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Authors: Kenneth Anger

Tags: #Historia, Referencia

Hollywood Babilonia (9 page)

BOOK: Hollywood Babilonia
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Durante los últimos años, el amante ideal de millones de mujeres había sido blanco de un buen número de insultantes ataques por parte de la prensa, basados en sus anuncios recomendando Valvoline, una crema para el cutis, y en comentarios que sembraban dudas acerca de su virilidad.

El ataque más despiadado provenía de un escritor del "Chicago Tribune" que había escogido una aparición personal de Rudy en esa ciudad para lanzar una descarga. El 18 de julio de 1926, el editorial de "El mayor periódico del mundo" desnudaba a Valentino en términos nada ambiguos: BORLAS DE POLVOS ROSADOS.

"Acaba de inaugurarse un nuevo salón de baile en el distrito Norte, un lugar realmente bello, dirigido de forma irreprochable. Esta agradable primera impresión dura hasta que uno entra en los lavabos para caballeros y se topa en la pared con un dispositivo de tubos de cristal con palancas, además de una ranura para la inserción de monedas. Los tubos contienen un liquido rosado y debajo puede leerse esta pasmosa frase: 'Introduzca una moneda. Sostenga su polvera personal debajo del tubo. Empuje la palanca'.

»¡Una máquina que expulsa polvos en un cuarto de aseo para hombres! ¡Ah,
homo americanus
! ¿Cómo no se le ocurrió a nadie hace años ahogar silenciosamente a Rudolph Gugliemo, alias Valentino?

»Acaso esta máquina que vende polvos rosados ha sido retirada de su emplazamiento? Pues no. Se usa. Hemos comprobado cómo dos 'hombres' —pertenecientes a una raza que las damas contribuyentes a la 'Voz del Pueblo' no osarían describir— metían su moneda, sostenían sus pañuelos debajo del aparato, apretaban la palanca y, a continuación, retiraban el encantador y rosado potingue para frotarlo en sus mejillas frente al espejo.

»Otro miembro de este departamento, individuo tolerante donde los haya, irrumpió furioso el otro día en nuestra oficina porque había visto aun 'hombre' en el ascensor alisándose los cabellos con pomada.

»Pero somos testigos de que nuestra historia de los polvos color de rosa excede con mucho a la suya.

»Si el Macho de las especies permite que ocurran estas cosas es que ha llegado el momento para un matriarcado. Mejor será estar regidos por mujeres masculinizadas que por hombres afeminados. Hemos llegado a creer que el hombre empezó a 'desmaculinizarse' el día en que cambió la navaja por la maquinilla de afeitar. Y no vamos a sorprendernos cuando escuchemos que la maquinilla cede ante los depilatorios.

»Lo que me tiene intrigado es a quién debemos culpar. ¿Es esta degeneración una reacción consanguínea con el pacifismo, en contra de las realidades y virilidades de la guerra?¿Están relacionados de alguna forma el color rosado de los polvos y el de los lavabos?

»¿Cómo se pueden conciliar los cosméticos masculinos, pantalones a lo árabe y esclavinas, con un total desprecio por las leyes, estableciendo un paralelismo entre una metrópolis del siglo veinte y otra de hace medio siglo?

»¿Es que a las mujeres les puede gustar este tipo de 'hombre' que en un lavabo público aplica polvos rosados a su rostro ose arregla el cabello en un ascensor, en medio de todo el mundo? En el fondo de su corazón ¿se consideran estas mujeres parte de la era wilsoniana de 'Yo no crié a mi hijo para soldado'? ¿Qué ha sucedido con la añeja tradición del hombre de las cavernas?

»Extraño fenómeno sociológico éste que va tomando cuerpo no sólo aquí, en Norteamérica, sino asimismo en Europa. Puede que Chicago tenga sus borlas de polvos, pero Londres tiene sus bailarines y París sus gigolós. Abajo el Decatur, arriba Elynor Glyn. Hollywood se constituye en Escuela Nacional de la Masculinidad. Rudy, el bello hijito de un jardinero, es el prototipo del macho norteamericano.

»Campanas del infierno. Dulzura inefable."

A Rudy no le hizo la menor gracia cargar con las culpas a causa de los amaneramientos de un ramillete de mariquitas de Clark Street y, lleno de ira, desafió al verdugo del "Tribune" retándolo a duelo o, si lo prefería, a un combate de boxeo. Este y otros ataques por el estilo tenían su origen en la bien conocida inclinación de Valentino por la extravagancia sartorial, su famoso brazalete de esclavo sin el cual jamás se mostraba públicamente, sus joyas de oro, su preferencia por los perfumes fuertes, los abrigos ribeteados con chinchilla y su pronunciada coquetería italiana.

Más adelante, su virilidad sería puesta en tela de juicio al saberse que sus mujeres eran ambas lesbianas.

Cuando Natacha Rambova, la segunda esposa de Valentino (cuya pulsera de esclava llevaba Rudy), se separó de él en 1926, salió a la luz que el matrimonio jamás se había consumado.

Un cargo similar había formulado en 1922 su primera esposa, Jean Acker, quien le había acusado de negligencia y rechazo en el aspecto sexual.

Rudy había contraído nupcias con su segunda lesbiana antes de que su decreto de divorcio de la primera se hiciese definitivo. Esta equivocación dio pie a su arresto por bigamia.

Ambas mujeres, Jean Acker y Natacha Rambova, eran "protegidas" de la exótica e igualmente lesbiana actriz Alla Nazimova —la más notable importación femenina de Hollywood en aquella época—cuyas bohemias asambleas en el Jardín de Alá, famosa residencia del Sunset Boulevard, dieron motivo a comentarios de todo tipo. Natacha había diseñado los modelos tipo Beardsley para la personal versión de la Salomé interpretada por Alla, para la cual empleó exclusivamente a actores homosexuales en homenaje a Oscar Wilde y en la que Alla perdió hasta la camisa. Fue la celestinesca Nazimova quien presentó a Rudy sus dos mujeres y —así se murmuraba en Hollywood— escenificó ambos matrimonios erráticamente a juzgar por los resultados.

Puede que Rudy haya sido inducido por Alla a perpetuar sus casamientos, pero de lo que no cabe la menor duda era de que el galán buscaba a mujeres más fuertes que él; además le atraían las damas equívocas. Valentino se refería a Natacha como "El jefe" y ella se hacía acreedora a ese calificativo, inmiscuyéndose de tal forma en la carrera de su esposo en la Paramount que Zukor tuvo que introducir una cláusula en el contrato prohibiéndole la entrada en el plató. Ella se vengó obligando a Rudy a abandonar la Paramount. A continuación escribió un guión original para Valentino,
The Hooded Falcon
que resultó "improducible" tras una considerable pérdida de tiempo y dinero. Sí vio la luz, en cambio, una colaboración entre Natacha y Rudy: un delgado volumen de versos titulado
Daydreams
cuyas estrofas finales rezaban así:

Por desgracia,

a veces,

encuentro

una exquisita

amargura

en

tu beso.

Cualesquiera que hubiesen sido los acuerdos privados entre él y sus varoniles esposas, los públicos enigmas sobre su virilidad le causaron tanta amargura que, incluso cuando se hallaba expirando, luchando estoicamente en medio de terribles dolores, preguntaba a los médicos: "Pero ¿de veras tengo pinta de marica?"

Cuando se propagó la noticia de la muerte de Valentino, dos mujeres intentaron suicidarse frente al Policlínico; en Londres, una chica ingirió veneno asida al autógrafo de Rudy; un ascensorista del Ritz en París fue hallado muerto en su cama, cubierto de fotos de Valentino.

Mientras el ídolo yacía inerte en la funeraria, las calles de Nueva York se convirtieron en el escenario de un macabro carnaval: una muchedumbre de más de cien mil personas luchaba para poder echar una última mirada al "supremo amante". El cadáver se hallaba custodiado por una falsa guardia de Camisas Negras fascistas, quienes flanqueaban una corona de flores en cuya banda podía leerse "De Benito" [Mussolini]. Aquello no era sino un truco publicitario imaginado por un experto de Campbell's, la casa funeraria, cuyos maquilladores consiguieron que el cadáver se asemejara
realmente
a una borla de polvos rosadísimos.

Entre aquellos que consiguieron abrirse paso hasta el féretro rodeado de cirios, se encontraba su ex-esposa Jean Acker, cuyos alardes de desconsuelo hubiesen sido bastante menos expresivos de haber sabido que, en su testamento, Rudy sólo la había dejado un solitario dólar. Pola Negri consiguió robar el
show
a todos, llegando en volandas, desde Hollywood, disfrazada con sus más elegantes tocas de viuda. A continuación, deshaciéndose en lágrimas, se desmayó ante el ataúd… y los fotógrafos. Entre sollozos, Pola tuvo el suficiente tiempo para declarar que había concedido su mano a Rudy. Otra reclamación que tuvo inmediato eco en los periódicos fue la de Marion Kay Brenda, una corista de Ziegfeld, que aseguraba que Valentino se le había declarado, la noche anterior a sentirse enfermo, en el
night club
propiedad de Texas Guinan.

Cuando el cadáver de Rudy fue embarcado rumbo al Oeste para ser depositado en la Corte de los Apóstoles del cementerio Memorial Park de Hollywood, pudo escucharse, a través de todas las emisoras de radio de la nación, una canción dedicada a su memoria y entonada por Rudy Vallee:
"Desde esta noche luce en el firmamento una nueva estrella: R-u-d-y V-a-l-e-n-t-i-n-o"
.

La pérdida de Valentino, a los treinta y un años de edad, dejó un rastro de inconsolables amantes de ambos sexos, a juzgar por los torrentes de lágrimas derramadas. Además de la famosa "Dama Enlutada" que anualmente le llevaba flores en la fecha de su óbito, el recuerdo de Rudy era reverenciado por Ramon Novarro, quien conservaba en una urna de su dormitorio un consolador de grafito, del más representativo art decó, enaltecido por la firma autógrafa de Valentino. Un regalo de Rudy.

El cochino teutón

Otro perenne manantial de fantásticos rumores, en el transcurso de los años veinte, giraba en torno a la pregunta, sin respuesta aparente, sobre lo que
realmente
ocurría durante la filmación de las notables escenas orgiásticas de las películas de ese turbador individualista llamado Erich Von Stroheim.

Existía un ancho campo para la especulación en las lujosas escenas de burdel dirigidas por Stroheim para
El tío vivo
,
La viuda alegre
,
La marcha nupcial
y la inacabada
Reina Kelly
, que eran celosamente filmadas en platós a los que ni siquiera los jefes de los Estudios tenían acceso.

No es de extrañar que estas sesiones bajo los ardientes focos fuesen consideradas no ya dignas de "verlas para creerlas", sino de verdadera Lupercalia.

A veces el rodaje se prolongaba durante veinticuatro horas, sin pausa, en los recintos cerrados. Stroheim "trataba" a los participantes a base de canapés y caviar, sirviéndoles champagne auténtico a pesar de la Prohibición. Sus extras, elegidos personalmente —exóticas mujeres y tipos aristocráticos, muchos de los cuales eran genuinos
emigrados
—, emergían vacilantes, con los ojos turbios y el aspecto de haber pasado un fin de semana en Sodoma. Algunas de las chicas, al borde del histerismo, mostraban evidencias de mordiscos o marcas de látigo.

Stroheim se cuidaba bien de que estos figurantes fueran generosamente compensados por las horas extras; ellos, en cuanto salían del cerrado plató, respetaban la ley del silencio hacia su director.

A menudo Stroheim empleaba semanas de trabajo, considerables sumas del capital de la Universal, la Paramount y la Metro Goldwyn Mayer, y hasta parte de la fortuna personal de Gloria Swanson y Joseph Kennedy, filmando atrevidas secuencias de la Viena decadente que ningún censor de entonces se hubiese atrevido a dejar pasar y muchísimo menos Will Hays, con su rígido "Código de Pureza" hecho de sanciones y admoniciones.

Dado que el material completo de sus trabajos orgiásticos era visionado únicamente por los compinches de Von Stroheim, y que los horrorizados jefes del Estudio cortaban las escenas hasta reducirlas a trizas para acomodarlas a los cánones de Hays (tras lo cual llegaban los censores, que añadían cortes adicionales, de modo que a la postre sólo quedaban de las orgías apenas unos flashes destinados a la copia del estreno), la imaginación acerca de lo que realmente había en el contenido primitivo se desataba.

Era de general creencia que, por ejemplo, el
show
incluido en
La marcha nupcial
, que en la pantalla era seguido con avidez a través de agujeros voyerísticos, valía verdaderamente la pena de ser contemplado.

Se supo que, sólo para una breve escena de ese film, Stroheim había importado desde Viena a una dama profesional en sadismo y especializada en la aplicación de la "araña".

En el abracadabrante burdel de
La marcha nupcial
figuraban prostitutas de todas las razas, cada una de ellas con una especialidad erótica; las hadas de blanca peluca y el níveo cuerpo maquillado, presentadas como instrumentos de cuerda, fueron enmascaradas para preservar la identidad de las personas de buen tono presentes. Los cinturones de castidad de las esclavas negras estaban sellados con candados en forma de corazón; una pareja de pintorescos gemelos siameses ponían una nota de refinamiento, debido más a la imaginación de Stroheim que a la depravación austro-húngara.

Se sospechaba que Stroheim derrochaba el dinero de la Metro Goldwyn Mayer con intencionada malicia en esas inmostrables secuencias como revancha por la destrucción de los miles de metros del negativo de
Avaricia
practicada por sus enemigos mortales: Irwing Thalberg, jefe de producción de la Metro Goldwyn Mayer, y su nuevo Mogul, Louie Mayer.

Thalberg se había granjeado la enemistad de Stroheim en 1923 cuando era ejecutivo en la Universal y le había arrebatado a Stroheim la dirección de
El tiovivo
, tras haberse éste permitido una serie de extravagancias tales como ordenar calzoncillos de seda con el distintivo de la Guardia Imperial, destinados a los militares que figuraban en el film.

Pese a que su film para la Metro,
La viuda alegre
, constituyó un mayúsculo triunfo comercial, los escrúpulos fanáticos de Stroheim no eran los más adecuados para gentes como

Mayer y Thalberg. Ambos se las arreglaron para deshacerse de él, corriendo por toda la ciudad la voz de que Stroheim, además de anticomercial y maníaco sexual, no era de fiar. La leyenda sobre su extravagancia, que se había iniciado como un truco inventado por la Universal durante la filmación de
Foolish Wives
, cuando su nombre era anunciado como "$troheim", se le volvía en contra como un boomerang y, ahora, tenía dificultades para financiar sus producciones. Los altos ejecutivos fueron de estudio en estudio haciéndose eco de que "trabajar con Stroheim es como arrojar dólares dentro de un pozo".

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