La ruta prevista del
Intrépido
variaba con rapidez a medida que se cernía sobre la trayectoria que debía de estar siguiendo el crucero síndico para enfilar el camino que lo conduciría hasta la
Titánica
.
Aún más cerca. Geary trató de tragar saliva sin que se le viera.
Los ojos de Desjani estaban clavados en el visualizador.
—Si está frenando, debería ponerse por debajo de las dos décimas de la velocidad de la luz para iniciar las hostilidades con la
Titánica
. —La imagen del crucero síndico, que ahora se encontraba a solo segundos luz de allí, una distancia que, en términos de combate naval, permitía estar lo más cerca posible de la información en tiempo real, parecía estar muy cerca de la trayectoria que Desjani había previsto—. Preparen la metralla para dispararla de manera secuencial a medida que crucemos el camino previsto para el crucero —ordenó Desjani—. Carguen campos de anulación y recargas.
El
Intrépido
; que seguía frenando al máximo, atravesó en diagonal la ruta por la que se preveía que iba a pasar el crucero síndico y, en ese momento, cada uno de los lanzadores de metralla empezó a eyectar a su paso los pequeños proyectiles en una secuencia separada por intervalos de escasos milisegundos.
—Disparen cuatro espectros, dos a estribor y dos a babor —siguió ordenando Desjani.
Los misiles salieron disparados y fueron frenando cada cual más lejos que el anterior a causa de la distorsión que los efectos de la relatividad producían en sus estimaciones de posición del navío síndico, si bien una vez obtenida la información volvían a acelerar nuevamente hacia el objetivo.
Desjani hizo una pausa.
—Disparen los campos de anulación.
Geary observó en el visualizador cómo se disparaban aquellas enormes bolas brillantes que representaban la carga del campo de anulación partiendo de la retaguardia del
Intrépido
en dirección a la parte de atrás de la trayectoria actual del crucero síndico.
De repente, el crucero enemigo estaba ya allí. Las escalas de alcance se desplomaban a una velocidad increíblemente rápida a medida que el crucero estrechaba la distancia que le separaba de su objetivo. O bien seguía sin ser consciente de las maniobras del
Intrépido o
bien seguía confiando en su velocidad para pasar por encima del último defensor de la
Titánica
. Aunque aquello era algo que Geary se debía haber figurado, sabedor de que por aquel entonces el crucero tenía que estar inmerso en plena operación de frenado, al capitán todavía le sorprendió comprobar que lo que estaba observando era la popa del crucero síndico utilizando su inmenso sistema de propulsión para ralentizar la marcha.
Una amalgama de luces comenzó a chisporrotear en cuanto el crucero se dio de bruces contra la cortina de metralla. Cada uno de aquellos chisporroteos correspondía al momento en el que uno de los pequeños proyectiles esféricos impactaba contra los escudos del crucero y se evaporaba al instante. La acumulación de impactos logró frenar al crucero como si estuviera atravesando con dificultad una serie de paredes de ladrillo, por no mencionar que, poco a poco, sus escudos delanteros se fueron viendo gravemente debilitados. Geary observó el visualizador. Mientras rechinaba los dientes, no pudo evitar pensar en que aquella deceleración adicional probablemente estaba desbordando la capacidad de compensación de los amortiguadores inerciales del crucero, lo cual tendría unos efectos inevitables para la propia tripulación enemiga. Sin embargo, eran muchas las vidas de la flota de la Alianza que se habían embarcado en la empresa de detener al crucero síndico.
No puedo permitir que el destino de la tripulación del crucero enemigo afecte a mis decisiones. Y, ¡qué coño!, ha sido una labor de interceptación muy bien ejecutada.
—Muy buen trabajo, capitana Desjani —la felicitó Geary.
El rostro de Desjani se sonrojó por la alabanza, pero la capitana mantuvo un tono de voz alejado de toda excitación.
—Todavía no se ha acabado —recordó.
Un momento después, el crucero entró en contacto con el campo de anulación. Después de haberse visto debilitado por los impactos sucesivos de las descargas de metralla, sus escudos quedaron envueltos en llamas y fracasaron en su intento de proteger al crucero. El campo de vacío hizo un socavón en uno de los lados de la nave, lo cual, unido al hecho de que el crucero seguía navegando a gran velocidad, hizo que el ataque en campo enemigo penetrase con la misma facilidad que un cuchillo en un bloque de mantequilla. El crucero ligero síndico se tambaleó a uno y otro lado de su trayectoria a medida que la embestida de la Alianza iba agrandando la hendidura en pleno casco y en parte del interior. En medio del resplandor de la nube gaseosa, que hasta hacía nada había tenido la forma sólida del crucero, Geary observó con una especie de fascinación enfermiza como el maltrecho buque de guerra síndico pasaba por encima del
Intrépido
. En aquel breve instante, a Geary le pareció ver explosiones secundarias, así como escapes atmosféricos, ya que los compartimentos que se hallaban a buen recaudo en el crucero se encontraban ahora en pleno espacio exterior.
El capitán se preguntaba si el
Intrépido
iba a tener que atrapar al crucero síndico para rematarlo cuando los espectros que habían sido disparados con anterioridad llegaron en diagonal a ambos lados de su objetivo, cuya marcha se había ralentizado ya notablemente. De alguna manera, un sistema defensivo del crucero seguía funcionando y se las apañó para, con un golpe de suerte, impactar contra uno de los espectros, que comenzó a arder y acabó desapareciendo. El misil que acompañaba al espectro desaparecido comenzó una serie de maniobras evasivas; pero, mientras tanto, los otros dos espectros que había al otro lado hicieron una pirueta y se incrustaron en el casco del crucero.
Las dos explosiones que siguieron simultáneamente enrojecieron dos tercios del casco del crucero enemigo y el navío acabó por descomponerse. Momentos después, la porción más pequeña de popa estalló con más estruendo aún y el corazón del navío quedó reducido a la nada más insignificante.
La parte delantera del crucero, que había quedado destrozada y, por ende, inutilizada, se escindió del resto y recibió un nuevo impacto del último espectro que quedaba, lo cual la dejó reducida a un montón de escombros.
Geary se dio cuenta de que el puente de mando del
Intrépido
se había convertido en una nube de vítores. Respiró hondo, observando cómo los restos del crucero síndico se perdían entre la inmensidad del espacio, y finalmente, al apartar la mirada, vio cómo la capitana Desjani lo observaba con un gesto triunfal y una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Por qué no lo celebra, capitán Geary? —preguntó Desjani.
Geary cerró los ojos.
—Nunca me entran ganas de celebrar nada cuando veo morir a gente valiente, capitana Desjani. Era necesario detener a esos síndicos, pero lucharon bien —respondió Geary.
Desjani se encogió de hombros, con la sonrisa todavía en los labios.
—Ellos lo estarían celebrando si las cosas hubieran salido a la inversa —apuntó la capitana.
—Es posible. Pero yo no actúo en función de lo que hagan los síndicos. —Geary asintió mirando hacia el visualizador, no hacia ella—. Su trabajo de interceptación fue soberbio, capitana Desjani. No quedan más combatientes síndicos activos. Me gustaría saber qué piensa usted sobre la posibilidad de mandar cápsulas hacia la zona en la que se encuentran los restos del navío enemigo.
—Sería difícil llegar hasta allí y, además, después del castigo al que hemos sometido a ese crucero no parece muy probable que se haya salvado nada —repuso Desjani.
—Podría haber supervivientes, capitana Desjani —insistió Geary.
Desjani permaneció en silencio durante un momento.
—Veré qué se puede hacer —aceptó.
De nuevo Geary volvía a notar que, a juzgar por su tono de voz, Desjani no estaba muy de acuerdo con aquello, pero la verdad era que no le importaba en absoluto.
La imagen de la coronel Carabali apareció saludando a Geary.
—Mis infantes de Marina están preparados para hacerse con la base síndica, capitán Geary —informó Carabali.
Geary bajó la vista hacia aquel mundo gélido, que en esos momentos se encontraba ya a menos de un minuto luz del
Intrépido
.
—Asegúrese de que sus infantes de Marina saben que queremos causar los menores destrozos posibles durante la toma de la base. Una vez que nos hayamos aprovisionado de aquello que podamos utilizar, destruiremos todo lo que quede que tenga potencial militar, pero quiero asegurarme de que no agujereamos nada que podamos querer para nosotros mismos —advirtió el capitán.
—Se les ha informado que deben tratar de evitar a toda costa que haya daños colaterales, capitán Geary —explicó la coronel.
Geary empezó a preguntarse si aquello garantizaba que fuesen a seguir tales órdenes de forma escrupulosa, pero no quiso ir más allá en sus cavilaciones mentales, así que se detuvo ahí. A no ser que las cosas hubieran cambiado mucho más de lo que Geary se podía imaginar, uno no se preguntaba si los infantes de Marina estaban dispuestos a cumplir órdenes o no. Simplemente se daba por sentado que así era y no había más.
—Muy bien. Ponga sus unidades de desembarco rumbo a la base síndica. La
Arrogante,
la
Ejemplar
y la
Aguerrida
han desactivado las defensas antiespaciales que había cerca de la base y mantendrán sus posiciones por encima de ustedes en caso de que necesiten su fuego de artillería —comentó Geary.
—Gracias, capitán Geary. Mis infantes de Marina pondrán esa base a su disposición inmediatamente. Intacta —añadió la coronel Carabali con un ligero movimiento de labios que podría haber querido ser una sonrisa.
Geary se recostó, frotándose la frente y preguntándose por qué daba la sensación de que las cosas pasaban o demasiado despacio o demasiado deprisa sin que hubiera una transición de facto entre ambos estados. El capitán volvió a mirar al visualizador, en el que se podía comprobar como las naves de la flota que no estaban implicadas en la toma de la base síndica habían reducido su velocidad hasta una vigésima parte de la velocidad de la luz. Como ya no había ningún combatiente enemigo al que hacer frente que les pudiera dispersar, finalmente empezaba a parecer que aquello era una formación. La
Titánica
y el resto de las naves auxiliares de la flota volvían a tener escolta y viraban ligeramente por encima del resto para emprender una ruta directa hacia el punto de salto que emplearían para salir del sistema Corvus dentro de varios días.
Geary frunció el ceño mientras sus ojos continuaban posados en los cruceros de batalla que seguían haciendo esfuerzos para reunirse con el resto de la flota. ¿Cuánto tiempo me queda en este sistema? ¿Cuánto tiempo habrán tardado los síndicos en reorganizar su flota, en decidir cuánta gente mandar por el punto de salto a perseguirnos, y en atravesar de manera efectiva el espacio de salto? He pasado mil veces por esta situación y siempre llego a la misma conclusión: no hay forma humana de saberlo. Pero, aparte de las fuerzas que dejé en el punto de salto con Duellos al frente; no me atrevo a dejar a nadie más en la retaguardia.
Geary estudió la actividad síndica que quedaba en el sistema Corvus. El capitán sabía dónde se podían ver las señales que indicaban la llegada de su flota gracias a una esfera que se expandía a escala a la velocidad de la luz a lo largo de la representación del sistema. Resultaba curioso pensar que el mundo habitado no tendría conocimiento durante bastante tiempo de la llegada de la flota y la destrucción, horas después, de las tres naves síndicas. La guerra había llegado a Corvus, pero la mayoría de los habitantes del sistema seguirían sumidos en una feliz inconsciencia todavía unas horas más.
Geary no había vuelto a tener noticias del comandante síndico. O aquel hombre estaba rebuscando entre las instrucciones de combate de la flota síndica para saber qué debía hacer a continuación, o había muerto durante el bombardeo preliminar de la base. A juzgar por las bajas en las tripulaciones de los dos navíos síndicos que habían luchado hasta morir inútilmente, Geary no pudo evitar desear que fuera lo segundo.
El capitán manoseó los botones del panel de mandos de su puesto hasta encontrar finalmente el que daba acceso a los informes sobre la base síndica cercana. Algunas de las imágenes parecían confirmar que la base, de hecho, había venido manteniendo almacenes de suministros a disposición de cualquier nave que pasara por allí y pudiera necesitarlos. Y tampoco era descabellado asumir que seguiría habiendo suministros aun en el caso de que la base hubiera sido abandonada, ya que desplazar todo aquel material hubiera supuesto unos costes superiores a los de su propio valor. Además, mantener aquellos suministros a bajísimas temperaturas y a salvo de las inclemencias del tiempo no era un gran problema en mundos como aquel, tan alejados de sus estrellas como para no tener una atmósfera significativa. Se
supone que los almacenes están destinados a abastecer a los buques de guerra síndicos
,
por supuesto
;
pero no tengo intención de ponerme quisquilloso en estos momentos. Espero que la comida de la flota síndica sea mejor que la que ponen en la Alianza
,
pero lo dudo.
Por todos mis antepasados. Me estoy contando un chiste a mí mismo. Me pregunto si estaré empezando a descongelarme.
Me pregunto si deseo descongelarme.
—Capitán Geary. —El capitán miró hacia atrás y vio que la copresidenta Rione seguía en su asiento del puente de mando, con el rostro desprovisto de cualquier clase de emoción—. ¿Cree que se ha eliminado toda la resistencia síndica del sistema Corvus?
—No. —Geary gesticuló en dirección al visualizador que había delante de su silla, preguntándose hasta que punto Rione podría ver desde allí—. Como ha podido comprobar, nuestros infantes de Marina se encuentran en pleno proceso de toma militar de la base del cuarto mundo. Hay un par de bases militares alrededor del segundo mundo, el que no está poblado.
—¿Suponen una amenaza para la flota? —inquirió Rione.
—No. Se han quedado obsoletas y están diseñadas para defender el planeta, cuestión en la que no tenemos interés alguno en entrometernos. No pretendo meterme con ellas si puedo evitarlo —respondió Geary.