Intrépido (49 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Intrépido
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La mayoría de los oficiales allí presentes parecían, al menos en apariencia, compartir la euforia de Desjani por la reciente victoria. La excepción más evidente la constituía un bloque de comandantes de navío sentados a ambos lados del capitán Numos y la capitana Faresa, que tenían rostros pétreos en el mejor de los casos y en el peor lanzaban miradas capaces de fulminar a cualquiera. Geary los miró uno a uno, leyó los nombres de sus naves y se dio cuenta de que todas habían sido asignadas a la formación Zorro Cinco Dos en la batalla. Alguno de aquellos oficiales le devolvió la mirada cuando Geary posó la suya sobre ellos, pero la mayoría se las apañó para evitar el contacto visual.

Geary se echó hacia atrás y se tomó un momento para recorrer con la mirada al resto de oficiales «sentados» alrededor de la mesa, así como a la capitana Desjani, la única persona aparte de él que estaba presente físicamente en la sala.

—Pronto abandonaremos el sistema Kaliban. Nuestro trabajo aquí ha finalizado y les hemos dado una buena lección a los síndicos. Quiero agradecer personalmente a todas las naves de esta flota su contribución a la victoria en la reciente batalla. —Aquellas palabras recibieron un montón de sonrisas a modo de respuesta, amén de una creciente antipatía entre el grupo de Numos—. Mi intención es abandonar Kaliban mañana. Nos dirigiremos al punto de salto que da acceso a un sistema llamado Sutrah. Es probable que Sutrah no esté abandonado y haya un mundo perfectamente habitable allí, pero no parece muy probable que tengan un gran número de defensas.

Finalmente Numos tomó la palabra, con voz gélida.

—¿Y por qué no vamos a Cadez? —discrepó.

Geary se quedó mirando a Numos un buen rato.

—Porque Cadez es un objetivo demasiado evidente. Está en línea recta hacia territorio de la Alianza y, además, se encuentra dentro de la hipernet síndica —razonó Geary.

En esta ocasión fue Faresa la que tomó la palabra, con su habitual tono agrio.

—Podemos alcanzar la hipernet síndica por ahí y llegar a casa muy rápido. ¿Por qué no quiere que lo hagamos? —inquirió Faresa.

Geary notó que la cabeza le bullía.

—Quiero llegar a casa lo más pronto posible, igual que cualquiera de ustedes —repuso el capitán.

—¿En serio? —desafió Faresa.

—Sí. Le recuerdo, capitana, que los síndicos podrían reforzar fácilmente y con rapidez cualquier sistema perteneciente a su hipernet. Si yo fuera el comandante síndico y supiera que estamos en Kaliban, enviaría una gran cantidad de unidades a Cadez para protegerla de nuestra hipotética llegada y para evitar que usemos la puerta hipernética de Cadez —razonó Geary.

La comandante Crésida intervino con una naturalidad exagerada.

—Como los síndicos tienen una puerta en Cadez, no les hacen falta los puntos de salto, ¿verdad? Pueden minar las salidas de los saltos hasta los topes —apuntó Crésida.

El capitán Tulev asintió con la cabeza.

—Eso es cierto —corroboró.

Numos hizo un gesto de desdén.

—Yo no soy de los que tiene miedo a enfrentarse a una fuerza síndica potente. —Las palabras y el tono daban a entender claramente que la reciente victoria en Kaliban no contaba demasiado para él ya que la fuerza síndica era bastante inferior en número.

El capitán Duellos, con la mirada perdida en la distancia, tomó la palabra con un tono de voz moderado.

—Y aun así su trabajo en la última batalla contra la fuerza síndica no puede calificarse exactamente de impresionante —acusó Duellos.

El rostro de Numos se enrojeció fruto de la ira. Fue en cambio la capitana Faresa la que respondió por él.

—No es culpa del capitán Numos que las naves que se encontraban bajo su mando estuvieran mal colocadas a propósito con el objetivo de negarles un rol adecuado en la batalla —criticó Faresa.

Tulev meneó la cabeza.

—El comandante de la flota dio las instrucciones pertinentes a todas las formaciones. Yo las escuché tan bien como usted —corrigió Tulev.

—¡Usted estaba lo suficientemente lejos de mi formación y lo suficientemente lejos también de los síndicos en ese momento! —bramó Numos con brusquedad.

Esta vez fue el rostro de Tulev el que se volvió completamente rojo.

—¡Las naves que estaban bajo mi mando se enfrentaron a más unidades enemigas que las suyas! —repuso Tulev.

Geary intervino con un tono lo suficientemente enérgico como para cortar la discusión.

—Damas y caballeros, no estamos aquí para cuestionar el valor de nadie —recordó.

Numos se volvió a centrar en Geary de nuevo, actuando como si no hubiese escuchado la amonestación del capitán.

—¡Si se me hubiera dado la oportunidad de enfrentarme al enemigo, no habría dado motivos para que nadie diese a entender que carezco del valor necesario! —rugió Numos.

—Sus órdenes, si las hubiera seguido correctamente, le habrían dado una buena oportunidad de demostrarlo —replicó Geary, tratando de no perder los papeles.

—Usted se encontraba a muchos segundos luz del lugar en el que estaba yo y, aun así, insistió en mantener el control absoluto de los movimientos de mis naves —reprochó Numos.

—Eso no me ocasionó ningún problema con ninguna de las otras formaciones involucradas en el combate, capitán Numos. Se limitaron a cumplir las órdenes que recibían sin más —indicó Geary.

Numos se inclinó hacia delante, alzando la voz.

—¿Está usted diciendo que el deber del capitán de una nave de la flota de la Alianza se reduce a seguir órdenes al pie de la letra? ¿Que no tenemos potestad para emplear nuestras naves en función de lo que nos dicten nuestros años de experiencia? —berreó Numos.

Geary aguantó a duras penas las ganas de devolverle el bocinazo a Numos, pero se tomó un buen rato para calmarse antes de volver a intervenir.

—Usted sabe bien que sus instrucciones para esta batalla incluían la autoridad de alterar los movimientos como fuera necesario si usted creía que la situación táctica lo requería —recordó Geary—. Usted tenía esa potestad, capitán Numos. No intente culparme a mí ni a nadie más por los resultados de sus propias acciones.

Numos se quedó mirando a Geary con gesto adusto.

—¿Me está acusando de incompetencia? ¿Está intentando dar a entender que la responsabilidad de las bajas que hemos sufrido es mía? ¿Está…

—Capitán Numos —lo interrumpió Geary, que no se dio cuenta de cómo había sonado su voz hasta que vio cómo reaccionaron los demás—, la responsabilidad de todas las bajas de esta batalla recae enteramente sobre mí. ¡Era yo quien estaba al mando y no eludo las responsabilidades que ello conlleva! —Numos hizo ademán de volver a intervenir, pero Geary lo cortó de raíz—. Y en lo que a usted respecta, señor, permítame hacerle saber que si sigue comportándose de una manera tan insubordinada y poco profesional se estará acercando peligrosamente hacia el precipicio de la destitución. ¿Me he expresado con suficiente claridad?

Numos movió la boca pero siguió sin articular palabra alguna. A uno de sus lados, la capitana Faresa miraba a Geary tan ferozmente que parecía capaz de socavar un agujero hasta a través de su pesada armadura.

Geary volvió a mirar alrededor de la mesa. El capitán ya se esperaba encontrar a aquellos reunidos en torno a Numos todavía haciendo piña con él, pero para su sorpresa hubo otros muchos oficiales que no parecían muy cómodos con la amenaza de Geary. Entonces vio en sus rostros, en el modo en el que se comportaban, algo más, algo que le sorprendió.
No están del todo contentos con la victoria, ¿verdad?. No están contentos con el hecho de que hayamos vencido de una manera diferente. Querían vencer, pero no a costa de cambiar el modo en el que estaban acostumbrados a luchar, aquel que ensalzaba el valor individual y que cada uno hiciera la guerra por su cuenta. Ahora no quieren que tome medidas enérgicas contra uno de los suyos, ni que le insista en que debe actuar con más disciplina.

Había excepciones, como la de la capitana Desjani, que seguía imbuida en una sensación de orgullo total por la victoria que acababan de cosechar. Finalmente Geary se dio cuenta de que los adoradores de
Black Jack
Geary estaban divididos en dos bandos. En el más pequeño se encontraban los oficiales que, como Desjani, estaban deseosos de obedecer cualquier cosa que les ordenase Geary porque creían que no podía equivocarse jamás. El bando más grande, no obstante, quería que Geary los condujese hasta la victoria, pero sin cambiar nada. Lo único que querían era que un héroe legendario se pusiese al frente para ejecutar las mismas acometidas gloriosas contra el enemigo que siempre habían utilizado. Y para ellos suponía un gran problema el hecho de que su héroe les exigiese que lucharan de una manera en la que cada nave funcionaba de verdad como una parte de un todo superior.

Quieren un héroe que reafirme todo lo que han hecho antes y que de algún modo consiga que funcione mejor. Pero ahora se están dando cuenta de que yo no soy esa clase de héroe.

El silencio se extendió por la sala y Geary finalmente se dio cuenta de que todo el mundo estaba esperando a que retomase la palabra.

—Quiero que sepa todo el mundo que nunca he visto un grupo de oficiales más valerosos. Todos y cada uno de ustedes son valientes y decididos. —
Lo cual puede ser un defecto. Ser tan decidido como para que a uno no le importe morir es tan malo como tener demasiado miedo a morir. ¿Cómo les puedo convencer de que esto es así?
—. Espero que la última batalla haya servido de demostración de cómo empleando buenas tácticas… —
No. Joder. Van a pensar que estoy diciendo que hasta ahora han empleado malas tácticas. Lo cual es cierto, pero no es lo que quiero decir
—. Tácticas eficaces conseguimos infligir muchas más bajas de las que recibimos. Somos una flota. Una organización de combate. Eso nos proporciona un potencial inmenso y tenemos que explotarlo. Nunca querría que ninguno de mis capitanes tenga la sensación de que lo único que pueden hacer es seguir órdenes al pie de la letra. Es muy importante tener capacidad de reacción ante los cambios de situación. El comandante Hatherian, al que nuestros antepasados tengan en su gloria, hizo exactamente lo que debía hacer cuando sacó a la
Arrogante
de su posición asignada para proteger a otras naves que se encontraban en peligro.

Geary no sabía cómo estaban reaccionando ante sus palabras. Empezaba a preguntarse si sería capaz de comprender de verdad a estos tripulantes de la Alianza, cuyos pensamientos y costumbres diferían de las suyas en un siglo y en todos los cambios que este tiempo había traído consigo.

—Iremos a Sutrah. Evaluaremos las condiciones allí existentes y cualquier cosa que podamos averiguar sobre los movimientos síndicos antes de decidir cuál será nuestro siguiente objetivo. —Algunos asintieron con la cabeza para expresar su aceptación, pero todo el mundo permaneció en silencio—. Eso es todo. Enhorabuena de nuevo por lo bien que lucharon ayer.

Geary se quedó sentado esta vez y observó cómo las imágenes se iban esfumando rápidamente. La capitana Desjani, que parecía ligeramente confundida por la actitud deprimida de Geary, se despidió de él y se marchó a toda prisa a encargarse de los quehaceres de la nave. Geary se percató de que la imagen de uno de los oficiales había permanecido activa en la sala una vez que ya se había marchado el resto de la gente.

—Capitán Duellos —saludó Geary.

Duellos asintió a modo de respuesta al ver que Geary reconocía su presencia.

—Ya se lo ha imaginado, ¿verdad? —afirmó Duellos.

—Eso creo. Discúlpeme por ser tan directo, pero, joder, ¿cómo pueden ser tan estúpidos? —inquirió Geary.

Duellos suspiró y meneó la cabeza.

—Costumbre. Tradición. Ya le dije antes lo importante que es el orgullo para esta flota. El orgullo y el honor, las últimas cosas a las que uno se puede agarrar cuando falla todo lo demás. Bueno, están orgullosos del modo en el que han luchado.

Geary también meneó la cabeza.

—¿Acaso no ven que hay formas mejores de luchar? —se quejó.

—Ah, eso llevará mucho tiempo, si es que se nos concede el suficiente. —Duellos esbozó una ligera sonrisa mientras Geary lo observaba—. Después de que llegáramos al sistema interior síndico y nos infligiesen tantos daños llegué a la conclusión de que probablemente nunca volvería a ver mi hogar. Por eso he aceptado que es posible que no lo consigamos.

—Lo conseguiremos —arengó Geary.

—No me atrevería a creérmelo completamente, pero si volvemos a pisar una vez más el espacio de la Alianza, le pagaré todas las copas que sea usted capaz de beberse. —Duellos parecía cansado—. Debe darse cuenta de que los oficiales que usted dirige no están habituados a la mano dura. Por suerte usted no es un partidario de una disciplina absolutamente estricta. Eso es lo que había leído de usted. Un comandante de ese tipo ya habría perdido el mando de la flota a estas alturas. Estos oficiales necesitan que alguien los lidere de verdad, pero no van a tolerar que se les enseñe el látigo.

—No soy un oficial de los que sacan el látigo, pero tengo que demostrarles que las viejas formas sí que funcionan —afirmó Geary.

—Sí. Pero llevará tiempo, como he dicho. Tiempo para olvidar una serie de costumbres y adquirir otras. Tiempo para encadenar victorias que refuercen los nuevos hábitos. —Duellos se puso de pie y se dispuso a abandonar la reunión—. No desespere, se lo ruego. Todos lo necesitamos, incluso aquellos que creen que no le necesitan. Quizá debería decir que especialmente los que creen que no le necesitan.

Geary le dedicó a Duellos una sonrisa amplia.

—No me puedo permitir rendirme.

—No. No puede. —Duellos realizó el saludo de rigor y su imagen se desvaneció.

Geary se obligó a levantarse de su asiento y se quedó mirando al compartimento, ahora vacío. Necesito mantener menos reuniones. No. Por mucho que las odie, tengo que seguir manteniendo reuniones. Es la única oportunidad que tengo de ver a todos estos oficiales, aunque no me guste lo que veo.

Geary volvió a caminar hacia su camarote, tan profundamente sumido en sus pensamientos que le sorprendió verse ya a la altura de la escotilla. Se frotó los ojos y se planteó la opción de utilizar un parche de medicamentos, pero finalmente decidió no hacerlo. Aquellos fármacos ofrecían la garantía de no provocar una dependencia física, pero lo último que le hacía falta era crearse una adicción psicológica a la tranquilidad temporal que proporcionaban.

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