Harry Potter y el Misterio del Príncipe (42 page)

Read Harry Potter y el Misterio del Príncipe Online

Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
2.11Mb size Format: txt, pdf, ePub

»Así pues, el ministerio llamó a declarar a Morfin. Pero no necesitaron interrogarlo, ni utilizar
Veritaserum
o Legeremancia. Morfin confesó de inmediato ser el autor de los asesinatos y dio detalles que sólo el criminal podía conocer. Declaró que se sentía orgulloso de haber matado a aquellos
muggles
y que llevaba años esperando que se presentara la ocasión. Como entregó su varita, se demostró que había sido utilizada para matar a los Ryddle. De modo que permitió que lo llevaran a Azkaban sin oponer resistencia. Lo único que lo atormentaba era que hubiera desaparecido el anillo de su padre. "Me matará por haberlo perdido. Me matará por haber perdido su anillo", decía una y otra vez a sus captores. Y al parecer fue lo único que dijo a partir de ese día, pues pasó el resto de su vida en Azkaban lamentando la pérdida de la última reliquia de Sorvolo. Morfin está enterrado cerca de la prisión, junto con los otros desdichados que expiraron dentro de sus muros.

—¿Voldemort le robó la varita mágica a Morfin y la utilizó? —preguntó Harry enderezándose en el asiento.

—Así es. No tenemos ningún recuerdo que lo demuestre, pero creo que podemos estar casi seguros de lo que pasó: Voldemort le hizo un encantamiento aturdidor a su tío, le quitó la varita y cruzó el valle hasta «la gran casa de más allá», donde asesinó al
muggle
que había abandonado a Mérope y, por si acaso, mató también a sus abuelos
muggles
, de modo que destruyó por completo el indigno linaje de los Ryddle y se vengó del padre que nunca lo quiso. Luego regresó a la casucha de los Gaunt, realizó unos complejos conjuros para implantar un falso recuerdo en la mente de su tío, dejó la varita de Morfin junto a su propietario, que estaba inconsciente, se guardó el antiguo anillo que éste llevaba puesto y se marchó.

—¿Y Morfin no se dio cuenta de que no lo había hecho él?

—No, nunca —dijo Dumbledore—. Hizo una confesión detallada y jactanciosa.

—¡Pero si Morfin siempre conservó el recuerdo de su conversación con Voldemort!

—Así es, pero hicieron falta arduas sesiones de experta Legeremancia para recuperar dicho recuerdo —aclaró Dumbledore—. Además, ¿por qué iba alguien a ahondar más en la mente de Morfin si él ya había confesado el crimen? Sin embargo, conseguí realizarle una visita en sus últimas semanas de vida, cuando yo trataba de descubrir todo lo posible acerca del pasado de Voldemort. Me costó mucho extraer ese recuerdo, y al ver su contenido intenté que liberaran a Morfin de Azkaban. Pero, antes de que el ministerio tomase una decisión, murió.

—¿Cómo es posible que el ministerio no se diera cuenta de que Voldemort le había hecho todo eso a Morfin? —preguntó Harry con un matiz de reproche—. Entonces él era menor de edad, ¿no? ¡Creía que el ministerio podía detectar la magia realizada por menores de edad!

—Tienes parte de razón: el ministerio es capaz de detectar la magia, pero no a su autor. Recuerda que te acusaron de realizar un encantamiento levitatorio que en realidad había realizado…

—Dobby —gruñó Harry; esa injusticia todavía le dolía—. Entonces, si eres menor de edad y haces magia en la casa de un mago o una bruja adultos, ¿el ministerio no sabe que has sido tú?

—No pueden saber quién ha realizado la magia —confirmó Dumbledore, y sonrió al ver la indignación de Harry—. Confían en que los padres magos hagan cumplir las leyes a sus hijos mientras vivan bajo su techo.

—¡Vaya tontería! —dijo Harry con desdén—. ¡Mire lo que pasó en este caso, mire lo que le pasó a Morfin!

—Estoy de acuerdo contigo —convino Dumbledore—. Fuera lo que fuese Morfin, no merecía morir como murió, acusado de unos asesinatos que no cometió. Pero se está haciendo tarde, y antes de que nos separemos quiero que veas el segundo recuerdo…

Dumbledore se sacó otra ampolla de cristal de un bolsillo interior y Harry se calló de inmediato porque recordó que había anunciado que ése era el recuerdo más importante de cuantos había recogido. Harry se dio cuenta de que al director le costaba vaciar el contenido en el
pensadero
, como si se hubiera espesado ligeramente. ¿Acaso caducaban los recuerdos?

—Éste no nos llevará mucho tiempo —dijo Dumbledore cuando finalmente consiguió vaciar la ampolla—. Volveremos enseguida. Acércate al
pensadero
, Harry…

El muchacho volvió a atravesar la superficie plateada y esta vez aterrizó delante de un hombre al que reconoció de inmediato: Horace Slughorn, pero mucho más joven.

Harry estaba tan acostumbrado a la calva del profesor que le desconcertó un poco verlo con una mata de tupido y brillante cabello de color pajizo; parecía que le hubieran puesto un tejado de paja en la cabeza, pero en la coronilla ya tenía una reluciente calva del tamaño de un galeón; por lo demás, el bigote, menos poblado que el que Harry veía en el presente, era rubio rojizo. Slughorn no estaba tan gordo en sus años mozos, aunque los botones dorados del chaleco con ricos bordados soportaban cierta tensión. Estaba repantigado en un cómodo sillón de orejas y apoyaba los pequeños pies en un puf de terciopelo; en una mano tenía una copita de vino y con la otra rebuscaba en una caja de piña confitada.

Harry echó un vistazo mientras Dumbledore aparecía a su lado y comprendió que se encontraban en el despacho de Slughorn. Había media docena de adolescentes sentados alrededor del profesor, en asientos más duros o más bajos que el suyo. Harry reconoció al instante a Ryddle: con la mano derecha apoyada perezosamente en el brazo de su butaca, era el que parecía más relajado de todos y su rostro, el más atractivo. Harry dio un respingo al ver que llevaba el anillo de oro con la piedra negra de Sorvolo, pues eso significaba que ya había matado a su padre.

—¿Es cierto que la profesora Merrythought se retira, señor? —preguntó en ese momento Ryddle.

—¡Ay, Tom! Aunque lo supiera no podría decírtelo —contestó Slughorn haciendo un gesto reprobatorio con el dedo índice cubierto de almíbar, aunque estropeó ligeramente el efecto al guiñarle un ojo al muchacho—. Desde luego, me gustaría saber de dónde obtienes la información, chico; estás más enterado que la mitad del profesorado, te lo aseguro. —Ryddle sonrió y los otros muchachos rieron y le lanzaron miradas de admiración—. Claro, con tu asombrosa habilidad para saber cosas que no deberías saber y con tus meticulosos halagos a la gente importante… Por cierto, gracias por la piña; has acertado, es mi golosina favorita. Mientras varios alumnos reían disimuladamente, pasó algo muy extraño: de pronto la habitación se llenó de una espesa niebla blanca, de modo que Harry no veía más que la cara de Dumbledore, que estaba de pie a su lado. Entonces la voz de Slughorn resonó a través de la niebla, exageradamente fuerte:


…Te echarás a perder, chico, ya verás.

La niebla se disipó con la misma rapidez con que había aparecido, y, sin embargo, nadie hizo ninguna alusión a lo ocurrido ni puso cara de que acabara de pasar algo inusual. Desconcertado, Harry miró alrededor al mismo tiempo que un pequeño reloj dorado que había encima de la mesa de Slughorn daba las once.

—Madre mía, ¿ya es tan tarde? —se extrañó el profesor—. Será mejor que os marchéis, chicos, o tendremos problemas. Lestrange, si no me entregas tu redacción mañana, no me quedará más remedio que castigarte. Y lo mismo te digo a ti, Avery.

Slughorn se levantó del sillón y llevó su copa vacía a la mesa mientras los muchachos salían del despacho. Ryddle, sin embargo, no se marchó enseguida. Harry comprendió que se entretenía a propósito para quedarse a solas con el profesor.

—Date prisa, Tom —dijo Slughorn al volverse y ver que seguía allí—. No conviene que te sorprendan levantado a estas horas porque, además, eres prefecto…

—Quería preguntarle una cosa, señor.

—Pregunta lo que quieras, muchacho, pregunta…

—¿Sabe usted algo acerca de los
Horrocruxes
, señor?

Y sucedió de nuevo: la densa niebla llenó la habitación y Slughorn y Ryddle desaparecieron; en ese momento Harry sólo veía a Dumbledore, que sonreía con serenidad a su lado. Entonces la voz de Slughorn volvió a resonar extrañamente:


¡No sé nada de los Horrocruxes, y si supiera algo tampoco te lo diría! ¡Y ahora sal de aquí enseguida y que no vuelva a oírte mencionarlos!

—Bueno, ya está —anunció Dumbledore con placidez—. Ya podemos marcharnos.

Los pies de Harry se despegaron del suelo y, segundos después, pisaron de nuevo la alfombra que había delante de la mesa de Dumbledore.

—¿Eso es todo? —preguntó Harry sin comprender.

Dumbledore había manifestado que ése era el recuerdo más importante que había obtenido, pero el muchacho no entendía qué era eso tan significativo. Aquella niebla era rara, desde luego, y también el hecho de que nadie pareciera reparar en ella, pero, por lo demás, no había ocurrido nada salvo que Ryddle había formulado una pregunta y no había recibido respuesta.

—Como quizá hayas deducido —explicó Dumbledore mientras volvía a sentarse a su mesa—, ese recuerdo ha sido alterado.

—¿Alterado? —repitió Harry, y también él se sentó.

—En efecto. El profesor Slughorn ha retocado sus propios recuerdos.

—¿Y por qué iba a hacer eso?

—Creo que porque se avergüenza de lo que recuerda. Ha intentado modificar su memoria para mostrar una imagen mejor de sí mismo, borrando las partes que no quiere que yo vea. Como habrás comprobado, lo ha hecho de un modo muy rudimentario, pero tanto mejor porque eso demuestra que el verdadero recuerdo sigue allí, bajo las alteraciones.

»Y ahora, por primera vez te voy a mandar deberes. Tendrás que convencer al profesor Slughorn de que te revele el recuerdo real, que sin duda tendrá para nosotros una importancia crucial.

Harry lo miró a los ojos.

—No lo entiendo, señor —dijo con el tono más respetuoso de que fue capaz—. Usted no me necesita. Podría utilizar la Legeremancia o el
Veritaserum

—El profesor Slughorn es un mago extremadamente hábil y estará preparado para ambas cosas —replicó Dumbledore—. Es mucho más consumado en Oclumancia que el pobre Morfin Gaunt, y me sorprendería mucho que no llevara encima un antídoto de
Veritaserum
desde el día que le sonsaqué ese falso recuerdo.

»Opino que sería una tontería intentar arrancarle la verdad por la fuerza, pues eso podría resultar contraproducente; no quiero que se marche de Hogwarts. Sin embargo, tiene su punto débil, como todos nosotros, y creo que tú eres la persona adecuada para minar sus defensas. Es fundamental que conservemos el recuerdo real, Harry. Hasta qué punto es importante sólo lo sabremos cuando lo hayamos visto. Así que buena suerte… y buenas noches.

Un tanto sorprendido por esa despedida tan brusca, Harry se puso rápidamente en pie.

—Buenas noches, señor.

Cuando cerró la puerta tras él, oyó con claridad a Phineas Nigellus diciendo:

—No entiendo por qué el chico puede hacerlo mejor que usted, Dumbledore.

—No espero que lo entiendas, Phineas —replicó Dumbledore, y
Fawkes
emitió otro débil y melodioso lamento.

18
Sorpresas de cumpleaños

Al día siguiente, Harry contó a Ron y Hermione la misión que Dumbledore le había asignado, aunque lo hizo por separado, pues Hermione seguía negándose a permanecer en presencia de Ron más tiempo del imprescindible para lanzarle una mirada de desprecio.

Ron opinó que Harry no iba a tener ningún problema con Slughorn.

—Te adora —le dijo a la hora del desayuno, mientras movía con apatía el tenedor con que había pinchado un trozo de huevo frito—. ¿No ves que no te negaría nada? ¡Si eres su pequeño príncipe de las pociones! Sólo tienes que quedarte después de la clase y preguntárselo.

En cambio, la visión de Hermione era más pesimista.

—Si Dumbledore no pudo sonsacárselo, es que quiere ocultar a toda costa lo que ocurrió —dijo en voz baja mientras ambos se hallaban en el patio, vacío y nevado, a la hora del recreo—.
Horrocruxes

Horrocruxes
… Nunca he oído mencionarlos…

—¿Nunca? Vaya. —Harry estaba decepcionado; tenía la esperanza de que su amiga pudiera darle alguna pista.

—Deben de ser magia oscura muy avanzada. Si no, ¿por qué se habría interesado Voldemort por ellos? Me parece que va a ser difícil obtener esa información, Harry; tendrás que pensar muy bien cómo abordas a Slughorn, preparar una estrategia…

—Ron dice que con sólo quedarme después de la clase de Pociones de esta tarde…

—Vale, si eso opina Ro-Ro, será mejor que le hagas caso —replicó Hermione enfureciéndose—. Al fin y al cabo, ¿alguna vez ha fallado el criterio de Ro-Ro?

—Hermione, ¿no puedes…?

—¡Pues no! —replicó ella, y se marchó muy enfadada dejando a Harry solo y hundido hasta los tobillos en la nieve.

Últimamente, las clases de Pociones resultaban un poco incómodas porque los tres amigos tenían que sentarse juntos. Ese día, ella se llevó el caldero a la otra punta de la mesa para estar cerca de Ernie, e ignoró a los otros dos chicos.

—¿Qué has hecho? —le susurró Ron a Harry mientras observaba el altivo perfil de Hermione.

Pero, antes de que Harry contestara, Slughorn pidió silencio a sus alumnos.

—¡Callaos, por favor, callaos! ¡Deprisa, esta tarde tenemos mucho trabajo! Tercera Ley de Golpalott… ¿Quién la sabe? ¡La señorita Granger, cómo no!

—La Tercera Ley de Golpalott establece que el antídoto para un veneno confeccionado con diversos componentes es igual a algo más que la suma de los antídotos de cada uno de sus diversos componentes —recitó Hermione de carrerilla.

—¡Exacto! —exclamó Slughorn, eufórico—. ¡Diez puntos para Gryffindor! Pues bien, si damos por válida esa ley…

Harry tendría que confiar en la aprobación de Slughorn y dar por válida la Tercera Ley de Golpalott, porque no había entendido nada. Y nadie excepto Hermione pareció entender tampoco lo que Slughorn dijo a continuación.

—…lo cual significa, como es evidente, que suponiendo que hayamos conseguido identificar correctamente los ingredientes de la poción mediante el revelahechizos de Scarpin, nuestro principal objetivo no es seleccionar los antídotos de cada uno de esos ingredientes (tarea relativamente sencilla), sino encontrar un componente adicional que, mediante un proceso casi alquímico, transforme esos elementos dispares…

Other books

Riders of the Silences by Frederick, John
Fire Under Snow by Dorothy Vernon
Matronly Duties by Melissa Kendall
Shakespeare's Christmas by Harris, Charlaine
The Road of Danger-ARC by David Drake
Blabber Mouth by Morris Gleitzman
La Mano Del Caos by Margaret Weis, Tracy Hickman