Geary meneó la cabeza.
—No soy un hombre valiente, señora copresidenta —rechazó Geary—. Tan solo actué por instinto.
—Entonces espero que siga haciéndolo. La primera vez que nos vimos, le dije que no sentía gran predilección por los héroes y le expresé mi preocupación ante la posibilidad de que usted nos acabase arrastrando hacia una hecatombe. Ahora me siento en disposición de admitir que hasta ahora usted ha demostrado que estaba equivocada. —Rione inclinó la cabeza una vez más y se marchó.
Geary se frotó la frente, pensando en las palabras de Rione. No es que me haya dado una aprobación incondicional exactamente, ¿verdad? «Hasta ahora» no he estado a la altura de sus peores predicciones. Pero me vale. Rione me servirá para seguir siendo honrado. No quiero acabar creyéndome que merezco todas esas miradas de adoración que sigo obteniendo de la gente de esta flota.
El capitán pensó en volver al puente de mando del
Intrépido
. pero entonces imaginó lo que sería tener que ver a todos los demás que estaban allí.
Creo que he tenido suficiente ración de dramatismo por ahora.
En lugar de eso, envió un mensaje al puente de mando y comunicó que iba a tratar de dormir un poco para asegurarse de que lo despertaran en caso de que ocurriese algo importante.
Siete horas más tarde un pitido le despertó de sopetón.
—Al habla Geary. —El capitán trató de despertarse por completo, sobresaltado por lo mucho que había dormido y por lo cansado que seguía sintiéndose. Era obvio que no se había recuperado lo suficiente de su hibernación de supervivencia como se había imaginado en un principio.
—Capitán Geary, aquí el puente de mando. Perdón por despertarlo, señor. Nos pidió que le notificásemos…
—Sí, sí. ¿Qué pasa? —preguntó Geary.
—Hemos avistado elementos importantes de la flota síndica saliendo por el punto de salto. La capitana Desjani estima que se trata de la fuerza principal de persecución.
—Capitana Desjani, me temo que no me queda más remedio que estar de acuerdo con su estimación. —Geary hizo el recuento del número total de naves que habían sido avistadas saliendo por el punto de salto hasta el momento. Un enjambre de naves de caza asesinas se situaba al frente abriendo camino, mientras que múltiples escuadrones de cruceros pesados las seguían justo a continuación. Como la flota de la Alianza estaba mirando directamente hacia el punto de salida del salto, las naves síndicas de vanguardia ocultaban la presencia de las que tenían detrás, pero sí que se pudo confirmar la presencia de varios escuadrones de cruceros de batalla y acorazados en la retaguardia.
—Hay un montón de trastos obstruyendo la visión del punto de salida del salto —se lamentó Geary.
Desjani sonrió de oreja a oreja.
—Usted ordenó que colocasen minas en la salida, señor —recordó la capitana.
Ostras, es verdad.
Geary volvió a echar otro vistazo.
—¿A cuántos hemos dado? —inquirió Geary.
—Los síndicos han barrido las minas con naves de caza asesinas y cruceros ligeros, señor. A lo bruto. Las estimaciones indican que la lista de bajas o naves dañadas de gravedad ascienden hasta quince. Los campos de escombros que vemos se corresponden con la destrucción de la mayoría de esas naves —informó Desjani.
Salir del espacio de salto y meterse de lleno en un campo de minas. Probablemente ni se dieron cuanta de lo que ocurría.
—¿Cree que lo que vemos es todo lo que hay? —inquirió Geary.
Desjani le lanzó una mirada que daba a entender que creía que Geary quería tener más enemigos contra los que luchar, pero después se dispuso a estudiar la situación en el visualizador.
—Es posible que a continuación venga una segunda oleada de unidades de persecución. Pero si esto es todo, hacerles frente —indicó Desjani.
Geary notó por su voz que Desjani parecía debatirse entre la excitación que le producía aquello y la preocupación ante la perspectiva de una confrontación. Toda la preparación que había recibido la hacía desear entrar en acción ya, pero no podía dejar de recordar que la última vez que la flota de la Alianza había hecho frente a una fuerza síndica de primer orden habían salido bastante escaldados.
—Podríamos —afirmó Geary, con una confianza que realmente no sentía. Después de ver que su flota había convertido en un desastre un enfrentamiento con una fuerza síndica menor, no tenía muchas ganas de embarcarse en una batalla mayor a corto plazo. Pero sabía que, de puertas para fuera, tenía que manifestar su confianza en la flota. Si empezaba a correrse la voz (y seguramente así sería) de que daba a entender siquiera que la flota no tenía opciones de victoria, aquello acabaría de golpe con las opciones de triunfo de sus naves antes siquiera de pegar el primer tiro—. Pero si lo hiciéramos, tendríamos que darnos la vuelta para enfrentarnos a ellos. No veo ninguna razón para hacerlo. —Geary trató de que aquello sonase como si las fuerzas perseguidoras síndicas no mereciesen tanto quebradero de cabeza—. No tengo planeado llevar a cabo ninguna batalla más en este sistema.
Por lo que parecía, el ardid de Geary surtió efecto hasta cierto punto. Desjani y los consultores del puente de mando del
Intrépido
asintieron con la cabeza ante aquella explicación.
Geary deslizó los dedos por los botones de su panel de mandos, tratando de hacer que el visualizador calculase las opciones que tenían los síndicos de atrapar a la fuerza de la Alianza.
—¿Estos datos son correctos? —murmuró en dirección a Desjani.
La capitana le echó un vistazo y, un momento después, asintió con la cabeza una vez más.
—Sí. Ahora mismo estamos tan solo a unas cuatro horas luz de la salida del punto de salto. Eso son cuarenta horas de tránsito si seguimos yendo a una décima de la velocidad de la luz, pero incluso si tuviéramos que ralentizar la marcha por alguna razón, seguiríamos teniendo una gran ventaja. Estaremos en el punto de salto en dirección a Kaliban mucho antes de que puedan atraparnos y retrasarnos más. —Desjani sonrió abiertamente—. Algunos de los capitanes de esta flota se preguntaban por qué no nos quedábamos más tiempo para saquear este sistema. ¡Esto debería servirles de respuesta!
Geary sonrió levemente, inquieto tanto por el respaldo de Desjani a lo que ella veía como una demostración más de la infalibilidad de
Black Jack
, así como por enterarse de que alguno de sus capitanes habían estado rezongando a la hora de ejecutar sus decisiones de una manera lo suficientemente explícita como para que alguien tan claramente leal hacia su persona como Desjani lo hubiera podido escuchar. Finalmente apareció algo en el visualizador que llamó su atención.
—¿Qué es eso? ¿Quiénes son esos tipos? —Geary señaló hacia un grupo de naves que se aproximaban casi sin prisa procedentes del mundo poblado. Aunque las naves se estaban moviendo a una velocidad más lenta que la de la flota de la Alianza, al venir desde un punto más adelantado a la posición en la que se encontraba la flota, lo normal era que se acabasen cruzando los unos con los otros.
—¿Son síndicos, pero no aparecen marcados como amenaza? —inquirió Geary.
Desjani curvó los extremos de sus labios para formar una sonrisa muy leve.
—Ahí está el fruto de los esfuerzos diplomáticos de nuestra copresidenta. Veinte buques mercantes, supuestamente cargados con comida y otros materiales que habíamos pedido —aclaró Desjani.
—¿Veinte buques? —Geary no pudo evitar sonreír abiertamente—. Eso supone una cantidad de suministros más que aceptable.
—Sí —corroboró Desjani, visiblemente reacia ante la idea de encontrarse en deuda con la copresidenta Rione.
—¿Cómo preparamos el encuentro? —interrogó Geary.
—Son mercantes, así que no pueden acelerar una mierda, pero se les ha indicado que utilicen sus sistemas de propulsión sin importar el gasto y parece que lo están haciendo. Para cuando nos crucemos con ellos, deberían haber sido capaces de acercarse a nuestra velocidad. Si tenemos que frenar, no será mucho. —Desjani movió el dedo por el visualizador, señalando algunos detalles—. Los mercantes se dirigen hacia las posiciones de nuestras naves auxiliares de mayor tamaño. Eso minimizará el tiempo necesario para efectuar la transferencia de suministros. —La capitana hizo una pausa—. Hemos confirmado que su identidad se corresponde con la de transportistas mercantes a través de nuestras exploraciones visuales y de espectro completo. No se ha podido ver ningún arma.
Geary asintió con la cabeza, sintiendo que le inundaba una sensación de alivio al comprobar que todo había sido llevado correctamente, a pesar de que él había estado durmiendo profundamente, no disponible para nadie.
—¿Qué me dice de la seguridad? —inquirió.
—Me he tomado la libertad de ponerme en contacto con la coronel Carabali —informó Desjani—. Habrá destacamentos de infantes de Marina que se encargarán de llevar los transbordadores de embarque hasta cada uno de los mercantes, efectuarán registros por si hay armas ocultas y vigilarán de cerca a los tripulantes.
—Muy bien. Eso es exactamente lo que yo mismo le habría ordenado hacer a la coronel. —El rostro de Desjani se iluminó por la alabanza de un modo que parecía incongruente para una mujer de su edad—. ¿Dónde se encuentra la copresidenta Rione en estos momentos?
—Creo que está descansando. —Desjani hizo que ese «descansando» sonara como una actividad poco militar, al parecer olvidándose de que Geary se había tirado varias horas haciendo lo mismo—. Dejó grabado un informe para usted.
—Gracias. —Geary abrió el archivo.
En la grabación, Rione parecía mostrar síntomas de cansancio.
—Capitán Geary. Después de importantes negociaciones, dificultadas por la distancia a la que nos encontrábamos con respecto al planeta habitado, he podido convencer a las autoridades de los Mundos Síndicos de que estábamos dispuestos a evitar su aniquilación si nos proporcionaban un peaje conveniente. La tripulación de la capitana Desjani me facilitó una estimación del número de buques de carga de gran tonelaje disponibles en este sistema estelar, así como cuántos de ellos habían sido avistados en imágenes retardadas cerca del mundo poblado. Gracias a esta información pude insistir en que se nos enviaran veinte de esos navíos con los suministros especificados, entre los cuales se encontraban tanto los correspondientes a nuestras necesidades reales como a las ficticias. Las autoridades de los Mundos Síndicos firmaron el acuerdo por señal remota, y aceptaron no intentar emprender ninguna acción usando los buques de carga contra la flota de la Alianza a cambio de que nosotros respetáramos nuestra promesa de no lanzar más ataques dentro del sistema hasta que nos marcháramos de aquí. Adjunto el texto del acuerdo. Por favor, no dude en ponerse en contacto conmigo si le surgiese alguna duda.
Geary se leyó el acuerdo y no encontró nada que hiciera saltar sus alarmas internas. Rione parecía haber atado todos los cabos. Siendo así, al final es una cuestión de fiarse de los síndicos. Y estaría loco si me fiara de los síndicos. ¿Pero qué van a hacer con los infantes de Marina de Carabali vigilando de cerca cada uno de sus movimientos?
Geary volvió a mirar hacia la capitana Desjani.
—Esos buques mercantes están un poco más alejados de la salida del punto de salto que nosotros, pero a estas alturas deben de haber visto la llegada de la fuerza perseguidora —apuntó Geary.
—Pero no están alterando su trayectoria —corroboró Desjani, respondiendo a la pregunta que Geary no había formulado abiertamente—. Tal vez tengan miedo de que nos los llevemos por delante si lo intentan. Están lo bastante cerca y son lo bastante torpes y pesados como para que, cuando consiguiesen darse la vuelta, nosotros hubiéramos conseguido colocar ya destructores encima de ellos. O tal vez tengan miedo de que si huyen, eso acabe desatando un ataque sobre el mundo habitado.
—La cosa no va tan mal entonces. —A pesar de la aparición de la fuerza perseguidora síndica, todo parecía seguir estando bajo control. Por desgracia, eso es justamente lo que uno cree cuando de repente empiezan a crecer los enanos y la situación acaba saliéndose de madre. Veamos, ¿qué es lo que puede salir mal? ¿La
Titánica
? Por una vez parece que no está en aprietos.
—Señor. —Tanto Geary como Desjani se giraron ante la llamada de atención el consultor de operaciones—. La
Titánica
informa de que vuelve a disponer de una unidad de propulsión primaria que había tenido estropeada hasta ahora.
—Por todos nuestros antepasados. —Geary se había estremecido aterrorizado en cuanto salió el nombre de la
Titánica
, la mayor de sus preocupaciones; tanto que tardó un momento en darse cuenta de que, al fin y al cabo, esta vez no era una mala noticia la que venía asociada a su nombre. Comprobando las estadísticas de la
Titánica
, Geary se dio cuenta de que su aceleración máxima había mejorado significativamente.
Y aun así sigue siendo lenta de cojones. ¿Quién fue el idiota que etiquetó esas naves como flota Auxiliar de Alta Velocidad? Lo único rápido que tienen es lo deprisa que se meten en problemas
—. ¿Qué opciones hay de que la
Titánica
consiga un punto extra de propulsión llegado el momento?
El consultor de operaciones parecía sorprendido, y después volvió la vista hacia el consultor de ingeniería, que parecía igualmente atónito primero y pensativo después.
—Podría ser posible, señor. —Su rostro parecía haber adoptado ese color rojo propio de un ingeniero al que se le plantea un problema complicado cuya solución, no obstante, podría llegar a conocer.
Geary se echó hacia atrás, asumiendo la situación global poco a poco, tratando de asegurarse de que no estaba pasando nada por alto. Sin embargo, aparte de la propia flota de la Alianza, la fuerza de persecución síndica y los veinte buques mercantes que se dirigían firmemente al encuentro con la flota de Geary, parecía que nada más se movía en el sistema de la estrella Corvus. El resto de navíos síndicos se dirigía al lugar más próximo donde poder atracar con la esperanza de que la flota de la Alianza no enviase ninguna nave más en esa dirección. Los sistemas de combate del
Intrépido
estimaban que la fuerza de persecución síndica había elevado la velocidad media ligeramente por encima de los treinta mil kilómetros por segundo, pero contra esa vasta escala espacial, aquello seguía estando no muy por encima de la décima de la velocidad de la luz.