Los guardianes del tiempo (46 page)

Read Los guardianes del tiempo Online

Authors: Juan Pina

Tags: #Intriga

BOOK: Los guardianes del tiempo
6.56Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Bueno, Florian. ¿Qué demonios ha pasado en realidad en Timisoara? —preguntó Cristian cuando se sentaron a la mesa.

—Pues ha sido increíble. Por primera vez creo que este país sí tiene futuro. La población se ha sublevado, ni más ni menos. Ya sabéis que el detonante fue el intento del régimen de llevarse fuera de la ciudad a Laszlo Tókes. Se trata de un disidente muy conocido. Es pastor protestante y pertenece a la minoría húngara. Aquí no se le conoce demasiado, pero en Timisoara es muy prestigioso porque ha intervenido en multitud de actos clandestinos. Al parecer, también en sus misas ha predicado siempre contra el régimen, y además ha concedido entrevistas a la prensa extranjera y a delegaciones de diplomáticos occidentales. Más allá de su reducida parroquia protestante, muchas personas ortodoxas o no religiosas le apoyan como un símbolo de la resistencia anticomunista, un héroe local de la ciudad.

»El caso es que el viernes aumentaron los rumores de que su deportación iba a ser inminente, y esto provocó algunas manifestaciones espontáneas. La gente salió a la calle escandalizada y se fueron congregando grupos cada vez más numerosos. La mayoría de estos grupos terminaron por unirse ante la catedral, en la calle Timotei Cipariu. La vivienda y la familia del pastor estaban fuertemente vigiladas por la Securitate. En realidad, se puede decir que Tókes estaba bajo arresto domiciliario. Salió al balcón para pedirles calma y que se marcharan a casa, pero desde su entorno se confirmó que se le iba a confinar en algún pueblo remoto, y esto enfureció a las masas, que ya estaban muy crecidas por el éxito de la protesta. Sin embargo, la gente mantuvo una actitud pacífica, con velas encendidas y un cordón humano para evitar que se lo llevaran. Yo estuve por allí, charlando con algunos manifestantes, tanto rumanos como de etnia magiar. En realidad lo que subyacía detrás de esa protesta concreta era una verdadera ansia de cambio político. Lo de Tókes no era más que la excusa, la gota que había colmado el vaso. Ya sabéis que la represión política ha sido especialmente dura en Timisoara y en todo el oeste del país.

»Más tarde llegó el alcalde, dio un discurso tranquilizador y convenció a los manifestantes de que se marcharan a sus casas. La protesta terminó sin un solo incidente. Sin embargo, el sábado la gente empezó a congregarse de nuevo en algunos puntos, incluida la catedral. Yo creo que nos había sabido a poco la protesta del viernes. Había sido una experiencia liberadora pero insuficiente. La gente quería gritar, expresar su rechazo al régimen. Hasta el tiempo acompañaba, porque hacía un calor inusual para estas fechas. Muchos ciudadanos se echaron a las calles para ver qué pasaba y terminaron por unirse a la muchedumbre. Algunos incluso lo tomaron como un simple acto de afirmación de sus convicciones, un acto alegre, sin ser conscientes del peligro que corrían ni de las implicaciones políticas. Pero la mayoría sí sabía lo que estaba haciendo: dar rienda suelta, por primera vez, a sentimientos reprimidos durante muchos años. Atreverse por fin a hablar.

»Sólo en la plaza Sfânta Maria, donde estuve con mi hermano Cosmin, debía de haber miles de personas de todas las edades. Algunos quemaban en público el carné del partido. Todo el mundo empezó a encender velas. La gente también las colocaba en las ventanas de las casas y al anochecer toda Timisoara estaba llena de velas. Muchos empezaron a envalentonarse y se atrevieron a lanzar los primeros gritos contra el comunismo, pero pronto callaron: habían aparecido las FOI.
[49]
Rodearon a los manifestantes y cerraron todas las calles adyacentes. Durante cinco o seis horas interminables se mantuvo una calma tensa: nosotros callados pero sin irnos, y las FOI desplegando una cantidad increíble de efectivos a nuestro alrededor. Hacia la medianoche llegaron los bomberos y empezaron a echarnos agua a presión, mientras las FOI nos lanzaban un montón de bombas lacrimógenas. Mi hermano, que es asmático, estuvo a punto de ahogarse, así que nos salimos del grupo y nos refugiamos en un portal, justo cuando empezaba la primera carga, que provocó decenas de heridos.

»La manifestación se dispersó pero la gente ya estaba verdaderamente furiosa. Se sublevó el campus, los estudiantes empezaron a construir barricadas… Mucha gente que no había participado empezó a salir a las calles para unirse a los grupos de manifestantes, que ya estaban por toda la ciudad y marchaban hacia la plaza Operei.

»Junto al canal Bega, las fuerzas de represión rodearon a un grupo pequeño, de unos trescientos manifestantes, y les golpearon salvajemente, dejando heridos a casi todos y ensañándose con los que se retorcían de dolor en el suelo. Ante la sede del Comité de Distrito del partido se concentró un grupo muy grande que destruyó los cristales a pedradas, gritando "abajo el comunismo" y otrás consignas. La verdad es que estábamos todos hartos, dispuestos a lo que fuera. Yo acompañé a Cosmin a casa y me fui a Operei. A las tres de la mañana se produjo una carga salvaje contra la gente, esta vez por parte de varias compañías de granaderos, a las que se sumaron las fuerzas especiales de la policía. Sin embargo no hubo disparos. Otra vez hubo muchos heridos y se detuvo a cientos de personas. Yo escapé por los pelos.

»El domingo llegó lo peor. La población volvió a manifestarse para exigir la liberación de los detenidos. La ciudad estaba prácticamente tomada por efectivos de todos los cuerpos imaginables, pero la gente no desistía. Serían las cinco de la tarde cuando los militares comenzaron a disparar indiscriminadamente contra la población. Fue horrible. A mi lado murió una chiquilla de trece años, vecina de mis padres. Todos nos echamos al suelo pero los soldados continuaron disparando. Lo impresionante es que después de cada ráfaga de disparos volvíamos a gritar al unísono "¡viva la libertad!", "¡abajo Ceausescu!"… No hacía falta que nadie empezara, éramos todos una sola garganta. Los agentes de la Securitate perseguían a los manifestantes que abandonaban la protesta, partiéndoles literalmente la cabeza con porras metálicas, mientras en la plaza Operei seguíamos bajo el fuego de los granaderos.

—Qué horror —intervino Silvia—. ¿Se sabe la cifra de muertos y heridos?

—Hay versiones para todos los gustos. Yo lo que sé es que en el hospital del distrito han publicado una lista provisional de doscientos cincuenta y ocho muertos y más de setecientos heridos. Poco a poco fuimos disolviéndonos pero durante toda la noche hubo grupos aislados protestando. Desde el lunes están en huelga todas las grandes empresas de la ciudad. Los trabajadores se han hecho fuertes en las fábricas y oficinas, y cientos de disidentes han tomado el Teatro de la Ópera y algunos edificios oficiales o del partido… Ya sabéis que el gobierno ha enviado al primer ministro Dascalescu a negociar, pero no ha ofrecido la menor concesión. Todo esto es una tragedia, pero estoy orgulloso de mi ciudad. Ayer la gente cantaba
"Desteaptate, romane"
,
[50]
y empezaron a ondear las primeras banderas con un gran agujero en la franja central, al haberse recortado el maldito escudo comunista.
[51]

—Eso lo escuché yo anoche en la BBC —dijo la madre de Silvia y Cristian—, y ya he preparado yo también dos banderas. Creo que mucha gente en Bucarest debe de estar haciendo lo mismo, por si llega el momento aquí también.

—Pues, ¿sabéis lo que coreaba la gente estos días? —Florian se emocionó al recordarlo
— "Azi Timisoara ¡máine toata tara!"
.
[52]
Ojalá sea así.

—Ojalá, pero mover a los bucarestinos ya es harina de otro costal —dijo Silvia.

—Pues yo creo que esto no ha sido más que el ensayo general de lo que va a pasar aquí, en Bucarest —le corrigió Cristian con un gesto escéptico—. Pero, vamos a ver, ¿no os dais cuenta de que todo esto es un enorme montaje?

Menos Diana, todos le miraron sorprendidos. Florian iba a protestar, muy ofendido, pero Cristian se le adelantó:

—No, no pongo en duda el heroísmo de los ciudadanos de Timisoara, ni mucho menos. La gente ha actuado con una valentía impresionante. Creen haber participado en un movimiento espontáneo de lucha contra la tiranía, y en gran medida ha sido así. Pero yo creo que los sucesos de este fin de semana obedecen a un plan. En primer lugar, ¿quién le advirtió a Tókes de que iba a ser deportado? ¿Desde cuándo el régimen anuncia el confinamiento de los disidentes? ¡Sería la primera vez! Sin embargo, se le avisó a él y se propagó deliberadamente el rumor… Además, estoy convencido de que la Securitate diseminó por toda la ciudad agentes de paisano que acaudillaron las protestas, lanzaron las consignas… agitadores bien entrenados para conseguir un propósito claro.

—¿Que propósito? —pregunto Silvia.

—Hacer la situación insostenible, asustar al viejo. Tal vez hacerle creer que se trata de una estrategia de agitación húngara para justificar una invasión: la frontera está a dos pasos de la ciudad y el colectivo más sensibilizado por lo de Tókes es lógicamente la minoría húngara a la que pertenece. Seguro que han convencido a Ceausescu de que tras los acontecimientos de Timisoara está la mano de Budapest, y detrás Moscú. Además, ¿por qué tardaron dos días en disparar? ¿Cómo es que no acabaron con la protesta desde su mismo inicio, como siempre? ¿Os acordáis de Brasov?
[53]
Aquello se cortó de raíz, pero en cambio ahora está claro que alguien ha estado dilatando deliberadamente la situación. Han permitido que se caldee el ambiente hasta límites increíbles durante cuarenta y ocho horas, dando esperanzas a los disidentes, haciendo que se crezcan y que crean estarle echando al régimen un pulso en toda regla. Eso no puede ser un error.

»En la reunión de urgencia del Comité Político Ejecutivo, Ceausescu le vio las orejas al lobo y ordenó que se disparase contra la muchedumbre cuando volviera a concentrarse. Mantuvo su viaje relámpago a Irán para transmitir la idea de que el problema no era para tanto, pero exigió que se actuara con toda la contundencia posible, que corriera la sangre para dar un escarmiento definitivo, que se aplastara a cualquier precio la revuelta. Sin embargo el domingo las fuerzas desplegadas en Timisoara dejaron que la gente se fuera reuniendo de nuevo en las plazas, se mantuvo una pasividad total durante horas… casi se alentó a la gente a reanudar la protesta, todo ello para que la tensión alcanzara un punto crítico que justificase los disparos. Así la camarilla puede culpar personalmente de la masacre al dictador. Por otro lado, ¿cómo es que los medios de comunicación nacionales y extranjeros están hablando de muchos miles de muertos, y tú que vienes de allí nos cuentas que son unos pocos cientos, como mucho?
[54]
Se está magnificando lo sucedido para crear la mayor convulsión posible en el resto del país.

Diana asentía con gesto grave. Durante su formación en sus respectivos servicios secretos, tanto Cristian como ella habían leído materiales sobre el funcionamiento de este tipo de técnicas: la ingeniería social llevada a sus extremos más repugnantes de manipulación en los momentos críticos. Miles de ciudadanos utilizados como extras en una enorme representación de la que se creen protagonistas.

—No puede ser —dijo Florian—. Si la Securitate quisiera apoyar la revuelta, ¿por qué iba a reprimirla a continuación? Es completamente contradictorio.

—Las contradicciones no existen, Florian —intervino Diana—. Ante una aparente contradicción siempre debemos revisar nuestras premisas, es decir, cuestionarnos aquello que hemos dado por cierto en el análisis. En este caso estás dando por sentado que la Securitate actuaría solamente o para reprimir la revuelta o para alentarla abiertamente. Pero lo primero no le serviría para derribar a Ceausescu, y lo segundo sería un golpe de Estado evidente y a gran escala, que pondría en guardia al dictador y podría desembocar en un enfrentamiento abierto con el ejército. Ya está resuelta tu contradicción: la Securitate quiere alimentar la revuelta mientras parece que la reprime. Por eso dejan que la gente actúe y después cargan brutalmente contra ella. Están controlando en todo momento la situación.

Cristian asintió con gesto vehemente y continuó con su reflexión:

—¿No os dais cuenta? Es una encerrona para Ceausescu, y el muy idiota ha caído en la trampa. Está claro: van a alentar una revuelta popular en toda regla para camuflar lo que en realidad es un golpe de Estado perpetrado por el propio aparato de la Securitate, con el apoyo de una parte de la cúpula del ejército y, sobre todo, de la
nomenclatura
que ve amenazados sus privilegios ante una posible revolución auténtica, ante un verdadero cambio de sistema que la desaloje del poder. Se trata sobre todo del sector prosoviético del partido: Brucan, lliescu y compañía. Todo esto coincide con la información interna de la que dispongo, aunque hace varias semanas que no me cuentan mucho. Pero es evidente. Como el ultimátum no les funcionó y el viejo sigue en sus trece, le van a quitar de en medio por las bravas.

—Bueno, pues eso que saldremos ganando —dijo Florian, pero todos le miraron con tristeza.

—Todos queremos que caiga Ceausescu —dijo Smaranda Bratianu—, pero no de esta forma, porque no sabemos qué va a venir después.

—Sí lo sabemos —terció Silvia, pensando en voz alta—. Un cambio cosmético, sin depuración de responsabilidades y sin que se modifique nada importante. Y un nuevo régimen comunista legitimado por una revolución popular contra el "desviacionista" Ceausescu. Ése es el plan. Ya lo estoy leyendo: "El pueblo, ratificándose en su voluntad de construir el socialismo, derrocó al autócrata Ceausescu y restauró la auténtica conducción del país por parte del glorioso Partido Comunista".

—Eso… —respondió Cristian negando con la cabeza—. Eso es sin duda lo que ellos querrían, y ése habría sido el desenlace si no fuera por el contexto internacional. Ahora ya no les va a resultar tan fácil. ¿No habéis seguido los acontecimientos de los últimos días en el resto del bloque socialista?

—Bastante tenemos con conseguir información real de lo que pasa aquí.

—Pues a nuestro alrededor, desde que se abrió el muro de Berlín, las cosas van mucho más deprisa de lo que parece. Ahora sí podemos estar seguros de que el comunismo tiene los días contados, al menos en Europa. Esta gentuza seguramente se hará con el poder, pero después de Ceausescu van a tener que cambiar las cosas, ya lo veréis. No van a tener más remedio que llevar al país hacia Occidente.

Other books

The Crucible: Leap of Faith by Odette C. Bell
Lord of Fire and Ice by Connie Mason with Mia Marlowe
The Beginning and the End by Naguib Mahfouz
Death's Daughter by Kathleen Collins
Let Their Spirits Dance by Stella Pope Duarte
Bank Shot by Donald E Westlake
Shifting the Night Away by Artemis Wolffe, Cynthia Fox, Terra Wolf, Lucy Auburn, Wednesday Raven, Jami Brumfield, Lyn Brittan, Rachael Slate, Claire Ryann
Dreamwood by Heather Mackey