—¿A qué te dedicas? —preguntó Alex.
—Soy albañil. —Ajá.
—En los cristales también se está notando. Y las exposiciones ni te cuento, apenas se hacen ya.
—Sí. ¿Y tú a qué te dedicas?
—Vendo componentes electrónicos al por mayor —contestó Alex.
—Ah.
—Vale.
A ninguno le apetecía hablar de la crisis, ya estaban dando la voz de alarma en los telediarios, la radio, etc., y no era un tema muy agradable para comentar. El trabajo tampoco era muy interesante, más todavía en fin de semana. Al final otro incómodo silencio adornaba el aire... Parecía mentira, pero con las chicas alrededor nunca había silencio. Se las echaba de menos.
—¿Os conocéis desde hace mucho? —rompió Alex la pausa.
—Bueno, yo conozco a Pili, Ruth y Luka desde que tengo seis años.
—¡Vaya! Os criasteis juntos.
—Ni te lo imaginas. Mi familia vivía encima de Luka. Pili en el portal de al lado y Ruth en el de enfrente, íbamos los cuatro al mismo colegio. Así que sí... nos criamos juntos.
—Yo sin embargo os conozco desde hace menos tiempo —interrumpió Dani, tanto tiempo callado le estaba comiendo la moral—; hace unos ocho años, cuando Luka empezó a montar expos, fui su primer jefe y espero que el último —dijo enarcando varias veces las cejas, se estaba aburriendo así que iba a hacer lo que mejor se le daba, INCORDIAR, y como con Javi y su paciencia no podía, la emprendió con Alex... que no sabía por qué pero imaginaba que no iba a ser difícil... Se mostraba muy posesivo con Luka... interesante—. Es una mujer estupenda y una trabajadora incansable.
—Tienes toda la razón. — ¿Su último jefe? ¿A qué narices venía eso? Alex miró a Dani con los ojos entornados—. Pero no veo por qué iba a quedarse en el mismo trabajo toda la vida. Probablemente aspire a algo más que ser una simple secretaria, limpiar retretes y descargar camiones —recordaba perfectamente la conversación en que Luka le explicaba su cometido en la empresa—, ¿no crees?
—Vaya. Veo que te ha contado cosas del trabajo. En fin, puede que mi padre y mi hermano sean un poco obtusos pero te aseguro que yo tengo muy presente todas sus capacidades. —Más movimiento de cejas por parte de Dani.
—Ay, Dios —suspiró Javi, viéndole venir.
—¿A qué capacidades te refieres exactamente? —Alex estaba inclinado amenazante, sentado a medias en el sillón; sus ojos relampagueaban.
—Ya sabes... no creo que estés tan ciego como para no verlo.
—Lo mismo tenemos diferentes ángulos de vista, así que explícate.
—¿No creéis que las chicas están muy silenciosas? —metió baza Javi.
—Hombre, no creo que conozcas a muchas mujeres capaces de descargar camiones con pluma. —Dani pasó olímpicamente de Javi y su intento por mantener la paz; se estaba empezando a divertir—. Esa chica sabe manejar palancas. Sí, señor, y parece mentira con esas manos tan pequeñas, pero no, no tiene ningún problema, por muy grande que sea la palanca ella se las apaña para abarcarla con la mano apretando lo justo para hacer que la obedezca, que se mueva adonde tiene que ir, arriba, abajo, suavemente, despacito. Y si la palanca se pone dura, tampoco hay problema, usa las dos manos con determinación y la lleva hasta donde ella quiera, más allá del límite... en fin, una joya.
—Mira, tío... —Las manos de Alex estaban convertidas en puños sobre sus rodillas, los ojos rasgados, los labios apretados, Javi le pasó un brazo sobre los hombros y le dio un apretón.
—Está hablando de grúas, más exactamente de las palancas que manejan las plumas de las grúas de los camiones —comentó Javi sin dejar de darle palmaditas en la espalda mientras dirigía a Dani una mirada que decía que se controlara o le controlaría él. A veces las bromas de su amigo no eran nada graciosas.
—Aguafiestas —rió Dani entre dientes—. Tendrías que ver cómo maneja cajas de cristales de 500 kilos de peso IM-PRE-SIONANTE. Lo dicho, tiene un control demoledor. Basta con que se acerque al camión y este ronronea. Y no la has visto cortar cristales, es digno de verse, coloca la plancha, coge la rutina y se inclina sobre la mesa totalmente, llegando hasta el final del cristal, los muslos pegados al borde, el brazo extendido, los riñones asomando por debajo de la camiseta estirada... mmh... ¿Te has fijado en que tiene un tatuaje de esos celtas justo en la cadera? Pues cuando corta cristales se le ve entero, por debajo de la tira del tanga... lo dicho, digno de verse.
—Dani majete, te toca ir a por cervezas a la cocina. YA —ordenó Javi cuando Alex se levantó de golpe del sillón. Dani guiñó un ojo y partió raudo, veloz y riendo a la cocina—. No le prestes atención, disfruta incordiando y si le sigues el juego tú pierdes.
—Joder —dijo Alex sentándose de nuevo, él no había visto ese tatuaje, solo lo habían hecho cara a cara, pero esa noche por todo lo sagrado que lo vería. Nadie iba a conocer mejor el cuerpo de Luka que él y menos ese bufón idiota que regalaba cojines viejos. Además, ¿a qué se refería con un tatuaje de esos "celtas"? Mmh, su mente empezó a darle vueltas al asunto.
—En fin... ¿Crees que el Real Madrid ganará la liga? —dijo Javi buscando un tema que esperaba fuese "seguro".
Cuando Dani regresó con las cervezas el ambiente ya estaba calmado de nuevo, los tres hombres eran del mismo equipo así que no se esperaban más "incidentes". Además, la vena sádica e incordiante de Dani parecía haberse evaporado.
Estaban enfrascados en una charla apasionante sobre las técnicas de cada jugador en la que por cierto Alex y Dani parecían incapaces de ponerse de acuerdo.
—Lo que no me explico es cómo después de planear concienzudamente que no ibas a acostarte con Drácula, acabasteis en casa...
—Esto... estaba cansada —aunque fueran sus mejores amigas, Luka no estaba dispuesta a confesar el
menage a trois
entre los vaqueros, Alex y ella... era demasiado íntimo.
—Lo que yo no me creo es que acabarais sobre los cojines de Dani con lo cómoda que es esta cama —terció Ruth, que no tenía una pizca de espontaneidad en todo el cuerpo.
—Ya ves, cosas que pasan. —No es que hubiera contado todos los detalles pero sí comentó de pasada el tema "polvo sobre cojines" cuando contó la discusión con la vecina de abajo.
—Además de incómodos —Ruth era incapaz de dejar un tema cuando empezaba—, es tan inesperado, no sé... a ver, si en medio de la vorágine tenéis la sangre fría de buscar un condón entre la ropa, que imagino estaría revuelta y tirada por todos lados y luego colocarlo, que es sencillo pero hace falta temple para que no se arrugue, ¿por qué no aprovechar de paso el momento e irse a la cama?
—Eh... mmh... —Demonios, se le había olvidado lo del condón, pero no había problema, se había corrido fuera.
—Luka... —dijo Pili muy seria.
—No habréis olvidado... —continuó Ruth con una mueca de horror en la cara.
—¡No habrás sido capaz de hacerlo sin condón! —interrumpió Pili alzando la voz, pasando de susurrar (según ella) a hablar normal (casi a gritos, según el resto del mundo).
—No me puedo creer que digas eso, no fue para nada un penalti, joder...
Un grito interrumpió la discusión sobre la jugada...
—¡No habrás sido capaz de hacerlo sin condón!
Todo quedó en silencio, Alex sintió la mirada de animadversión de los que hasta ahora habían sido unos compañeros de charla divertidos y animados. Joder. Se oyó una puerta abrirse...
—La's caga'o chaval
—comentó Javi, que ya no se sentía amable ni compasivo, sino dispuesto a matar a cierto gilipollas.
—Hasta el fondo —aseveró Dani con gesto serio.
—Por Dios, Luka, puede tener alguna enfermedad contagiosa, puede haberte dejado embarazada, por favor... ¿Desde cuándo no tienes cerebro, tía?, desde siempre. Si ya lo he dicho miles de veces, pero esto... esto es la gota que colma el vaso. Es que no tienes ni pizca de sentido común.
Los pasos y la voz se oían cada vez más cerca, que, si Alex no se equivocaba, pertenecían a Ruth, y parecía muy enfadada.
—No puedo estar embarazada —oyeron un susurro furioso que pertenecía a Luka.
—¿Y por qué no? —Los pasos se habían detenido al otro lado de la puerta del salón, los tres hombres intentaron escuchar la conversación.
—Se corrió fuera. —Más susurros enfadados, los hombres aguzaron más sus oídos—. Vamos al cuarto.
—Aun así, ¿no has oído hablar del líquido preseminal? Es igual de peligroso. Y eso es lo de menos, un embarazo se puede solucionar, pero el sida te mata. —La voz estaba tan enfadada que ni siquiera se molestaba en susurrar.
—Chicas, chicas, tranquilas, que os van a oír —ese era el tono de Pili cuando quería susurrar...
—No tiene sida —Alex se imaginaba a Luka en esos momentos con las manos en las caderas, la barbilla alzada y la mirada furiosa que tenía cuando se enfadaba. Él se hundió un poco más en el sillón ante la mirada reprobadora de los dos hombres, que por cierto no se perdían ni una sola palabra de la conversación que tenía lugar justo detrás de la puerta, a escasos tres metros.
—¿A no? A ver, los análisis.
—¿Qué análisis?
—Los de sangre que lo demuestren.
—No digas chorradas.
—No son chorradas. Es sentido común.
—Chicas... que nos van a oír. —Alto y claro, Pili. Alto y claro.
—Arg, vamos al Lancelot y allí sólitas lo hablamos, ¿vale? —La voz de Luka sonaba decidida. ¿Qué era el Lancelot?, pensó Alex.
—Perfecto.
La puerta del salón se abrió, Ruth entró, cogió su bolso y el de Pili y salió airadamente para un segundo más tarde volver a entrar y quedarse parada mirándolos a los tres fijamente.
—Nos vamos. Solas. —Posó su mirada en Alex y levantó un dedo acusador hacia él—, Y tú...
—Nada, nada, ni caso, vosotros a lo vuestro. —Entró Pili cogiendo a su amiga del brazo y arrastrándola hacia la salida—. Hoy comemos en el Lancelot, te veo luego en "Donde Ayer", cariño.
Ciao
—dijo tirándole un beso a Javi.
—Vale, luego nos vemos —contestó Javi alzando la mano y cogiendo el beso en el aire. Cuando las chicas querían charlar a solas siempre iban al Lancelot, era su territorio privado. Javi lo sabía, Dani lo sabía y Alex estaba a punto de enterarse.
—Adiós, chicos —se asomó durante unos segundos Luka con la cara roja como un tomate—. Esto... te veo luego, Alex... Dani, pórtate bien, cielo. Javi, por fis, cierra la puerta con llave cuando os vayáis.
—TODOS —se oyó a Ruth por detrás—. Cuando os vayáis todos... no se puede quedar "nadie" solo en casa si no está Luka.
—Ya, ya, tranquila Ruth, que Javi tiene cerebro —comentó Pili desde el descansillo.
—Sí, pero Dani no, y estoy empezando a pensar que Draculín tampoco.
Y allí se quedaron solos los tres hombres... dos amigos y un extraño.
—En fin —dijo Javi mirando tranquilamente a Alex—, ¿Tienes sida o alguna otra enfermedad contagiosa? Lo digo por matarte por estrangulamiento sin hacerte sangre o en caso de que no tengas nada contagioso solo molerte a golpes. —Cuando Javi se enfadaba, no alzaba la voz, no se ponía tenso... solo usaba un tono irónico, que ponía la piel de gallina.
—No tengo ninguna enfermedad contagiosa —dijo Alex serio, esperando.
—¿Le creemos? Sería una pena estropear ese precioso cuerpo, ¿no crees? —comentó Dani ligeramente, aunque sus ojos no mostraban ninguna despreocupación, conocía a Javi muy bien, y ese tono era muy peligroso.
Javi respiró profundamente, se levantó del sillón y cogió la cazadora que se había quitado al entrar en la casa. La sujetó un momento entre sus grandes manos. Estiró la espalda y movió el cuello haciéndolo crujir. Impresionaba. Mucho. Se giró hacia Dani, que en ese momento estaba sentado muy rígido en los cojines, con el cuerpo a punto para levantarse a la más mínima señal. Luego miró a Alex, le devolvía la mirada sin pizca de temor. Eso hizo que le respetara. Un poco.
—Vamos a "Donde Ayer".
—Vale. —Dani respiró de nuevo, "Donde Ayer" era para ellos lo que para las chicas el Lancelot, un lugar de reunión.
Ambos amigos miraron a Alex, que seguía sentado en el sillón. No podía quedarse allí solo, eso estaba claro, pero es que no tenía ningún número de teléfono de Luka y si se iba tendría que intentar comunicarse con ella por
e-mail
y no estaba dispuesto a esperar una respuesta, aunque por otro lado siempre podría volver a su casa ahora que sabía dónde vivía, pero no le parecía muy varonil quedarse esperando en el portal como un perrito abandonado a que ella apareciese a saber Dios cuándo. Se permitió un momento de duda hundido en el sillón y ese fue su error.
Laura había estado escondida en los pliegues del bando, había visto cómo su dueña se iba dejándola sola con dos machos, dos piernas a los que conocía, y otro al que no conocía. Por la tensión del ambiente sentía en sus escamas que las cosas no estaban como tenían que estar y eso la ponía nerviosa. Los dos piernas que conocía estaban fuera de su alcance pero el dos piernas nuevo estaba justo debajo de ella, en el sillón, y alguien tenía que pagar por las malas vibraciones de su dueña. Así que hizo lo que haría cualquier animal agradecido.
Alex sintió una sacudida en las cortinas, una mancha verdosa que bajaba velozmente hacia él y antes de tener tiempo de levantarse se encontró con una iguana de metro y medio sobre sus hombros, furiosa y dando latigazos con la cola. El primero le alcanzó en el pómulo. El segundo en el cuello. El tercero en el pecho, que llegó cuando la iguana descendió hasta su regazo clavándole las uñas en la entrepierna y moviéndose a una velocidad endiablada. Dani se alejó —chico precavido vale por dos— y Javi se acercó tranquilamente, agarró a Laura de la panza y la cola manteniéndola bien sujeta y separada de él, para a continuación encerrarla en su terrario. Luego miró a Alex, que se había levantado alucinando. Había recibido tres buenos golpes que sabía por propia experiencia empezarían a doler dentro de muy poco. Miró a Laura y sonrió satisfecho.
—Ponte algo encima y vente con nosotros. Hablaremos.
Alex miró a la iguana y esta le ignoró. Aguantando las ganas de estrangularla se fue al dormitorio y cogió la camisa de hombre que Luka llevaba puesta el día anterior. No iba a ir descamisado a ningún lado. Estaba saliendo cuando recordó algo, se dio media vuelta, sacó la caja de condones del bolsillo del pantalón y buscó un sitio donde dejarla; pensaba usarlos sin falta esa noche y no era plan de olvidarse de dónde estaban y tener que buscarlos, o peor todavía, perderlos y provocar el enfado de Javi. A ver, él no era un cobarde, pero es que el amigo de Luka era muy, muy grande. Abrió el cajón de la mesilla y los metió dentro, estaba lleno de cuadernos nuevos, viejos, grandes y pequeños, por debajo de ellos algo metálico brilló llamando su atención, levantó los cuadernos para verlo mejor... ¡Vaya! Largo, grueso, suave, liso, de color plata, en un extremo con la punta redondeada y en el otro con un depósito para pilas. Lo sacó del cajón y pensó en los múltiples usos que podrían darse a ese objeto... todos ellos muy interesantes. Lo volvió a colocar en su sitio, lo tapó y salió de la habitación.