Read Intrépido Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (32 page)

BOOK: Intrépido
9.62Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Como se podía elegir de entre los tripulantes de toda una flota, había montones de candidatos. No obstante, Duellos se había tomado la molestia de subrayar ciertos nombres. Geary los confrontó con sus respectivas hojas de servicio, amén de las breves memorias existentes (si es que las había) de cada uno de ellos, y tomó nota de los que correspondían a oficiales que eran buenos desempeñando su trabajo pero no se encontraban entre los admiradores de
Black Jack
Geary.

Uno de ellos le llamó la atención. Comandante Hatherian, actualmente oficial de armas de la
Orión.
Era uno de los oficiales de Numos, lo cual lo habría puesto automáticamente bajo sospecha a los ojos de Geary. Por su propia experiencia, Geary sabía que gente como Numos tendía a rodearse de subordinados que cuanto menos estaban dispuestos a fingir que su jefe era la estrella más brillante de todo el firmamento. Con todo, Duellos pensó que merecía la pena considerar la opción de Hatherian. Y el último informe de aptitud que había emitido Numos sobre Hatherian era bueno, pero no deslumbrante. Quedaba claro que Hatherian no era el preferido de Numos.

Ummm. Hatherian es comandante. Como Vebos. Y yo que me estaba preguntando qué hacer con Vebos.

Geary preparó cuidadosamente un par de mensajes, finalmente los descargó y regresó al puente de mando, en el que seguía sentada Rione. Tanto ella como la capitana Desjani parecían ser ambas completamente ajenas a la presencia de la otra.

—Voy a enviar órdenes a la
Arrogante
y a la
Orión
—informó Geary a Desjani.

—Sí, señor. —Obviamente Desjani se preguntó por qué tenía que saber ella eso, pero al leer los mensajes salientes tuvo que hacer esfuerzos para evitar que su expresión siguiese inmutable—. ¿Prevé que pueda haber algún problema para que se cumplan estas órdenes?

—No en lo que respecta a la
Orión.
—Si Geary había sabido interpretar bien el carácter de Numos, aquel hombre se veía a sí mismo como un líder que servía de inspiración a los demás. Incluso si el capitán Numos no tenía en gran estima al comandante Hatherian, lo más normal era que pensara que Hatherian iba a mostrar más lealtad hacia él que hacia Geary. Después de haber trabajado para gente como Numos, Geary sabía que a menudo las cosas no funcionaban de esa manera. Dejar de estar bajo las órdenes de alguien como Numos era a menudo un gran alivio, por lo que el vínculo que quedaba entre un jefe y su antiguo subordinado era de escasa o nula lealtad.

Geary se sentó y se quedó a la espera.

Antes de que hubiera transcurrido una hora, un transbordador salió desde la
Orión
en dirección a la
Arrogante
. Desjani hizo cuentas.

—El transbordador va a tardar unas dos horas en llegar a la
Arrogante
—anticipó la capitana.

—Enseguida vuelvo. —Geary se dirigió hacia la salida y se obligó a volver a otro comedor para fingir que comía y tener así la oportunidad de fingir su confianza en el regreso de la flota al espacio de la Alianza. Tras ello, trató en vano de descansar un rato antes de regresar al puente de mando.

—El transbordador de la
Orión
está todavía a media hora de la
Arrogante
—comunicó Desjani.

—Gracias, capitana Desjani. ¿Ha enviado la
Arrogante
algún mensaje al transbordador? —inquirió Geary.

—No, señor. Hasta donde sabemos, la
Arrogante
no ha reconocido siquiera al transbordador —respondió Desjani.

Geary repiqueteó con sus dedos sobre el brazo de su escaño, evaluando las opciones que tendría a su disposición si Vebos seguía comportándose como un idiota. Había varias, pero no quería que la situación empeorase más de lo necesario. Una vez que se decantó por una de ellas, el capitán volvió a teclear una secuencia de comandos que ya empezaba a resultarle familiar para establecer una nueva comunicación.

—Coronel Carabali, he mandado a un transbordador desde la
Orión
en dirección hacia la
Arrogante
—explicó Geary.

—Sí, señor. —Carabali lo miró con curiosidad evidente porque no sabía hasta qué punto aquello le concernía a ella.

—En el transbordador viaja el comandante Hatherian, que deberá relevar al comandante Vebos al frente de la
Arrogante
. El comandante Vebos tiene orden de dirigirse a la
Orión
como nuevo oficial de armas de la nave —prosiguió Geary.

—Sí, señor —asintió Carabali.

—Se me acaba de ocurrir que tal vez sería un gesto bonito que el destacamento de sus infantes de Marina a bordo de la
Arrogante
le brindase al comandante saliente una ceremonia de despedida —sugirió Geary.

Carabali, que sin duda alguna se había pasado toda una carrera teniendo que lidiar con peticiones insólitas de parte de sus superiores, se las apañó para no responder con más que una mirada de sorpresa.

—¿Señor? —musitó Carabali.

—Sí. —Geary sonrió de una manera que esperaba reflejase algo de bonhomía—. Como si le hicieran un pasillo. Creo que estaría bien que sus infantes de Marina a bordo de la
Arrogante
informaran al comandante Vebos que deben escoltarlo hasta el transbordador.

La coronel Carabali asintió con la cabeza despacio.

—¿Todos mis infantes de Marina de la
Arrogante
? ¿Quiere que busquen al comandante Vebos y le digan que son… una especie de guardia de honor? —interrogó Carabali.

—Sí. Eso es. Una guardia de honor. Para escoltarlo mientras abandona la nave —corroboró Geary.

—¿Y si el comandante Vebos declina hacerse acreedor de tal honor? ¿Qué deberían hacer mis infantes de Marina en ese caso? —insistió Carabali.

—En caso de que eso ocurriera —afirmó Geary—, ordéneles que mantengan su posición alrededor del comandante Vebos mientras se ponen en contacto con usted y usted se pone en contacto conmigo. A partir de ahí decidiremos cuál es el modo adecuado de persuadir al comandante Vebos para que acepte el honor en función de cuál sea la situación exacta.

—Sí, señor. Me dispongo a dar las órdenes pertinentes, señor. ¿Doy por sentado que no se nos concede la posibilidad de apelar al uso de las armas? —preguntó Carabali.

Geary se esforzó al máximo para que no se le escapara ninguna sonrisa. La coronel Carabali no se había olvidado aún de que había sido Vebos quien había ordenado el bombardeo de sus propias tropas.

—Sin armas, coronel. Si nos vemos obligados, lo sacaremos de la
Arrogante
por la fuerza. Pero creo que hasta el comandante Vebos se dará cuenta de que sus opciones son muy limitadas si se ve rodeado de infantes de Marina. Además, va a irse a la
Orión
—recordó Geary.

El rostro de Carabali se iluminó al entenderlo todo.

—Ya veo. Sí. Eso debería ser de ayuda. Lo mantendré informado, capitán Geary. —Carabali hizo el saludo de rigor y su imagen se desvaneció.

Geary se recostó y vio que Desjani lo observaba intentando no reírse.

—¿Una guardia de honor? —preguntó la capitana.

—Sí —replicó Geary con toda la dignidad que fue capaz de reunir en esos momentos.

—¿Por qué a la
Orión,
si se me permite preguntarlo? —indagó Desjani.

Geary miró a su alrededor para asegurarse de que nadie podía escucharlos y bajó la voz.

—Me parecía una buena manera de minimizar el número de lugares sobre los que tengo que estar ojo avizor. Además, le dará a Numos la oportunidad de trabajar con Vebos. Y viceversa —expuso Geary.

—Ya entiendo. Se merecen el uno al otro. El transbordador de la
Orión
está efectuando su aproximación final. La
Arrogante
todavía no ha reconocido su presencia —anunció Desjani.

La
Arrogante
, al ser más pequeña que la
Orión,
no tenía un muelle de transbordadores. En lugar de eso, el transbordador procedente de la
Orión
se balanceó lo suficiente para acercarse a la esclusa de aire principal de la
Arrogante
, extendió un tubo de acoplamiento y se quedó amarrado al exterior de la
Arrogante
.

—Según nuestros lectores remotos, la esclusa de aire de la
Arrogante
no se ha abierto todavía —notificó Desjani.

Geary comprobó la hora.

—No he tenido noticias de la coronel Carabali. Vamos a darle unos minutos —propuso el capitán.

Cinco minutos después, llegó una llamada de la coronel Carabali, que dio el parte con una expresión que permaneció en todo momento cuidadosamente clamada.

—El comandante Vebos y su guardia de honor se encuentran de camino hacia la esclusa de aire de la
Arrogante
—informó Carabali.

Geary asintió solemnemente.

—¿Ha habido algún problema? —inquirió Geary.

—Nada que una docena de infantes de Marina completamente uniformados no pueda prevenir con su poder intimidatorio. Con todo, debo admitir que el factor decisivo fue probablemente que la tripulación de la
Arrogante
parecía estar haciendo caso omiso a las órdenes con las que el comandante Vebos trataba de responder a aquello —reconoció Carabali.

—Es normal. Saben que se ha designado al comandante Hatherian como su nuevo oficial en jefe. El comandante Vebos no tiene ya ninguna autoridad sobre ellos —razonó Geary.

—Sí, señor —coincidió la coronel—. No parecía que la pérdida del comandante Vebos les provocara especial desazón.

—Por alguna razón, lo que me cuenta no me sorprende demasiado, coronel —apuntó Geary.

Geary levantó la vista hacia Desjani al escuchar cómo retomaba la palabra.

—La esclusa de aire de la
Arrogante
se ha abierto —comunicó Desjani—. El comandante Hatherian está entrando. Al comandante Vebos lo están sacando… Perdón, el comandante Vebos está siendo escoltado hacia el transbordador por sus guardias de honor. —La capitana permaneció en silencio unos momentos—. La guardia de honor está abandonando el transbordador. La esclusa de aire de la
Arrogante
se está cerrando.

Geary asintió ante la imagen de Carabali.

—Gracias por los servicios de sus infantes de Marina, coronel —musitó Geary.

Carabali saludó pertinentemente.

—El placer ha sido nuestro, señor —apuntó Carabali.

El transbordador se despegó de la
Arrogante
y emprendió el camino de vuelta hacia la
Orión.
Por un momento Geary sintió pena por la tripulación del transbordador, que se veía obligada a compartir nave con el comandante Vebos, quien sin duda alguna no estaría precisamente contento, hasta que pudieran despacharlo en la
Orión.
Enseguida Geary volvió a contemplar su visualizador, redujo la escala de visualización y comprobó que los perseguidores síndicos recortaban muy lentamente la distancia que los separaba de la flota de la Alianza, y después dirigió la vista hacia delante, hacia la distancia que quedaba para llegar hasta el punto que los aguardaba para dar el salto.
Ojalá todo lo que tuviera que hacer pudiese hacerse de la misma manera rápida y ordenada con la que he apartado a Vebos de su puesto de mando.

Dentro de siete horas la flota de la Alianza llegaría al punto de salto y dejaría Corvus atrás. Suponiendo que no saliera nada mal hasta entonces. Suponiendo que los sistemas de propulsión de la
Titánica
no diesen marcha atrás de repente y acabaran cayendo en un minúsculo agujero negro hasta perderse para siempre. Geary se planteó aquella posibilidad un par de veces y se dio cuenta de que no era solo que se lo estuviese planteando, sino que se lo estaba tomando ya medio en serio, lo cual le permitió hacerse una idea de lo cansado que estaba.

—Voy a intentar dormir un poco —murmuró el capitán.

Acto seguido Geary se puso en pie y salió del puente de mando, ligeramente sorprendido por el hecho de que la copresidenta Rione siguiese sentada en el sitio destinado a los consultores. La copresidenta le dedicó una mirada furtiva según pasaba.

—Un espectáculo interesante, capitán Geary —farfulló Rione.

—¿Se refiere al de Vebos? —inquirió Geary.

—Sí. Supongo que el objetivo era subir la moral de los demás —apuntó Rione.

Geary frunció el ceño, tratando de recordar dónde había escuchado esa frase.

—No exactamente. Vebos ha demostrado que no es lo suficientemente inteligente como para que se le confíe el mando de una nave. No se trata de nada personal. Se trata de velar por la tripulación de la
Arrogante
y por cualquiera que dependa de la
Arrogante
para cualquier cosa —precisó el capitán.

Rione le devolvió una mirada con un ligero rastro de escepticismo. Geary dibujó la más leve sonrisa posible en su rostro para dedicársela a Rione e inmediatamente abandonó el puente de mando.

Tras haberse asegurado de que el puente de mando lo llamaría para despertarlo, el capitán regresó varias horas después, cuando la flota de la Alianza estaba iniciando el salto para abandonar el sistema estelar Corvus, con la fuerza de persecución síndica todavía a una buena distancia de ellos.

Geary se quedó observando las extrañas luces del espacio de salto durante un rato, tirado en el asiento de su camarote, sabedor de que le quedaban por delante un par de semanas de tránsito por el espacio de salto antes de que tanto él como el resto de la flota de la Alianza pudiesen saber qué les aguardaba en Kaliban, si es que había algo. Tengo que hacer muchas cosas, pero mi capacidad para llevarlas a cabo mientras estemos en pleno salto es escasa, debido a lo rudimentario de mis posibilidades de comunicación con el resto de la flota hasta que regresemos al espacio normal. Debería limitarme a descansar. Tratar de recuperarla energía que no he recobrado desde que me despertaron en aquella cápsula de supervivencia.

Los médicos de la flota, que ya habían expresado sus reticencias sobre el estado físico de Geary, le habían prescrito ciertas medicinas, ejercicio y descanso. «Intente evitar el estrés», aconsejaron también. Geary se quedó simplemente mirándolos, tratando de discernir si alguno de ellos tenía la más mínima idea de lo ridícula que sonaba tal prescripción para alguien como él.

Lo peor de todo aquello era el hecho de que no podía estar seguro de cuánta debilidad podía exhibir delante de los demás. Desjani veneraba cada paso suyo, pero Geary seguía sin saber cómo le sentaría ser consciente de verdad de que Geary no era un héroe enviado por las estrellas. La cosa sería diferente si la relación con Desjani o con cualquier otro oficial viniese de antes. Pero, después de haber caído casi literalmente en aquella flota procedente del pasado, la verdad era que no se podía decir que conociese bien a nadie.

BOOK: Intrépido
9.62Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Assignment Unicorn by Edward S. Aarons
The Warrior by Sharon Sala
Island Girls (and Boys) by Rachel Hawthorne
Debt by David Graeber
Beware, the Snowman by R. L. Stine
Avenge by Sarah M. Ross
The Dime Museum Murders by Daniel Stashower
Silver Dawn (Wishes #4.5) by G. J. Walker-Smith