Geary dedicó un instante a revisar la situación de las corbetas. Una vez que habían finalizado su misión de protección de la nave mensajera, habían dado media vuelta y habían emprendido la huida. Geary meneó la cabeza.
Son demasiado lentas y han esperado demasiado.
Había naves de la Alianza a menos de media hora de ellas y aquellas corbetas no aceleraban una mierda.
—Capitana Desjani, por favor informe a esas dos corbetas de que si no se rinden inmediatamente serán destruidas con total seguridad —ordenó Geary.
—Sí, capitán Geary. —Esta vez, Desjani se guardó sus pensamientos para sí.
Más arriba y hacia un lateral, la nave mensajera síndica había tenido que confiarse a la velocidad y a la falta de certeza derivada de los efectos de la relatividad para adelantar a las naves de la Alianza que se abalanzaban sobre ella. Con todo, un destructor de la Alianza había aprovechado su posición privilegiada con respecto a la mensajera y se había deslizado hacia la ubicación del enemigo para ejecutar una interceptación perfecta. Geary solo tuvo un momento para darse cuenta de que no le había ofrecido a la mensajera una oportunidad para rendirse antes de que el destructor abriese fuego proyectando lanzas infernales sobre la ruta de la nave enemiga. La mensajera se abalanzó entonces sobre la cortina de proyectiles, que se clavó sobre las finas defensas de la nave síndica. Los motores de la mensajera saltaron por los aires y la nave entera se desvaneció al reducirla la explosión a pequeños pedazos.
Una pena. Buena interceptación, no obstante. ¿Quién era ese destructor? La
Estocada,
una de las naves de clase espada. Tendré que acordarme de ella.
—Una de las corbetas ha comunicado su rendición —anunció el consultor de comunicaciones del
Intrépido
con un tono de voz inquebrantable.
—Dígale… —Geary revisó el visualizador apresuradamente— a la
Audaz
que proceda a abordar la corbeta y que se asegure que queda desprovista de cualquier cosa que podamos usar. —El capitán se detuvo un momento, pensando en lo mal que le habían obedecido hasta ahora, y a continuación se puso a pulsar botones—. A todas las unidades de la flota de la Alianza, al habla el capitán Geary. He aceptado personalmente la rendición de la corbeta síndica PC-14558. —Desjani se quedó mirándolo, con los ojos como platos. Geary evitó su mirada, con los ojos clavados de manera obstinada sobre su propio visualizador. Le acababa de decir a todo el mundo que la corbeta rendida se encontraba de manera efectiva bajo su protección personal desde ahora mismo. Era una medida extrema, pero tenía la desagradable sensación de que, de no haberlo hecho así, ni siquiera una nave rendida podría considerarse a salvo de un ataque por parte de sus comandantes, para los que el exceso de entusiasmo era una norma generalizada.
Geary volvió la vista de nuevo hacia los cruceros de batalla que se encontraban lejos, mirando a popa, y deseó por un instante poder teletransportarse de alguna manera y ponerse a la altura de la
Titánica
. para después buscar con la mirada al crucero síndico.
Cuando lo encontró, se dio cuenta de que la nave enemiga estaba penetrando a toda velocidad por la línea de vanguardia de las naves de la Alianza.
Geary se quedó observando aquello con una sensación de impotencia mientras las naves de la Alianza que se encontraban más cerca del crucero síndico se mostraban incapaces de interceptarlo. Todas ellas fracasaron en su intento, una a una, mientras la velocidad del crucero se incrementaba hasta sobrepasar una quinta parte de la velocidad de la luz, lo cual confundió a los sistemas de apuntado de la Alianza con tanta eficacia que sus predicciones comenzaron a equivocarse irremisiblemente una y otra vez. Hubo unos pocos espectros que pasaron cerca del crucero en su intento por interponerse en su camino. Pero todos ellos quedaron atrapados en una caza de popa merced a su baja velocidad relativa, por lo que los espectros acabaron envueltos en llamaradas de luz nada más entrar en contacto con las defensas del crucero síndico, que solo tenía que disparar hacia su retaguardia, al saber que cualquiera que le estuviese persiguiendo vendría por la parte de popa.
Ahora todo el mundo miraba a Geary. No decían nada, pero Geary sabía lo que estaban pensando.
¿Qué hacemos,
Black Jack
? ¿Cómo nos va a sacar de este lío?
No en vano, el capitán sabía que estaban seguros de que, de un modo u otro, podía sacarlos de allí. Idiotas. Si seguían ejecutando despliegues tácticos tan horrorosos, ¿cuánto iba a tardar Geary en quedarse sin soluciones?
Mierda y más mierda. El comandante síndico ha descubierto el punto más débil de esta flota. Si perdemos la
Titánica
, nuestras posibilidades de regresar a casa caen en picado. Y ni siquiera tiene que destruirla. Le basta con ralentizarla un poco más para que nos veamos en la diatriba de tener que esperarla mientras llega la flota síndica principal que sin duda sabe que viene detrás de nosotros, o abandonar una nave que es necesaria para esta flota.
No, la
Titánica
es solo uno de los puntos más débiles de esta flota. El otro es la falta de disciplina que llevó a las escoltas de la
Titánica
a abandonar sus responsabilidades. No puedo hacer nada para que nuestra flota deje de depender tanto de la
Titánica
, pero lo que puedo hacer, y vaya que si puedo, es reinstaurar la disciplina dentro de esta flota.
Si tengo la oportunidad.
Los ojos de Geary desfilaban a uno y otro lado del visualizador, haciendo oídos sordos a las predicciones imprecisas del sistema de combate sobre la posición exacta y el vector del crucero síndico. En su lugar, el capitán optó por dejar que fueran sus instintos los que juzgaran las opciones que tenían los distintos acorazados de la Alianza de interceptar al crucero síndico antes de que pudiera llegar a la altura de la
Titánica
. En medio de todo esto, Geary apenas se había apercibido de que la segunda corbeta síndica había sucumbido a la avalancha de lanzas infernales de la Alianza que cayó sobre ella. El capitán comprobó que se trataba de la corbeta que había intentado huir en lugar de rendirse al tiempo que se daba cuenta de que, de hecho, sí que había un navío que seguía estando lo suficientemente alejado en la retaguardia como para ofrecerse a interceptar al crucero síndico.
El
Intrépido
.
Ese crucero podría ser un kamikaze. Por fuerza, el
Intrépido
debería ser capaz de interceptarlo fácilmente, pero si el crucero enemigo decide chocarse contra el
Intrépido
o acercarse lo suficiente y autodestruirse, podría perder mi buque insignia. Incluso aunque el crucero no quiera chocar contra nadie, su capacidad de ver lo que tiene delante con el tiempo suficiente como para reaccionar en consecuencia está seriamente mermada a causa de su velocidad. El mero hecho de intentar interceptarlo podría provocar una colisión tan brutal como para aniquilar ambos navíos.
Le prometí al almirante Bloch que llevaría a esta flota a casa con la llave hipernética. No puedo arriesgar el
Intrépido
.
Pero si no arriesgo el Intrépido, hay grandes posibilidades de que pueda perder la Titánica.
Sin embargo, tanto Bloch como Desjani afirmaban que la llave hipernética a bordo del Intrépido es más importante que todo lo que hay en esta flota.
En ese momento el recuerdo de una leyenda muy antigua atravesó fugazmente la mente de Geary. Era el mito de un héroe que, en su intento por volver a casa después de una guerra larga, fue perdiendo sus naves una a una y a sus perseguidores uno a uno, hasta que solo quedó él. La leyenda relataba que aquel había sido, en cierto modo, un triunfo. Pero Geary no podía evitar tener una visión del
Intrépido
volviendo renqueante al espacio de la Alianza, solo, mientras los restos de las demás naves de la Alianza, abandonadas a su suerte y destrozadas por el camino, enturbiaban el peregrinar de vuelta a casa.
Y sabía que una cosa así no sería ni mucho menos un triunfo para él.
Y aunque lo fuese, sigue siendo un precio demasiado alto.
Además, ¿cuánto tiempo continuará siguiéndome esa gente si los dejo colgados y permito que mueran?
Geary volvió a fijarse en la gente que lo rodeaba, observándolo, y se dio cuenta de que mientras en su interior había estado debatiéndose en medio de todas aquellas cavilaciones, en el exterior no habían transcurrido más que un par de segundos.
—Capitana Desjani, quiero que el
Intrépido
elimine ese crucero síndico antes de que tenga a la
Titánica
a su alcance —ordenó Geary.
Desjani sonrió abiertamente mientras el resto de tripulantes del puente de mando entonaban vítores de alegría.
—Será un placer —apuntó la capitana.
—Es muy rápido y es bueno, capitana Desjani. No le dé ninguna opción. Tenemos que asegurarnos de que queda destruido y solo vamos a disponer de un cartucho para ello —advirtió Geary.
—Sí, señor —asintió Desjani.
A la orden de la capitana Desjani, el
Intrépido
saltó hacia adelante, arqueándose arriba y abajo al alcanzar la máxima aceleración. Hasta el propio Geary sintió una oleada de excitación al comprobar cómo la nave se abalanzaba sobre su presa. Geary se quedó observando la maniobra porque no quería que sus órdenes a la tripulación pasasen por alto la autoridad de Desjani, pero no pudo evitar sentir miedo de que Desjani no fuese capaz de interpretar correctamente la ruta del crucero síndico. Si pasaban de largo el crucero, el tiempo que les haría falta para dar la vuelta y volver a por él bastaría para condenar a la
Titánica
.
Con todo, Desjani estaba jugando sus cartas de manera inteligente. Geary observó la ruta por la que estaba conduciendo a su nave y se dio cuenta de que la capitana estaba haciendo oídos sordos a las estimaciones del sistema de combate. En lugar de eso, estaba conduciendo al
Intrépido
hacia un punto de interceptación situado bastante adelante dentro de la ruta que el crucero habría de seguir para tener a la
Titánica
a tiro. A la velocidad que llevaba el crucero síndico, probablemente no iba a ser capaz de ver la maniobra del
Intrépido
hasta que fuera demasiado tarde como para reaccionar. A no ser que ese comandante síndico sea capaz de adivinar que el
Intrépido
va a maniobrar para interceptarlo. ¿Pero, incluso así, qué van a hacer? Si alteran su ruta no van a pasar lo suficientemente cerca de la
Titánica
como para poder atacarla. Si ralentizan la marcha para desbaratar la previsión de trayectoria, el resto de mis naves podrán acercarse lo suficiente como para lanzar tanta artillería sobre la ubicación general del crucero que, por fuerza, algo tiene que acabar impactando contra él. Y tampoco pueden acelerar más porque no serían capaces de frenar lo suficiente para entrar en velocidad de combate a tiempo para disparar a la
Titánica
manteniendo una esperanza razonable de impactar contra su objetivo.
O eso espero.
Geary se quedó observando el visualizador a medida que el
Intrépido
describía un arco descendente hacia el punto en el que se cruzaba con la ruta prevista del crucero síndico y notó una extraña punzada de camaradería con quienquiera que estuviese al mando de la nave enemiga. Era obvio que sabía cómo pilotar una nave y tenía una tripulación bien preparada. ¿Cuánto tiempo habían permanecido allí, en el exilio del sistema Corvus, a la espera de que se diese la muy improbable casualidad de que una fuerza de la Alianza llegase hasta aquellos lares? Qué fácil habría sido dejar correr las cosas, dar por sentado que nunca tendrían que enfrentarse a una situación de combate, permitir que la nave y la tripulación se deteriorasen poco a poco. Pero no, quienesquiera que fuesen los que estaban allí dentro no habían dejado correr las cosas, habían mantenido su nave y su tripulación en plena forma y los esfuerzos habían estado a punto de dar sus frutos. Tal vez todavía pudieran dar sus frutos.
La estimación de posición del crucero síndico volvió a saltar.
—Va a tener que empezar a frenar en cualquier momento —apuntó Desjani.
Geary asintió con la cabeza.
—¿Cree que ya nos ha visto? —preguntó el capitán.
—No parece probable, señor. Tiene sistemas de combate antiguos. Ya tendrán bastante con todas las naves que tienen alrededor y con tratar de compensar las distorsiones que les producirá la relatividad a la velocidad a la que van. Pero, incluso aunque nos vea, no podrá pasar por encima de nosotros —prometió Desjani con voz mesurada.
—Lo sé.
Desjani sonrió con fiereza ante la sencilla declaración de confianza en ella de su capitán, pero siguió sin apartar la vista del visualizador de combate mientras hacía descender al
Intrépido
sobre el crucero atacante. Geary frunció el ceño. El
Intrépido
tendría que ser capaz de impactar en el crucero enemigo, pero teniendo en cuenta las velocidades combinadas de su buque insignia y del crucero síndico, ambos se cruzarían en un solo instante sin que hubiera opción de que los sistemas de apuntado pudieran hacer su trabajo adecuadamente. ¿Se habría dado cuenta de eso Desjani? ¿O estaba tan preocupada por alcanzar al enemigo que no se había dado cuenta de lo que iba a ocurrir? ¿Debía decirle algo? ¿Desautorizarla acaso delante de su tripulación?
Los caminos de las dos naves seguían convergiendo mientras la distancia que separaba al
Intrépido
del crucero síndico seguía disminuyendo a una velocidad extraordinaria. Finalmente, Geary se aclaró la garganta.
—Capitana…
Sin embargo, Desjani alzó una mano, con la palma mirando hacia Geary y la mirada aún incrustada en el visualizador de combate.
—Lo sé, capitán Geary.
Geary no estaba ni por asomo tan seguro de eso como ella, pero siguió guardando silencio. Era consciente de que aquel era uno de esos momentos en los que o se deposita toda la confianza en alguien o se demuestra delante de todo el mundo que no se confía para nada en ese alguien. Y, a sus ojos, Desjani le parecía una persona perfectamente válida.
Por eso trató de aparentar que confiaba en ella mientras, en su fuero interno, rezaba a todos sus antepasados para que Desjani supiera lo que estaba haciendo.
—Ahora debería de estar frenando. —La capitana Desjani comenzó a disparar una serie de órdenes que hicieron que el
Intrépido
girase sobre sí mismo de tal modo que su sistema de propulsión principal quedó mirando hacia delante—. ¡Ahora! —En el interior del
Intrépido
se pudo notar una fuerte sacudida al empezar sus propulsores a reducir la velocidad, a la par que la estructura de la nave rechinaba por la tensión a la que estaba siendo sometida. El propio Geary sintió aquella presión oprimiéndole con fuerza en su asiento. Entonces un ruido agudo y estridente invadió el interior del
Intrépido
mientras los amortiguadores inerciales de la nave luchaban por mantener la tensión a la que estaba sometido el navío y la tripulación dentro de unos límites tolerables.