—Sí —sollozó Mar contra su pecho.
—Cariño, lo siento tanto, mi cielo, sácalo todo afuera —continuó Luka llorando sin poder evitarlo, con la conciencia cargada de resentimiento por no haber hecho lo que Enar le pedía—. Mi niña, sabes que no podía pagarle por ti, ¿lo sabes, verdad? —Necesitaba que Mar supiera por qué no lo había hecho.
—Si la hubieras pagado estaría siempre secuestrándome. Lo sé. No podías hacerlo.
—Así es, mi vida, así es.
—La odio, la odio tanto, ¿por qué tuvo que hacerlo? ¿Por qué tuvo que destrozarnos la vida?, los odio a los dos, a Carlos y a Enar —Mar jamás llamaba a sus padres por sus apelativos cariñosos—, ojalá estuvieran muertos.
—Shh, mi niña, shh.
Alex las oía llorar y hablar entre sollozos y sentía que también moría un poco con ellas. Condujo deprisa hasta la casa de Irene y aparcó el coche en el primer sitio que encontró. Sacó un kleenex de la guantera y se lo pasó a Luka; ésta se lo agradeció y a continuación salió del coche con Mar entre los brazos, la niña todavía sollozaba cuando llegaron a la casa de su abuela. Las tres se abrazaron llorando mientras Alex esperaba de pie en la entrada sin saber qué hacer. Irene se acercó a él abrazando a Mar fuertemente y se lo agradeció sin hablar, con un solo beso que decía más que mil palabras juntas.
Cuando montaron de nuevo en el coche para regresar a casa era casi medianoche, habían conseguido tranquilizarlas y serenarse ellos mismos un poco, aunque dudaban que Mar fuera a ir al colegio, por lo menos hasta después de navidades, cuando se hubiera pasado el recuerdo del susto.
Fueron directamente a casa de Luka, Alex no tuvo necesidad de preguntar para saber que ella deseaba estar en un entorno propio, rodeada de sus animales y recuerdos. Al llegar a casa, Luka se afirmó en el sillón con las piernas encogidas contra su pecho, las manos rodeando las rodillas y la cabeza hundida. Alex se sentó a su lado y pasó un brazo alrededor de sus hombros. Esperó en silencio hasta que Luka empezó a hablar.
—Hace algo más de cinco años, Enar y Carlos empezaron a tener algún que otro problema en su matrimonio y no sé cómo, la bebida se convirtió en algo así como "un coleguita más con el que ahogar las penas". Poco tiempo después Carlos conoció a cierta gente poco "recomendable" y, por azares del destino o de la idiotez, a Enar le cayeron en gracia... Por aquel entonces yo estaba inmersa —mientras hablaba torcía la boca y gesticulaba burlonamente— en una relación con un tipo bastante especial y no veía más allá de mi... historia. La cuestión es que por hache o por be, Enar y su marido empezaron a "alternar" demasiado con estos elementos y la cosa acabó torciéndose ligeramente... Este "proceso" duró más o menos un año, el mismo tiempo que tardé yo en abrir los ojos y salir de mi relación. Lo malo es que cuando por fin —Luka empezó a crisparse según hablaba, escupiendo con rabia las palabras— pude recomponer mi vida e intenté ayudarlos el tema se había salido ligeramente de madre. Carlos estaba desaparecido en combate, de hecho espero que esté muerto en algún lugar muy muy lejano; Enar estaba liada con un tal Hueso, Mar con sus siete añitos sabía más de drogas que yo y los asistentes sociales la habían sacado del hogar familiar, que ni era hogar ni era familiar, y vivía con su abuela. Desde entonces Irene tiene la custodia de Mar, y supuestamente Enar y Carlos, en caso de que este último no esté muerto y aparezca alguna vez, tienen la obligación de pasarle una pensión, pero en vez de eso, cuando nos despistamos, su hija le roba lo poco que tiene en casa. Deberíamos denunciarla, hacer algo para intentar que las deje en paz, pero por otro lado... joder, ¿qué mierda de denuncia pondríamos? ¿Una petición de alejamiento? ¿Cómo puede una madre denunciar a su hija para que no se acerque a su nieta? Es un tema muy complicado, vamos paliando las dificultades según nos van viniendo... pero estoy tan harta, de verdad. Tan hastiada de toda esta historia.
—Normal —susurró Alex acercándola a su pecho, sintiendo cómo se relajaba contra él.
—¿Sabes qué? Hay un pequeño edificio, justo enfrente de la entrada del polígono Urtinsa, es como una casa de una sola planta, hecho de ladrillos y sin ninguna decoración, situado al lado de un hermoso parque con árboles llenos de hojas verdes que dan sombra en verano y protección en invierno, está rodeado por césped color esperanza en el que los enamorados se tumban mientras hablan o se besan. Las ventanas de ese pequeño edificio están orientadas a ese lugar de ensueño, como tentando e insistiendo para que la gente que está dentro mire a través de ellas y vea lo bella y sencilla que puede ser la vida. Ese edificio es un centro de rehabilitación para alcohólicos, algo así como alcohólicos anónimos. Logré convencer a mi amiga para que lo visitara, para que se diera una oportunidad. Caminábamos por la calle Polvoranca un par de días a la semana durante algo más de un mes, charlando de cosas insignificantes, recordando y riendo con los viejos tiempos hasta llegar allí. Ella entraba sola mientras yo la esperaba sentada en los escalones de la puerta. A veces veía a los niños jugar en el parque, balanceándose en los columpios y pensaba en Mar, en casa con Irene, esperando que volviera su madre y temiéndolo a la vez, era como una de estas quimeras imposibles que cuanto más las anhelas más lejos e improbables las ves. Enar salía echando pestes y diciendo que era una chorrada que la obligara a ir allí... como si yo pudiera obligarla a hacer algo que no quisiera... ¿Sabes?, durante un mes me permití fantasear con que todo volvería a su cauce... Pero Enar no pudo o quizá no intentó siquiera vencer lo que la estaba carcomiendo y ya ves, así estamos ahora. Qué mierda, ¿no?
—Sí, una verdadera mierda. —Todas las piezas del diario que no debería haber leído encajaron por fin en la cabeza de Alex. Maldiciendo en su interior, abrazó más a una Luka que sollozaba abiertamente sobre su pecho—. Tú no tienes la culpa de nada.
—Si hubiera estado allí en vez de estar haciendo el idiota con el Vinagres quizá nada de esto hubiera pasado.
—Si ellos hubieran sido buenos padres y adultos conscientes y consecuentes, nada de esto hubiera pasado —le corrigió firmemente—. No eres la responsable de la vida de nadie, y creer lo contrario es una tontería.
—No sé, si hubiera estado cerca de Enar, no se habría dejado llevar así por Carlos.
—Pero es que no tenías que estar cerca de ella. Ella debía vivir su vida sin tener una niñera que la cuidase.
—Aun así, era mi amiga.
—Y no puede pedir más de lo que hiciste por ella. De lo que todavía estás haciendo siendo la mejor amiga de Mar.
—Sí, pero si hubiera estado antes, quizá lo hubiera evitado.
—¿De verdad crees eso?
—No. La verdad es que Enar siempre estuvo coqueteando con lo que no debía, de hecho fue un milagro que Mar llegara a ver la luz; Enar se pilló una borrachera tremenda cuando estaba de siete meses y acabo cayéndose de la mesa sobre la que bailaba... —Suspiró mirándolo con ojos llorosos—. Gracias por estar aquí.
—No desearía estar en ningún otro sitio.
Martes 16 de diciembre de 2008
Luka despertó con un tremendo dolor de cabeza, tanto llanto no era bueno. Sonrió levemente al sentir a Alex a su lado abrazándola. Estaba en su pisito microscópico dormitando en su diminuta cama y, contra todo pronóstico, se sentía por primera vez en mucho tiempo en paz consigo misma. La rabia y los remordimientos habían fluido con las lágrimas y una nueva esperanza aparecía en el horizonte. Aceptaba por fin que iba a ser muy complicado que Enar volviera a ser la de antaño y aunque seguía doliendo, ya no lo hacía como antes. No era responsable de los actos de su antigua amiga, decidió, ni tampoco de lo que quisiera que hiciera en su futuro, si es que alguna vez llegaba a tener un futuro. Enar había traspasado el límite y esto había permitido a Luka abrir los ojos por completo.
El despertador sonó avisando que comenzaba un nuevo día. Luka se estiró contra el pecho de su ¿Chico? ¿Amante? ¿Pareja? No tenía ni idea de qué lugar ocupaba Alex en su vida, pero una cosa tenía clara, el lugar que ocupaba en su interior estaba situado en el mismísimo centro de su corazón.
Sintió que él se pegaba más a ella, apretaba las manos contra su tripita y besaba tiernamente su nuca.
—Hoy eres tú la dormilona —susurró en su oído mientras lamía el lóbulo de su oreja.
—Lo cierto es que no tengo ninguna prisa. Estoy despedida, ¿recuerdas? —comentó con los pensamientos puestos en las últimas palabras de Gabriel.
—¿Eh? —Alex se separó de ella totalmente alerta—. No puede despedirte.
—Sí puede. De hecho ayer lo hizo.
—No, no puede. ¿Cuántos días sin justificar has faltado desde que trabajas con él?
—¿Bromeas? Jamás he faltado al curro. No se me ocurriría ni en mi peor pesadilla faltar al trabajo con el energúmeno que tengo, perdón, tenía, por jefe.
—Pues ahí lo tienes. No te puede despedir. Son necesarias tres faltas injustificadas para un despido procedente.
—¿En serio? —requirió Luka asombrada.
—Sí. Créeme, sé de lo que hablo —contestó él relajándose de nuevo y apretando su erección contra ese trasero tan tentador y acogedor que tenía su chica.
—¡Dios! —Luka saltó de la cama como si tuviera un resorte en el culo—. ¡No hay tiempo para eso! ¡Vamos! No quiero llegar tarde al trabajo.
—¿Qué? ¿Así es como agradeces mi información? —repuso él riendo; ya le extrañaba tanta parsimonia tratándose de Luka, jamás se quedaba en la cama un segundo más de lo necesario... a no ser que él la convenciera, claro.
—¡Vamos, perezoso!
—Dame un beso o no me muevo —ni un niño pequeño lo hubiera dicho con un tono más travieso.
—¡Está bien! —Luka le plantó un beso que le supo a nada y menos y salió corriendo hacia el baño—. Tenemos menos de quince minutos para irnos, por favor, cielo, da de comer a mis niñas...
—¡Estupendo! ¡Genial! —rezongó Alex levantándose de la cama y dirigiéndose a la cocina—, ahora me toca hacer de camarero para las niñas —cogió el pienso de las tortugas y la verdurita de la iguana y se encaminó al salón—, pues que sepas que me niego a darles gusanos, de hecho estoy pensando que lo mejor para Lara y Clara sería una dieta vegetariana... Como tú misma has dicho, están un poco gorditas.
Cuando Luka salió del baño se encontró con la imagen más inesperada y enternecedora que había esperado ver jamás. Alex, vestido sólo con los bóxer que usaba para dormir estaba sentado en el suelo a estilo indio, Laura comía de su mano subida sobre su muslo con la cola enroscada y relajada a lo largo de su pantorrilla mientras Clara y Lara se arrastraban tranquilas en el hueco entre sus piernas mordisqueando refunfuñonas una rodaja de zanahoria. Y lo más increíble de todo, Alex acariciaba a sus niñas con la mano libre mientras las susurraba con esa voz ronca y melodiosa que la derretía.
—Mamá se va a quedar asombrada cuando os vea comer la zanahoria, sí, señoritas. Estaréis conmigo en que no hace falta comer gusanos para estar sanas, ¿verdad que sí, Laura? —comentó acariciando el lomo de la iguana—. Fijaos en Laura, lo hermosas y lustrosas que tiene sus escamas y no le hacen falta los gusanos para nada. —La iguana atrapó el trozo de remolacha que Alex tenía entre los dedos—. Claro que sí, preciosa, eres toda una beldad y cuanta más remolacha más guapa. Sí, tú también eres una belleza, envidiosota —dijo cogiendo a una de las tortugas que en ese momento clavaba sus uñas en el muslo para trepar a su regazo—, vamos a tener que llevarte al podólogo, guapetona, tienes zarpas en vez de uñas, sí, señorita. Eh, no, no. Quieta, piraña, que es para todas —se refería a la otra tortuga que se había desplazado por entre sus piernas hasta meter la cabeza en el plato que contenía la comida—, no seas ansiosa.
—¡Vaya! —exclamó Luka sorprendida—, no me esperaba asistir a esta escena ni en mis mejores sueños.
—Pues ya ves, tus niñas y yo nos estamos haciendo grandes amigos. —Se levantó y dejó a cada animal en su lugar correspondiente—. Será mejor que me vaya a duchar o no llegaremos ni a la hora de la comida —dijo mirándola atentamente; Luka parecía haber salido del llanto al que había sucumbido durante toda la noche— ¿Qué tal estás?
—Bien.
—Me alegro.
La besó apasionadamente apresando su labio inferior entre los dientes hasta que éste se abrió para permitirle la entrada, lamiendo el interior de su boca, recorriéndole el cielo del paladar a la vez que aspiraba sus gemidos, apretándola contra él en un abrazo cariñoso y posesivo que la hizo derretirse. Ninguno de los dos fue consciente de los minutos que pasaron; sólo cuando Alex sintió que si no paraba la tumbaría sobre el suelo y le haría el amor hasta caer agotado fue capaz de separarse de ella.
—Será mejor que me dé una ducha bien fría.
—Entenderás que no te acompañe —jadeó Luka guiñándole un ojo.
—Te prometo que esta tarde continuamos.
—Contaré impaciente el paso de las horas.
Cuando por fin llegaron a la nave eran las nueve y cinco, la verja estaba abierta y Dani esperaba de pie ante la entrada, había llamado el día anterior extrañado por la repentina huida de Luka del trabajo y cuando ésta le contó por teléfono lo que había pasado, se asustó asegurando que salía ya mismo hacia su casa. Luka le pidió que no lo hiciera y le pasó con Alex que le aseguró que todo estaba bajo control, fue entonces cuando decidió respetar el deseo de su amiga, sabía que estaba en buenas manos. En el momento que colgó el teléfono, llamó a Irene y habló con ella y con Mar y más o menos se había quedado tranquilo, pero aun así ansiaba ver a Luka con sus propios ojos, comprobar que estaba bien.
—¿Qué tal estás, cariño? —preguntó en el momento en que la puerta del copiloto se abría—. ¿Cómo has pasado la noche? ¿Cómo convenciste a Enar? ¿Cómo estás?
Luka sonrió al oír las preguntas de Dani, como siempre que estaba preocupado se aturullaba y preguntaba lo mismo una y otra vez. Era adorable. Contestó cada pregunta un par de veces antes de que él quedara conforme. Cuando por fin lo vio relajarse entró serena en la nave, aún era temprano y no había demasiados trabajadores, pero la suerte no la acompañaba, Gabriel por primera vez en su vida había llegado a su hora. Antes que ella. Y la miraba furioso. Dani le pasó un brazo por los hombros mientras le susurraba que no hiciera ni caso al jefazo, que se le pasaría el cabreo en un par de días.
—Hombre, la dama misteriosa se ha dignado a venir a trabajar con el resto de los mortales.