Según parecía, un cierto número de comandantes seguían mostrándose descontentos o escépticos, pero la mayoría de los oficiales pusieron de manifiesto su visto bueno, aunque fuera a regañadientes. Geary recorrió con la mirada los escaños de los comandantes de las naves, tratando de identificar a aquellos que parecían ser más problemáticos, pero después decidió no seguir por ahí.
No me voy a convertir en un director general síndico ni me voy a meter en jueguecitos políticos de purgar oficiales sospechosos de «deslealtad». Pero a las estrellas que nos observan pongo por testigo de que el comandante Vebos no seguirá al frente de la
Arrogante
cuando abandonemos este sistema. Ya no es que ese hombre sea simplemente desleal e insubordinado. Es que es estúpido.
El número de oficiales alrededor de la mesa disminuyó rápidamente a medida que se iban cortando las conexiones que los habían mantenido presentes durante la reunión. Una vez más, el tamaño que parecía tener la mesa, y la propia habitación, se encogió con la reducción del número de oficiales cuyas imágenes estaban presentes. Muchos de los oficiales hicieron una leve pausa, lo que hizo que sus imágenes súbitamente pareciesen estar frente a frente con Geary, y expresaron breves palabras de apoyo. Geary hizo acuse de recibo todo lo cortésmente que supo, tratando de no hacer ningún gesto de disgusto al comprobar la cantidad de ellos que seguían mirándolo con esos ojos devotos de quienes veían en él a la encarnación de
Black Jack
Geary.
El capitán Duellos fue el último en abandonar la sala, dedicándole a Geary una gran sonrisa de oreja a oreja.
—Quizá debió dejar a Numos y a la
Orión
protegiendo la salida del salto —sugirió Duellos.
—¿Por qué habría querido hacer algo así? —preguntó Geary.
—¡Podía haberlo dejado allí! —insistió Duellos.
Geary no pudo evitar que se le escapara una risotada.
—Su tripulación no se merece eso —argumentó Geary.
Duellos volvió a sonreír.
—No. Supongo que ya sufren bastante estando como están —reconoció Duellos.
—Lamento haber tenido que reprenderle cuando la cosa entre usted y Numos entró en el terreno personal —se disculpó Geary—. Confío en que sabrá comprender por qué lo hice.
—Lo comprendo, señor. A pesar de todo, debo confesar que no me arrepiento de haber hecho aquel comentario ni de haber recordado a mis colegas al mando de las distintas naves del plan de acción que Numos trató de poner en marcha estando dentro del sistema interior síndico. —Duellos hizo una pausa—. Quiero que sepa que cuenta usted con mi apoyo incondicional.
—Gracias.
—No hablo de
Black Jack
Geary. Hablo de usted.
Geary levantó una ceja.
—¿Ha llegado a la conclusión de que yo no soy esa persona? —formuló Geary.
—Me alegro de que no lo sea —confesó Duellos—. Ese tipo siempre me dio miedo.
—Ya somos dos —apostilló Geary.
—La capitana Desjani es una muy buena oficial. Puede confiar en ella —intercedió.
—Eso ya lo sé. —Geary puso mala cara—. Hablando de confianza, ¿tiene usted a algún oficial al que me recomendaría para poner al mando de la
Arrogante
?
—Puedo facilitarle algún nombre. ¿Le puedo dar un consejo, capitán Geary? —preguntó Duellos.
Geary asintió con la cabeza.
—Nunca me niego a escuchar consejos si son buenos oficiales quienes los dan —sentenció Geary.
Duellos hizo una pequeña reverencia.
—Se lo agradezco. No sustituya a ese idiota de Vebos por un oficial cuya lealtad hacia usted sea de sobra conocida. Eso no hará sino levantar sospechas de que está llevando a cabo una purga de lealtad —sugirió Duellos.
Geary se mordió el labio, tratando de no dejar entrever su sorpresa por que Duellos se hubiera hecho eco de lo que él mismo había estado pensando anteriormente.
—Seguro que en la flota de la Alianza no pasan de verdad cosas como esa —ironizó Geary.
Por primera vez, Duellos adoptó un gesto sombrío.
—Capitán Geary, sé que ya está al corriente de algunas de las cosas que han ocurrido en la flota de la Alianza.
—¡Joder! —musitó Geary, para acabar meneando la cabeza.
Purgas de lealtad dentro de la flota de la Alianza. Inconcebible. ¿Cuándo? ¿Dónde? Bueno, la verdad es que no quiero saberlo
—. Gracias, capitán. Tendré presente su consejo. Está muy bien tener oficiales como usted y Desjani, en quienes poder confiar implícitamente.
—Siempre podemos confiar también en nuestros antepasados —ofreció Duellos—. No me considero un hombre especialmente religioso, ni tampoco me entregué a la creencia de que el difunto
Black Jack
Geary encontraría la forma de regresar cuando más lo necesitáramos. Pero, con todo, resulta alentador hasta para mí que se uniese a nosotros en el momento en el que lo hizo.
Geary soltó un resoplido.
—Supongo que no debería quejarme de que me hubieran encontrado porque si hubieran tardado un poco más habría acabado muerto de verdad. Sin embargo no estoy seguro de que ni siquiera mis antepasados puedan ayudarme mucho con esta situación —se quejó Geary.
Duellos gesticuló como si la situación fuese dramática y después sonrió de oreja a oreja.
—Entonces quizá puedan ser de ayuda los míos a la hora de evitar a la flota enemiga y a los saqueadores. Cuestión de experiencia, quiero decir. Entre mis antepasados hubo algún que otro pirata —aclaró Duellos.
—¿De verdad? —se sorprendió Geary—. Me imagino que todo el mundo tiene alguna oveja negra en la familia. Algunos de mis antepasados fueron abogados.
—¡Oh! Mi más sentido pésame —bromeó Duellos.
—Hemos aprendido a vivir con eso —le siguió el juego Geary.
Duellos se apartó e hizo el saludo pertinente.
—Usted nos ha recordado a todos que nuestros actos han deshonrado a nuestros antepasados, ya sabe. Pero lo ha hecho todo lo bien que se puede hacer algo así. Usted se ha incluido siempre en ese «nosotros» y se ha colocado de nuestro lado. Así ha conseguido ponernos también a nosotros de su parte. Van a ser muchos los que no olvidarán algo así —resumió Duellos.
Geary devolvió el saludo, agradeciendo a quienquiera que fuera el antepasado que le había inspirado para articular esas palabras.
Porque Dios sabe que lo hice sin pensar.
—Gracias —musitó Geary.
—Es la pura verdad, señor. —Duellos bajó la mano y su imagen se desvaneció.
Geary se sentó pesadamente en su camarote, mirando con desánimo al visualizador que acababa de activar. En él se veía la situación del sistema Corvus, con unas pocas naves de la flota de la Alianza acabando su trabajo en la base síndica del mundo congelado mientras el resto de la flota seguía avanzando a través del sistema en una formación medianamente decente.
Ya han pasado catorce horas desde que entramos en este sistema. ¿Cuánto más tardarán en aparecer los perseguidores síndicos?
No me puedo creer lo cansado que estoy. ¿Me echo un sueñecito? ¿Se irán cada uno por su cuenta si no los vigilo a todos?
En ese momento sonó la campana de la escotilla. Geary se incorporó hasta adoptar una posición más formal.
—Adelante —indicó Geary.
—Capitán Geary —saludó la copresidenta Rione con un tono de voz formal y una expresión en el rostro tan controlada como de costumbre—. ¿Podemos hablar?
—Por supuesto —aceptó Geary.
Geary le indicó que tomara asiento, pero en lugar de eso Rione dio unos cuantos pasos para contemplar el paisaje estelar que dominaba una de las paredes.
—En primer lugar, capitán, espero que mis intervenciones en el puente de mando no afectaran negativamente a su trabajo —aseveró Rione.
—En absoluto. Algunas de sus ideas fueron muy buenas. Agradezco los consejos —reconoció Geary.
Una sonrisa momentánea quebró los labios de Rione para después desvanecerse.
—Más que la capitana Desjani, supongo —matizó Rione.
—Ella es la capitana del
Intrépido
—señaló Geary con un tono de voz cuidadosamente neutral—. El puente de mando es su sala del trono, si se puede llamar así. Es el punto sobre el que gira su autoridad. Cualquier capitán de navío se comportaría de manera susceptible si alguien tratase de ejercer algo de autoridad en su puente de mando.
Rione volvió la vista durante un momento para dedicar a Geary una mirada penetrante.
—¿Reacciona de esa misma manera con usted? —inquirió Rione.
—No. Supongo que se debe al protocolo, amén de que yo desempeño un papel muy concreto. Yo dejo que ella dirija su nave mientras trato de dirigir la flota entera. Es algo que los dos tenemos claro. En cambio, el protocolo no indica nada respecto a que haya un civil de alto rango en el puente de mando —recordó Geary—. Es inevitable que existan roces. Con todo, la capitana Desjani es una gran oficial al mando. Se acabará acostumbrando a sus apariciones por el puente de mando y no actuará de manera impropia con usted.
—Gracias, capitán Geary. —Rione inclinó la cabeza haciendo un leve gesto—. Deseo que comprenda que, por mi parte, no existe ningún problema por las palabras altisonantes de la capitana Desjani con respecto al tema de los buques de guerra robotizados. La discusión es interminable y de verdad que agradezco que quienes están en la lucha día a día me hagan llegar sus impresiones, pero no puedo hacerme a la idea de entregar el control absoluto de algunas armas a dispositivos de inteligencia artificial.
—Si soy completamente sincero, estoy de acuerdo con usted. —Geary se encogió de hombros—. Es el mismo problema que teníamos en mi época. Si un dispositivo de inteligencia artificial no es lo suficientemente listo como para saber utilizar un arma por su cuenta, uno no puede fiarse mucho de él en combate. Y si el dispositivo de inteligencia artificial es lo suficientemente listo como para saber utilizar un arma por su cuenta, entonces sí que uno no puede fiarse en absoluto de él.
Rione dejó asomar otra breve sonrisa.
—Cierto. Pero es el momento de que le exponga el asunto que me ha traído hasta aquí. —Geary se quedó a la expectativa mientras Rione miraba a la representación de las estrellas—. Creo que es necesario que le confiese algo, capitán Geary. Me ha avergonzado.
—Si se refiere al tema de los prisioneros…
—A eso me refiero. Supongo que está cansado de oírnos hablar de lo que sentimos —se adelantó Rione.
—No es eso lo que quería decir —indicó Geary.
—No. Tampoco es lo que yo pensaba. —La copresidenta Rione parecía estar estudiando el paisaje estelar de nuevo—. Capitán Geary, no soy de las que cree que cualquier tiempo pasado fue siempre mejor. Que las viejas costumbres eran mejores por fuerza. Pero si hay algo que he podido saber de un tiempo a esta parte es que las presiones de esta guerra han maleado a quienes se encuentran inmersos en ella. Qué de cosas hemos pasado por alto. Nos hemos olvidado de cuestiones realmente importantes.
Geary frunció el ceño e hizo como que se miraba las manos.
—Todos ustedes han tenido que pasar por muchos trances —disculpó Geary.
—Es una explicación, sí, pero no una excusa. —Rione había vuelto a inclinar la cabeza, con la boca convertida ahora en una línea fina y tensa—. Resulta tan fácil convertirse en el enemigo al que se odia, ¿no es así, capitán Geary?
—Para eso tenemos el derecho de la guerra. Para eso tratamos de inculcar el honor entre aquellos que tendrán que combatir —recordó Geary.
—El derecho de la guerra no significa nada si aquellos a quienes se encomienda su observancia no creen en él. El honor puede ser un arma de doble filo, puede volverse contra sí mismo, hasta el punto de parecer justificar los actos más malvados —apuntó Rione—. Usted lo sabe, capitán Geary.
Geary asintió con vehemencia.
—No me encuentro en posición de juzgar a nadie, señora copresidenta. Me he podido permitir el lujo de evitar estos muchos años de guerra, que son los que han acabado llevando a este tipo de actuaciones —se justificó Geary.
—¿Lujo? No parece que haya disfrutado de esa experiencia. —Rione elevó la cabeza, pero seguía sin mirar hacia Geary—. En las últimas horas, como teníamos tiempo, he rebuscado entre mis archivos clasificados para estudiar la verdadera historia de la guerra y tratar de determinar así cómo hemos llegado hasta este punto. Quería saber que no era el resultado de ningún proceso deliberado. Ahí es donde he podido ver que las reglas se han ido maleando hacia un lado y hacia el otro, pero siempre por razones que parecían bienintencionadas. Pero cada vez que se maleaban se iba un poco más allá.
—Por razones aún mejores —señaló Geary sin esgrimir emoción alguna.
—Sí. Paso a paso, con el transcurso del tiempo, llegamos a aceptar ciertas cosas. Llegamos a creer que los actos deplorables de los Mundos Síndicos justificaban los actos deplorables por nuestra parte. Hasta yo misma llegué a aceptar que esto no era más que una desafortunada realidad de la guerra. —Rione finalmente miró a Geary con una expresión que al capitán le resultó indescifrable—. Y entonces vino usted y nos recordó a todos lo que nuestros antepasados pensarían de tales actos. Usted era el único capaz de hacer esto, porque nadie más podría hablarnos tan claramente del pasado como usted. Usted nos ha recordado que esta guerra comenzó porque éramos diferentes de los Mundos Síndicos. Porque había cosas que hacían los Mundos Síndicos y que nosotros no estábamos dispuestos a hacer.
Geary volvió a asentir con la cabeza, con cierta incomodidad por la manera en la que Rione lo estaba mirando.
—Nunca he creído que la Alianza hubiese, de algún modo, adoptado una decisión que, de pronto, abriese la veda para empezar a violar el derecho de la guerra —reconoció Geary—. Supongo que ha ocurrido por lo que usted ha dicho. Se empieza por algo irrelevante y poco a poco la bola de nieve se va haciendo más grande hasta llegar abajo sin que uno se haya dado cuenta siquiera de lo que ha ocurrido. Y todo ello debido a ese viejo argumento de que tendríamos que cometer algunas fechorías para ganar porque lo importante era ganar.
—Un argumento antiguo y falso a la vez, ¿no es verdad? —musitó Rione.
—Eso creo. Si la Alianza comienza a modelar sus actos en función de los de los Mundos Síndicos, no estoy seguro de qué sentido tendría ganar —explicó Geary.
—Se lo oí decir antes, sí. Estoy de acuerdo. —Rione inclinó la cabeza hacia él—. Usted nos ha recordado quiénes éramos antaño, capitán Geary. Y ha tenido el valor y la decencia fundamental de apostar por las cosas honradas de verdad en las que usted creía, incluso aunque ello supusiese correr el riesgo de que aquellos de esta flota que creían en usted y lo seguían a todas partes se distanciasen de usted después de tal declaración de intenciones.