El tesoro del templo (10 page)

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Authors: Eliette Abécassis

Tags: #Intriga

BOOK: El tesoro del templo
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Mi padre se arrellanó en su asiento y pareció reflexionar intensamente. Su mirada se perdió un instante, a lo lejos, en dirección a las colinas de Judea. En ese momento llegó Jane, vestida con un traje chaqueta oscuro. Sus ojeras, sus pupilas inmóviles y el color sombrío de sus ojos negros le daban un aspecto extraño, casi fantasmagórico.

—Buenos días, Jane —dijo mi padre, al tiempo que se levantaba para saludarla.

—Buenos días, David —respondió ella tendiéndole la mano.

—Siento mucho lo del profesor Ericson. ¿Le conocías bien?

—Por supuesto —dijo Jane—, para mí era algo más que un jefe…

Jane sonrió débilmente.

—Es posible que estuviéramos excavando de nuevo en el lugar equivocado…

—Ary me ha dicho que deseáis saber algo más sobre el Pergamino de Cobre.

—Sí —dijo Jane—. Creo que tendríamos que haber venido a verle antes de la catástrofe, pero el profesor Ericson era muy estricto en ese tema, quería informar al mínimo de gente posible.

Miré a mi padre, que la observaba con una mezcla de solicitud y de curiosidad. Jane, por su parte, se sentó y cruzó las piernas con toda tranquilidad.

—Bueno —dijo mi padre—, tuve ese manuscrito en mis manos hace bastantes años. Su carácter no literario, la enumeración sucinta de las exposiciones, la escritura y el hecho de que hubiera sido hallado en las grutas de Qumrán demuestran que se trata de un documento auténtico. El texto es misterioso y muy difícil de descifrar, porque es imposible distinguir ciertas letras, casi iguales. Además, contiene muchos errores y las direcciones que llevan a los escondites son a la vez vagas y ambiguas. Sabemos ahora que ese manuscrito fue escrito aproximadamente cuarenta años después de los demás, y eso resulta sorprendente. Los traductores se contradijeron varias veces, unos indicaban un lugar y otros la dirección opuesta. Cuando por fin se logró descifrarlo, nos dimos cuenta de que nos hallábamos en presencia de una lista fabulosa: se había repartido un tesoro en 63 escondites descritos con precisión, y todos ellos alrededor de Jerusalén. El conjunto representaba no menos de varios miles de talentos de oro y plata, 165 lingotes de oro y 14 de plata, dos marmitas llenas de plata, vasijas de oro y plata que contenían perfumes preciosos, hábitos sagrados, objetos de culto, es decir, una fortuna considerable. Los investigadores se preguntaron qué credibilidad merecía todo aquello y pusieron en duda que el tesoro fuera real.

—Y tú —insistí—, ¿qué piensas?

—A pesar de todo lo que digan las versiones oficiales, no se trata de una leyenda.

—¿De dónde viene el tesoro? —pregunté.

Mi padre nos miró con intensidad, como si se preguntara si tenía que responder a esa pregunta. Al cabo de unos segundos murmuró:

—Es el tesoro del Templo, Ary. El tesoro del Templo, formado por los objetos sagrados procedentes del Templo de Salomón, de esplendor sin igual, a los que hay que añadir las contribuciones y los diezmos que se aportaban al Templo en ocasión de las fiestas y los sacrificios. Todo fue convertido en metales preciosos y luego reunido en un lugar central en el Templo de Jerusalén.

—¡Eso explica la considerable cantidad de oro y plata mencionada en el pergamino! —exclamó Jane, cuyos ojos habían empezado a brillar.

—Y probablemente el tesoro fue escondido fuera de la ciudad poco después del inicio de la guerra contra los romanos, justo antes de que las legiones entraran en Galilea —añadí.

—¿Cómo puede estar tan seguro de que se trata del tesoro del Templo? —preguntó Jane.

—Por muchas razones, Jane. Para empezar, el tesoro es tan considerable que no puede haber sido acumulado por un solo hombre ni por una sola familia. En segundo lugar, el tesoro del Templo desapareció misteriosamente, más o menos en la época en que fue grabado el Pergamino de Cobre. Además, en el Pergamino de Cobre se encuentran numerosos términos relacionados con la función sacerdotal, como por ejemplo el
lagin
, que era un tipo de recipiente que a veces se utilizaba para contener cereales procedentes de la porción atribuida a los sacerdotes, o el
efod
, que era una vestidura sacerdotal.

—¿Una vestidura de lino blanco?

—Exactamente.

—¿El Sumo Sacerdote llevaba un turbante en la cabeza?

—Sí, en efecto. ¿Por qué lo preguntas?

Jane y yo intercambiamos una mirada.

—Porque el profesor Ericson iba vestido así cuando lo encontramos sobre el altar.

—Todo esto no son más que hipótesis —prosiguió mi padre—. Pero puedo demostraros que el tesoro es real.

—¿De veras?

En ese momento, tomó una hoja de papel y un bolígrafo de su bolsa y los tendió a Jane.

—Ten, escribe algo. Cualquier cosa, pero que sea una frase entera.

Jane escribió: «La solución del misterio se encuentra en el Pergamino de Plata.» Luego dio la hoja a mi padre, quien la tomó y la leyó frunciendo el ceño.

—Ves, sólo a partir de esta frase podemos deducir numerosos aspectos de tu personalidad, de tus motivaciones y también de tu estado psicológico. Tu escritura tiene un trazo firme y grueso, lo que demuestra una personalidad decidida, activa, un sentido agudo de la responsabilidad que se traduce en una cierta rigidez. La barra de la «t» indica fuerza de voluntad, y el acento sobre la «o» una gran atención a los detalles. El rasgo horizontal de los ganchos inferiores, como en la «g», muestra, sin embargo, una gran agresividad, yo diría incluso que una cierta violencia. Eres capaz de agarrar al vuelo las situaciones y de reaccionar muy deprisa. Actualmente el sentimiento que predomina en ti es la desconfianza, como lo indica la última letra de la frase, más grande que las demás. También eres extremadamente reservada, como lo demuestran los lazos cerrados de la «o». El trazo superior de las letras demuestra que eres tenaz y que tienes una verdadera voluntad de poder. La zona media no predomina en el conjunto de la escritura, y eso demuestra que intentas controlar tus emociones y que no te dejas llevar por tus impulsos…

—¿Adónde quieres llegar? —pregunté.

—Ya estoy llegando. Se me ocurrió la idea de llevar una copia del Pergamino de Cobre a un experto grafólogo, que analizó la escritura y concluyó que el manuscrito había sido escrito por varias personas, porque había cinco estilos distintos. Además, percibió en la escritura una gran tensión nerviosa. Finalmente, vimos que el manuscrito no era esenio, sino que había sido escrito justo antes de la destrucción del Segundo Templo y que había sido redactado en un estado de pánico.

—En ese caso, ¿por qué el Pergamino de Cobre se encontraba en las grutas de los esenios? —dijo Jane—. ¿Y por qué dispersar el tesoro de ese modo?

Mi padre la miró un momento con expresión divertida.

—Imagina por un momento que tienes que esconder un fabuloso tesoro. Primero, evitarás llamar la atención. Y después, no lo esconderás todo en el mismo sitio, de modo que lo dividirás para transportarlo con mayor facilidad y hacer que sea más difícil descubrirlo.

Todos callamos. Mi padre pidió un café al camarero que se había acercado, un hombre joven y moreno vestido de blanco.

Cuando se alejó, mi padre lo siguió con mirada perpleja.

—Qué extraño —dijo—. Tengo la impresión de que ese hombre nos estaba escuchando.

—No, no —dije—, sólo estaba esperando que pidiéramos.

—No lo creo —se limitó a decir mi padre.

—¿Qué sabes de la familia Aqqoç? He leído en el Pergamino de Cobre que una parte del tesoro se encuentra en un terreno de su propiedad…

—Aqqoç era el nombre de una familia de sacerdotes cuyo linaje se remonta a los tiempos de David, una familia extremadamente influyente en la época del retorno de los judíos exiliados en Babilonia y que conservó toda su influencia durante el período de los Asmoneos. La propiedad familiar de los Aqqoç se encontraba en el valle del Jordán, no lejos de Jericó, es decir, en el centro de la región en la que se encuentra la mayor parte de los escondites descritos en el Pergamino de Cobre.

—Es el lugar en el que actualmente viven los samaritanos —dije.

—Después de su retorno del exilio, los miembros de la casa de Aqqoç no pudieron demostrar su genealogía con pruebas suficientes, y por ello perdieron su cualificación para las funciones sacerdotales. Por esa razón y en esas circunstancias, les confiaron otra responsabilidad, también relacionada con la organización del Templo, pero que ya no requería el máximo nivel de pureza genealógica necesario para el sacerdocio. En la época de la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, dirigida por Nehemías, se dice que el jefe de la familia Aqqoç era Meremoth, hijo de Uriyya, hijo de Aqqoç. A ese hombre se le confió el tesoro del Templo.

—En resumen, se podría decir que los Aqqoç eran los tesoreros del Templo.

—Queda por ver si existe otra relación, aparte de la geográfica, entre los samaritanos y los Aqqoç —dijo Jane.

—¿Sabías que los samaritanos aún practican sacrificios de animales?

—Sí —dijo mi padre frunciendo el ceño—. Pero no en cualquier circunstancia. ¿Has asistido recientemente a un sacrificio?

—Cuando fuimos a verlos estaban sacrificando un carnero, y había un toro esperando.

—¿Un carnero y un toro?

Mi padre se hundió profundamente en su asiento para reflexionar mejor.

—Sí, ¿porqué?

—En los tiempos del Templo —empezó mi padre—, el Sumo Sacerdote se preparaba durante diez días para la ceremonia solemne de la expiación. Cuando llegaba el día, se sumergía en una corriente de agua pura, y se cubría con ropas de lino resplandecientes de blancura antes de acercarse al lugar santo. Sólo entraba en el sanctasanctórum una vez al año, en la hora del Kippur, el día del Juicio. Diez días antes era el día de Roch Hachanah, el Primero del Año.

»La ceremonia empezaba con el sacrificio de un carnero y de un toro designados por el Eterno, en los que el Sumo Sacerdote abría siete surcos sangrientos. Luego se acercaba al chivo expiatorio, destinado a Azazel, y confesaba ante él los pecados cometidos por el Pueblo. Imponía las dos manos sobre el chivo y decía: "Oh, Señor, tu pueblo, la Casa de Israel, ha pecado, tus hijos han sido culpables ante ti. Por favor, por el amor de tu nombre, acepta la expiación de los pecados, de las faltas, de las iniquidades de que tu pueblo, los hijos de Israel, se ha hecho culpable ante ti, porque está escrito en la ley de tu servidor Moisés: En este día tendrá lugar la expiación que os debe purificar de vuestros pecados ante el Eterno". En ese instante, el Sumo Sacerdote pronunciaba el nombre inefable del Señor. Los sacerdotes y el pueblo, que estaba de pie en la entrada del santuario, al oír de la boca del pontífice el nombre majestuoso en toda su santidad, en toda su pureza, se arrodillaban y se prosternaban profundamente con la cara contra el suelo. Y el Sumo Sacerdote, después de dejarles terminar la bendición, concluía diciendo: "Sois puros". Se dice que cuando entraba en el sancta sanctórum, ante el propiciatorio que cubre el Arco, podía morir, porque Dios se manifestaba en ese lugar.

—En efecto —asentí. Y después de un silencio, añadí—. Pero allá abajo no hay ni Sumo Sacerdote ni sanctasanctórum.

—Y, sin embargo, todo parece haberse desarrollado como en los tiempos en que el Templo existía.

A nuestro alrededor crecía la algarabía; un grupo acababa de entrar en el hotel.

—Creo —terminó mi padre— que ese asesinato es una señal, como una letra o un pergamino que hay que descifrar con paciencia antes de comprender su sentido.

El camarero volvió y puso la taza de café delante de mí.

—No —dije, señalando a mi padre—. Era para él.

—Ah, perdón —exclamó el joven.

Se inclinó sobre mí y, con un movimiento circular, movió la taza al otro lado de la mesa.

—¿Cree usted que el autor del manuscrito era esenio? —preguntó Jane.

—La caligrafía del escriba recuerda sólo lejanamente el arte de escribir de Qumrán —respondió mi padre después de que el camarero se hubo marchado—. La mano autora del manuscrito es insegura e inexperta. Además, hay una curiosa mezcla de distintos tipos de alfabeto, de formas caligráficas y cursivas, así como varios cuerpos de letras. También se aprecia poca atención a una disposición ordenada del texto. El examen del documento con el ortógrafo lleva a las mismas conclusiones. El autor del catálogo no conocía ni la escritura neoclásica de los manuscritos de Qumrán, ni el arameo, ni la literatura mishnaica de que se valían los escribanos esenios. Es el hebreo hablado en su región.

—¿De qué fecha es la composición?

—Entre las dos revueltas, es decir, hacia el año 100, en cifras redondas.

Volvió a hacerse el silencio.

Mi padre se levantó en medio del alboroto general y se acercó a mí.

—El Pergamino de Cobre —dijo pasando la mano por el cuello de mi camisa— no es un texto esenio.

—Entonces ¿de dónde viene? —preguntó Jane.

En los ojos de mi padre brilló una luz divertida, como si hubiera tenido una idea.

—Jane, ¿conoces Masada?

—Sí, estuve allí…

—Mañana vendré a buscaros —dijo— y os llevaré.

Se inclinó hacia mí y me dio un minúsculo objeto redondo.

—Ten —murmuró—. Estaba en el cuello de tu camisa.

Miré el objeto con perplejidad.

—¿Qué es?

—Un micrófono, Ary. Colocado por el camarero, que por cierto ha desaparecido.

Colocó el micro ante sus labios y dio un silbido estridente.

—Ya está. Alguien, en alguna parte, debe de tener los tímpanos perforados.

Luego lo tiró al suelo y lo aplastó como si fuera una colilla.

Así fue como mi padre, al igual que dos años antes, se lanzó a la aventura sin dudar. Esta historia era también suya, porque él había vivido toda su juventud en las grutas de Qumrán, y aunque nunca me había hablado de ello y había conservado el secreto en el fondo de su corazón hasta que los dos fuimos juntos allí, yo sabía que en aquel lugar estaban sus orígenes, su familia, su patria. Dos años antes, nos habíamos lanzado en busca de un pergamino perdido que contenía revelaciones sobre Jesús y que había apasionado al paleógrafo que había en él. Vi encenderse de nuevo la misma luz en el fondo de sus ojos cuando le hablé del Pergamino de Cobre. Pero ¿por qué quería llevarnos a Masada? ¿Era porque pensaba que los esenios, a los que creíamos pacifistas, habían participado en las actividades revolucionarias de los zelotes? Yo sabía que las excavaciones de Qumrán habían permitido hallar forjas que servían para la fabricación de armas, así como flechas no romanas e incluso fortificaciones. ¿Aquello significaba que Qumrán no era un monasterio sino una fortaleza? ¿Era posible que los romanos hubieran hecho salir a aquellos sacerdotes y monjes de sus grutas misteriosas, hasta el punto de tomar, de grado o por la fuerza, parte activa en la revuelta judía? En Qumrán había un pergamino sobre la guerra que demostraba que los esenios se habían preparado para combatir, no sólo espiritual sino físicamente. También había, entre los pergaminos del mar Muerto, un manuscrito llamado
Pergamino del Templo
que revelaba que los esenios tenían un sueño loco y visionario: reconstruir el Templo, porque detestaban el templo de Herodes, opulento y fastuoso, griego y romano, saduceo. Pero ¿qué relación tenían el Pergamino de Cobre y el asesinato de Ericson?

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