Excesión (3 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Excesión
13.83Mb size Format: txt, pdf, ePub

**

señal secuencia #428855/1446, transmisión:

**

1)
[transmisión por el tejido, Mpública, recibida @ n4.28.855.0065+]

*!11505.*

**

2)
[haz de barrido M1, recibido @ n4.28.855.0066-]:

ADS

C2314992+52

XFACT @ n4.28.855

**

3)
[haz de barrido, M2, transmisión, recibido @ n4.28.855.0079>–]:

ºº UGC
Destino susceptible de cambio
.

ªª VGS
Gradiente ético
, & de acuerdo con solicitud:

Significativa anomalía de desarrollo

C4629984+523

@n28.855.0065.43392.

**

4)
[haz estrecho, M16, transmisión, recibido @ n4.28.855.0085]

ººUGC
Destino susceptible de cambio
,

ªªVGS
Gradiente ético
, & como respuesta a exigencia:

Anomalía de desarrollo estimada provisionalmente en EqT, potencialmente peligrosa, encontrada aquí c9259969+5331

Mi Estatus: L5 seguro, pasando a L6^.

Instigando el resto de precauciones Extremas.

**

5)
[transmisión Mpública recibida @ n4.28.855.01.]:

ººUGC
Destino susceptible de cambio
,

ªªVGS
Gradiente ético
, & *transmisión*:

Ref. 3 paqcom anteriores & transmisión precursora.

Fin del pánico.

Cometí un error de interpretación.

Es una nave de la Cámara Escapsilar.

Ho hum.

Lo siento.

Enviaré inmediatamente un Informe Interno Completo con código de Factor Gran Azoramiento.

MVAS. A&A. VAT

**


**

º º VGS 
Error honesto

ª ª UGC 
Zona gris

Sí. ¿Y?

ºº

Hay más.

La nave mintió.

ªª

Deja que lo adivine. En realidad, la nave ha sido subvertida.

Ya no es una de las nuestros.

ºº

No, se cree que su integridad está intacta.

Pero mintió en esa última señal y con una buena razón.

Puede que nos enfrentemos a un PCE.

Puede que quieran tu ayuda, a cualquier precio.

¿Estás interesado?

ªª

¿Un Problema de Contexto Exterior? ¿De veras? Muy bien. Manténme informado, sí.

ºº

No.

Hablo en serio.

No sé más pero algo los preocupa.

Tu presencia se requerirá, con urgencia.

ªª

Eso sospecho. No obstante, primero tengo cosas que terminar aquí.

ºº

¡Niña estúpida!

Date prisa.

ªª

Mm-hmm. Si accedo, ¿dónde podría requerirse mi presencia?

ºº

Aquí

(adjuntado archivo glifsec.)

Como ya habrás deducido, es del GTI y concierne a nuestra vieja amiga.

ªª

En efecto.

Esto sí que es interesante.

Estaré allí al instante.

**


II

La nave se estremeció. Las pocas luces que aún se mantenían encendidas parpadearon, menguaron y se apagaron. La alarma enmudeció con un aullido mortecino. Las paredes del compartimiento de la escalera de cámara recibieron una serie de impactos que resonaban por la estructura primaria y secundaria de la nave. Los ecos de los impactos sacudieron la atmósfera. Se levantó una brisa, que desapareció al instante. El aire cambiante arrastraba el olor del incendio y la vaporización, aluminio, polímeros asociados con fibras de carbono y película de diamante, cables superconductores.

En alguna parte, el dron Sisela Ytheleus oyó a un humano, gritando. A continuación, irradiada salvajemente sobre las frecuencias electromagnéticas, llegó por el aire una señal de voz similar a esta. Casi inmediatamente se transformó en un ruido inconexo que a continuación se degradó con rapidez hasta convertirse en una estática carente de sentido. El grito humano se convirtió en un alarido y en ese momento la señal electromagnética cesó. Lo mismo le ocurrió al sonido.

Procedentes de varias direcciones diferentes, estallaron pulsos de radiación virtualmente carentes de información. El campo inercial de la nave vaciló por un instante y luego recobró las fuerzas y volvió a asentarse. Una salva de neutrinos atravesó el espacio que rodeaba la escalera de cámara. Los sonidos perdieron intensidad. Las señales electromagnéticas murmuraron y guardaron silencio. Los motores de la nave y sus sistemas principales de soporte vital estaban apagados. El espectro EM entero estaba vacío de significados. Lo más probable era que la batalla se hubiera trasladado al corazón cerebral y el núcleo fotónico de reserva de la nave.

Entonces un impulso energético atravesó un cable polivalente enterrado en la pared y osciló salvajemente unos instantes antes de calmarse y adoptar un patrón del todo irreconocible. El sistema de grabación alojado en un puntal estructural cercano despertó y empezó a explorar.

No puede terminar tan deprisa, ¿verdad?

Oculto en la oscuridad, el dron sospechaba que ya era demasiado tarde. Se suponía que debía esperar a que el ataque hubiera alcanzado una fase estable y el agresor pensara que ya solo se trataba de limpiar los últimos reductos de resistencia para actuar, pero el ataque había sido demasiado inesperado, demasiado intenso, demasiado capaz. Los planes que la nave había elaborado, y en los que él representaba una parte tan importante, solo podían anticiparse al enemigo hasta cierto punto, solo permitían un cierto grado de superioridad técnica por parte del atacante. Por encima de este punto, sencillamente no había nada que se pudiera hacer. No había plan brillante ni astuta estratagema que no le parecieran sencillos y risiblemente carentes de sofisticación a un enemigo que disfrutase de una profunda superioridad técnica. Puede que todavía no hubiesen llegado del todo a un punto en el que la resistencia fuera fútil pero –a juzgar por la facilidad con la que la nave del Elenco estaba siendo derrotada– tampoco se encontraban demasiado lejos de él.

Mantén la calma
–se dijo la máquina–.
Mira las cosas con perspectiva. Sitúa la situación y a ti mismo en vuestro contexto. Eres capaz, eres duro, eres invulnerable. Harás lo que esté en tu mano para sobrevivir en tu estado o al menos para cumplir con tu cometido. Hay un plan que tienes que llevar a cabo. Cumple con tu deber con destreza, coraje y honor y nada malo podrán pensar de ti quienes sobrevivan y triunfen.

El Elenco llevaba muchos milenios poniéndose a prueba contra cualquier clase de tecnología y cualquier tipo de artefacto civilizado que los vastos espacios de la inmensa galaxia pudieran proporcionarles, buscando siempre comprender más que derrotar, cambiar más que imponer a otros el cambio, incorporar y compartir más que infectar e imponer, y por esta razón y con este
modus operandi
relativamente poco amenazante, habían alcanzado una destreza sin rival –con la posible excepción de los emisarios paramilitares de la corriente principal de la Cultura conocidos como la Sección de Contacto– en el arte de resistir un a taque directo sin que pareciera que ponían al enemigo en peligro; pero a pesar del gran número de exploradores que habían hollado los caminos de la galaxia en dirección a todas sus periferias, por muy lejos que hubieran llegado, enormes regiones del universal campo de torneos permanecían inexploradas para la remesa de civilizaciones que por entonces participaban en el juego, incluido el Elenco (y la medida en que estas regiones, y las que se extendían más allá de ellas, eran comprendidas por las especies más antiguas, e incluso si en realidad algo de esto les importaba o no, era cosa que sencillamente se ignoraba). Y se sabía que, aunque observadas desde la distancia, aquellas regiones de colosal vastedad, aquellos espacios entre los espacios entre las estrellas, alrededor de los soles, las enanas, las nebulosas y los agujeros no ofreciesen interés ni representasen amenaza, siempre era posible que aguardase algún peligro, acechase alguna ventura, comparativamente pequeña en relación con la magnitud física de las culturas activas en aquel momento en la galaxia pero capaz –gracias a una peculiaridad de desarrollo o como consecuencia de alguna clase de limbo temporal o de latencia excluidora– de desafiar o incluso derrotar a un representante de una sociedad tan avanzada en lo tecnológico y tan experimentada en los contactos como el Elenco.

El dron estaba en calma y sus pensamientos, tan fríos y desapasionados como era posible, discurrían por detrás del escenario de la situación en la que se encontraba. Poseía capacidad y estaba preparado para su misión y no era una máquina vulgar. Era el producto más perfeccionado de la tecnología de su civilización, diseñado para evadir la detección de los instrumentos más sofisticados, para sobrevivir en condiciones de hostilidad casi inimaginables, para derrotar a virtualmente cualquier adversario y para soportar prácticamente cualquier grado de castigo en niveles concéntricos de resistencia. El hecho de que la nave, su propia creadora, la única entidad que posiblemente lo conociera mejor de lo que se conocía a sí mismo, estuviera aparentemente siendo corrompida, seducida, abordada, no debía afectar a su capacidad de juicio ni a su confianza.

El Desplazador
–pensó–.
Lo único que tengo que hacer es llegar a la Vaina de Desplazamiento, eso es todo...

Entonces sintió que su cuerpo era escudriñado por un puntero cuya fuente se encontraba en el corazón de la IA de la nave y supo que su momento había llegado. El ataque fue tan elegante como feroz y la absorción (emprendida por los memes-guerreros de la consciencia alienígena invasora, y apoyada por los procesos cognitivos y los conocimientos de la nave, a estas alturas sometida evidentemente por completo) casi instantánea, de tan brusca.

Sin mediar un intervalo que pudiera provocar error alguno, el dron desvió la personalidad de su IA a su propio complejo de picoespuma de seguridad y al mismo tiempo preparó la cascada de señales que transferiría sus conceptos, programas e instrucciones más importantes, primero a un complejo de nanocircuitos, después a un sustrato atomomecánico y por fin –y solo, absolutamente, como último recurso– a un tosco y diminuto (aunque con sus varios centímetros cúbicos de volumen, todavía demasiado grande) cerebro semi-biológico. El dron apagó y desactivó lo que había sido su mente verdadera, el único lugar en el que había existido de verdad en toda su vida, y dejó que los patrones de consciencia que hubieran podido enraizar allí perecieran por falta de energía. El colapso de su consciencia se registró en la nueva mente de la máquina como una mera exhalación de neutrinos, difusa y carente de información.

El dron ya estaba moviéndose, abandonando su nicho corporal de la pared y dirigiéndose al espacio de la escalera de cámara. Aceleró por el corredor sintiendo el aliento del sistema de vigilancia del puntal en la nuca. El cuerpo militarizado del dron fue recorrido por campos de radiación que acariciaron, sondearon, penetraron. Una escotilla de inspección reventó en la escalera de cámara, justo delante del dron, y algo salió expelido de su interior: brotó una maraña de cables, llenos a rebosar de energía eléctrica. El dron pasó a su lado como una exhalación y a continuación se agachó. Una descarga de electricidad crepitó en el aire, justo encima de la máquina, y abrió un agujero en la pared opuesta. El dron sorteó los escombros y, adoptando una forma paralela a la dirección de su avance, salió despedido por el corredor. Extendió un disco-campo frente a sí para frenar en una esquina, rebotó en la pared y aceleró al entrar en otra escalera de cámara. Era uno de los corredores principales que recorrían el eje de la nave y era muy largo: el dron no tardó en alcanzar la velocidad del sonido en una atmósfera respirable por humanos. Una compuerta de emergencia se cerró tras él un segundo entero después de que hubiera pasado.

Un traje espacial salió despedido de un tubo de descenso vertical situado cerca del final de la escalera de cámara, frenó arrugándose y a continuación volvió a erguirse con una sacudida y avanzó con paso tambaleante al encuentro de la máquina. El dron ya lo había examinado y sabía que estaba vacío y desarmado. Lo atravesó sin detenerse, dejando tras de sí sus dos mitades, en el techo y en el suelo, estremeciéndose como un globo roto. Se envolvió en otro disco-campo del diámetro exacto de la escalera de cámara, frenó casi del todo contra un colchón de aire comprimido y a continuación, sin perder un instante, dobló el recodo y volvió a acelerar.

Había una figura humana en un traje de vacío en medio del siguiente pasillo, que estaba presurizándose rápidamente con un lejano siseo. En la distancia, la escalera de cámara estaba llenándose de gas. De repente, los gases se inflamaron y la explosión de la mezcla sacudió el pasillo. El humo era transparente para el dron y su temperatura no era ni de lejos suficiente para dañarlo, pero el aumento de la densidad de la atmósfera frenaría su avance, lo que sin duda era el objetivo de la estratagema.

El dron estudió lo mejor que pudo al humano y su traje mientras atravesaba el corredor lleno de humo en dirección a él. Conocía bien al individuo: había estado cinco años en la nave. El traje carecía de armas pero sus sistemas, ahora en silencio, sin duda habían sucumbido ya al enemigo. El hombre estaba en estado de shock y el traje le había administrado una furiosa dosis de sedantes químicos. Mientras el dron se aproximaba al traje, este alzó un brazo hacia él. A un humano le habría parecido que se movía con una velocidad casi imposible, en un latigazo instantáneo dirigido a la máquina, pero al dron el gesto se le antojó lánguido, casi apacible. Seguro que aquello no era todo lo que el traje era capaz de...

Solo contó con la más fugaz advertencia antes de que explotara el arma que el traje llevaba escondida. Hasta aquel mismo momento, el arma, oculta de alguna manera, no había sido percibida por los sentidos de la máquina. No tuvo tiempo de detenerse ni la oportunidad de utilizar su propio efector EM en los controles de la nave para impedir su sobrecarga, ni pudo tampoco ponerse a cubierto o –en medio de la densa atmósfera gaseosa que inundaba el corredor– acelerar para escapar. En el mismo instante, el campo inercial de la nave volvió a fluctuar y se desplazó cuarenta y cinco grados. De repente,
abajo
estaba directamente
detrás
del dron. Entonces, la intensidad del campo se dobló y volvió a doblarse. El arma explotó e hizo pedazos el traje y al humano que contenía.

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