Guardapolvos (18 page)

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Authors: Martín de Ambrosio

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BOOK: Guardapolvos
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Otra vez, supuestamente tenía que hacerle el ecocardiograma a una paciente. Sabía a qué venía así que entré muy profesional y con la seguridad de que la partida ya estaba ganada, de modo que lo hice con un Sonotech que es la marca de un equipo que mide la saturación de oxígeno a nivel de la corteza cerebral. Y con el monitor apagado. Nada que ver. Era todo como un juego en realidad para que se desvistiera y poder seguir, para entrarle a la situación. Hice una simulación de eco con algo que no funcionaba para nada, que no tenía el monitor prendido. Se prestan a eso, ni ven el monitor, ni les interesa. En el aula de residentes… si esa aula hablara, habría que cerrar el hospital.

Nadie encuentra lo que no busca, parece concluir, hoy hay minas que son capaces de venderte la madre en cuotas. Y después no valoran lo que tienen, cuando tienen a su lado un tipo que está jugado por ellas, que las quiere y que proyecta futuro, y terminan viviendo la vida de los demás (ahora parece que me volviera a hablar de su ex innominada). Es como la canción «Sencillamente», de la Bersuit, ¿la conocés?

Dame, sencillamente

Lo que más te guste

Lo que más te guste

Dame, solamente

Lo que más te guste

Y nada más

Es que estás llena de sombras

Y ensombreciste la casa

El nido estaba caliente

Y acabó por enfriar

A veces duele mentirte la verdad

Es que te veo acovachada

Como una fiera acorralada

Que sólo a mí quiere atacar

Por eso

Dame, sencillamente

Lo que más te guste

Lo que más te guste

Dame, solamente

Lo que más te guste

Y nada más

El esfuerzo te afea

Sólo curvas en la espalda

La vida pierde la gracia

Para el que olvida celebrar

Y me pedís lo que no tengo, mi bien

Lo que haga no te alcanza

No hay pan que tape el agujero

El de la angustia existencial

Por eso

Dame, solamente

Lo que más te guste

Y nada más

Estás hincada mirando al suelo

Con una virgen en tu regazo

Te deshiciste de vos

Y ahora lo culpás a Dios

Es que amo tu sonrisa

Y lo demás no me hace falta

Si bailaras para el cielo esta noche, amor

Buenos augurios llegarán

A veces me siento cruento

Al fantasear con tu vida

No pongo de más expectativas

De que vayas a cambiar

Y a veces te volvés exigente

Esperando magia en mis propuestas

Pero alguna absurda respuesta

Te vuelve a decepcionar

Dame, sencillamente

Lo que más te guste

Lo que más te guste

Dame, solamente

Lo que más te guste

Y nada más

Por eso

Dame, sencillamente

Lo que más te guste

Lo que más te guste

Y nada más

Es tal cual, muchas minas son así, sigue Mariano. Hay tanta carencia de afecto, tantas minas solas porque no hay compromiso, que resulta loco que cuando hay compromiso lo tiren a la basura. En el Registro Civil, cuando fui a pedir fecha para volver a casarme no lo podían creer, justo me acababa de salir el divorcio, ¿ya te vas a casar de nuevo?, me dijeron, como si me retaran. Hay mucha cosa libre hoy, mucho tocar e irte, y tener proyecto de vida es difícil. Cuando estoy en pareja yo soy muy fiel, por eso frente a la misma situación puedo reaccionar distinto. Antes estaba al acecho.

En el fondo, ésas son chicas que se valoran tan poco que pueden hacer 50 kilómetros para tener sexo de parado con un médico escondidos y después nada porque me tengo que volver a la guardia. Y ésas son relaciones que terminan en nada. Es claro que con ninguna de ellas te vas a casar. Ahora me tengo que ir, tengo que seguir atendiendo pacientes, ¿no te enojás, no?

Apenas un par de semanas después, me encuentro en una cena con que el cuñado de un amigo mío había sido compañero de residencia de Mariano y que lo conocía muy bien.
Small worlds
, me digo y pienso en qué dirían las cejas de David Lodge. Le menciono mi encuentro y hago una vaga referencia a que, pobre, lo dejó su mujer. Y con su mejor amigo, agrego como en un descuido y posiblemente transportado hacia la indiscreción por el vino. Él, al que llamaremos Diego, me pone una cara un tanto extraña que me invita a abundar en una historia que prefería insinuar para así navegar en la corriente de los sobrentendidos. Pero me lancé a contarle lo que no era chiste pero que igual lo llevó directamente a la carcajada. ¿Eso te contó?, me dijo. ¡Qué hijo de puta!

1
.
Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales.

UN CIRUJANO, UNA CIRUJANA

Y UNA INSTRUMENTADORA

PIDEN DERECHO A RÉPLICA

«Después de muchos años de análisis
me di cuenta de que no soy Dios.»

Una vez tomé una foto de una hembra de bonobo adolescente sonriendo y chillando mientras copulaba con un macho que llevaba una naranja en cada mano. La hembra le había presentado su trasero tan pronto como había visto las frutas. Y como no podía ser de otra manera ella abandonó la escena con una de las dos naranjas (…) Después de mi conferencia, todos nos fuimos a comer a un restaurante. Un rollizo zoólogo australiano se subió a una mesa con dos naranjas y abrió los brazos. Los demás rieron con ganas.

Frans de Waal,

El mono que llevamos dentro.

No tengo tiempo para saber si hay un amor ideal; a mí cualquiera me viene bien, cómo me voy a negar. Qué aburrido debe ser tener sólo una mujer. Nunca me podría casar. No conozco a nadie que no haya terminado mal.

Turf,

«Yo soy así».

Después de que fueran tan mentados a lo largo de páginas y páginas, era natural que pidieran hacer su descargo. Como veremos, poco desmiente uno y un poco más otra, y la tercera. Bueno, la tercera ya verán, para qué inducir opiniones.

Néstor

Néstor, cincuenta y un años bien llevados, bronceado al final del invierno, un poco pelado pero con abundancia en las partes aún no lampiñas; le queda una buena franja al medio, un involuntario estilo semimohicano. Me atiende en un sanatorio municipal de no gran fama, según descubriré después. Antes de verlo sé que es cirujano y poco más; él es más específico: soy cirujano cardiovascular, dice. Lo busco a las diez de la mañana, me hace esperar apenas cinco o diez minutos mientras veo desfilar gente y gente y hay mucho paciente y más que paciente gente, sentada, enferma, que camina a duras penas, viejos.

Me lleva al sexto piso y nos encerramos en un pequeño cuarto que podría ser una de esas aulas improvisadas de Ciencias Sociales para un seminario de diez alumnos. Hay suciedad, mucho polvo, sospecho que voy a estornudar antes de la primera pregunta, las ventanas cerradas, nada para tomar, sospecho que me voy a atorar o asfixiar; ¿hace calor o soy yo?

Pero me pregunta él y yo me olvido, que cómo lo ubiqué, que cómo se me ocurrió escribir sobre esto, que dónde trabajo (escribir es vocación, se sabe, trabajar es otra cosa). Y arranca solo a hablar, a contarme. Indudablemente, dice, hay cambios entre las prácticas sexuales en función del tiempo, antes y ahora, cambios culturales y humanos, dice. No es lo mismo una guardia hace veinte años y una guardia ahora, la sociedad entonces y ahora. No es lo mismo lo que uno hacía hace veinte años recién recibido. Pasa el tiempo, uno es más viejito, ya queda poco del médico ávido de aprender y operar, y llega el momento de pagar deudas académicas y enseñar. Lo del mito, dice en un torrente, es así: hay, hubo y van a seguir las relaciones sexuales intensas entre cirujanos, instrumentadoras y enfermeras, sobre todo en guardias y quirófanos. Vos pensá que al paciente se lo desnuda y se está en contacto con la anatomía de un modo muy directo. En algunos lugares es más real que en otros, depende también del morbo de la gente. (Se ve que le gusta esa palabra, morbo, porque la va a repetir mucho Néstor, morbo, morbo, morbo.) Sin ir más lejos, supe de una instrumentadora que estaba con tres cirujanos al mismo tiempo. Lo supe porque yo era uno de ellos. Yo lo sabía. Y ella nos contaba qué hacía con cada uno de nosotros; a mí me contaba. Es muy cómico, supongo que con los tres tenía el mismo discurso así que todos sabíamos qué hacía con los otros dos. Nos comparaba. Sí, nos comparaba. Los lugares a los que íbamos a cenar, la forma de ser, el modo en que te acostabas con ella. ¿Los comparaba en la cama?, pregunto yo, impostando incredulidad. Sí, sí, me dice y me pone sonrisa beatífica. Es que se entablan relaciones distintas por el ambiente. Hay reglas, pudores, códigos que se pasan por alto. Es muy especial el ambiente, se pasa por cosas buenas y muy malas. Era, sí, muy linda ella, hija de alemanes… Y es que no existen las instrumentadoras feas, muy muy pocas lo son. Se toman mucho tiempo en producirse y sobre todo son jóvenes, dice. Sobre todo, pienso yo.

Y con las enfermeras yo nunca pasé del pico, dice, o el beso con más o menos pasión. La enfermera se transforma en una figura particular cuando empezás a atender casos en la guardia que sabés que los perdés pero insistís. Ellas son la novia, la madre, la amiga, todo. Te besás con la enfermera de emergencia cuando sos joven y te dice «ya está, no sale, dejalo», cuando vos seguís con la reanimación vana. Es una
mèlange
de sentimientos, dice.

Hay mucho libertinaje, dice, pero creo que ahora es más reservada la gente, hay menos comunicación del acto sexual, menos vociferar. En mi época, era más inflarse el pecho de mirá qué piola que me bajé a fulanita. Ahora se ve menos el médico que cuenta. Eso cambió muchísimo. Tengo más de veinte años de cirujano y sé que el medio te lleva a pensar y hacer cosas que no harías en otros contextos, en tu vida normal, y así salís con una, con otra. Es mucho morbo el que hay por el modo en que estamos en contacto con el cuerpo humano.

Igual, yo voy por los 21 años de casado y van 24 desde que conocí a mi novia; mi mujer, rectifica. Estoy bien, tranquilo, nunca me tiré una cana al aire. Nunca, dice. Pero recula: bueno, nunca desde que estamos casados. No sé si soy boludo o qué, porque no faltan oportunidades en este medio. Pero la verdad es que me vienen a correr y yo me pongo colorado y siempre tengo a mano mi excusa favorita, que uso siempre: me voy porque te tengo miedo, les digo, y se van, dice. La idea es que estoy tranquilo con lo que soy, el momento de joda fue, tengo la mente en otra cosa. No sé si está bien o mal, si peco de boludo, pero ni peleado, en los momentos en que nos peleamos con mi mujer, que tenemos peleas como todos, se me da por irme de joda. Con mi mujer nos conocemos tanto que uno sabe qué piensa el otro, vamos por la calle y me dice que mire tranquilo a las minas que pueden gustarme. Me las señala. Tengo dos hijos, no me quejo. La conocí cuando era alumna mía, la conozco desde sus últimos años como estudiante. Ella es tocoginecóloga. Es muy común la relación médico-médica.

¿Fiestas? Y, suele haber fiestas en las guardias. Todo depende de con qué morbo se las tome. Y cuánto se agrande después al momento de contarla de una guardia a otra. Lo cierto es que tipo doce o una de la mañana, la guardia entra en paz, con todos los pacientes ya tratados y los médicos agotados. Y se liberan. En una época teníamos de compañero a un cirujano cuya misión era preparar la noche. Pero de las que yo participé eran fiestas más bien inocentes, de comer, poner música, bailar. Yo ni siquiera tomo alcohol, así que me cargaban por eso, el boludo que no toma. Las fiestas más subidas de tono se programan para después, por fuera de la guardia.

A un amigo le pasó que lo encontraron. Teníamos un jefe de división macanudísimo. Y tremendo profesional. Ya está un poco grande, pero si tuviera que operarme me operaría con él, es increíble ese hombre como cirujano. Con él empezábamos temprano, tenía esa costumbre, hacíamos el primer pase por los internados a las cinco y media de la mañana. Hoy son más remolones los médicos. Él tenía su propio despacho, pequeño, pero en el que después de la pasada nos esperaba con el cafecito y las medialunas. Nos exigía y nos daba el dulce. Resulta que a algunos con los que tenía confianza les dejaba la llave de su despacho por las dudas. Era una época sin celulares, claro, así que él tenía teléfono de línea y si hacía falta se podía llamar. Hay que ponerse en situación, era algo importante poder llamar afuera. Y mi amigo que me pide las llaves porque tenía joda. Se las di y por esas cosas la mañana siguiente nuestro jefe llegó más temprano que de costumbre y lo encontró dele que dele con la mina. Pero era más cogedor que el otro, así que le aconsejó para la próxima vez dejar la llave a medio cerrar, cruzada, cosa de que nadie pudiera abrir de afuera. No pasó nada. Hasta el día de hoy cada vez que viene este jefe nos acordamos y nos cagamos de risa. Fue un gran jefe. Otra que me pasó a mí: era practicante en quirófano traumatológico y me había enganchado con una enfermera en la zona de clínica médica; nos encontraron, mi jefe de entonces nos encontró. Pero no pasó nada tampoco. Me dijo la próxima tirá el forro en el cesto y dejá todo limpito. La verdad es que tuve mucha suerte con los jefes y casi no me tocaron de los jodidos, de esos que piensan que la letra con sangre entra.

Es el momento en que Néstor vuelve sobre el tema del principio, de que los jóvenes ahora cuentan menos sus hazañas, según él cree. Pero vuelve con dudas. Y dice: hoy hay comunicación más fluida entre la gente, pero los chicos cuentan menos sus aventuras amorosas. Será por respeto, por su formación o quizá porque su pareja trabaja en el mismo ámbito, ahí mismo, pero uno se entera menos. O quizás es que estoy viejito y ya no voy a preguntar para no hacerme la cabeza, quizá de joven preguntaba más y te hacías todo un mundo de fantasía. De cualquier modo son muchas horas juntos, qué sé yo, como la azafata y el piloto. Uno se hace los ratones, las azafatas nunca son feas, van bien vestidas, tienen también profesiones de estrés; igual que en el quirófano, estás en el aire y no sabés si vas a poder llegar a tierra, si bajás o si lo salvás al tipo que está ahí en la camilla. La clase de profesión hace crecer el grado de afinidad y se rompen estructuras de represión y se tira la chancleta y tienen sexo esa noche, o se transforman en amantes, o se hacen marido y mujer, que hay cada vez más entre cirujanos e instrumentadoras, por ejemplo. Hay muchísimos casos. No era tan frecuente esto cuando yo era chico. Son parejas estables y quizás ése sea otro punto de reserva.

Otra cosa que cambió es que ahora se ven mujeres cirujanas, si querés te presento alguna para que puedas charlar también. Hay más mujeres en la profesión en general. Como comienza a dejar de ser rentable, dice, pasa como pasó con los docentes que antes cuando estaban bien pagados eran sólo hombres. Ahora hay 95% de maestras y en la medicina es igual, ahora hay entre 60 y 75% de egresadas mujeres, es una profesión que tiende a ser de mujeres. Cirujanas también. ¿Y son buenas profesionales?, le doy un acicate. Duda, tartamudea: Ehhhhhh… como todo… las buenas son buenas, pero
pierden toda femineidad, dice. Quizá los más jóvenes no piensen eso y sean más igualitarios, pero a mí me parece que se tornan un poco hombrunas. Las que son buenas.

Ahí fue que el tema devino hacia el poder que genera ser cirujano y su relación con las más altas posibilidades de tener sexo en función de eso mismo. Hay especialidades, dice, dentro de la cirugía que son muy exquisitas, la mía pero también la neurocirugía. Somos superespecialistas en la creencia popular. Basta nombrar a Favaloro y la gente levanta el ceño, a la pelota dicen. Y para serlo primero hay que ser cirujano general de buena formación, eso es cierto. Ése es otro punto, dice. Queramos o no, la omnipotencia existe, y las mujeres se sienten atraídas. Yo, después de muchos años de análisis, me di cuenta de que no soy Dios, y si voy al supermercado sin plata no puedo comprar nada, y a veces en mi casa lavo los platos y cago y meo como cualquiera. Todo ese halo ya no lo tengo. Vivo otra realidad. ¿Que si es mejor? Es la realidad, siempre es mejor lo concreto. De pichón yo jodía mucho. «Ah, llegó el cirujano», se decía y yo lo oía y sentía y me agrandaba, pero de viejo sabés que lo importante es la familia y los hijos. Es un ida y vuelta. Porque te la creés y te la hacen creer. Tu importancia. Fomentan tu ego. Hay muchos especialistas de mi edad que siguen envueltos en ese manto divino. Cada uno toma la vida en forma diferente.

Yo me saqué ese manto de encima. Pero algunos quedan envueltos en esa omnipotencia, insiste. La soberbia también pasa mucho por lo personal, por la cuna de cada uno. Pero somos todos prepotentes. Es que, reflexiona, no podés ser cirujano si no sos agresivo. Te dan un bisturí, lo tenés en la mano y tenés que cortar. Ahí empiezan a tallar el medio y cómo te criaron. El que es arrabalero lo será toda su vida y lo mismo el dandi. Estoy convencido, dice, de que la formación social, el medio cultural, es indispensable, eso no lo perdés por la profesión. Pero la agresividad existe. En la Facultad digo que el cirujano es un criminal reconducido que en vez de matar descarga su agresividad para el bien. El cirujano muchas veces se casa sólo con su ambición. Es como cuando a los periodistas los hacen escribir sobre Dios y preguntan ¿a favor o en contra?

Yo siempre fui ambicioso como todo el mundo. Quería ser como Bill Gates. Multimillonario. Pero frenás en algún momento en tu realidad y cambiás tu ambición. En vez de viajar diez meses por año como quería yo al principio, viajás dos meses. Eso lo tengo estructurado. Son veinte días de sólo ciencia, voy a congresos como disertante o como simple oyente. Y el resto, un mes con mi mujer y quince días con los chicos. Hace treinta años era distinto. Era hacer guardia, guardia, guardia, como loco juntar plata y después viva la joda, patinarla toda en Río de Janeiro y acostarse con cuanta puta te cruces. Eso cambia. Vas teniendo una forma de ser más normal.

Normal, dice, pero parece arrepentido, me mira, se ríe, sabe que decir normal es acusar a quienes se desvían, de eso, de desviados. Entonces Néstor recula. Bah, normal, un tipo común. Ésa era mi ambición, sigue. Y no hace falta alcohol para estar de joda. Hace falta imaginación. Que después de todo eso hacen el alcohol y las drogas, estimular la imaginación de los que no la tienen. A mí no me hace falta. No sé lo que es estar borracho. No creo que sea genético porque mis padres toman, mis hermanos toman; yo, fiel a la pepsi.

Así, mi vida quedó dividida en dos. Toda la joda hasta mi gran casamiento interreligioso (ella judía, yo católico) y después nada. Se te ofrecen, sí, pero depende de vos si las tomás o no. Depende de, qué sé yo, tus preceptos morales. El cuerpo te lo pide y ves cada camión que te imaginás cosas en la cama, pero llevo tantos años y estoy tan bien que me pregunto si tiene sentido. Me voy a sentir para la mierda, me voy a meter en un berenjenal. Si lo hago. Ser cirujano es ser arriesgado de por sí, pero tallan también la moral y la autorrepresión. Si estuviera solo en el Congo belga quizá le meta los cuernos o —se rectifica porque le parece muy dura la expresión— o tire una cañita al aire. Pero no sé porque no me pasó nunca.

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