Read Gusanos de arena de Dune Online
Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert
Tags: #Ciencia Ficción
Al principio, los niños más pequeños que habían nacido en la nave parecían pensar que se trataba de un juego, pero enseguida empezaron a inquietarse; la gente se sentía incómoda y recelosa, y no entendían por qué solo un puñado de personas podían entrar y salir en misteriosos recados. ¿Y por qué aquel espantoso y pequeño tleilaxu estaba en el grupo de confianza? A bordo, todavía eran muchos los que miraban abiertamente a Scytale con desprecio, pero él estaba acostumbrado. La raza tleilaxu siempre había suscitado desprecio y desconfianza. Y ahora ¿a quién culparían?
Después de trabajar a destajo todo un día, él y las doctoras Suk habían conseguido suficientes kits para hacer una comparación genética con todo aquel que aún no había sido probado. Como plan alternativo, también había creado suficiente gas con toxinas específicas para los Danzarines Rostro para llenar numerosos tubos, aunque Sheeana no había dado su aprobación para un experimento tan arriesgado… todavía no. No confiaban en él tanto como para eso, y mantenían el gas bajo un estricto control.
Él tampoco se acababa de fiar de ellos. Después de todo, era un maestro tleilaxu, tal vez el único que quedaba. En secreto, preparó un test alternativo y sorprendente, sabiendo muy bien lo que hacía. No se lo dijo a nadie.
Cuando todo estuvo listo, Scytale se sentó en una de las primeras filas para lo que esperaba sería un importante proceso de revelación. Observó a las inquietas Bene Gesserit, doctoras Suk, archivadoras y censoras. Entre el público, Teg se sentó junto al rabino y dos hermanas Bene Gesserit. Los niños ghola estaban unas filas más allá, todos ellos libres ya de sospecha. Duncan Idaho esperaba junto a una de las entradas selladas, y había hombres Bene Gesserit protegiendo el resto de salidas.
Mientras los reunidos esperaban, Sheeana habló desde el fondo de la sala, con palabras claras y poco precisas, con un toque de la Voz.
—Hemos descubierto a un Danzarín Rostro entre nosotros, y creemos que hay más en esta habitación.
Se hizo un silencio inquietante, durante el cual Sheeana trató de establecer contacto visual con cada individuo. A Scytale no le sorprendió que nadie se descubriera. Sin su gente, el viejo rabino parecía indignado y perdido. Teg, desde el asiento de al lado, le dijo que tuviera paciencia. El rabino miró con expresión furibunda, pero no dijo nada.
—Hemos creado un test. —Sheeana sonaba cansada, aunque su voz era atronadora—. Será tedioso y largo, pero todos debéis someteros a él.
—Espero que nadie hubiera hecho planes. —Duncan cruzó los brazos sobre el pecho y esbozó una sonrisa torva—. Las puertas permanecerán selladas hasta que el proceso se haya completado.
Scytale y los doctores Suk se acercaron al estrado con los kits, jeringuillas y frotis.
—Con cada uno de vosotros que salga limpio, las filas de aliados de confianza aumentarán. Ningún Danzarín Rostro podrá escapar al escrutinio.
—¿Quién era el Danzarín Rostro a quien habéis atrapado? —preguntó una de las hermanas con un deje de inquietud en la voz—. ¿Y por qué suponéis que hay más entre nosotros? ¿Qué pruebas tenéis? —Cuando Sheeana explicó cómo los gusanos habían matado a Thufir Hawat, la sala se llenó de murmullos de perplejidad.
El Bashar habló desde su asiento, con tono de repulsa y culpabilidad.
—Sabemos que el falso Thufir no puede ser responsable de todos los actos de sabotaje que se han producido. Estaba conmigo cuando varios de ellos tuvieron lugar.
—¿Y cómo sé que no sois todos Danzarines Rostro? —El rabino se puso en pie y miro indignado a Sheeana, a los doctores Suk, y sobre todo a Scytale—. Vuestro comportamiento siempre me ha resultado incomprensible. —Teg le obligó a sentarse de un tirón.
Sheeana no hizo caso de las preguntas del anciano y señaló a la primera fila.
—Empezaremos con el primer individuo.
Dos doctoras Suk se acercaron con sus kits.
—Poneos cómodos —dijo Sheeana—. Esto nos llevará un rato.
En cambio, para Scytale el proceso era básicamente una maniobra de distracción… y ni siquiera las Bene Gesserit lo sabían. Sí había algún Danzarín Rostro entre los presentes, en aquellos momentos se estaría sintiendo atrapado y estaría buscando una forma de evitar que lo descubrieran. Así pues, el maestro tleilaxu tenía que actuar enseguida, antes de que el cambiador de forma pudiera hacer algún movimiento. Mientras observaba a la extensa audiencia con detenimiento, sus dedos manipularon el pequeño artilugio que llevaba.
Si bien el lento proceso analítico era fiable, Scytale había preparado su plan secreto basándose en lo que sabía de los antiguos Danzarines Rostro creados por los maestros tleilaxu originales. Estaba convencido de que los nuevos cambiadores de forma procedentes de la Dispersión se parecían a los antiguos, al menos en sus respuestas más básicas. Sin duda genéticamente la base era la misma. De ser así, tal vez podría descubrirlos con aquel test secundario… y aunque no era seguro, esperaba que su carácter inesperado jugaría en su favor.
En el centro de la sala de reuniones, las doctoras Suk realizaron la primera prueba a una sumisa hermana. La mujer extendió la mano para que tomaran una gota de sangre.
Sin previo aviso, Scytale activó un emisor de silbidos muy agudos. Aquel sonido agudo subía y bajaba con intensidad, pero muy por encima de la frecuencia que puede captar el oído humano. En otro tiempo los Danzarines Rostro originales se comunicaban con los tleilaxu en un lenguaje cifrado de silbidos, una serie secreta de notas de programación grabadas en sus estructuras neurológicas. Scytale creía que aquel sonido irresistible haría que cualquier Danzarín Rostro perdiera su disfraz, al menos momentáneamente.
De pronto, entre las filas de asientos, el viejo rabino se sacudió, su cuerpo pareció crisparse. Su rostro curtido cambió y se volvió liso bajo la barba. Dejó escapar un grito sorprendido de indignación y se tiró al suelo. El anciano parecía inesperadamente ágil, flexible y furioso. Su rostro era neutro, con los ojos hundidos y nariz chata, como un cráneo desnudo hecho con cera medio fundida.
—¡Danzarín Rostro! —gritó alguien.
El rabino se movió como un torbellino y saltó sobre las Bene Gesserit.
No subestimes nunca a tu enemigo… ni a tus aliados.
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Memorias de un viejo comandante
Gracias a sus continuas quejas, su actitud negativa y su aspecto frágil, en la nave todos habían descartado o juzgado erróneamente al viejo rabino. También Miles Teg.
Con movimientos veloces y mortíferos, el Danzarín Rostro asestó al Bashar un golpe que le habría partido el cráneo de haberle acertado de lleno. Pero Teg reculó justo a tiempo con una velocidad sobrehumana. Esto le salvó la vida, y aun así el ataque le dejó perplejo.
El rabino mató a las dos hermanas que tenía a su otro lado, y corrió hacia la salida más próxima despejando el camino con un revoltijo de golpes mortales. De unos bolsillos ocultos que llevaba en sus vestimentas oscuras y conservadoras, sacó una pequeña daga arrojadiza para cada mano. La hoja no sería más larga que un pulgar, pero él las arrojó con precisión, Las puntas afiladas, sin duda envenenadas, atravesaron la garganta de dos varones Bene Gesserit que guardaban la entrada. Sin apenas un sonido, el rabino apartó sus cuerpos y escapó por el corredor.
Scytale escudriñó la multitud para asegurarse de que el enemigo que se daba a la fuga no desviaba la atención de otros posibles Danzarines Rostro de la sala. No, el tleilaxu no vio otros cambios repentinos de forma.
Sheeana gritó para que salieran en pos del rabino.
—Sabemos quién es, pero puede cambiar de forma. Tenemos que encontrarle.
Una de las hermanas trató de avisar a Garimi por el intercomunicador, pero no obtuvo respuesta.
—Lo han inhabilitado.
—Arregladlo. —Sheeana se dio cuenta de que, en el tiempo que habían pasado aislados en la gran cámara, el rabino había tenido la oportunidad de realizar sutilmente nuevos actos de sabotaje.
El doctor Yueh acudió enseguida a comprobar la severidad de la herida de Teg, que gemía; las dos hermanas caídas que había junto a él estaban claramente muertas. La expresión del rostro del doctor ghola era de desazón, no de venganza. Mientras examinaba a Teg, no dejó de murmurar para sus adentros, como si tratara de encontrar un sentido a todo aquello.
—El rabino me dio la muestra de células del bebé ghola. Debió de extraer células de Piter de Vries de las reservas, y me engañó. Él sabía lo que yo iba a hacer, sabía cómo iba a reaccionar.
Duncan miró a Yueh, luego a Teg, y a Sheeana.
—Ahora lo entiendo todo. Thufir Hawat y el rabino. ¿Cómo no lo he visto antes?
Sheeana contuvo el aliento, porque de pronto ella también lo entendía.
—¡Los dos bajaron al planeta de los adiestradores!
Duncan asintió.
—Hawat y el rabino estuvieron solos durante la cacería de Honoradas Matres. Todos tuvisteis que luchar para poder volver al transporte cuando descubristeis que los adiestradores eran Danzarines Rostro.
—Por supuesto. —El rostro de Sheeana tenía expresión grave—. Ellos dos llegaron corriendo del bosque en el último momento. Parece que después de todo no pudieron escapar.
—Entonces, el rabino y el Thufir Hawat originales…
—Los dos fueron reemplazados hace tiempo por los Danzarines Rostro del planeta, y sus cuerpos fueron desechados durante la cacería.
Duncan, que finalmente alcanzó una concentración mentat, llegó a la siguiente conclusión obvia.
—Entonces han pasado más de cinco años desde que los sustituyeron. ¡Cinco años! En todo este tiempo, los duplicados de Hawat y el rabino han estado buscando oportunidades, matando gholas y tanques axlotl, saboteando los sistemas de soporte vital. Sus actuaciones nos obligaron a detenernos en Qelso, donde nos exponíamos a que nos descubrieran nuestros perseguidores. ¿Encontró el Enemigo nuestro rastro allí? Por el momento, hemos conseguido eludir la red, pero ahora que los Danzarines Rostro han quedado al descubierto… Sheeana palideció.
—¿Qué hay de las minas robadas? ¿Qué ha hecho el rabino con las minas? Si consigue llegar a ellas, podría hacerlas estallar en cualquier momento.
Teg, que ya empezaba a recuperarse pero estaba visiblemente aturdido, se dirigía hacia la puerta.
—El Danzarín Rostro sabe que tiene que hacerse con el control de la no-nave antes de que podamos matarle. Irá al puente de navegación.
—Garimi está allí —dijo Sheeana—. Esperemos que pueda detenerle.
— o O o —
Para cuando llegó al puente de navegación, el Danzarín Rostro había recuperado su disfraz de rabino. En su interior llevaba los recuerdos, experiencias y personalidad del anciano, y mucho, mucho más. El rabino frágil y asustado entró corriendo en la sala, y Garimi se sobresaltó.
—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó ella.
El hombre la miraba con ojos muy abiertos y asustados, como si esperara que ella le protegiera. Se le habían caído las gafas.
—¡Danzarín Rostro! —dijo jadeante, avanzando a tumbos hacia ella—. Los está matando a todos.
Garimi se volvió hacia el intercomunicador para contactar con Sheeana… y el rabino atacó. El golpe mortífero le acertó cerca del cuello, pero ella intuyó el peligro y se volvió en el último momento, Así que el puño le dio en el hombro. Garimi cayó de la silla y el rabino saltó sobre ella.
Garimi dio una patada desde el suelo, destinada a una de las rodillas nudosas e inestables del anciano, pero el hombre saltó como una pantera agazapada y soltó un alarido, mientras Garimi se levantaba de un salto y adoptaba una posición defensiva. Sus labios esbozaron una mueca de asco.
—Muy listo, rabino. Incluso ahora que sé lo que eres, no noto el hedor a Danzarín Rostro.
De un tirón, el rabino arrancó la silla del suelo y la blandió contra ella. Garimi se agachó y trató de agarrar la silla cuando pasó silbando sobre su cabeza. Tiró con tanta fuerza que se la arrancó de las manos y el hombre cayó al suelo.
Cuando el rabino se puso en pie, su cuerpo adoptó la forma de un feroz futar, músculos abultados, dientes largos y afilados, garras que sesgaban el aire. Garimi retrocedió trastabillando, tratando de apartarse de su asesino, y aporreó el intercomunicador.
—¡Hermanas! ¡Danzarín Rostro en el puente de navegación!
El futar saltó, y sus garras afiladas le desgarraron el hábito. Haciendo uso de unos puñetazos salvajes y desbocados, pensados más para herir a su atacante que para proteger su vida, Garimi le partió las costillas. Con una patada en la que puso tanta fuerza como pudo en el talón, le dislocó el fémur de la pierna izquierda de su articulación con el coxis.
Pero el futar cayó rodando, giró en un torbellino y antes de que Garimi pudiera saborear ni un instante su victoria, le partió el cuello. La mujer cayó sin apenas un suspiro. En un gesto de despecho, el futar le arrancó la garganta antes de recuperar tranquilamente su forma neutra de Danzarín Rostro. Se limpió la sangre de la cara con una manga.
Más destrozado de lo que sus capacidades como Danzarín Rostro le permitían reparar, el rabino se arrastró y consiguió llegar renqueando hasta los controles principales del
Ítaca
. Oyó pasos apresurados en el corredor, así que selló el puente de navegación, aplicando cierres de emergencia, y activó el protocolo de defensa para casos de amotinamiento.
En los años que llevaba con aquel disfraz, había tomado disimuladamente muestras celulares de la piel de Duncan Idaho, Sheeana y el bashar Miles Teg. Sus manos adoptaron las huellas de identificación correctas para que los controles de alta seguridad de la no-nave respondieran. Las puertas selladas resistirían cualquier intento de intrusión. Tarde o temprano encontrarían una forma de entrar, pero para entonces él ya habría completado su misión.
Sus amos, las máquinas pensantes, estarían alertados. Y vendrían.
Tiempo atrás, había estudiado la forma de utilizar los motores Holtzman. Calculando las coordenadas como mejor pudo, sin preocuparse en absoluto por la ausencia de un navegante, el Danzarín Rostro plegó el espacio y lanzó al
Ítaca
través de la galaxia. La nave salió algo atropelladamente en una zona estelar distinta, no muy lejos de las fuerzas de Omnius. Reconfiguró los sistemas de comunicación de la nave y activó una baliza localizadora. Sus superiores conocían la señal.