—No. —Hacía ya unos cuantos días que Geary no había sentido debilidad alguna, pero parecía que una nueva oleada de flaqueza amenazaba con apoderarse de él ahora. El capitán trató de resistirse sin tener que recurrir a un parche de medicamentos—. No estoy al corriente de todo lo que nos ha conducido a esta situación. No tengo ninguna razón para pensar que usted no ha desempeñado sus obligaciones como creía que debía hacerlo. Pero debo poner énfasis en la necesidad de que cualquiera de las violaciones del derecho de la guerra que hayan tenido lugar hasta ahora deben cesar de inmediato. Somos la Alianza. Tenemos honor. Si nos aferramos a eso, venceremos. Si no lo hacemos… no merecemos vencer.
—Sí, señor. —Resultaba difícil adivinar, a juzgar por la voz del capitán de la
Audaz,
qué era lo que pensaba realmente de lo que le había dicho Geary, pero al menos estaba haciendo lo que se le ordenaba.
Geary se desplomó sobre la silla, con la sensación de que durante los últimos minutos había envejecido de golpe todo ese siglo que se había pasado durmiendo. La capitana Desjani miraba al panel de mandos, con gesto atribulado.
Es una buena oficial. Como el capitán de la
Audaz.
Es solo que no los han llevado por el buen camino. En algún punto de todo este camino se han ido dejando de lado un montón de cosas importantes.
—Capitana Desjani…
—Señor. —Desjani tragó saliva y meneó la cabeza—. Disculpe que le interrumpa, señor; pero, mientras usted hablaba con la
Audaz,
los infantes de Marina han enviado un informe notificando que han tomado la base síndica y ahora mismo se encuentran ejecutando operaciones de aprovisionamiento.
—Gracias, capitana Desjani. Lo que quería decirle era que…
—Señor. Los infantes de Marina han hecho prisioneros a la mayor parte de la guarnición de la base —prosiguió la capitana.
Geary asintió con la cabeza, tratando de comprender por qué Desjani seguía interrumpiéndolo.
—El resto de la flota ha escuchado lo que le ha dicho usted a la
Audaz.
Con todo, los infantes de Marina podrían no haber estado controlando el intercomunicador que ha estado usando usted con la
Audaz
—explicó Desjani.
Ahora ya lo pillaba. Prisioneros. Montones de ellos. Y la capitana Desjani, independientemente de que estuviera de acuerdo con Geary o no, iba a seguir interrumpiéndolo hasta que se diese cuenta de lo que bien podría estar pasando en esa base.
—Póngame con la coronel Carabali —exigió Geary.
—Por alguna razón no está disponible por el intercomunicador, señor, pero tenemos la posibilidad de acceder a una señal de vídeo y audio procedente de la red de mando y supervisión de las fuerzas de tierra —ofreció Desjani.
—¡Conécteme a eso ya! —El visualizador de Geary parpadeó y la proyección tridimensional de las naves y del sistema de la estrella Corvus dejó paso a un panel compuesto de al menos treinta imágenes diferentes colocadas una junto a otra en columnas verticales. Geary tardó un momento en darse cuenta de que lo que estaba viendo eran imágenes de vídeo de lo que probablemente se correspondía con la visión de los distintos líderes de las fuerzas de asalto de la Infantería de Marina. Al acercarse a una de ellas como si fuera a tocarla, la imagen se hizo más grande y dejó al resto de imágenes a un lado. Geary tocó otra y tanto aquella como la primera imagen se ajustaron de tal forma que ambas adquirieron el mismo tamaño, mientras que el resto de imágenes seguían minimizadas alrededor de ellas, listas para ser activadas en cualquier momento.
Vaya. Este sí que es un buen juguetito. Me pregunto cuántos comandantes se habrán puesto a jugar con él y habrán acabado perdiendo de vista la situación general.
Geary escaneó las imágenes con los ojos, buscando señales de prisioneros o cualquier indicación que no dejase lugar a dudas de que representaba un enlace al comandante de la fuerza de asalto. Sus ojos se detuvieron en una imagen, en la que se podía ver como un arma que escupía postas grandes y sólidas horadaba un buen número de agujeros sobre el muro de metal de un pasillo con una fuerza tal que la pared acabó combándose. Un buen número de símbolos atravesaban una y otra vez la imagen y, a continuación, Geary pudo ver como un brazo hacía gestos dentro del ángulo de visión para que, seguidamente, los infantes de Marina avanzaran a toda prisa con un aspecto poco humano bajo esa armadura de combate. Dos de ellos lanzaron una especie de metralla hacia el lugar del que procedían los disparos que habían impactado contra la pared y, acto seguido, un tercero apuntó con un tubo enorme y disparó contra él.
La visión se tambaleó. Los infantes de Marina siguieron avanzando a toda velocidad, mientras la imagen que veía Geary seguía vibrando producto de la carrera que se estaba echando junto a los demás hombres quienquiera que estuviese emitiendo aquella señal. A continuación doblaron la esquina y enfilaron una cuesta abajo por un pasillo largo que tenía una especie de puesto de seguridad al final del todo. Geary esperaba ver una escena de devastación masiva después del impacto provocado por lo que quiera que hubiese lanzado aquel tubo enorme, pero en su lugar lo que vio fueron cuerpos desperdigados enfundados en armaduras distintas a las de los infantes de Marina.
¿Será algún arma de aturdimiento? Supongo que los infantes de Marina la emplearon porque tenían orden de reducir al máximo el daño colateral en estas instalaciones. Lo cual puede querer decir que esos soldados síndicos siguen vivos.
Esta idea le hizo volver a centrarse en su misión. El capitán rebuscó de nuevo entre las imágenes y finalmente se dio cuenta que había una que mostraba una especie de sala amplia o hangar en la que se veía una gran multitud de gente. Al tocar la imagen, su tamaño se incrementó.
Ahí está. Esos son los síndicos.
—Capitana Desjani, ¿cómo puedo hablar con alguien usando esto? —preguntó Geary.
La capitana señaló un símbolo de intercomunicación que había en la parte inferior de la imagen.
—Basta con que toque ahí —informó Desjani.
—¿Ya ha conseguido establecer contacto con la coronel Carabali? —inquirió el capitán.
—No, señor —apuntó Desjani.
Entonces tendré que saltarme su autoridad. Geary tocó el símbolo.
—Al habla el capitán Geary.
La imagen se movió bruscamente.
—Sí, señor.
—¿Quién habla? —interrogó Geary.
—Comandante Jalo, señor. Segundo al mando de la fuerza de desembarco. La coronel Carabali me ha ordenado supervisar las operaciones de aprovisionamiento para asegurar la instalación principal mientras ella examinaba los posibles focos de resistencia en las zonas periféricas.
—¿Son esos todos los prisioneros síndicos? —inquirió el capitán.
—Todavía no, señor. Durante los barridos de aprovisionamiento se están encontrando más elementos de resistencia —aseguró Jalo.
—¿Qué…? —
¿Cómo le pregunto esto?
—. ¿Qué órdenes ha dado la coronel Carabali relativas a los prisioneros?
—No he recibido órdenes sobre ese particular, señor. El procedimiento habitual es conducir a los prisioneros hacia la flota.
Eso es interesante. ¿Saben los infantes de Marina qué ocurre con los prisioneros después? ¿O se limitan a fingir que no pasa nada para seguir teniendo la conciencia bien limpia? Geary estaba a punto de formular otra pregunta cuando la imagen volvió a experimentar un movimiento brusco. Todos los que aparecían dentro del plano se habían tirado al suelo.
—¿Qué ha sido eso? —murmuró el capitán.
La voz del comandante Jalo le llegó con más rapidez, con ese grado de nerviosismo de quien está preparado para entrar en acción.
—Alguna explosión potente, señor. Aquí viene otra —añadió Jalo, innecesariamente, porque la imagen volvió a tambalearse una vez más—. Alguien está bombardeando esta zona con artillería pesada.
¿Artillería pesada? Pero si los infantes de Marina ya habían tomado la superficie que rodeaba a la base y las naves que sobrevuelan la zona han eliminado las defensas antiespaciales. Por todos mis antepasados. Las naves que sobrevuelan la zona.
—¡Capitana Desjani! ¿Alguna de las naves posicionada cerca de la base síndica está abriendo fuego? —vociferó Geary.
El capitán observó cómo la imagen del comandante Jalo parpadeaba unas cuantas veces más mientras Desjani respondía.
—La
Arrogante
está disparando a una zona cercana a la base, capitán Geary. No sé cuál es el objetivo —aseveró Desjani.
—Proteja a esos prisioneros hasta que reciba nuevas órdenes por mi parte —rugió Geary al comandante Jalo, tras lo cual se echó hacia atrás y escudriñó la disposición de imágenes—. ¿Cómo hago para que vuelva a salir el visualizador de la flota?
Desjani se acercó hasta donde estaba el capitán y pulsó un botón. Ahí estaba otra vez la representación del sistema Corvus, con las naves de la flota de Geary desplegadas por toda la zona. El capitán manoseó torpemente el botón del intercomunicador, blasfemando para sus adentros.
—
¡Arrogante!
¡Identifique el objetivo al que está disparando! —Geary se quedó a la espera, cada vez más enervado por la falta de respuesta y porque la
Arrogante
seguía machacando la superficie cercana a la base síndica—.
Arrogante
; aquí el capitán Geary. Alto el fuego. Repito. Alto el fuego.
La otra nave se encontraba tan solo a unos pocos segundos luz de allí, pero pasó un minuto entero sin respuesta. Geary contó hasta cinco interiormente, barajando las opciones que se le planteaban.
—Capitana Desjani. La
Ejemplar
y la
Aguerrida.
¿Cuál tiene el mejor comandante? —inquirió el capitán.
Desjani no lo dudó ni un instante.
—La
Ejemplar,
señor. El comandante Basir.
—Gracias. —Geary pulsó el botón del intercomunicador—. Comandante Basir, del
Ejemplar,
¿me recibe?
—Sí, señor. —La respuesta llegó en menos de medio minuto.
—¿Puede usted identificar el objetivo al que está disparando la
Arrogante
? —inquirió Geary.
Esta vez se sucedió una pausa más larga.
—No, señor.
—¿Han recibido usted, la
Aguerrida
o la
Arrogante
solicitud alguna por parte de los infantes de Marina para abrir fuego contra algún objetivo que se encuentre sobre la superficie?
—No, señor. La
Ejemplar
no ha recibido ninguna solicitud en tal sentido y no he escuchado que se le haya pedido nada similar a la
Aguerrida
ni a la
Arrogante
en la red de coordinación con los infantes de Marina.
No sé qué estará haciendo ese idiota de la
Arrogante
, pero como esa nave siga lanzando artillería pesada sobre la superficie; va a terminar haciendo daño a nuestros propios infantes de Marina, por no mencionar los desperfectos que pueden ocasionarse en los suministros de la base. Y ahora sé a ciencia cierta que la
Arrogante
no está respondiendo a ninguna amenaza que se cerniese sobre ella ni sobre los infantes de Marina.
—Gracias,
Ejemplar
—concluyó Geary.
Geary echó un vistazo alrededor para observar al personal del puente de mando del
Intrépido
.
—¿Puedo controlar las armas de la
Arrogante
? —preguntó Geary—. ¿Tenemos algún modo de hacernos con el control remoto de sus mandos?
Todo el mundo meneó la cabeza, pero solo la capitana Desjani tomó la palabra.
—No, señor. Como se indicó anteriormente —añadió, logrando de algún modo acusar con la mirada a Rione sin haber dirigido la vista realmente hacia ella—, existe la creencia de que si se permitiese controlar remotamente los sistemas de una nave, se la haría más vulnerable y eso podría ser aprovechado por el enemigo.
La voz de Rione entró en escena.
—Eso podría derivar en intrusiones enemigas en los sistemas de control remoto, abrir autopistas para que se colasen virus que dejaran inutilizado el sistema…
—Y un buen puñado de consecuencias más que serían inevitables incluso aunque no hubiese espionaje de por medio. Gracias, ya lo sabía. Por un momento me dio por pensar que tal vez en el último siglo alguien había encontrado la manera de saltarse todo eso. —Geary mostró los dientes al empezar a maquinar una nueva idea—. Bueno, sí que tengo una cosa en la
Arrogante
que está bajo mi control.
Desjani levantó una ceja como queriendo preguntarle a qué se refería.
—La
Arrogante
tiene infantes de Marina a bordo, ¿verdad? —preguntó Geary.
Desjani asintió con la cabeza.
Geary pulsó el botón del intercomunicador de su panel de mandos.
Arrogante
, aquí el capitán Geary. Está poniendo en peligro a nuestro personal sobre la superficie. Le ordeno un alto el fuego inmediato si no quieren que releve de inmediato a su oficial al mando y ordene al destacamento de la Marina a bordo de la
Arrogante
que arreste a esa persona. No voy a repetir esta orden ni una sola vez más —exigió Geary.
A pesar de que en ese momento Geary se sentía realmente cabreado, no pudo evitar pensar cómo sentaría entre la flota ese tipo de ultimátum. Para su tranquilidad, la capitana Desjani parecía estar esbozando una marcada sonrisa de satisfacción. Según parecía, el oficial al mando de la
Arrogante
no gozaba de muchas simpatías, al menos las de la capitana.
—La
Arrogante
ha ejecutado el alto el fuego —informó Desjani unos segundos después con un tono de voz cuidadamente comedido.
—Estupendo. —Una cosa es disparar a las sombras. Cuando estás en pleno combate; resulta extraordinariamente sencillo pensar que hay un objetivo enemigo donde en realidad no hay nada. Pero ese estúpido de la
Arrogante
era o muy terco, o muy idiota, o ambas cosas a la vez como para darse cuenta del error que estaba cometiendo o como para dejar de disparar cuando se lo ordené. Tengo que deshacerme del oficial al mando de la
Arrogante
en cuanto pueda. Otra cosa más que añadir a la lista de preocupaciones.
—¿Señor? —Geary y Desjani miraron al tiempo al consultor que había tomado la palabra—. Hemos restablecido la conexión con la coronel Carabali.
Carabali parecía tan furiosa como lo había estado Geary unos momentos antes.
—Mis disculpas, capitán Geary. La unidad con la que me encontraba se vio obligada a ponerse a cubierto en un búnker acorazado, razón por la cual no pudimos establecer comunicación con nadie —se justificó Carabali.