Hoy tal vez te enterás por un amigo que tu ex novia estuvo llorando por vos, entonces la llamás por teléfono y lo más probable es que te sorprenda con una frialdad insuperable, y vos te quedes con el tubo en la mano como un boludo habiendo quemado una ficha y restado puntos a tu plan de reconciliación.
Si llora que llore. Que se deshidrate.
Vas a ver que cuando ve que sus lágrimas no causan el efecto deseado no llora más.
Vos te vas a sentir un hijo de puta.
No te preocupes. Les gustan los hijos de puta.
Una vez me contaron un chiste que me causó mucha gracia.
Resulta que había un tipo que desde hacía dos años estaba solo en un isla. Era el único sobreviviente de un naufragio. Ya estaba repodrido de comer siempre lo mismo, la pequeña isla ya se la conocía de memoria y no tener contacto con ningún ser humano durante todo ese tiempo lo tenía bastante mal.
Un día estaba sentado en la playa mirando el mar cuando a lo lejos divisa otro náufrago flotando a la deriva agarrado de una madera.
Al principio piensa que es sólo su imaginación, como tantas otras veces, pero a medida que se va acercando a la costa se va dando cuenta de que esta vez es cierto.
Cuando el nuevo náufrago se encuentra a poca distancia de la playa, corre a socorrerlo y ahí se da cuenta que se trata nada menos que de la más famosa Top Model internacional de aquel momento, sex symbol mundial y tapa de todas las revistas llamadas Stephanie Lake.
Una terrible rubia de casi un metro ochenta de altura, 110-60-90, ojos verdes, cara perfecta, en fin… una locura.
El tipo no lo puede creer, no podía ser que tuviera tanta suerte, no podía ser cierto.
—¿Vos sos Stephanie Lake?
—Sí.
—No lo puedo creer… pero… ¿qué pasó?
—Y qué va a pasar. Se hundió el barco en el que viajaba y soy la única sobreviviente.
—Acá en esta isla estoy yo solo, es más, estoy solo desde hace dos años. No sabés las ganas de coger que tenía.
—Y las vas a seguir teniendo, porque yo soy nada menos que la famosa modelo Stephanie Lake y a mí no me tocás ni un pelo.
El tipo la trata de convencer de las mil maneras posibles durante como tres meses y nada, hasta que un día ella se da cuenta de que realmente podría pasar mucho tiempo hasta que alguien los rescatara, y como el tipo le caía simpático y de daba un poco de pena que hacía dos años y tres meses que no estaba con una mina, va y le dice que esa noche va a acceder a sus deseos.
No lo podía creer, pero dicho y hecho al llegar la noche ella se le acerca, se desnuda y hacen el amor una y otra vez hasta que se quedan dormidos.
A la mañana siguiente, cuando Stephanie se despierta lo ve sentado en la arena, a unos cuantos metros de ella con una expresión muy pero muy triste.
Entonces se le acerca y le pregunta: ¿Qué te pasa?
Él le responde: —Tengo que pedirte un favor muy, pero muy grande.
—Bueno, decime —dice ella.
—Por favor, necesito que te disfraces de hombre, —dice él con una expresión de angustia enorme.
—Pero, ¿para qué? —pregunta Stephie.
—Por favor, disfrazate de hombre —insiste él.
—Bueno, está bien —responde ella y va en busca de algo para disfrazarse.
Luego de un rato aparece con el pelo recogido y teñido de negro con la savia de unas plantas, un bigotito y una barba hechos con unas hojitas y un viejo saco.
Él al verla llegar de esa manera sonríe, se le acerca caminando muy canchero, le pone una mano en el hombro y le dice al oído: Flaco, ¿a que no sabés a quién me cogí anoche?
Y, no lo podemos negar. Los hombres somos bocones. No podemos resistir la tentación de contar nuestras hazañas sexuales a todos nuestros amigos, o por lo menos a algunos de ellos.
Y así como contamos lo bueno, también contamos lo malo.
Es muy común que cuando un hombre tiene sospechas de que su novia tiene otro tipo, vaya y se lo cuente a sus amigos. Esto lo hacemos porque necesitamos sentirnos acompañados en un momento tan jodido como es el de suponer que nuestra novia nos metió unos cuernos que parecíamos Bambi.
Y como si fuera poco, en los casos en los que las sospechas se confirman, vamos y también lo contamos y con lujo de detalles.
En esos momentos en que uno tiene una bronca bárbara y piensa que la ruptura va a ser definitiva, hace bien descargarse con los amigos. Pero el problema es que una gran cantidad de casos, la mina se arrepiente y quiere volver, y si bien al principio los tipos nos hacemos los duros, a la larga, si la queremos, terminamos casi siempre aflojando y entonces tenemos que darle explicaciones a todo el mundo. Que en realidad con el otro no había pasado nada… que ella estaba confundida… que vino bien para que se diera cuenta que me quería… que lo que les conté no era del todo cierto… En fin, lo único que se ganó por ser un bocón es que a partir de que nos arreglamos con nuestra querida novia, quedamos ante todo el mundo como los reyes de los carnudos.
¿Y qué tuvo de positivo haberle contado todas nuestras penas a los demás? Nada, porque encima a ellos en realidad nuestro problema no les quitaba el sueño.
Con esto no quiero decir que cuando una novia nos mete los cuernos está bien amigarse.
Eso es algo para analizar en cada caso. Pero es importante que esa decisión sea nuestra y que no le tengamos que dar explicaciones a nadie.
Cuando hay una ruptura nunca sabemos con seguridad si será definitiva, aunque en el momento nos parezca que sí lo es, por lo que es bueno que los demás sepan lo menos posible. Son asuntos nuestros.
Si uno de los objetivos de este libro es saber como actuar para recuperar a tu ex novia, es importante tener en cuenta que mantener la boca cerrada sobre ciertos temas nos puede simplificar las cosas.
Tu novia se va de vacaciones. Que lo parió. Cómo la vas a extrañar. Ella también te dice que te va a extrañar, que se va a morir sin verte. Llora.
¿Por qué no se queda?, se preguntaría cualquiera con dos dedos de frente. Pero bueno, la realidad es que se va. Ya sea que se vaya con la familia o con amigas, éste es un período donde casi siempre la estabilidad de la pareja tambalea.
¿Por qué? Porque los hombres tenemos la habilidad de hacerlas sentir que son las diosas de la costa. Los tipos van en grupo de vacaciones pura y exclusivamente de levante. Empiezan apuntando alto y luego van bajando sus pretensiones, pero nadie quiere volver de la playa sin alguna historia sexual o romántica. Es el momento para ganar minas.
O sea que si nuestra novia es una diosa, va a estar entre las primeras en ser atacadas por esa turba embravecida de hombres calientes, y si es un bagrecito, estará entre las terceras o las cuartas, pero estará.
Y es entonces cuando se la re creen y se ponen a pensar qué desperdicio estar de novias cuando son tan requeridas por tantos hombres. Y se agrandan. Y por lo general, alguno que otro también a ellas les gusta.
Lo más probable es que a su regreso llegue «confundida» y será entonces cuando tengamos que aplicar todo lo que estamos leyendo.
Pero algo peor puede suceder: que al novio se le haya ocurrido la majestuosa idea de ir a visitarla a la costa. Ya sea que lo haya programado anteriormente con su novia o que la quiera sorprender.
Mi hermano y yo veníamos de nuestro trabajo un caluroso jueves de enero cuando vimos venir a nuestro amigo Luis caminando por la calle Artigas. Le vimos la expresión desde unos cincuenta metros y nos asustó. Venía como un zombie. Parecía que el mundo a su alrededor se había detenido. Caminaba porque las piernas se le movían solas, primero una y después la otra, y porque nada se le interponía en el camino como para que se hiciera pomada.
—¿Qué te pasa?
—Vengo de Retiro— nos dijo con voz de ultratumba. —Fui a devolver el pasaje que había sacado para ir a visitar a mi novia a San Bernardo.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?— le preguntamos.
—No sé… no sé… la llamé por teléfono para avisarle qué día y a qué hora llegaba y me dijo que no fuera… que no iba a estar… que… no se qué…
Estaba como mareado. No comprendía.
Típico. Una minita seis puntos que se fue a la costa y se sintió Brooke Shields, lo último que necesitaba era al novio al lado.
Mi primo Patricio no soportó la ausencia de su novia Sonia en las vacaciones. Quince días eran una eternidad. ¿Cómo podía ser que él estuviera separado de ella durante trescientas sesenta horas?
Cada minuto se haría totalmente insostenible y él debía superar nada menos que veintiun mil seiscientos minutos o lo que es igual a contar hasta un millón doscientos noventa y seis mil. Absolutamente imposible.
Cualquiera con dos dedos de frente le hubiera dicho: «Patricio, aflojá… son nada más que quince días». Pero para él no eran quince días. Para él eran un millón doscientos noventa y seis mil eternos e insoportables segundos. Sólo había una solución: agarrar un bolsito, lo que se pueda juntar de plata y embalarse como sea a Mar del Plata, a confundirse en ese tan anhelado abrazo.
No importaba dónde dormir, ni qué comer, ni nada de nada. Sólo importaba verla, estar con ella, dejar de sentir esa angustia que no deja respirar, esa angustia que seguramente también estaría sintiendo ella. Aunque una vocecita muy lejana que viene desde adentro nos diga que ella no está sintiendo un pomo. Pero para qué vamos a andar escuchándola, ¿no?… esa vocecita no sabe nada de nada…
Y ahí fue Patricio con sus doscientos treinta pesos en la billetera, sus diez kilos de equipaje, y sus dos metros de altura, hacia la terminal de Retiro.
Ya hacía algunos días que ella estaba en Mar del Plata, motivo por el cual Patricio ya se daba por extrañado.
Luego de un reencuentro casi idéntico al soñado y de una romántica noche, sobrevino el día de playa. El sol era insoportable, y cansado por el viaje y la trasnochada, Patricio se encontraba tendido en la arena, a escasos metros de su novia y sus amigas, que estaban paradas charlando, o más bien podríamos decir «mostrándose», cerca de la orilla. El tarjetero del boliche de onda pasaba con sus jeans y en patas entregando tarjetas y haciendo sonrisitas a cuanto ser con tanga se le cruzara. Gordas, flacas, altas, bajas, lindas, feas, todas sentían que el boliche no abriría si ellas no concurrían.
El tarjetero detuvo su marcha triunfal en Sonia, la novia de Patricio. Ella lo saludó como si fuera un querido compañero de colegio y se quedaron hablando. Patricio abrió sus verdes ojos tanto como el sol de frente se lo permitió. La simpatía que derrochaba su novia con el tarjetero del boliche le provocó un acto reflejo de leve incorporación y agudización de vista.
«No tiene sentido que arme un escándalo por esto», pensó. «¿Qué lograría? ¿Pelearme y tener que volver a la Terminal de micros, todo por unos tontos celos?».
Así fue como Patricio se conformó momentáneamente, y siguió tendido en la arena.
Esa noche, casualmente, Sonia y sus secuaces utilizaron las tarjetas de la playa para ir a bailar. Patricio llegó más tarde y se encontró con un cuadro «casi» aterrador. Su novia y sus amigas sentadas departiendo muy alegremente con el tarjetero y su grupo de amigos. Patricio se incorporó al grupo, serio como peludo en fábrica de charangos.
Y dije «casi» aterrador, porque aterrador del todo fue cuando el tarjeterujo invitó a bailar a Sonia en las propias narices de Patricio, y ella aceptó como si su novio fuera un bafle.
Conclusión: Patricio en la terminal de micros, con sus menos doscientos pesos, sus diez kilos de equipaje y sus dos metros de altura, de regreso a Retiro.
No hay caso. En la playa se agrandan.
Será el aire de mar, el sol, el agua salada, o tal vez una combinación de todos ellos.
Y lo mejor es estar lejos cuando eso sucede.
Ustedes dirán: «pero si estamos lejos sonamos». Sí, tal vez. Pero ojos que no ven corazón que no siente. Por lo menos ella no se va a sentir invadida. Si tiene ganas de jugar a la diosa del verano, que lo haga.
Si nos quiere, al volver de la costa, va a estar medio alteradita un tiempo, pero nosotros, aplicando las técnicas de recuperación de «confundidas» que estamos aprendiendo, vamos a normalizar la situación. Ahora, si nos embalamos a visitarlas, vamos a caer como adoquín en la sopa, y provocaremos otra situación bastante más difícil de remontar.
Hace unos días recibí un e-mail de mi cuñado que además de ser absolutamente cierto, me divirtió mucho.
Decía que para que una mujer esté absolutamente feliz con un hombre, éste debe ser: Fachero, alto, viril, amigo, compañero, amante, hermano, padre, maestro, cocinero, mecánico, gomero, plomero, jardinero, decorador de interiores, electricista, ginecólogo, psicólogo, psiquiatra, audaz, simpático, atlético, cariñoso, atento, caballero, inteligente, imaginativo, creativo, gracioso, dulce, fuerte, comprensivo, tolerante, prudente, ambicioso, capaz, valiente, decidido, confiable, respetuoso, apasionado y sobre todo muy solvente.
Tal vez tengas todas las cualidades menos la de electricista.
No sirve.
Vas a cansarte de escuchar frases como: «¡A vos te parece que tengamos la lámpara quemada desde hace quince días! ¡El marido de Marta le arregló hasta la tostadora cuando se le quemó!»
¿Y todo lo demás no sirve? Y… en ese momento parece que no.
Pero así y todo, si tuvieras todas las cualidades, con la de electricista incluido, hay otras cosas que tendrías que tener en cuenta como por ejemplo no ser celoso, pero tampoco parecer desinteresado. Tener otras actividades pero no dedicarles más tiempo que a ella. Darle su espacio pero mostrarle preocupado por donde estuvo. Y muy importante: no olvidar las fechas de cumpleaños, aniversario de novios, de casamiento, graduación, santo, última menstruación, primer beso, cumpleaños de la madre, padre y hermanos.
Es importante tener en cuenta que cumplir con todos estos requisitos no garantiza el 100% de la felicidad de las mujeres, porque podrían sentirse inmersas en una vida de sofocante perfección y fijarse en el primer sorete, vago, borracho y golpeador que se les cruce.
¿A qué apuntamos con todo esto? A que en determinado momento ella va a hacerte cuestionamientos por equis motivos. Que no sos lo suficientemente comprensivo, que no la escuchás, que estás demasiado pendiente de ella, que comés mucho, que vas a jugar fútbol, que te ponés la rema adentro, que no querés a su mamá, que no te cortaste el pelo, que no te afeitaste, que te bañás muy seguido, que en lo único que pensas es en el sexo, que ella sexualmente ya no te interesa como antes, que no te caen bien sus amigas, que estás caliente con sus amigas, que vas a comer muy seguido con tus amigos, que se ven muy poco, que se ven mucho, que nunca le hacés regalos, que no le llenás el vaso, que no te ponés la servilleta, que le deciás mucho tiempo al estudio, que no estudiás, en fin… equis motivos. Y por más que intentes modificarlos, aparecerán indefectiblemente otros equis motivos para que te sigua rompiendo las pelotas.