Intrépido (28 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Intrépido
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—No están intentando atraparnos —aseveró Geary.

Desjani frunció el ceño, con los ojos clavados en la representación de los buques de guerra síndicos.

—¿No? —preguntó la capitana.

—No. No si estas estimaciones están en lo cierto. Ya no han vuelto a acelerar —informó Geary—. No quiero decir que nos pudieran atrapar antes de que llegásemos hasta el punto de salto, ni siquiera forzando la máquina hasta las dos décimas de la velocidad de la luz. Pero es que ni siquiera lo están intentando.

—O sea que… ¿se están limitando a perseguirnos? —insistió Desjani.

—Nos están arreando como al ganado —corrigió Geary—. Quieren que sigamos por nuestro camino.

—¿Hacia el punto de salto? —inquirió Desjani.

—Hacia Yuon. Me jugaría la vida a que se trata de eso. —Pensándolo bien, es eso exactamente lo que estoy haciendo. Peor aún, estoy jugándome la vida de todos los hombres y mujeres de estas naves de la Alianza a que es así. ¿Y si los síndicos ya se han percatado de que no voy a seguir la ruta más directa hacia casa? ¿Y si saben que Kaliban es la mejor alternativa para nosotros?

No. No pueden arriesgarse a que esta flota pueda atravesar Yuon sana y salva, así que estarán allí esperando con sus unidades. No tienen elección.

Con todo, sigue cabiendo la posibilidad de que hayan sembrado Kaliban con suficientes minas como para dejar esta flota hecha jirones.

¿Han tenido suficiente tiempo para eso? ¿Habrán tenido los síndicos tantas minas lo bastante cerca de Kaliban como para colocarlas allí antes de que lleguemos nosotros? ¿Habrán considerado siquiera la posibilidad de que vayamos hacia allí?

No hay forma humana de saberlo. No me puedo permitir cambiar de criterio a estas alturas. No puedo permitir que la posibilidad de que haya un desastre me impida tomar las decisiones que hay que tomar; porque da igual lo que haga, la posibilidad del desastre siempre estará ahí.

Geary inspiró bien hondo, abstrayéndose momentáneamente de todo lo que lo rodeaba. Cuando abrió los ojos, vio que Desjani le lanzaba una mirada de aprobación.

—No sé cómo puede estar tan relajado en momentos como este —le confesó la capitana—. Lo que sí sé es que son cosas como esas las que impresionan a mi tripulación.

—Son cosas que,
ejem,
uno trabaja —replicó Geary.

Poco a poco se fue haciendo patente que no iba a ocurrir nada durante un rato. Geary revisó la secuencia temporal prevista para la reunión con los mercantes síndicos y comprobó que los transbordadores de los infantes de Marina no iban a ser lanzados en las siguientes dos horas. Tras contener la urgencia irracional de seguir observando todo por miedo a que todo se fuese al garete si no le prestaba atención, Geary se puso en pie.

—Voy a por algo de comer —le dijo a la capitana Desjani, que asintió al escucharlo. Geary se dio cuenta al marcharse de que los consultores del puente de mando del
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lo observaban con admiración. Que nuestros antepasados me asistan si en algún momento empiezo a creer que todo lo que hago es tan perfecto como se piensa esta gente. Si me diera por tropezar y caer de culo, probablemente se pensarían que esa es la manera que tiene
Black Jack
Geary de prepararse para la acción y empezarían todos a hacer lo mismo.

Sin embargo, el interactuar con el personal del puente de mando le había servido a Geary para recordar la importancia de dejar que la tripulación le viese el pelo. El capitán llevaba ya un tiempo rumiando con avidez la idea de volver a meterse en su camarote y deglutir una barra de racionamiento a salvo de las miradas tanto de aquellos que adoraban el suelo por el que pisaba
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Geary como de esos otros que pensaban que John Geary era una reliquia antigua que no sabía estar a la altura de la situación. Pero, en lugar de eso, se encaminó hacia uno de los comedores de oficiales, se puso a la cola y se hizo con un menú para después sentarse en una mesa en la que almorzaban varios tripulantes.

Todos se quedaron mirándolo con los ojos como platos y él se limitó a pegarle un mordisco a algo que no sabía a nada.

—¿Cómo va eso, jefes? —preguntó Geary. En lugar de responder, todos se miraron unos a otros. Geary observó al suboficial que estaba sentado junto a él y formuló la única pregunta a la que podía estar seguro de obtener una respuesta— ¿De dónde es usted?

—Ko… Kosatka, señor —farfulló.

Lo único sobre lo que un tripulante jamás se negaría a conversar era su propio hogar.

—¿Igual que la capitana Desjani? —inquirió Geary.

—Sí, señor —corroboró el suboficial.

—He estado en Kosatka. —La mandíbula del suboficial se abrió de par en par por la sorpresa que le produjo escuchar aquello—. Fue hace un tiempo… por supuesto. Me gustó. ¿De qué parte del planeta es usted?

El tipo empezó a hablar sobre su hogar. Los demás también se unieron a la conversación y Geary se enteró de que otro de sus compañeros de mesa era también de Kosatka. Al igual que ocurría en la época de Geary, cada nave parecía recabar la mayor parte de su tripulación de un planeta en concreto, mientras que el resto de tripulantes procedían de lugares desperdigados por toda la Alianza. El resto de sus contertulios provenían de planetas que Geary tuvo que confesar que nunca había visitado, pero con solo mostrar interés por ellos los tripulantes se quedaron más que contentos.

Finalmente, uno de ellos se atrevió a pronunciar la pregunta que Geary sabía que iba a llegar antes o después.

—Señor, lograremos volver a casa, ¿verdad?

Geary acabó de masticar un bocado que, de repente, se había vuelto tan correoso como insípido. A continuación le pegó un sorbo a su bebida para no arriesgarse a que su voz se quebrase en plena respuesta.

—Mi intención es llevar esta flota a casa —dijo.

Las sonrisas asomaron por todas partes. Otro tripulante tomó entonces la palabra a toda prisa.

—¿Tiene alguna idea de cuánto podemos tardar, señor? Mi familia… en fin…

—Lo entiendo. No sé a ciencia cierta cuánto tardaremos. No vamos a ir por la ruta más directa. —Las sonrisas se desvanecieron y dieron paso a un silencio anonadado—. Eso es lo que esperan los síndicos, ya saben. Nos tenderían otra trampa. —Geary sonrió de un modo que esperaba que le hiciese parecer seguro de sí mismo—. Pero, en vez de hacer lo que se esperan, vamos a golpearles por sorpresa. —El capitán había estado pensando bien qué palabras utilizar, cómo conseguir que una retirada a la desesperada pareciese toda una marcha triunfal—. Hemos perdido a muchos amigos en el sistema interior síndico. Tenemos que marcharnos cuanto antes, como ya saben. Pero no vamos a permitir que las cosas se queden así. Vamos a saltar de sitio en sitio, golpearemos a los síndicos una y otra vez, y les haremos pagar por todo esto. Para cuando hayamos regresado a casa, los síndicos van a desear no haberse metido nunca con la Alianza.

Las sonrisas volvieron a aparecer por el comedor. Geary se puso en pie, rezando por que sus antepasados comprendieran por qué había expuesto las cosas de una forma que sabía que no era cierta, y mantuvo su propia sonrisa en los labios mientras abandonaba la estancia.

Según parecía, su pequeño discurso se había propagado como la pólvora por toda la nave, mucho más rápido que sus propios pasos. Tampoco es que aquello fuera muy sorprendente, porque cada tripulante que se encontrase dentro del radio de escucha podría haberlo grabado con sus unidades personales de comunicación y no había duda de que varios de ellos lo habían hecho. Geary se dio cuenta de que había empezado a acelerar el paso, tratando de llegar a su camarote sin que pareciera que estaba corriendo, intentando huir de todos los tripulantes y oficiales que creían que era capaz de encontrar la manera de hacer realidad todo aquello que había dicho.

Una hora después, Geary se obligó a sí mismo a salir del santuario que era su camarote y regresó al puente de mando. Desjani seguía estando allí, consultando algo en su agenda electrónica de mano. La posición de la fuerza de persecución síndica en relación a la flota de la Alianza no parecía haber sufrido muchas alteraciones, si bien era cierto que si los síndicos habían movido ficha en las últimas cuatro horas, la luz de las imágenes de tal acontecimiento no habría tenido tiempo de llegar todavía al
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. Los que sí habían cambiado su posición eran los buques mercantes síndicos con los suministros exigidos por la flota de la Alianza, que se encontraban ya mucho más cerca y cuyas trayectorias se iban formando gradualmente para encontrarse con la ruta de las naves de la Alianza.

Los mercantes procedían del mundo poblado, que se encontraba delante y debajo del espacio que la flota de la Alianza surcaba. Sin embargo, a causa de la velocidad de la flota de Geary, se les había solicitado que incrementasen en una décima su marcha con vistas a lograr que el encuentro se produjese a velocidades concordantes. Mientras los mercantes transitaban con lentitud, la flota ya había tenido tiempo para pasar por encima de la órbita del mundo habitado, de tal modo que ahora los mercantes se encontraban en plena ascensión desde una posición ligeramente inferior, todavía moviéndose hacia adelante pero a menos velocidad que la flota, de tal manera que sus trayectorias se fueron curvando gradualmente hasta reunirse con las naves de la Alianza.

La capitana Desjani meneó la cabeza al leer algo, hizo algunas anotaciones y después se giró hacia Geary.

—Asuntos personales —le reveló—. Me gustaría que alguien me dijera cómo evitar que los miembros de la tripulación establecieran relaciones personales problemáticas.

—A mi primer comandante también le habría gustado —respondió con sequedad Geary—. Y aquello no iba por mí, claro.

Desjani lo miró con gesto de sorpresa.

—Claro que no, señor.

Geary consideró por un breve instante la idea de saltar encima de Tanya Desjani en ese mismo momento para convencerla de que él era un ser de carne y hueso de verdad. Después de todo, había pasado más de un siglo desde que había tenido su último encuentro físico con una mujer y aquella era demasiada sequía se contase como se contase el tiempo. Aquel pensamiento le sirvió para disfrutar de una perversa distracción lo suficientemente intensa como para subirle un poco el ánimo.

—Podría haber sido por mí, porque por aquel entonces estaba por allí una teniente de pelo azabache que en mi opinión era más caliente que un campo de plasma. Por suerte, por el orden y la disciplina, ella me veía como un joven
geek
sin remedio.

Desjani le dedicó una sonrisa de cortesía, porque estaba claro que no lo creía.

—La coronel Carabali pidió que se pusiese en contacto con ella antes de la salida de los transbordadores. Estaba a punto de enviarle un mensaje —aseveró Desjani.

—Me alegra saber que he llegado justo a tiempo. —Geary llamó a la coronel, momentáneamente sorprendido al comprobar que Carabali no estaba vestida con su ropa de comandante.
Pero bueno,
si se piensa bien
,
tampoco puede hacerlo. Su responsabilidad es orquestarlas operaciones de los equipos que van en cada una de las naves. No puede meterse en una de ellas
—. ¿Sí, coronel?

—Capitán Geary, querría saber si tiene alguna instrucción especial que dar a mis infantes de Marina antes de que sus transbordadores se dispongan a partir —solicitó Carabali.

—No lo creo, coronel. Mi experiencia me dice que los infantes de Marina saben hacer su trabajo mejor que yo. Doy por sentado que no es preciso que diga que no me fío de los síndicos —recordó Geary.

Carabali sonrió de oreja a oreja.

—Mi gente está preparada para cualquier situación de combate que pueda acontecer. Incluso aunque esos buques mercantes estén repletos de tropas de asalto síndicas, mis infantes de Marina serán capaces de hacerles frente —proclamó Carabali.

—Si eso ocurriese, coronel, le aseguro que mis buques de guerra se encargarán de que ninguno de esos buques mercantes sobreviva. Pero esperemos que no haya que llegar tan lejos. Me gustaría que nos pudiéramos hacer con esos suministros que llevan a bordo —afirmó Geary.

—Entendido, señor. —Carabali miró hacia un lado—. Diez minutos para el lanzamiento de los transbordadores. Lo mantendré informado de cualquier novedad que pueda surgir.

—Gracias. —Geary se relajó de nuevo, reconfortado por la insultante competencia de Carabali.
Es la leche tener a gente como los infantes de Marina cubriéndote las espaldas.
El capitán repasó el visualizador de la flota y anotó mentalmente qué buques de guerra se encontraban mejor situados para entrar en combate con los mercantes síndicos en caso de que fuera necesario.
Parece que estamos preparados para todo.
Aquel pensamiento le trajo a la cabeza el recuerdo de su viejo comandante, muerto hacía tiempo a pesar de que en su memoria aquel recuerdo solo tenía varias semanas de antigüedad. Geary le dijo lo mismo en cierta ocasión y lo único que obtuvo de su superior fue una mirada de preocupación que le hizo preguntarse qué podrían estar pasando por alto.
Bueno,
Patros, ahora tú estás a salvo con tus antepasados y yo sigo preguntando qué puedo estar pasándome por alto.

Geary pasó los siguientes minutos tratando de expeler las malas vibraciones que le había granjeado el recuerdo de su antiguo compañero de tripulación. Patros no formaba parte del puente de mando del
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aquí y ahora, pero en sentido estricto Geary tampoco.
Dos fantasmas. Eso es lo que somos Patros y yo. ¿Qué demonios sigo haciendo aquí, vivo y luchando en una guerra que ahora pertenece a nuestros descendientes?

Los transbordadores de la Marina partieron finalmente sobre el horario previsto, lo cual le proporcionó a Geary algo en lo que concentrar su atención. Con la vista siguió las trayectorias de los transbordadores a medida que se iban arqueando cada una en dirección al buque mercante en concreto que hubiese sido determinado como su objetivo. Geary notó cierta tensión en su interior al ver cómo sus pequeños y rápidos transbordadores caían en picado sobre los enormes y desgarbados buques mercantes.

Resultaba tan extraño como observar una ráfaga de espectros abalanzándose sobre sus objetivos, pero en ese momento los transbordadores se dieron la vuelta y empezaron a frenar en lugar de acelerar hasta impactar contra el objetivo, como habrían hecho los misiles. Geary, que ya empezaba a sudar por las ansias de que llegaran las noticias de los infantes de Marina, recordó con retraso que tenía a su disposición un panel de vídeo y empezó a toquetear los botones de su panel de mandos hasta que este volvió a aparecer. De pronto veinte pantallas volvieron a la vida junto al visualizador de Geary y cada una de ellas mostraba la visión de cada uno de los líderes de los escuadrones de infantes de Marina.

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