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Authors: Paulo Coelho

La bruja de Portobello (17 page)

BOOK: La bruja de Portobello
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Como iba a volver a Dubai al domingo siguiente, se fue con su hijo a Escocia, a ver a una mujer que ambos habíamos conocido en Bucarest. Yo no recordaba a nadie, pero, igual que había un “novio fantasma”, puede que la “mujer fantasma” fuese otra disculpa, y decidí no presionarla mucho. Sin embargo, sentí celos, como si prefiriese estar con otra gente.

Me extrañó ese sentimiento. Y decidí que, si era necesario ir hasta Oriente Medio para hacer un reportaje sobre el
boom
inmobiliario que alguien de la sección de economía del periódico decía que estaba ocurriendo, me pondría a estudiarlo todo sobre terrenos, economía, política y petróleo siempre que eso me acercase a Athena.

Saintes-Maries-de-la-Mer dio para un excelente artículo. Según la tradición, Sara era una gitana que vivía en la pequeña ciudad costera, cuando la tía de Jesús, María Salomé, junto con otros refugiados, llegó allí escapando de las persecuciones romanas.

Sara los ayudó y acabó convirtiéndose al cristianismo.

En la fiesta a la que pude asistir, las partes del esqueleto de dos mujeres que están enterradas baja el altar son sacadas del relicario y levantadas para bendecir la multitud de caravanas que llegan de todos los rincones de Europa con sus ropas de colores, su música y sus instrumentos. Después, la imagen de Sara, con hermosos mantos, se saca de un lugar cerca de la iglesia, ya que el Vaticano jamás la canonizó, y es llevada en procesión hasta el mar a través de las callejuelas cubiertas de rosas. Cuatro gitanos, con las ropas tradicionales, ponen las reliquias en un barco lleno de flores, entran en el agua, y repiten la llegada de las fugitivas y el encuentro con Sara. A partir de ahí, todo es música, fiestas, cantos y demostraciones de valor delante de un toro.

Un historiador, Antoine Locadour, me ayudó a contemplar el reportaje con información interesante respecto a la Divinidad Femenina. Envié a Dubai las dos páginas escritas para la sección de turismo del periódico. Todo lo que recibí fue una respuesta amable, agradeciéndome la intención, sin ningún otro comentario.

Por lo menos, había confirmado que su dirección existía.

ANTOINE LOCADOUR, 74 años, Historiador, I.C.P.,Francia.

s fácil identificar a Sara como una más de las muchas vírgenes negras que hay en el mundo. Sarah-Kali, dice la tradición, procedía de un noble linaje y conocía los secretos del mundo. Era, a mi entender, una más de las muchas manifestaciones de lo que llaman la Gran Madre, la Diosa de la Creación.

Y no me sorprende que cada vez más la gente se interese por las tradiciones paganas. ¿Por qué? Porque el Dios Padre siempre está asociado con el rigor y la disciplina del culto.

El fenómeno no es una novedad: siempre que la religión recrudece sus formas, un grupo significativo de gente tiende a ir en busca de más libertad en el contacto espiritual. Sucedió en la Edad Media, cuando la iglesia católica se limitaba a poner impuestos ya construir conventos llenos de lujo; como reacción, asistimos al surgimiento de un fenómeno llamado “hechicería” que, a pesar de ser reprimido por culpa de su carácter revolucionario, dejó raíces y tradiciones que han conseguido sobrevivir durante todos estos siglos.

En las tradiciones paganas, el culto a la naturaleza es más importante que la reverencia a los libros sagrados; la Diosa está en todo, y todo forma parte de la Diosa. El mundo es una expresión de su bondad. Existen muchas doctrinas filosóficas — como el taoísmo o el budismo— que eliminan la idea de la distinción entre el creador y la criatura. La gente ya no intenta descifrar el misterio de la vida, sino formar parte de él; en el taoísmo y en el budismo, incluso sin la figura femenina, el principio central también afirma que “todo es la misma cosa”.

En el culto a la Gran Madre, lo que llamamos “pecado”, generalmente una trasgresión de códigos morales arbitrarios, no existe; el sexo y las costumbres son más libres, porque forman parte de la naturaleza, y no se pueden considerar frutos del mal.

El nuevo paganismo demuestra que el hombre es capaz de vivir sin una religión instituida, y al mismo tiempo continuar la búsqueda espiritual para justificar su existencia. Si Dios es madre, entonces todo lo que hay que hacer es unirse y adorarla a través de los ritos que procuran satisfacer su alma femenina, como la danza, el fuego, el agua, la tierra, los cantos, la música, las flores, la belleza.

La tendencia ha ido creciendo a pasos agigantados en los últimos años. Tal vez estemos ante un momento muy importante de la historia del mundo, en el que por fin el Espíritu se integra en la Materia, se unifican y se transforman. Al mismo tiempo, creo que se producirá una reacción muy violenta por parte de las instituciones religiosas organizadas, que empiezan a perder fieles. El fundamentalismo crecerá y se instalará en todas partes.

Como historiador, me contento con recoger datos y analizar esta confrontación entre la libertad de adorar y la obligación de obedecer. Entre el Dios que controla el mundo y la diosa que es parte del mundo. Entre la gente que se une en grupos en los que la celebración se hace de modo espontáneo y aquellas que se van cerrando en círculos en los que aprenden lo que se debe y lo que no se debe hacer.

Me gustaría ser optimista, creer que finalmente el ser humano no ha encontrado su camino hacia el mudo espiritual. Pero las señales no son así de positivas: una nueva persecución conservadora, como ya sucedió muchas veces en el pasado, puede sofocar de nuevo el culto a la Madre.

Andrea McCain, actriz de teatro.

s muy difícil intentar ser imparcial, contar una historia que empezó con admiración y que terminó con rencor. Pero voy a intentarlo, voy a hacer un esfuerzo sincero por describir a la Athena que vi la primera vez de Dubai, con dinero y con ganas de compartir todo lo que sabía sobre los misterios de la magia. Esta vez, sólo se había quedado cuatro meses en Oriente Medio: vendió terrenos para la construcción de dos supermercados, ganó una enorme comisión, dijo que había ganado el dinero suficiente para vivir ella y su hijo los tres años siguientes, y que podría volver a trabajar siempre que quisiera,; ahora era el momento de aprovechar el presente, de vivir lo que le quedaba de juventud y de enseñar todo lo que había aprendido.

Me recibió sin mucho entusiasmo:

¿Qué quieres?

Hago teatro y vamos a representar una obra sobre el lado femenino de Dios. Supe por un amigo periodista que habías estado en el desierto y en las montañas de los Balcanes, con los gitanos, y que tienes información al respecto.

¿Has venido hasta aquí para aprender sobre la Madre sólo porque vas a hacer una obra?

¿Y tú por qué razón aprendiste?

Athena paró, me miró de arriba abajo y sonrió:

Tienes razón. Ésa fue mi primera lección como maestra: enseña a quien quiera aprender. El motivo no importa.

Cómo?

Nada.

El origen del teatro es sagrado. Empezó en Grecia, con himnos a Dionisio, el dios del vino, del renacimiento y de la fertilidad. Pero se cree que desde épocas remotas los seres humanos hacían el ritual en el que fingían ser otras personas, y de esa manera intentaban la comunicación con lo sagrado.

Segunda lección, gracias.

No entiendo. He venido aquí a aprende, no a enseñar.

Aquella mujer estaba empezando a enfurecerme,. Puede que estuviese siendo irónica.

Mi protectora…

¿Protectora?

…otro día te lo explico. Mi protectora me dijo que sólo aprenderé lo que necesito si me provocan. Y, desde que volví de Dubai, tú has sido la primera persona que me lo ha demostrado.

Tiene sentido lo que ella me dijo.

Le expliqué que en el proceso de investigación para la obra de teatro había ido de un maestro a otro. Pero no había nada excepcional en sus enseñanzas, salvo el hecho de que mi curiosidad iba aumentando a medida que progresaba en la cuestión.

También le dije que la gente que trataba el tema parecía confusa, y no sabía exactamente lo que quería.

¿Cómo por ejemplo?

El sexo, por ejemplo. En algunos sitios a los que fui, estaba totalmente prohibido. En otros, no sólo era totalmente libre, sino que a veces se organizaban orgías. Me pidió más detalles, y no entendí si lo hacía para ponerme a prueba o si no sabía nada de lo que estaba pasando.

Athena siguió antes de que yo pudiese responder a su pregunta.

—¿Cuándo bailas sientes deseo? ¿Sientes que estás provocando una energía superior? ¿Cuándo bailas, hay momentos en lo que dejas de ser tú?

Me quedé sin saber qué decir. En realidad, en las discotecas y en las fiestas de amigos, la sensualidad estaba siempre presente en el baile. Yo empezaba provocando, me gustaba ver la mirada de deseo de los hombres, pero a medida que la noche avanzaba, parecía entrar más en contacto conmigo, el hecho de estar seduciendo a alguien o no dejaba de importarme…

Athena siguió:

—Si el teatro es un ritual, el baile también. Además , es una manera ancestral de acercarse a la pareja. Como si los hilos que nos conectan con el resto del mundo quedasen limpios de prejuicios y de miedos. Cuando bailas, puedes permitirte el lujo de ser tú mismo.

Empecé a escucharla con respeto.

Después, volvemos a ser lo que éramos antes; personas asustadas, que intentan ser más importantes de lo que creen que son.

Exactamente igual que me sentía yo. ¿ O es que todo el mundo experimenta lo mismo?

—¿Tienes novio?

Recordé que, en uno de los lugares a lo que había ido para aprender la “Tradición de Gaia”, uno de los “druidas” me había pedido que hiciera el amor delante de él. Ridículo y de temer, ¿cómo esa gente osaba utilizar la búsqueda espiritual para sus propósitos más siniestros?

—¿Tienes novio? – repitió.

— Sí.

Athena no dijo nada más. Sólo se puso la mano en los labios, pidiéndome que guardase silencio.

Y de repente me di cuenta de que resultaba tremendamente difícil estar en silencio delante de alguien a quien acabas de conocer. La tendencia es hablar sobre cualquier cosa: el tiempo, los problemas de tráfico, los mejores restaurante. Estábamos las dos sentadas en el sofá de su sala totalmente blanca, con un reproductor de CD y una pequeña estantería en la que estaban guardados los discos. No veía libros por ninguna parte, ni cuadros en las paredes. Como había viajado, esperaba encontrarme objetos y recuerdos de Oriente Medio.

Pero estaba vacío, y ahora el silencio.

Sus ojos grises estaban fijos en los míos, pero permanecí firme y no aparté la mirada. Instinto, tal vez. Maneras de decir que estamos asustados, sino afrontando el desafío. Sólo que, con el silencio y la sala blanca, el ruido del tráfico allá fuera, todo empezó a parecer irreal. ¿Cuánto tiempo íbamos a estar allí, sin decir nada?

Empecé a acompañar mis pensamientos; ¿había ido allí en busca de material para mi obra, o quería el conocimiento, la sabiduría, los…poderes? No era capaz de definir lo que me había llevado a una…

¿A una qué? ¿Una bruja?

Mis sueños de adolescente volvieron a la superficie: ¿ quién no le gustaría encontrarse con una bruja de verdad, aprender magia, ser vista con respeto y temor por sus amigas? ¿Quién, siendo joven, no ha sentido la injusticia de los signos de represión de la mujer, y sentía que ésa era la mejor manera de rescatar la identidad perdida? Aunque ya hubiese pasado esta fase, era independiente, hacía lo que me gustaba en un terreno tan competitivo como el teatro, ¿por qué nunca estaba contenta, tenía petitivo como el teatro, ¿por qué nunca estaba contenta, tenía que poner siempre a prueba mí… curiosidad?

Debíamos de tener más o menos la misma edad… ¿ o era mayor? ¿Tendría ella también un novio?

Athena se dirigió hacia mí. Ahora estábamos separadas por menos de un brazo, y empecé a sentir miedo. ¿Sería lesbiana?

Sin desviar los ojos, sabía dónde estaba la puerta y podía salir en el momento que quisiera. Nadie me había obligado a ir a aquella casa, a buscar a alguien que no había visto en mi vida, y quedarme allí perdiendo el tiempo, sin decir nada, sin aprender absolutamente nada. ¿Adónde quería llegar?

Al silencio, tal vez. Mis músculos empezaron a ponerse tensos.

Estaba sola, desprotegida. Necesitaba desesperadamente hablar, o hacer que mi mente dejase de decirme que todo me estaba amenazando. ¿Cómo podía saber quién soy? ¡Somos lo que decimos!

¿No me hizo preguntas sobre mi vida? Quiso saber si tenía novio, ¿no? Yo intenté hablar más de teatro, pero no fui capaz.

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