¿Y qué pasaría con toda esa gente que había en la roca Ishiki si los síndicos se lanzaban a la caza antes de lo previsto? Cuanto más se acercaran los síndicos, menos tiempo tendría Geary para reaccionar.
Treinta y una personas. Un transbordador de carga. Puedo sacar a la gente de allí. No hay problema. Siempre y cuando no haya nada más que salga mal. Lo cual podría ser y, si se diera el caso, entonces sí que nos veríamos abocados a enfrentarnos a un problema. Y si trato de salvar la cara salvando también el transbordador, estaré poniendo en riesgo a más gente. Como tengamos que retirarnos rápido…
¿Retirarnos rápido, Geary? Digamos huir. Porque no importa qué etiqueta le cuelgues, eso es lo que significa. Lo sabes, y lo sabe todo el mundo. Y a ti no te gusta más que a ellos.
La flota ha confiado en mí para traerlos hasta aquí. Tengo que fiarme yo de ellos. Tengo que creer que pueden ganar si yo sé liderarlos de manera competente.
Y no puedo liderarlos si no siguen creyendo en mí.
Y no van a creer en mí a no ser que les muestre que pueden vencer si me escuchan.
Y no puedo vencer si no asumo riesgos.
La capitana Desjani lo observaba y seguramente había llegado a las mismas conclusiones que él sobre las opciones que tenían disponibles, lo cual a buen seguro la había llevado a preguntarse qué haría Geary ante aquella diatriba.
Geary respiró hondo y después activó el intercomunicador del mando de la flota.
—Flota de la Alianza, aquí el capitán Geary. Aviso a todas las unidades, adopten formación de combate Alfa. Repito, adopten formación de combate Alfa. Ejecuten la orden inmediatamente a la recepción de este mensaje. Adopten las posiciones estipuladas en torno al buque insignia de la flota, el
Intrépido
. El eje de la formación quedará alineado con el eje longitudinal del
Intrépido
. Aviso a todas las naves: prepárense para entrar en acción. La hora prevista para la batalla es… —Geary hizo una estimación a vuelapluma del tiempo que tardarían las dos fuerzas en encontrarse la una con la otra si la flota de la Alianza se abalanzaba directamente a una operación de interceptación— dentro de ocho horas. —El capitán miró fijamente a Desjani—. Capitana Desjani, por favor, haga que su consultor de comunicaciones haga saber al personal desplazado a la roca Ishiki que la flota va a buscarlos. Acto seguido por favor coloque al
Intrépido
cerca de tal manera que su arco proyecte una interceptación con el trayecto previsto para la formación síndica que está entrando en el sistema.
—¡Señor, sí, señor! —Desjani parecía exultante, al igual que el resto de gente que se encontraba en el ángulo de visión de Geary.
—¡Capitán Geary! —Geary no había visto que la copresidenta Rione también había llegado al puente de mando. Al volverse hacia ella tras escuchar sus palabras, vio que su rostro estaba desencajado—. ¿Pretende librar una batalla a gran escala para hacerse con el control de este sistema?
—Sí —corroboró Geary—. Eso es exactamente lo que tengo en mente. Tengo a treinta y un tripulantes y a un transbordador de carga de la flota varados en uno de los asteroides de este sistema.
—¿Y con las naves síndicas a bastante más de medio día de distancia cree usted que una batalla de primera magnitud es su única opción? —recriminó Rione.
Geary esbozó una sonrisa que no tenía nada de divertida.
—Creo que es la mejor opción por varias razones —repuso Geary.
—¡No puede arriesgarse a perder a cientos o miles de tripulantes y quién sabe cuántas naves por treinta y una personas que podrían ser rescatadas fácilmente y por un transbordador de carga que podría dejarse sin problemas en ese asteroide! —reprochó Rione.
—Ninguna de las opciones disponibles son infalibles, señora copresidenta —recordó Geary—. No sabemos qué hacen los síndicos a cada minuto. Hasta un simple rescate, si se ve retrasado por otros acontecimientos imprevistos, podría situar a la
Hechicera
o a otras naves en peligro. Sí, estoy arriesgando a toda la flota para cubrir las espaldas de esos tripulantes y de ese transbordador y de las naves que trabajan para sacarlos de ese asteroide. Es una cuestión de responsabilidad y de confianza mutua. La flota de la Alianza no deja a nadie atrás.
De repente llegó un aluvión de vítores que dejaron a Geary y Rione boquiabiertos. A su alrededor, Geary pudo ver cómo el equipo del puente de mando del
Intrépido
alzaba los puños y jaleaba brioso las palabras del capitán.
Geary se volvió hacia la capitana Desjani, que acababa de farfullar algo a su intercomunicador.
—Discúlpeme, capitán Geary. Tan solo estaba transmitiendo la grabación de su declaración a la flota. —Aunque ya había pasado casi dos meses con ella, a Geary le seguía sorprendiendo ver aquel brillo de admiración en los ojos de Desjani.
Pero sabía que lo que había hecho su capitana era lo correcto. Por mucho que odiase admitirlo, aquellas palabras que acababa de soltar le servirían a la flota para armarse de valor de cara a la batalla. Y no había duda alguna de que aquello engrosaría la lista de citas inspiradoras de
Black Jack
Geary. Eso sí, el capitán rogó hasta al último de sus antepasados para que, si aquello acababa convirtiéndose en una cita célebre, no tuviera que escucharla en boca de nadie en el futuro.
Rione también parecía sumida en sus propias plegarias, si bien Geary sospechaba que aquellas oraciones iban más bien encaminadas a pedir que lo que ella veía como la opción más cuerda acabase imponiéndose.
—Capitán Geary, ¿qué puedo decirle para convencerle de que la supervivencia de esta flota es el factor más importante que hay que tener en cuenta? —inquirió Rione.
—Señora copresidenta, comprendo sus preocupaciones. Debo pedirle que confíe en mi buen criterio cuando le digo que la supervivencia de esta flota depende en última instancia de muchos factores.
—Capitán. —Rione se acercó a Geary y le habló con una calma tremenda—. Usted sabe de la importancia crucial que tiene el
Intrépido
regrese sano y salvo al espacio de la Alianza. El objeto que guarda en su interior es de un valor incalculable.
—No me he olvidado de eso —replicó Geary con un tono de voz igualmente calmado.
—¿Se ha olvidado de que tengo la potestad de retirar los contingentes de naves de la República Callas y la Federación Rift de su mando? —amenazó Rione.
—No. Y le ruego encarecidamente que no lo haga. —Geary trató de mostrar el aspecto que se imaginaba que debía de mostrar alguien que era consciente del riesgo al que se enfrentaba pero que seguía confiando plenamente en el sentido de sus decisiones—. Me habría gustado tener más tiempo para prepararnos, pero la flota puede asumir esto bien. Tengo buenas razones para hacer esto. Me gustaría que sus naves participaran en la operación.
—¿Y si me niego a permitirlo? —espetó Rione.
Geary suspiró pesadamente.
—No podría hacer nada al respecto —admitió Geary—. Usted lo sabe.
Rione se quedó mirándolo un buen rato mientras a Geary le invadían las ganas de regresar a la incipiente batalla, pero sabía que tenía que resolver esta situación primero.
—Muy bien, capitán Geary. Sus actuaciones hasta ahora han conseguido que le conceda el beneficio de la duda. Tiene su batalla y tiene las naves de la República Callas y de la Federación Rift. Que las estrellas del firmamento no permitan que nos tengamos que arrepentir de esta decisión —imploró Rione.
—Gracias. —Geary volvió a respirar hondo y se giró para examinar de nuevo su visualizador. Todavía quedaban varias horas antes de que se produjese el choque de flotas, pero ya había puesto en marcha una serie de operaciones que impedirían dar marcha atrás a la batalla. Geary tenía que aprovechar bien el ínterin para maximizar sus opciones de victoria. Y, de paso, urdir un plan para saber qué hacer si se volvía a producir un desastre y tenía que sacarse de la chistera otra retirada a la desesperada.
La decisión de luchar provocó que empezara a fluir la adrenalina, por más que quedaran varias horas hasta que comenzase el combate, incluso aunque se diese el caso de que ambos bandos se abalanzasen el uno sobre el otro a máxima velocidad. Geary se moría de ganas de ordenarle inmediatamente a la flota que abandonara la formación general Alfa y que se adoptase la formación de combate que tenía en mente emplear, pero sabía que hacer eso inmediatamente sería cometer un error. Sus antiguos comandantes lo habían instruido bien al respecto.
Hay tres cosas de las que te tienes que preocupar mucho durante las horas anteriores a un combate: no actuar demasiado pronto,
no actuar demasiado pronto y no actuar demasiado pronto.
Y ahora Desjani quería hacer precisamente eso.
—¿Vamos a combatir con esta formación? —preguntó dubitativa.
—No. —Geary se percató de la mirada de frustración que atravesó el rostro de su capitana y bajó el pistón—. No nos vamos a poner en formación de combate hasta poco antes de entrar en contacto con la fuerza enemiga. Quiero dejar el tiempo justo, con poco margen de error, para que nuestras naves adopten sus nuevas posiciones y después sean capaces de acelerar hasta adquirir la velocidad de combate.
—¿Por qué no lo hacemos ahora? —inquirió Desjani—. Usted me dijo que le preocupaba que la flota no fuera capaz de maniobrar adecuadamente en una situación real de combate. ¿Por qué esperar hasta que estemos casi entrando en contacto con el enemigo?
Esa era una pregunta que él mismo hubiera formulado en otra época ya muy lejana.
—Porque no queremos darle al enemigo horas de ventaja para evitar nuestra formación y descubrir nuestro plan de ataque.
—¿Pero no podríamos estar en una formación útil y luego cambiar a otra? Si lo hacemos así, estaríamos listos aunque las naves no consigan colocarse en la formación a tiempo. Podríamos cambiar varias veces para que al enemigo le costase atisbar nuestras intenciones —sugirió Desjani.
Geary se rió con dulzura, lo cual le hizo ganarse una mirada de sorpresa por parte de Desjani.
—Lo siento, pero es que me ha recordado a mí mismo proponiendo exactamente lo mismo. Tardé un tiempo en darme cuenta de cuál era el punto débil de esa opción. —Geary señaló al visualizador, en el que los símbolos que representaban a las fuerzas de la Alianza y de los síndicos recortaban lentamente la distancia que las separaban y se encaminaban a una convergencia inevitable—. Una vez que se decide entrar en combate, normalmente tenemos bastante tiempo para prepararnos. Durante ese ínterin siempre hay una gran tentación de seguir enredando con otras cosas. Seguir cambiando formaciones, seguir haciendo pequeños ajustes, seguir modificando los planes. Y si se hace eso, se acaba cansando a la tripulación y gastando las reservas de combustibles antes de entrar siquiera en contacto con el enemigo. Es mucho mejor tener la disciplina suficiente como para quedarse a esperar y darles a las naves la oportunidad de descansar un poco antes de la batalla.
—Entiendo. —Desjani se giró sobre su asiento—. Sí, lo comprendo. La verdad es que, si por mi fuera, querría ponerme a hacer algo ya, pero sería prematuro. Así es como luchábamos antes, ya sabe. Adoptar inmediatamente la formación de batalla, casi siempre algo sencillo, y después cargar directamente contra el enemigo.
—Me lo suponía. —Geary volvió a mirar al visualizador, que indicaba que la fuerza síndica parecía estar siguiendo esa misma táctica de aproximación. Dos fuerzas antagónicas que se arrojan directamente sobre su oponente y tratan de machacarse la una a la otra. Fuerza bruta contra fuerza bruta. No hace falta preguntarse por qué esta gente valora tanto el orgullo y el valor. En ese tipo de batallas, el bando que sigue luchando más fuerte y más tiempo suele tener más papeletas para ganar. Pero pagando un alto precio en forma de víctimas y naves perdidas.
Geary comprobó la hora y después volvió a llamar a la flota.
—Aviso a todas las unidades. Después de la última actualización se prevé entrar en contacto con la fuerza enemiga dentro de siete horas. Se recomienda a todas las naves que sus tripulaciones aprovechen para descansar durante las próximas horas. —Geary sonrió abiertamente a Desjani—. ¿Alguna vez la han mantenido en estado de máxima alerta durante doce horas?
Desjani apartó la mirada.
—La verdad es que es algo bastante frecuente hoy en día. Es una manera de asegurarse de que todo el mundo está preparado —justificó Desjani.
—Está de guasa. —La mirada de Desjani le reveló que no lo estaba—. Eso no sirve más que para dejar a todo el mundo hecho unos zorros antes de que la batalla haya dado comienzo siquiera. Hay situaciones en las que no queda más remedio, pero en un caso como este, en el que sabemos que el enemigo no podrá entrar en combate con nosotros hasta dentro de unas siete horas, lo lógico es que todo el mundo trate de descansar todo lo que pueda. —Geary se levantó ceremoniosamente—. Voy a estirar las piernas —les anunció a todos los presentes en el puente de mando—, y a por algo de comer. —Consciente de que todos los ojos estaban posados sobre él, Geary salió caminando tranquilamente por el puente de mando, preguntándose para sus adentros cómo iba a ser capaz de fingir que le apetecía comer algo. Tendría que fingir también estar descansando durante al menos las próximas dos horas, si bien sabía que las opciones de conciliar el sueño aunque solo fuera un rato eran casi inexistentes—. Por favor, manténgame informado de cualquier cambio o movimiento que se produzca en la formación síndica, capitana Desjani.
—Por supuesto, señor. —Desjani titubeó, pero mientras Geary abandonaba el puente de mando escuchó cómo la capitana daba permiso a una buena parte de la tripulación del
Intrépido
para que se fueran a comer algo también.
Después de pasarse varias horas caminando por el
Intrépido
para visitar los compartimentos y hablar con los tripulantes que había en su interior, después de fingir que se metía entre pecho y espalda un menú en tres comedores distintos y después de ponerse en contacto periódicamente con la capitana Desjani para asegurarse de que no había ninguna novedad, finalmente Geary se dio por vencido y regresó al puente de mando. Desjani seguía en su puesto y, por lo que parecía, no había abandonado el puente de mando en todo ese tiempo.
Desjani lo miró con gesto avergonzado.
—La fuerza de la costumbre —se excusó la capitana.