Eternidad (41 page)

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Authors: Greg Bear

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Eternidad
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—¿Quieres entrar? —invitó Karen.

—Sí, gracias. —Mientras subía los escalones del porche, el joven se sacó una varilla plateada del bolsillo y pasó el dedo a lo largo de ella, sobre una línea verde luminosa—. Vuestra casa no está vigilada. Sólo hay monitores en el perímetro.

—No les importa lo que hagamos o digamos —dijo Karen sin rencor, sólo con fatigada resignación.

—Bien, es una ventaja. Traigo un paquete de mi padre.

—¿Eres el hijo de Suli Ram Kikura y Olmy? —preguntó Lanier.

—En efecto. Con mi madre no se puede comunicar nadie, la temen mucho. Pero pronto estará libre. Mi padre está escondido, no porque lo persigan sino... A decir verdad, no sé por qué se oculta. Pero pensó que os gustaría tener un informe claro y conciso sobre lo que sucede en Thistledown. —El joven hablaba con solemnidad—. Podría meterme en un buen lío. Pero mi padre también corrió riesgos en su carrera.

—Te han diseñado bien —dijo Lanier, traduciendo al inglés un cumplido pictográfico del Hexamon.

—Gracias. —Ram Olmy le entregó los anticuados cubos de memoria—. Puedes pasarte semanas leyendo lo que contienen. No hay pictografías, sólo texto. Padre hizo traducir las pictografías cuando era necesario. Puedo hacerte un resumen...

—Por favor. Siéntate.

Lanier señaló un sillón cerca de la chimenea. Ram Olmy se sentó, entrelazando las manos.

—El Ingeniero creará varios universos virtuales esta noche.

Para buscar el final de la Vía. Creo que podréis ver los efectos secúndanos. Será espectacular.

Lanier asintió, sin saber si en ese momento le interesaban los prodigios espectaculares.

—Las defensas están instaladas. No las han probado, pero pronto lo harán. Formaré parte de uno de los equipos de prueba.

—Buena suerte.

—Comprendo tu ironía, ser Lanier —dijo Ram Olmy—. Si todo va bien, la Vía se reabrirá dentro de una semana, y la primera apertura de prueba será dentro de dos semanas. Espero estar allí cuando la abran.

—Será un gran momento.

Lanier no se había sentado. Karen estaba detrás de él. A pesarde su mirada tranquila, Ram Olmy no las tenía todas consigo. Movió las manos y las entrelazó de nuevo. Inquieto como un potrillo, pensó Lanier.

—También traigo un mensaje de Konrad Korzenowski. Nadie ha visto a ser Mirsky. El Ingeniero me pidió que te informara. El avatar ha huido.

Lanier asintió.

—Estamos incomodando al chico —le dijo a Karen—. Sentémonos.

Trajeron sillas. Karen les ofreció un refresco, pero Ram Olmy rehusó.

—Estoy construido según unos parámetros un poco diferentes de los de mi padre. No tan eficientes, pero no necesito dispositivos talsit.

Extendió las manos, obviamente orgulloso de su forma material.

Lanier sonrió. Tapi le recordaba a Olmy, y ese recuerdo era agradable. Karen parecía menos conmovida por aquella ráfaga de los vientos del Hexamon.

—¿Por qué se oculta tu padre?

—Creo que está expresando su desaprobación, pero en realidad no lo sé. Vuestro aislamiento nos causa embarazo a todos. No conozco a nadie de la Liga de Defensa y Protección que apruebe el trato que está recibiendo la Tierra.

—Pero lo consideras una necesidad —dijo Karen. Ram Olmy la miró con ojos firmes y claros.

—No, ser Lanier. Yo no. Las leyes de Emergencia atribuyen la responsabilidad de las decisiones al presidente y al Consejo Especial del Nexo. Ellos dan las órdenes. Desobedecer las órdenes, según esas mismas leyes, supone la pérdida de los privilegios de encarnación y la copia directa en Memoria de Ciudad. Eso me devolvería al punto de partida.

—¿Cómo te dieron esta misión? —preguntó Lanier.

—La solicité. Nadie vio motivos para oponerse. Dije que erais amigos de mi padre y del Ingeniero, y que yo podría traeros un mensaje del Ingeniero.

—¿No están recluidos?

—No. Mi padre está escondido, pero no ha infringido ninguna ley. No pueden obligarnos a aceptar puestos de mando. Eso sería ridículo.

—¿Korzenowski se ofreció voluntariamente? —preguntó Karen, con interés creciente.

—No sé cuáles son sus motivos. A veces parece muy extraño, pero está realizando su tarea, por lo que sé. El Comité Especial del Nexo no puede controlar todos los enlaces de comunicaciones, y hay bastantes rumores en Thistledown. Lo veo poco, y su parcial me dio este mensaje.

—Te agradecemos que nos lo hayas traído —dijo Lanier.

—Lo he hecho gustoso. Mis padres os mencionaban a menudo. Decían que erais de los mejores viejos nativos. También quiero decir... —Se puso de pie abruptamente—. Ahora debo regresar. Han descargado todas las provisiones. El Hexamon cree que cuando esto haya terminado, cuando la Vía esté reabierta, tendremos los recursos necesarios para terminar nuestra labor en la Tierra. Espero ese momento, y me gustaría ofrecerme para trabajar con vosotros en cualquier proyecto que emprendáis. Ambos. Sería un honor para mí, y mis padres se sentirían orgullosos. Lanier sacudió la cabeza lentamente.

—Esto nunca terminará. No de la manera que imagina el Hexamon.

—¿La advertencia de Mirsky? —preguntó Ram Olmy.

—Tal vez. Y abuso de confianza. El Hexamon tendrá que hacer muchos remiendos. Ram Olmy suspiró.

—Todos hemos escuchado el testimonio. Nadie sabe cómo interpretarlo. El Comité Especial del Nexo dice que es falso. Lanier se sonrojó.

—Debes tener el cerebro de tus padres, si te crearon a partir de sus personalidades. ¿Qué piensas tú?

—Está entusiasmado con la aventura, Garry —dijo Karen, con una actitud más tolerante—. No seas duro con él.

—Mirsky no era un fraude —continuó Lanier—. Estuvo aquí, y convenció al Ingeniero y a tu padre, y también a tu madre, estoy seguro. Su advertencia era seria.

—¿Dónde está entonces, ser?

—No lo sé.

—Me gustaría conocerle, si regresa.

—Si regresa. ¿Y si alguien o algo más poderoso que Mirsky repara en la intransigencia del Hexamon? —Lanier se incorporó despacio; estaba más agitado de lo que pretendía demostrar—. Gracias por visitarnos. Informa a quien esté interesado de que estamos bien. Nuestra postura no ha cambiado. En todo caso, se ha endurecido. Puedes comunicárselo a tus superiores.

—Sí, ser, si se presenta la ocasión. —Agradeció a Karen su hospitalidad, miró fijamente a Lanier y cabeceó—. Adiós.

—Que la Estrella, el Hado y el Pneuma nos acompañen —dijo Lanier.

Acompañaron al joven hasta el jardín; los remotos habían concluido la descarga y regresaban a sus compartimientos del vientre de la nave. Ram Olmy subió a bordo y la nave se elevó rápidamente, girando hacia el oeste contra el borroso fulgor del cielo.

Karen abrazó a Lanier y le besó la mejilla.

—Bien dicho.

—Parece un buen hombre. Aun así, es uno de ellos. En corazón y alma.

—Hijo de su padre, más que de su madre.

Lanier le besó la frente. Anochecía. Miró hacia arriba con expectación.

—¿Qué magia nos regalará esta noche el viejo hechicero?

—Traeré las mantas —dijo Karen—. Y el calentador.

En el jardín, mientras despuntaban las estrellas, Lanier se preguntó si estar vivo era una suerte o una desgracia. Tenía carne de gallina en los brazos, y no podía evitarlo. Esto es real, se recordó. Estoy despierto.

Pronto Korzenowski —y tal vez una parte de Patricia Vasquez— jugaría con fantasmas de universos. Karen regresó y se acomodaron en la hierba.

—No me perdería esto por nada —murmuró ella—. Son unos canallas, pero son unos canallas brillantes. Lanier asintió, le cogió la mano.

—Te amo —dijo, con lágrimas en los ojos. Ella le apoyó la cabeza en el hombro.

A la mañana siguiente Lanier escribió en su anotador:

Vimos el punto de Thistledown al noroeste, suave e impreciso. La noche era cálida y mis viejos huesos no me dolían; tengo la mente más despejada que de costumbre, asombrosamente lúcida. Mi Karen estaba acostada junto a mí. Nos contábamos entre los pocos terrestres que sabían qué esperar esa noche. ¿O no?

Debemos tanto a estos obstinados ángeles, nuestros hijos distantes. Se me hizo un nudo en la garganta sólo de mirar el ascenso de Thistledown, la Piedra. Temía por ellos. ¿Y si cometían un error y se destruían? ¿Y si los dioses de Mirsky decidían intervenir desde el final del tiempo? ¿Qué sucedería entonces?

Rectos haces de luz clara y blanca brotaron de la piedra y cruzaron tres cuartos del cielo, internándose decenas de miles de kilómetros en el espacio, alejándose de la Tierra. No sé qué eran. No era solamente luz, sin duda, pues los láseres o los fenómenos similares sólo pueden reflejarse en el polvo, y no hay tanto polvo en el espacio. Mirábamos, tan ignorantes como salvajes. Las líneas de luz se disiparon
abruptamente, y por un instante no hubo nada más que las estrellas y la Piedra, más brillante, más alta en el noroeste. Pensé que tal vez Korzenowski había trazado un boceto en el firmamento, y era todo lo que veríamos.

Pero desde la punta de la Piedra surgió un majestuoso telón violeta y azul, que llegó en segundos de un horizonte al otro, cubriendo el cielo nocturno. En el telón refulgían manchas rojas; a los pocos segundos vimos, dentro de esas manchas difusas, imágenes de la luna, multiplicada muchas veces.

El telón se desgarró en jirones, como tela podrida arrastrada por la corriente de un río. En su lugar aparecieron brazos rizados y verdes, los tentáculos de una anémona monstruosa que giraba y vibraba. Había en ella una fealdad orgánica que me empujó a desviar los ojos. Estaba presenciando un nacimiento antinatural, con sus truculencias y misterios, mientras el espacio era distorsionado o usado de maneras a las que no está acostumbrado.

Luego todo se disipó y las estrellas regresaron, claras y nítidas, imperturbables. Si algo sucedía ahora, nosotros no podíamos verlo.

50
Thistledown

Korzenowski miró la sexta cámara desde la cabina que cubría el conducto del casquete norte, moviendo los dedos sobre un pequeño cubo de hierro-níquel. Junto a él, el presidente flotaba con los brazos cruzados, con un manto y un gorro ceremoniales, parecidos a los de un mandarín. Había abandonado una sesión del Nexo para observar la segunda serie de pruebas y la tercera, y ahora esperaba para ver la reacción de la maquinaria de la sexta cámara.

Ya brotaba un penacho de humo del tercer barrio; ya revoloteaban naves en torno del lugar dañado.

—¿Sabes qué es eso? —preguntó Parren Siliom.

—Fuego en un conducto de radiación de control inercial —dijo Korzenowski, prestándole poca atención. Fijaba los ojos en los puntos de la sexta cámara donde cualquier desecho pseudoespacial podía volar sectores enteros del suelo del valle—. Es un problema menor.

—¿Las pruebas tienen éxito?

—Así es.

—¿Cuánto falta para la conexión?

—Nueve días —dijo Korzenowski, concediéndose cierto margen—. La maquinaria necesita tiempo para alcanzar el equilibrio.

Es preciso dejar que se disuelva el universo virtual. Entonces el camino quedará despejado y podremos reconectarnos.

El presidente pictografió un símbolo escueto de aceptación.

—Ni yo ni el ministro de la Presidencia nos sentimos cómodos en esta situación —le pictografió a Korzenowski—. Todos nos vemos obligados a hacer cosas que no queremos, ¿eh?

Korzenowski miró al presidente con ojos gatunos. Hiciste de esto un proceso draconiano, en una especie de venganza, pensó.

—Al menos iremos a casa —dijo—. De vuelta a una vida que ral vez nunca debimos abandonar.

Parren Siliom no respondió a esta autocrítica manifiesta. Korzenowski había inspirado aquella medida.

Era una red tan enmarañada que costaba separar las hebras.

51
Thistledown

¿Qué es Pavel Mirsky?

Olmy interrumpió sus ejercicios en el suelo desnudo y subió un segundo nivel de barreras. La pregunta había llegado inesperadamente, y no por medio de su parcial ni del enlace establecido; no era una divagación ni un eco.

Durante varios minutos se quedó totalmente quieto, tratando desesperadamente de localizar la fuente de la pregunta. No se repitió, pero mientras él revisaba las conexiones entre sus implantaciones y su mente natural, comprendió que la repetición no era necesaria. Habían extraído la información de su memoria original y natural, con muy pocos vestigios de la intrusión.

Se había producido una irrupción, pero las barreras parecían intactas.

La habitación era tan lúgubre que bien podía servir de tumba. Por un momento, Olmy pensó en volarse el corazón y destruir las implantaciones, pero comprendió que no podía. Las conexiones voluntarias estaban cortadas. Ahora, sólo moriría si se tocaban detectores ocultos en las implantaciones. ¿Dónde estaba el parcial? ¿Todo había sido absorbido, incluidos los secretos de sus defensas?

¿Es Pavel Mirsky un humano como tú, o es el mando de otra entidad?

Olmy cerró sus pensamientos con la esperanza vana de que no todo estuviera perdido. Ignoraba qué había sucedido, hasta dónde llegaba la irrupción.

Estoy encontrando mucha información oculta que me brinda colores y formas fallantes
, continuó la voz. Se parecía mucho a su voz interior. Eso le indicaba que sus subpersonalidades naturales, aquello que los psicólogos del Hexamon llamaban «agentes funcionales», habían sido sometidas.

Olmy se sentía como el capitán de una nave cuya tripulación se encuentra repentinamente poseída por demonios. El «puente» se había mantenido tranquilo hasta entonces, pero si uno miraba las cubiertas comprendía que era una impresión falsa.

Tú no eres mando ni ejecutor. ¿Eres supervisión de mando en forma física provisional? No. Vemos que eres un simple ejecutor a quien han otorgado privilegios extraordinarios. No. Todavía más asombroso. Tú has tomado estos privilegios.

Olmy comprendió que había cometido un error terrible. Todas sus defensas habían sido superadas; había subestimado muchísimo al jart.

Este Pavel Mirsky... No hay nada semejante en tu memoria disponible. No en memoria asociada, ni en la memoria a la cual tenemos acceso. Pavel Mirsky es antiguo y sorprendente. ¿Cuál es su mensaje?

Por un instante, Olmy pensó que permitir el acceso del jart a esa información aparentemente irrelevante podía darle la oportunidad de recobrar el control y matarse. Se preparó y liberó una síntesis de la historia de Mirsky.

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