El tercer brazo (55 page)

Read El tercer brazo Online

Authors: Jerry Pournelle Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: El tercer brazo
2.3Mb size Format: txt, pdf, ePub

Iba a ser peligroso. Los pajeños que llevaba a bordo no serían de ninguna utilidad. Las computadoras del
Simbad
eran del calibre de las de la Marina, tres sistemas independientes, cada uno realizando las mismas pruebas de problemas hasta que todos obtuvieran los mismos resultados…, y no los estaban consiguiendo.

—¡Townsend!

—¿Señor?

—¡Active el Lanzador! Dispárele a esa flota pajeña. En especial a la nave grande.

—A la orden. Autocomprobación del lanzador. En orden. Levantándolo. —El Campo parpadeó durante un segundo a medida que los anillos del acelerador lineal subieron despacio a través del escudo de energía negra. Lanzador fuera del Campo. Recibo información directa de cámara. Análisis de trayectoria… —
Simbad
cruzaba como un relámpago por delante de la batalla. Casi no había tiempo—. ¡Las computadoras de trayectoria dan respuestas divergentes! —gritó Freddy—. Maldición. Lanzando. ¡Listo, —
Simbad
reculó. Otra vez—. De camino. Cargadores automáticos funcionando —indicó. Un sonido agudo y apagado que debía proceder de Glenda Ruth—. Preparados —anunció Freddy—. De camino. Patrón de dispersión. ¡Fuego continuo, listo! —Hubo un resplandor intenso de luz en todas las pantallas; luego, éstas quedaron en blanco—. Nos han dado. Cámaras inutilizadas —anunció Freddy—. Capitán, el Lanzador está seco. Tendríamos que guardarlo para recargar.

—No importa.

Bury intentaba trepar por el tobillo de Kevin sólo con una mano.

—Guárdalo. ¡Kevin, guárdalo!

—De acuerdo, lo estoy haciendo. Quédate quieto, Horace.

Invisibles, los anillos del Lanzador se hundían a través del Campo de vuelta al interior del casco.

—Superconductor —informó Bury.

—Ah. —El lanzador del
Simbad
era un acelerador lineal fabricado con un superconductor pajeño. Ésa era la razón por la que no se había derretido con la luz de los láseres del Kanato. Si no se lo retiraba, conduciría la energía del ataque láser al interior del
Simbad
—. Aún recibimos transmisiones de la
Atropos
—dijo Renner. Éstas quedarían poco a poco anticuadas a medida que el
Simbad
se alejara de la batalla—. Y tengo una cámara.

Una imagen se formó en la pantalla de Renner, una mezcla de la transmisión y de observación directa. Mostraba un grupo de naves pajeñas que retrocedían, mientras el
Simbad
dejaba atrás la batalla. Rayos salieron de tres naves pajeñas mas pequeñas en dirección al
Simbad
. Otros seis mantenían a la
Atropos
inmóvil como una cucaracha. Una de las naves pajeñas que atacaban al crucero Imperial era casi tan grande como la
Atropos
.

—Su campo es azul —musitó Renner. «Le doy otros cinco minutos. Luego, quedará aniquilada, y también nosotros.»

—Cinco. Cuatro —contó Freddy—. Tres. Dos. Uno. Cero. Quizá el activador no funciona. O el gat…

Algo centelleó de manera intolerablemente brillante detrás de la nave pajeña más grande. Ésta pasó de verde a un azul intenso, expandiéndose. Otro resplandor. Otro. El azul fue tornándose en violeta.

—Jesús, Horace —murmuró Renner—. ¿Cincuenta megatones? ¿Hace cuánto que tenemos eso a bordo?

—Tú no lo habrías… —La voz de Bury era débil, pero irradiaba una nota de triunfo irónico—. Tú no lo habrías aprobado. Y por lo que costaron casi no lo apruebo yo.

—¡Funciona! —gritó Joyce—. ¡Ya no atacan a la
Atropos
! Están… —Guardó silencio. Dos de las naves pajeñas centellearon violetas, el resplandor se intensificó y desaparecieron. La nave más grande ahora brillaba de un azul blanquecino, y la
Atropos
le disparaba—. No podrá aguantar —concluyó Joyce.

La nave pajeña grande fulguró y se desvaneció. En ese momento un grupo de puntos brillantes se arracimaron alrededor del decreciente brillo que era la
Atropos
y aceleró hacia las restantes naves Tártaras.


Simbad
, aquí
Atropos
.

—Adelante, capitán.

—Bien hecho, señor. Hemos ganado esta batalla —dijo Rawlins—. Los pajenos pueden acabar con el resto de su flota de bloqueo. Señor, no hubo oportunidad de contactar con el
Agamenón
. Sugiero que lo haga usted.

—Bien. Adelante, Rawlins. ¡Townsend!

—Aquí.

—Localice al
Agamenón
. Envíe ese mensaje.

—Me pongo a ello.

—Ustedes luchan como alimañas —afirmó Arlequín con desprecio.

Jennifer reculó ante el insulto; luego se cuestionó su significado. Pero la Mediadora se había impulsado con los pies a popa sin darle una oportunidad de replicar. En ese momento los pajeños se agruparon para conversar, y Jennifer se volvió hacia la pantalla.

Había tenido lugar una batalla. Habían muerto naves. Daba la impresión de que hubieran ganado los intrusos.

Arlequín regresó, con el Guerrero flotando detrás de ella.

—Me disculpo —dijo la pajeña—. Ahora lo entiendo. Gastan sus recursos como alimañas, pero no es que sean ustedes animales. Disponen de recursos ¡limitados.

—Si ustedes ganan todo lo que desean, sus descendientes pensarán del mismo modo —comentó Jennifer.

—Sí. Nuestro plan de batalla ha cambiado, Jennifer. Ya no creemos que podamos pasar a Nueva Cal.

—Ríndanse —dijo ella—. Acepten la Lombriz de Eddie el Loco. Ningún pajeño debe morir porque haya demasiados.

Un gesto de la mano descartó la idea.

—Lo hemos considerado. Hay dominios por los que luchar, y aún podemos ganar.

«Y los Mediadores hablan por los Amos.»

—No pueden ganar. El Imperio posee… Han visto los recursos de los que disponemos. Mire esta apresurada y pequeña expedición. Una nave civil bastó para dañar su flota de guerra y alterar sus planes, ¡y no han visto de lo que es capaz el Imperio! ¡Arlequín, hable con los Amos!

—Lo he hecho. Usted no lleva ni un solo parásito alterado. No hay tiempo para probarlo, y puede que éste no sea más que una invención —Arlequín quizá ni siquiera hubiera visto la reacción de ella—. En cualquier caso, nuestras opciones no han desaparecido. Sus representantes han establecido acuerdos con nuestros rivales. Pollyana los llama el Consorcio de Medina. Muy bien, únicamente necesitamos conquistar Medina y ocupar su sitio. Entonces, tendremos una mano que aprieta en los vastos recursos ofrecidos por su Imperio.

Al principio eso a Jennifer le pareció ridículo.

—¿Todos los pajeños se parecen?

—Debemos dar por hecho que ustedes enviaron mensajes describiendo su situación, describiendo promesas hechas al Consorcio de Medina, describiendo los planes de batalla. Pero si silenciamos todas las voces humanas, y si aniquilamos a todos nuestros rivales, ¿quién le dirá a sus Amos cuál de nosotros era el Consorcio de Medina?

Jennifer percibió que su respuesta sería tomada con suma seriedad; de modo que, con mucha seriedad, la meditó a fondo.

—¿Y si fracasan? Una sola voz podría destruirlos a todos.

—Los humanos son conspicuos. Necesitan sus sistemas de apoyo vital especiales. Les encontraremos.

—¿Qué van a hacer?

—Ya se ha hecho. Nuestros Guerreros seguirán a sus naves humanas y las destruirán. Puede que haya otros en el transporte principal de Medina, pero mi consejero Guerrero informa que sólo se trata de una bola de nieve de hidrógeno, llamativa y lenta, fácil de capturar.

¡Está loca! Pero todos los pajeños son distintos. No es mejor que ser iguales. Podría funcionar, pensó Jennifer. «Y Arlequín sabe que yo pienso que podría funcionar. Maldición.»

—¿Qué pasa con nosotros?

—Quizá les necesitemos.

—Por supuesto. —Si el Kanato fracasaba, ella o Terry llevarían las condiciones de rendición al Imperio. Por lo tanto, serían los últimos en morir. «He de pensar. Debe haber algún modo de convencerles de que esto es una locura»—. Eddie el Loco.

Arlequín no había llegado a dominar el arte de dar la impresión de encogerse de hombros; sin embargo, la inflexión de su voz transmitió el mismo sentimiento.

—Como usted dice. Éstos son tiempos de Eddie el Loco. Pero el tiempo es breve, y si vamos a buscar esa opción, debemos hacerlo ahora. Hablaremos más tarde.

—Señor, tengo algunas naves en pantalla —informó Freddy Townsend—. ¿Interesado?

—No. Localiza al
Agamenón
.

—A la espera.

—Haré café —dijo Joyce—. ¿Negro, con leche caliente?

—Si
Agamenón
tiene los escudos levantados —comentó Freddy—, no la encontraré, punto. ¿Y si transmitimos su mensaje al punto de Salto?

—Bien, Freddy. Hazlo. Luego, no dejes de intentarlo.

—Sí, sí. —Las luces disminuyeron. Toda la energía del
Simbad
se concentró en esa transmisión—. Oh, Dios —exclamó Freddy.

—Informa, Townsend.

—Más naves bajo aceleración. Impulsores de fusión, alta aceleración. Cuento dieciséis a no más de cinco millones de klicks de distancia, todas, según el desplazamiento de los rayos de su espectro hacia el rojo, alejándose y sin rumbo; no sé adónde se dirigen, pero no es al Salto de Nueva Cal.

Renner acercó las imágenes.

—Kevin, ¿de qué se trata? —demandó Joyce.

—No dispongo de datos suficientes.

—Hay más —dijo Freddy—. Un campo entero centelleante de luces de propulsión a unos sesenta millones de klicks, y está situado entre nosotros y el
Agamenón
.

—Nos han aislado —dijo Joyce.

—Exacto —acordó Freddy—. Capitán, ya tengo una integración de cuatro minutos sobre las luces. Muestran un desplazamiento al rojo decreciente, sin rumbo.

—¿Propulsión?

—Bastante cerca de tres g estándar.

—Seguro que son Guerreros.

—¿Todos sus espectros se desplazan al rojo? —preguntó Joyce—. Eso significa que se alejan de nosotros.

—Disminuye el desplazamiento del espectro —indicó Freddy—. Se alejan, pero avanzan hacia nosotros. Un avión estaría virando, pero eso no se puede hacer en el vacío.

Renner apretó los botones del intercomunicador.

—Omar, ¿ha seguido esto?

—Sí, comodoro.

La voz de la pajeña transmitía al mismo tiempo cansancio, confusión.

—Renner.

—Observe. Ese grupo que acabo de marcar. Es la fuerza principal de la flota del Kanato. La mejor estimación es que todos sus Guerreros se dirigían hacia el
Agamenón
y el punto de Salto a Nueva Cal hasta que los Amos irrumpieron en este espacio.

—Resulta razonable.

—De acuerdo. Pero ahora todos los Amos se están alejando de la Hermana, y los Guerreros desaceleran, con toda probabilidad regresando. ¿Qué es más factible que crean que están haciendo?

—Los Guerreros regresan en masa para defender a los Amos de nosotros. Los Amos poseen muchas opciones. Su objetivo puede ser un lugar para ocultarse, quizá los cometas alrededor de la estrella enana marrón. Parecen haber abandonado el punto de Salto fuera de este sistema. Algo los ha convencido de que la defensa de ustedes en el Salto es demasiado formidable.

—Jennifer —comentó Freddy—. Ella debe haberlos convencido.

—Esas bombas no debilitaron sus argumentos —indicó Ornar—. Sin importar lo demás que ustedes hayan hecho, han demostrado estar dispuestos a gastar recursos.

—Recursos para despilfarrar —intervino Joyce—. Algo que nosotros literalmente…

Todas las pantallas quedaron en blanco. Con presteza Kevin movió dos diales. Las pantallas se tornaron opacas hasta ser un grupo de puntos verde láser.
Simbad
se hallaba bajo ataque.

—Lo que sea. ¿Y ahora que está pasando? —musitó Renner—. Omar, esa flota Guerrera viene directamente hacia nosotros. O regresa a la puerta que va de vuelta al sistema de la Paja. ¿Cuál de las dos?

—¿Por qué no ambas cosas?

—Ambas.

Omar y Victoria conferenciaron unos instantes. Luego, Omar dijo:

—Si amenazamos a los Amos del Kanato, nos atacarán, por supuesto. Sin embargo, considere esto. Si han abandonado la idea de abrirse paso a la fuerza más allá del
Agamenón
, entonces el Kanato puede que haya instruido a sus Guerreros a retornar a través de la Hermana para preparar un camino seguro para su regreso al sistema de la Paja.

—¿Abandonan? —Era la primera vez que Glenda Ruth había hablado desde la batalla.

—Tal vez —Omar se encogió de hombros—. O puede que ataquen a Medina, para debilitar nuestro poder para futuras negociaciones. O cualquier otra cosa. Ésta es una cuestión de estrategia militar.

—Matarán o capturarán a todos los humanos que puedan —informó Victoria—. Sí su Imperio sólo tiene al Kanato para negociar, cualquier contrato favorecería al Kanato.

—¿Apuesta?

Victoria contestó en pajeño. Glenda Ruth rió cuando la conversación de ellas se hizo más y más veloz.

—Tío Kevin —dijo—, ¡están apostando! ¡Descendientes para sus Amos! Victoria le concede cuatro a uno…

—Luego, Glenda Ruth. Omar, da la impresión de que toda su flota de Guerreros viene en línea recta hacia nosotros.

La cabina se oscureció.

—He localizado al
Agamenón
—informó Freddy—. Transmito de nuevo su mensaje.

—Bien. Muy bien. Ahora debemos largarnos de aquí. ¿Sugerencias? —Nadie respondió—. Freddy, danos la vuelta. Sitúanos en curso para regresar a través de… la Hermana.

—A través de la Hermana. ¿Qué propulsión?

Renner dejó que la computadora trabajara durante un momento.

—Esa cantidad de radiación que nos están soltando es terrible. Si se mantiene, tendremos que esquivarla. ¿Qué intentan hacer?

—¿Matarnos? —aventuró Freddy.

—Bueno, si pueden, pero ¿qué más? —Renner estudió las pantallas. Si la flota pajeña mantenía su curso, llegaría a la Hermana en unas veinticinco horas. Otro momento de indecisión. Luego—: Mantén la propulsión razonable. Digamos punto tres por ahora. —El Campo se veía de un rojo apagado. No estaba mal, pero permanecerían bañados por ese resplandor de láser verde durante horas—. Quiero ver qué harán esos Guerreros.

—¿Qué pasa con nuestras naves? —inquirió Omar.

—Yo me quedaré con la
Atropos
—repuso Renner—. Haga que todas sus naves pajeñas refuercen a Balasingham. Mire, se va a mostrar algo cauto con ellas.

—Ya hemos discutido eso —dijo Omar—. Nuestras naves se situaran en posición de ayuda para su crucero de guerra sin amenazarlo.

Other books

The Minnesota Candidate by Nicholas Antinozzi
Coming to Rosemont by Barbara Hinske
Tart by Jody Gehrman
Skin Deep by Jarratt, Laura
Silent Star by Tracie Peterson
Bit the Jackpot by Erin McCarthy