente que les rodeaba. Ahora igualaba al de las naves del Escuadrón de Eddie el Loco, incluida la
Atropos
.

—¡Apartaos! —gritó Cynthia—. ¡Glenda Ruth, coge a Alí Babá! ¡Apartaos! —Horace Bury volvió a sacudirse. Una vez más.

Glenda Ruth canturreó en voz baja. Las luces del panel médico brillaron, mas no mostraron señal de actividad cardíaca o cerebral. El panel estaba muerto, o…

—¡Kevin, Cynthia, Dios mío, parad! —exclamó Glenda Ruth—. ¡Está muerto!

«Nunca se sabe…» Kevin contuvo el comentario. Ella sí lo sabría.

Ahora se hallaban junto a la
Atropos
. Townsend equiparó velocidades.

—Permanece junto a ella —dijo Renner—. Blaine.

—¿Señor?

—Modifico el plan. Si voy a llegar a usar el Lanzador, deberá ser antes de que intensifiquemos demasiado el calor, de modo que nos quedaremos junto a vosotros durante la primera fase de la batalla.

—¿Sí, señor?

—Sigue transmitiendo datos.

—Sí, sí, señor. Transmisión de datos activada —dijo Blaine.

—Recibidos. ¿Hubo suerte contactando con la Flota?

—Todavía no. ¿Alguna otra orden, señor?

Renner giró la cabeza y miró de nuevo la cabina.

—Sí. Cancelo las instrucciones de evitar gravedades altas. Usad cualquier aceleración que requiera la situación táctica.

Vieron a través de los ojos de la
Atropos
. Irrumpió un punto negro; luego otro; después dos más. Una hebra verde desde la
Atropos
hacia uno de los intrusos. El Campo del intruso centelleó, se expandió.

—Está funcionando —comentó Renner—. Las naves del Kanato poseen un Campo Langston expansible, que es estupendo para la mayoría de las batallas; pero aquí, cuando se expande, recoge todavía más calor.

—¿Podrían haber hecho lo que ordenó usted? —preguntó Joyce—. ¿Que sus Ingenieros lo reconstruyeran?

—¿Omar?

—Carecen de datos. A mí no se me habría ocurrido.

Más puntos negros.

—Freddy, prepara el lanzador. Apuntaremos al centro del grupo.

—Bien.

El punto negro se expandió, cambió colores… y se desvaneció. La hebra verde de la
Atropos
se dirigió hacia otra nave.


Atropos
.

—Sí, sí, comodoro.

No era Blaine.

—Dígale a su capitán que comenzaremos a disparar cuando tengamos veinticinco blancos. Vigile el enlace de datos para el tiempo exacto.

—Dispararán cuando tengan veinticinco, eso es, dos cinco, blancos. Observar enlace de datos para el tiempo exacto. Sí, sí, señor.

La cámara de Joyce grababa. ¿Por qué no? ¿Qué podría importar ahora si todo el mundo se enteraba de que el
Simbad
llevaba armas nucleares?

—Disponemos de otra ventaja —dijo Renner—. Autonética Imperial ha desarrollado un revestimiento para naves que sólo pasa a ser un superconductor a cuarenta y cuatro mil grados Kelvin. Eso es doscientos grados más frío que lo que hace falta para ablandar el casco. Puedo introducir un cable superconductor en el depósito de agua del
Simbad
y, luego, dar salida al vapor. Resumiendo, podemos permanecer con vida un largo tiempo.

—Quizá lo necesitemos —dijo Freddy—. Veinticuatro.

—Carga.

—Levantando Lanzador. Cargando. Uhh, hace calor ahí afuera. Fuego. Retirando el Lanzador al interior del Campo.

Un cronómetro se activó en la consola de Renner. Veintinueve segundos. Veintiocho…

Una estrella brillante dentro de la estrella. Veinte puntos negros se expandieron, se estiraron, le añadieron su calor almacenado al resplandor blanco. Líneas verdes convergieron en otra. Centelleó y desapareció.

Y aparecieron treinta naves más.

—Prepara el Lanzador —dijo Renner.

Había de sesenta a setenta globos de colores diseminados a través de un cielo anaranjado brillante. El ojo no era capaz de calcular su distancia: los tamaños variaban en exceso. La mayoría eran rojos. Menos eran anaranjados, y éstos se fundieron en la invisibilidad hasta que se tornaron más calientes. Un puñado eran verdes y azules, inflándose a medida que subía su temperatura, hasta que uno u otro se convertía en una nova breve. Se trataba de una clase de astronomía de parvulario, las estrellas situadas en sus sitios por códigos de colores en el diagrama Hertzsprung-Russell.

—… Tres. Dos. Uno. Bingo —entonó Freddy.

Otro resplandor. Burbujas rojas y amarillas se inflaron de repente, verdes, azules, flashflashflash.

—¿Cuántas han sido ésas? —inquirió Joyce.

—Contando las que cazó la
Atropos
, más de cien.

—¿Deberíamos estar contentos? Lo siento, Glenda Ruth…

—No importa. Son sólo Guerreros. Para los pajeños son propiedad valiosa, pero…

—Retraído. Quedan siete ojivas —informó Freddy—. La sincronización ha sido prácticamente la correcta, estaremos demasiado calientes para usarlo muy pronto. Capitán, he de decir que esto es más fácil que lo que creí que iba a ser.

—Demasiado fácil —afirmó Renner—.
Atropos
, páseme al capitán Rawlins, por favor.

—Aquí Rawlins.

—Éste era el Grupo A, ¿de acuerdo?

—Sí.

—Creo que es hora de largarse de aquí antes de que arribe el Grupo B.

—Coincido. ¿Qué curso?

—Fuera de la estrella. Diríjase al punto de Salto a Nueva Cal. Yo abriré el camino. Y no deje de llamar a la Flota.

—A Nueva Cal. ¡Tenga por seguro que no pararemos de llamar! ¿Aceleración?

—¿Dos gravedades?

—Perfecto.

—¡Aquí vienen! —gritaba el portavoz de la
Atropos
—. ¡Cientos! —Luego, con voz más sosegada—:
Simbad
, aquí
Atropos
. Flota enemiga saliendo por el punto Alderson. La cuenta es de trescientas naves. Estamos disparando torpedos.

—Quizá éste sea un buen momento para usar nuestras últimas cargas —comentó Townsend.

—Detesto que nos quedemos secos, pero, sí —Renner tocó unas teclas—.
Atropos
, asígnenos un grupo de blanco, por favor.

La imagen de la pantalla dio un salto, y en ella apareció un círculo que indicaba un grupo de naves moviéndose juntas a alta velocidad y alejándose del punto de Salto. A cada segundo aparecían otras naves.

—Santa María —dijo Freddy Townsend—. De acuerdo, tengo una solución… levantando… de camino. Ochenta y nueve segundos. —Los cronómetros comenzaron la cuenta atrás—. Por supuesto, sabe que no podemos luchar contra todas esas naves.

—Gran verdad —acordó Renner—. Por supuesto, no tenemos que hacerlo.

—Ellos no van a dejarlo —dijo Joyce—. Omar, Victoria. ¿es que no ven que están derrotados? ¡Ahora no les servirá de nada destruirnos!

—Tienen sus órdenes —repuso Glenda Ruth—. Victoria, ¿cuestionan alguna vez los Guerreros las órdenes de los Amos? Joyce tiene razón, esto no les servirá de nada, no ahora. Sin importar lo que nos hagan, regresan a la Paja sobrecalentados y sin combustible, y las flotas de la Alianza les estarán esperando. ¿Lo saben?

—Lo saben mejor que usted —contestó Victoria.

—Y tienen sus órdenes —Glenda Ruth experimentó un escalofrío.

—Creo que es más que eso —intervino Omar—. Si regresan, será la primera vez que las naves pajeñas lo hayan conseguido. Muchos neutrales se les unirán sólo por ese motivo. Y si un grupo de tamaño considerable se pasa a su bando…

—La unión con los ganadores —comentó Joyce—. Glenda Ruth, ¿estás de acuerdo?

—Supongo que debo estarlo.

—Tengo un nuevo grupo de blanco para ustedes —dijo la
Atropos
.

—Preparados para lanzar.

—Aquí Rawlins. Comodoro, no recibimos respuesta de la flota, y nos van a derrotar.

—¿Sugerencias?

—Huyamos mientras podamos. Irrumpamos de nuevo en el sistema de la Paja, donde tenemos aliados.

—No es una gran alternativa.

—Es más que de lo que disponemos ahora —indicó Rawlins—, señor.

—En realidad, es un buen plan, para ustedes —acordó Renner—. No funcionará para nosotros, carecemos de la aceleración, pero… Sí. Háganlo. Capitán Rawlins, le aparto del servicio. Su misión es la de sobrevivir y presentarse ante cualquier flota Imperial.

—Aguarde un minuto…

—No, ya no nos queda tiempo. Yo permaneceré en curso. Usted corra como mil demonios. Rawlins, alguien debe sobrevivir a esto. Nuestros pajeños lo analizan de este modo. Si el enemigo regresa con vida, los neutrales se unirán al Kanato. ¡No podemos dejar que eso suceda! ¡Rawlíns, vuelva usted al sistema de la Paja y dígale a todo el mundo que viene el Imperio!

Hubo una pausa prolongada.

—Sí, sí, señor. Buena suerte.

—Buena suerte. Freddy, prepara el Lanzador.

—La última batalla del
Simbad
—comentó Freddy. Con un gesto de la cabeza indicó a Bury—. Creo que se merece un funeral vikingo. Sólo que no hay ningún perro a sus pies.

Las cámaras se oscurecieron.

—Hemos perdido el enlace con la
Atropos
—dictó Joyce en voz baja.

—Ya no tenemos ninguna protección de la
Atropos
—observó Renner—. La temperatura de nuestro campo está subiendo. Preparado, deberás disparar a ciegas después de que eche un rápido vistazo.

—Dispongo de un grupo de blanco provisional. Proporcióneme una imagen para estar seguro. Bien. Lanzando. Retirando. Capitán, creo que ése ha sido el último servicio del Lanzador.

—Coincido.

—¡Odio estar a ciegas! —exclamó Joyce.

—¿Y quién no? —preguntó Freddy.

—En los días anteriores a los superconductores, ya estaríamos recibiendo quemaduras —comentó Renner—. Recuerdo la batalla en el espacio de Nueva Chicago. El capitán Blaine —capitán de fragata, entonces— se quemó medio brazo. Sin embargo, ahora estamos sentados cómodamente aquí.

—Hurra. ¿De cuánto tiempo disponemos? —preguntó Glenda Ruth.

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