En el sótano, tan escaso en espacio como la propia casa, hay unos cuantos objetos tras las vitrinas: un traje, el pañuelo con el que se limpiaba el sudor, una trompeta, y los manuscritos de mala letra y escasa puntuación pero llenos de vitalidad y gracia del hombre que fuera niño de la calle, hijo de una prostituta, hombre sin hogar hasta su cuarto matrimonio.
Un retrato de Satchmo adorna una pared de su despacho, tiene gracia, no es vulgar, está pintado por un tal Benedetto: Tony Bennett, un rendido admirador de Armstrong. Unos días después de que en el jardín se terminara de construir una zona de barbacoa y un espacio para que se pudieran disfrutar de conciertos caseros al aire libre el músico murió de un ataque al corazón. Ahora, los directores del modesto museo organizan en verano un pequeño festival. El guía nos animó a acudir, se despidió de nosotros con un fuerte apretón de manos.
Dejamos atrás la calle del artista. Esperábamos algo tan acogedor y tan modesto, pero no ha dejado de asombrarnos que fuera tan acogedor y tan modesto. El impacto de respirar la humilde intimidad de alguien del que ya nadie niega su grandeza, ni artística ni humana. Pero en este caso no hay cursilería ni sentimentalismo en la emoción. No hay manera de vincular la procelosa vida de Armstrong con la nuestra. No podemos imaginar cómo alguien que creció en el lumpen, que vivió de la caridad o que padeció la humillación del racismo pudo encarar la vida con tanta alegría. Era un ser tocado por la gracia, un elegido. Podría haber sido un delincuente, podría haber sido un cabrón, podría haber sido un desgraciado. Pero fue un hombre de buen corazón y generoso.
Su museo está donde tiene que estar, en Corona. Cuando pintaron el exterior de su casa se empeñó en pintar también la de los vecinos porque le daba apuro que su casa pudiera resultar ostentosa.
Son muchos los Nueva Yores que hay en Nueva York. Como muchos los amores que hay en el amor, que dijo Eça De Queirós. Algunos de esos Nueva Yores están escritos ya, en guías, en diarios, en novelas memorables, pero dado que cada uno construye la ciudad a su antojo yo quiero dejar por escrito estas impresiones, que están hechas a la medida de mi espíritu, ligero, zascandil y poco pomposo. Hablo de una ciudad que ya es la mía, por la que a diario camino hasta romper a veces las suelas de los zapatos, unas veces con Antonio; otras, con la alegre Lolita, a la que no puedo dejar de nombrar porque ha habido días que sólo he charlado con ella y porque es la que me ha dado a conocer las maravillas del Riverside Park; muchas otras, yo sola.
Ha habido momentos en los que esta ciudad que desprende una energía no siempre digerible me ha hecho sentir muy perdida. Aunque los médicos le hayan puesto un nombre a ese síntoma que me persigue desde los nueve años y aunque en estos momentos ande tomando unas pastillas que lo enmascaran, sé que es la consecuencia inevitable de una vitalidad que a menudo no puedo contener, de la implacable sensación de que mi vida se me queda corta. No sé la de otros, sé de gente que incluso se queja de que los días se les hacen largos, pero la mía, mi vida, se está pasando sin sentir.
Pero soy muy consciente de mi suerte. Bendigo el día en que Antonio me citó aquí, en un hotel de Lexington, cuando vivíamos un amor clandestino y Nueva York era el único lugar del mapa en el que podíamos pasar juntos seis noches seguidas. También esos años en los que, uno tras otro, fuimos viniendo a turistear, hasta que por fin nos decidimos a alquilar un apartamento. La experiencia del 11 de septiembre de 2001 que nos convirtió en testigos de la dignidad, la fortaleza y la solidaridad con la que esta ciudad de ocho millones de almas, tan áspera en ocasiones, respondió a la incertidumbre, al miedo y al dolor, sin dejarse llevar por el clima pendenciero y vengativo que se respiraba en Washington entonces. Bendigo el día en que mi marido aceptó ser director del Cervantes y tuvimos que hacer el más complicado de todos los traslados. Pero también bendigo el día en que dejó ese pequeño edificio de la calle 49 y la Tercera Avenida que lo abducía de las nueve de la mañana a las nueve de la noche porque ésa no era la vida que se adecuaba a nuestra forma de ser. Dios mío, cuántos actos culturales cabían en una semana. Y, ahora, bendigo este presente en el que camino, escribo, frecuento los restaurantes que me gustan (sin duda, una de las actividades culturales con las que más disfruto) y observo con interés de entomóloga las costumbres y las rarezas humanas de mis semejantes (mi primera actividad cultural favorita en esta ciudad). También bendigo al río Hudson, que tantas horas de paseo, conversación y quietud nos proporciona.
Cada vez que nos vamos, cada seis meses, hago un repaso de aquellas personas a las que digo adiós y de aquellas otras a las que me voy a encontrar, y cada año que pasa la balanza está más equilibrada.
El ventilador se mueve, emite un sonido de moscardón por encima de nuestras cabezas y hace lo que puede por aliviar el calor que hemos traído de la calle y que aún permanece pegado a la piel. La maleta está abierta en un rincón del cuarto, llena de ropa que ya no estamos dispuestos a doblar, dejada caer de cualquier manera: son demasiados viajes. Faltan unas horas para que nos vayamos. En esta misma cama van a dormir hijos con sus novias, sobrinas, hijas de amigos. Procuro no pensar en cómo van a cuidar las cosas que tan primorosamente cuido durante seis meses al año, porque cada una de ellas contiene una historia, el oso de madera, el Jonás con la ballena, la cabeza de Mickey, unos pequeños óleos de Brooklyn, una mesa vieja bostoniana, un archivador de una redacción de periódico. Nada vale mucho, pero todos los objetos han sido humanizados hasta tal punto que nos hacen compañía, nos dan abrigo y nos atan sentimentalmente a esta ciudad.
Cuando me asalta la duda de si quiero o no vivir entre dos ciudades, procuro pensar que donde está él está mi casa. No siempre me consuela. Y sé que es una afirmación incongruente en unas páginas en las que pretendo rendir homenaje a esta ciudad, pero no puedo terminar de otra manera, ésa es la pura verdad.
Aki
181 West 4
th
Street, NY 10014
Tfno. 212 989 5440
www.akisushinyc.com
Absolute Bagels
2788 Broadway, NY 10025
Tfno. 212 932 2052
Anthropologie
375 West Broadway, NY 10012
Tfno. 212 343 7070
www.anthropologie.com
Babbo Restaurant
110 Waverly Place, NY 10011
Tfno. 212 777 0303
www.babbonyc.com
Balthazar Restaurant
80 Spring Street, NY 10012
Tfno. 212 343 1274
www.balthazarny.com
Bark Hot Dog
474 Bergen Street, NY 11217
Tfno. 718 789 1939
www.barkhotdogs.com
Barney Greengrass
541 Amsterdam Avenue, NY 10024
Tfno. 212 724 4707
www.barneygreengrass.com
Cafe Fiorello
1900 Broadway, NY 10023
Tfno. 212 595 5330
www.cafefiorello.com
Café Loup
105 West 13
th
Street, NY 10011
Tfno. 212 255 4746
www.cafeloupnyc.com
Café Odeón
145 West Broadway, NY 10013
Tfno. 212 233 0507
www.theodeonrestaurant.com
Caffe Reggio
119 MacDougal Street, NY 10012
Tfno. 212 475 9557
www.caffereggio.com
Corrado Bread & Bakery
960 Lexington Avenue, NY 10021
Tfno. 212 774 1904
www.corradobread.com
Despaña
408 Broome Street, NY 10013
Tfno. 212 219 5050
www.despananyc.com
Doughnut Plant
379 Grand Street, NY 10002
Tfno. 212 505 3700
www.doughnutplant.com
Eisenberg’s
174 5
th
Avenue, NY 10010
Tfno. 212 675 5096
www.eisenbergsnyc.com
Fairway
2127 Broadway, NY 10023
Tfno. 212 595 1888 2328
12
th
Avenue, NY 10027
Tfno. 212 234 3883
www.fairwaymarket.com
Fishs Eddy
889 Broadway, NY 10003
Tfno. 877 347 4733
www.fishseddy.com
Flor de Mayo Restaurant
2651 Broadway, NY 10025
Tfno. 212 663 5520 484
Amsterdam Avenue, NY 10024
Tfno. 212 787 3388
www.flordemayo.com
Four Seasons Restaurant
99 East 52
th
Street, NY 10022
Tfno. 212 754 9494
www.fourseasonsrestaurant.com
Gramercy’s Tavern
42 East 20
th
Street, NY 10003
Tfno. 212 477 0777
www.gramercytavern.com
Henry’s
2745 Broadway, NY 10025
Tfno. 212 866 0600
www.henrysnyc.com
Hotel Carlyle
35 East 76
th
Street, NY 10021
Tfno. 212 744 1600
www.thecarlyle.com
J. G. Melon
1291 3
rd
Avenue, NY 10021
Tfno. 212 650 1310
Jacob Jarvits Center
655 West 34
th
Street, NY 10001
Tfno. 212 216 2000
www.jarvitscenter.com
Keen’s
72 West 36
th
Street, NY 10018
Tfno. 212 947 3636
www.keens.com
Lenox Lounge
288 Lenox Avenue, NY 10027
Tfno. 212 427 0253
www.lenoxlounge.com
Levain Bakery
167 West 74
th
Street, NY 10023
Tfno. 212 874 6080
www.levainbakery.com
Librería Three Lives & Co.
154 West 10
th
Street, NY 10014
Tfno. 212 741 2069
www.threelives.com
Live Bait
14 East 23
rd
Street, NY 10010
Tfno. 212 353 2400
Louis Armstrong House Museum
34-56 107 Street, NY 11368
Tfno. 718 478 8274
www.louisarmstronghouse.org
Macy’s Brooklyn Downtown
422 Fulton Street, NY 11201
Tfno. 718 875 7200
www.macys.com
Maritime Hotel
363 West 16
th
Street, NY 10011
Tfno. 212 242 1188
www.themaritimehotel.com
McNally Jackson
52 Prince Street, NY 10012
Tfno. 212 274 1160
www.mcnallyjackson.com
Metropolitan Museum of Art
1000 5
th
Avenue, NY 10028
Tfno. 212 535 7710
www.metmuseum.org
Minetta Tavern
113 MacDougal Street, NY 10012
Tfno. 212 475 3850
www.minettatavernny.com
Murray’s
500 Avenue of the Americas, NY 10011
Tfno. 212 462 2830
www.murraysbagels.com
Museo de Historia Natural
Central Park West, 79
th
Street, NY 10024
Tfno. 212 769 5100
www.amnh.org
Museo de la Ciudad
1220 5
th
Avenue, NY 10029
Tfno. 212 534 1672
www.mcny.org
Museum of Modern Art (MoMA)
11 West 53
rd
Street, NY 10019
Tfno. 212 708 9400
www.moma.org
Oak Room del hotel Algonquin
59 West 44
th
Street, NY 10036
Tfno. 212 840 6800
www.algonquinhotel.com
P. J. Clarke’s (Lincoln Square)
44 West 63
rd
Street, NY 10023
Tfno. 212 957 9700
www.pjclarkes.com
Paris Health Club
752 West End Avenue, NY 10025
Tfno. 212 749 3500
www.parishealthclub.com