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Authors: Elvira Lindo

Tags: #Humor, Infantil y juvenil

Manolito tiene un secreto

BOOK: Manolito tiene un secreto
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En este séptimo libro, Manolito tiene diez años y, como siempre, le ocurren un montón de cosas. Además, tiene que preparar bien la función de Navidad porque va a venir al colegio el mismísimo alcalde. Por último, Manolito descubrirá un importante secreto…

Elvira Lindo

Manolito tiene un secreto

Manolito Gafotas - 7

ePUB v1.0

nalasss
30.07.12

Título original:
Manolito tiene un secreto

Elvira Lindo, 2001.

Ilustraciones: Emilio Urberuaga

Editor original: nalasss (v1.0)

ePub base v2.0

Para Elena Muñoz Vico,

porque me contagia la risa.

Dice la Luisa, mi vecina de abajo, que no es normal que no me dejen dedicar a mí los libros sobre mi vida, y que siempre tenga que ser la escritora quien le dedique mis historias a sus familiares y amigos. Dice la Luisa que, al fin y al cabo, ella (la escritora) lo único que hace es venir cada año a Carabanchel (Alto), pasar una tarde en mi casa o en la de la propia Luisa, merendar, y luego pasar a limpio lo que yo le he contado. Hay veces, dice la Luisa, que ni tan siquiera lo debe de hacer ella eso de pasar a limpio, porque trae un casete y lo pone delante de mi boca y luego, dice la Luisa, seguro que le da el casete a otra persona y esa otra persona es la que se encarga de pasar todo lo que yo digo en la cinta al ordenador. Y la escritora le paga a esa persona una cantidad simbólica y encima ni la nombra en el libro ni nada en la sección de agradecimientos, y sólo es ella (la escritora) la que cobra. Porque, lo quiero decir para que quede bien claro, y porque me ha dicho la Luisa que las cosas hay que decirlas: yo no cobro nada por contar mi vida, porque los niños no cobramos porque no nos deja la Constitución. Bueno, a veces sí que cobro. Me dan una colleja o una galleta inesperada. Pero no cobro en metálico. Lo digo porque hay gente, sobre todo gente de Carabanchel (Bajo), que se cree que los García Moreno nos estamos haciendo millonarios con estos libros y lo va diciendo por ahí. Y claro, hay personas del pueblo de mi abuelo (Mota del Cuervo) que cuando vienen a Madrid llaman a mi madre para pedirle dinero; incluso hay niños en mi clase que me piden dinero en el recreo para comprarse un Crunch o un bollo de chocolate, y lo que yo les digo, que te lo compre tu madre. No te digo éste con lo que me viene.

Dice la Luisa que lo mínimo es que esa escritora, ya que no me da ni un euro del mucho dinero que dice la Luisa que se está metiendo en sus cuentas del banco en Suiza, que por lo menos me deje dedicar los libros a la gente que yo quiero. Así que voy a dedicar éste. Y claro, se lo tengo que dedicar a la Luisa la primera, porque si no se enfada y porque soy su heredero universal, como sabe todo el mundo en Carabanchel (Alto).

También se lo dedico al Orejones López, mi gran amigo (y cerdo a la vez), y a Yihad, porque me ha ordenado que diga en esta dedicatoria que es mi mejor amigo y que si no me da una sardinilla en cuanto me vea, y a Mostaza, para que se acuerde de mí cuando sea famoso, y a Paquito Medina, también, y a Melody Martínez, porque dice que si no le dedico este libro viene y me da otro beso en la boca (y eso sí que no).

También se lo dedico a mi abuelo, aunque él dice que por él no me preocupe, pero ya nos conocemos.

Y sobre todo se lo dedico al Imbécil, mi hermano, porque a partir de esta historia su vida va a cambiar para siempre.

Es más, a lo mejor tengo que dejar de llamarle el Imbécil… Pero no quiero adelantar terribles acontecimientos. Como siempre, empezaré esta historia como a mí me gusta: ¡por el principio de los tiempos!

CAPÍTULO UNO
La Vergüenza de Madrid

El otro día, la
sita
Asunción entró en clase con una noticia muy grande que darnos. Se lo notamos nada más verla porque en vez de mandarnos callar a gritos como hace siempre, se sentó mientras nosotros terminábamos el recreo y se nos quedó mirando fijamente, la tía. Nos cuesta bastante acabar con el recreo, llegamos del patio a clase y todavía se nos han quedado unas cuantas collejas en el tintero para darle a nuestro compañero más querido y algunas sardinillas. Sardinilla es una torta rápida, como un latigazo, que se le da a un enemigo o, en su defecto, amigo, en esa parte del cuerpo llamada culo. La sardinilla tiene un efecto quemador, y el que sufre la sardinilla se lleva la mano a esa parte del cuerpo llamada culo y dice «
aichsss
»; pero luego se recupera y sale corriendo detrás de ti, y más vale que te vayas al otro lado del Planeta Tierra, porque la sardinilla vengadora es terrible.

Normalmente, el que reparte collejas y sardinillas es Yihad, porque es el que manda desde que empezamos el colegio, en aquellos años en que no teníamos uso de razón; pero nosotros (yo, el Orejones, etcétera), «modestamente», como diría Paquito Medina, también repartimos algunas. Últimamente lo hacemos de la siguiente manera: te acercas a tu amigo del alma y le das una colleja al bies mientras dices:

«Taran tarateja… Colleja».

Y tu amigo tiene todo el derecho del mundo a darte una toba en la frente mientras contesta:

«Taran taranrullo… Capullo».

Yo le he contado este juego a gente de otros barrios…, vamos, no a mucha gente, porque fuera de mi barrio sólo conozco a la gente que sale por la tele; pero un día tuve la oportunidad y se lo conté a un niño que se sentó a mi lado en el autobús y que era de un barrio que se llamaba Aluche, y a ese niño concretamente no le hizo ninguna gracia. Me dijo que lo que ellos hacían en su colegio de Aluche era jugar al rescate, y cuando pillaban a alguien, en vez de agarrarlo, le pegaban un empujón para atrás y lo tiraban al suelo mientras gritaban:

«¡Y qué me importa si tu culo explota!».

El niño de Aluche se empezó a reír de una manera tan terrorífica que a la gente del autobús que iba amargada pensando en sus cosas le llamó la atención. Yo le tuve que decir que a mí concretamente lo que hacían en su colegio tampoco es que me pareciera de matarse de risa, y al final del viaje los dos nos despedimos con bastante educación —haciendo así un gesto con la cabeza—, pero pensando que a lo mejor tendríamos que viajar más, ir de vez en cuando a los barrios de al lado, como Aluche o Carabanchel Bajo, para poder entender a niños de otros mundos (mundiales) y compartir sus culturas.

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