Manolito tiene un secreto (5 page)

Read Manolito tiene un secreto Online

Authors: Elvira Lindo

Tags: #Humor, Infantil y juvenil

BOOK: Manolito tiene un secreto
5.51Mb size Format: txt, pdf, ePub

Al momento, volvió la
sita
del Imbécil con el frasco de azúcar del comedor y fue sacando los chupetes de las bocas de las ovejas. Le costó bastante porque los tenían sujetos por los dientes. Eran unas ovejas rabiosas. Se los arrancaba de la boca y los iba mojando en el azucarero. Las ovejas se fueron callando una a una, y entre la
sita
y los pastorcillos los fuimos volviendo a poner en fila. El ruido de los berridos se fue cambiando por un ruido mucho más bajo: el «
goño-goño-goño
» que hace el Imbécil cuando se concentra con el chupete para dormirse. Las ovejas, ahora ya mucho más calmadas, empezaron a subir otra vez las escaleras, aunque alguna de ellas tuvo el morro de sacarse el chupete de la boca, empezar a llorar con un llanto falso y pedirle a la
sita
que se lo volviera a mojar. Las otras siguieron el ejemplo, porque si hay algo que caracteriza a las ovejas es que tienen un morro que se lo pisan.

Gracias al azúcar conseguimos colocarlas a todas en el escenario. Se supone que tenían que estar de pie, todas muy juntitas, porque hacían de rebaño, ellas a un lado del escenario y nosotros, los pastores, a otro. El alcalde empezó a retrasarse porque los alcaldes siempre se retrasan. No me preguntes por qué, pero si eres alcalde y no te retrasas la gente no te toma en serio y se ríe en tu misma cara. La
sita
Asunción dijo que a ver si nos creíamos que la única obligación que tenía el alcalde era venirnos a ver a nosotros, dijo que el alcalde iba de un lado a otro sin descanso cuidando de todos los ciudadanos, apagando incendios, rescatando a viejas que iban a ser atracadas, salvando a niños que se habían tirado por el Viaducto. El alcalde no descansaba, se ponía una capa que tiene, como la de Superman pero en negro, y se pasaba el día luchando contra el mal, así que nosotros, en agradecimiento, dijo la
sita
, le íbamos a esperar con una sonrisa aunque viniera por la noche.

Pusimos una sonrisa que tenemos que es bastante falsa, y la
sita
nos dijo que nos la guardáramos para cuando llegara la autoridad. Ensayamos tres veces el villancico del pobre pastor:

«Qué le llevo, qué le llevo

a ese Niño de Belén.

Si tú le llevas tu oveja,

se la llevo yo también.

Qué le llevo, qué le llevo

al pobre Niño Jesús.

Dos ovejas le llevamos,

dinos qué le llevas tú.

Qué le llevo, qué le llevo

al Niño recién nacido.

Cuatro ovejas le llevamos,

ha de estar agradecido.

Qué le llevo, qué le llevo,

a ese pequeño tragón.

Le daré mis seis ovejas,

tendrá leche y requesón…».

Y así hasta 50. Es que Paquito Medina es un poeta que pasará a la historia. Por bueno y por plasta, la verdad. Para nosotros es un poco largo, pero a la
sita
le encanta y ella nos marca el ritmo con la zambomba. Habrá un día en que Paquito Medina será tan famoso como Joaquín Sabina, que es un cantante poeta que tiene la suerte de estar vivo, porque los poetas se mueren enseguida para poder pasar a la historia. Paquito Medina, después de ganar el Premio Nobel, viajará directamente de Suecia a Carabanchel para inaugurar la calle Paquito Medina, poeta carabanchelero. Y di que vendrá el telediario a retransmitir el acto y entonces Yihad hablará a las cámaras para explicar que Paquito Medina fue el niño poeta que todos admirábamos. Y yo saldré al lado de Yihad sin decir ni mu. Porque aunque soy yo el que me he inventado el futuro de Paquito Medina es Yihad el que manda, y eso lo saben hasta los chinos de Rusia.

La última estrofa de la poesía que Paquito Medina le había escrito al superalcalde, decía:

«Qué le llevo, qué le llevo,

para que tenga un buen año.

Yo me quedo en la miseria,

y el Niño, con el rebaño».

Esta estrofa ya la cantábamos bastante afónicos. Es un villancico que está bien si piensas en el Niño Jesús, pero si te pones a pensar en los pastorcillos te da un poco de mal rollo. Es lo que llama Paquito Medina un villancico deprimente. Y como es el autor, tendrá razón. Además, la
sita
es la que había compuesto la música y si la letra era deprimente no te quiero contar cómo era la música. Menos mal que los libros sólo tienen letras.

Después de ensayar el villancico, que lo hicimos sin tener en brazos a las ovejas como estaba pensado porque la
sita
no quiso que las revolucionáramos antes de tiempo (son ovejas rabiosas), el Orejones López ensayó una vez la poesía escrita también por Paquito Medina, que era la poesía de bienvenida al alcalde Manzano:

«Hoy nos visita el alcalde,

el alcalde de Madrid.

Eran muchos los colegios,

pero ha elegido el de aquí.

Eso nos llena de orgullo,

nunca lo hemos de olvidar,

mas eso no significa

que lo hayamos de votar.

No podemos todavía,

de la infancia somos niños,

no le damos nuestro voto:

le damos nuestro cariño».

Eso de que en la poesía el Orejones dijera que no le dábamos nuestro voto no fue idea del propio Paquito Medina, sino de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos, que dijo que no había que politizar el acto, y a nosotros lo que nos diga el HAMPA va a misa, porque como no sabemos lo que es eso de politizar un acto, pues la verdad es que nos chupa (bastante) un pie.

Mientras ensayábamos, las ovejas volvieron a llorar porque querían sentarse y estaban asadas del calor que les daban el borreguillo y la gomaespuma. La
sita
volvió con su azucarero antipedagógico y mojó todos los chupetes. Los que no usaban chupetes mojaron el dedo. Luego las dejaron que se sentaran.

A los cinco minutos, el «
goño-goño-goño
» se cambió por un «
aggggggg
», como un ronquido muy suave. Las ovejas, apiñadas unas encima de otras, se habían dormido.

CAPÍTULO SEIS
Tensión ambiental

Estábamos ensayando por quinta vez el villancico. Cantábamos muy bajito para que las ovejas no se nos despertaran, porque las
sitas
dijeron que a esas 50 ovejas era mejor tenerlas en el mundo de los sueños antes de que se cansaran de verdad y se pusieran a llamar a sus madres con esos terribles balidos que te parten el corazón.

Las madres, por cierto, ya estaban sentadas en el salón de actos, porque la
sita
Asunción había dicho en secreto a las otras
sitas
, aunque la Susana y Jessica (pastorcillas en el espacio) lo habían podido oír, que casi peor que las ovejas eran las madres de las ovejas, que continuamente querían estar arreglando la lana y el cascabelillo y el borreguillo a sus crías.

Yo, por una vez en mi vida, estuve de acuerdo con la
sita
Asunción: mi madre sólo vive para su oveja; en cambio, a su pastorcillo (yo) lo tiene completamente abandonado. Menos mal que no soy el único pastorcillo sobre la tierra al que le pasa eso: en mi clase, cada vez que una madre ha tenido una oveja se ha olvidado del pastorcillo. Así que esas madres que las
sitas
habían intentado sentar para que no molestaran, se levantaban cada dos por tres para comprobar que su ovejilla tenía todo el disfraz bien colocado, aunque yo creo que muchas veces se equivocaban de oveja y arreglaban a una que no era la suya. Vamos, mi madre en concreto le estuvo dando besos de amor a Melanie (la hermana de Mostaza) pensando que era el Imbécil. Así son las madres, se creen que nos conocen y en cuanto nos ponemos un gorro nos confunden incluso con personas de distinto sexo.

A las
sitas
les costó hacer entender a las madres que no se podían sentar en la primera fila porque la primera fila estaba reservada para las autoridades: para el alcalde, la presidenta del HAMPA, el director del colegio, el presidente de la Asociación de Vecinos y todos los presidentes que hay en Carabanchel (Alto), que debe de haber muchos más de los que yo pensaba, porque la fila de autoridades estaba llena. Detrás de las autoridades había dos filas para el Hogar del Jubilado, o sea, para todos los abuelos de Carabanchel (Alto), incluso los que no tienen nietos en mi colegio, porque los abuelos del Hogar del Jubilado siempre tienen una fila o un banco reservado en cualquier sitio de mi barrio, y todavía más si hace frío. Por ejemplo, un ejemplo, hace poco abrieron un híper cerca de mi casa y los abuelos metieron el banco en el que se suelen sentar en el Parque del Ahorcado y se lo colocaron al lado de las cajas, porque a todos los abuelos de Carabanchel (Alto), no me preguntes por qué, les gusta ver cómo las señoritas cajeras hacen las cuentas, y lo tienen reservado por turnos. A mi abuelo le toca el que va de cinco a siete, así que últimamente la siesta se la echa en el híper con la cabeza puesta sobre el hombro del abuelo de Yihad, el señor Faustino, que tiene el mismo turno y que se duerme también. Nada más coger el sueño se les descuelga la mandíbula y parece que tienen la cara tres veces más larga. Mi madre le dice: «Papá, es que da vergüenza de veros de esa manera, como si no tuvierais casa ni tele para quedaros sopa después de comer». Pero mi abuelo dice que mucho mejor que la tele es quedarse
cuajao
oyendo a la gente de fondo y con la megafonía del híper anunciando las ofertas. «Muy bien», le dice mi madre, «como sé que harás lo que te dé la gana, lo único que puedo hacer yo es no ir a comprar de cinco a siete, para no tener el gusto de verte con la boca abierta encima del señor Faustino, que tiene tan poca vergüenza como tú».

Pero lo que yo quería contarte no era lo de la siesta de mi abuelo en el híper, sino que también estaban presentes los viejos en el salón de actos en el día de la gran función, al que llamaremos el Día M, por Manzano, que así se llama el alcalde, según nos dijo la
sita
Asunción.

Mostaza preguntó si Manzano era un mote, y la
sita
le dijo que no se hiciera el gracioso. No se da cuenta la
sita
de que Mostaza siempre habla en serio y de que además está muy concienciado con esta problemática de los motes, porque en mi colegio todo el mundo que es un poco importante tiene uno, así que la gente da por descontado que Mostaza es un mote, porque Mostaza en mi colegio es bastante importante por ser el niño cantor; pero no, aunque lo parezca, Mostaza es un apellido de verdad. Es el apellido de su padre, que es un señor al que Mostaza no conoce, porque fue un señor que después de decirle: «Toma, hijo, mi apellido», dijo adiós muy buenas y nunca más se supo. Nosotros le decimos a Mostaza que por qué no salen abrazados en la tele la Melanie, su madre y él, en uno de esos programas que hacen para que la gente vuelva aunque no quiera, y dicen eso de:

Other books

Sanctuary by Christopher Golden
Deep Waters by Kate Charles
The Tainted Snuff Box by Rosemary Stevens
Secret Of The Manor by Taylin Clavelli
Hope (The Virtues #1) by Davida Lynn
Schmidt Steps Back by Louis Begley
Keep It Pithy by Bill O'Reilly
The Passions of Bronwyn by Martina Martyn