-Bueno, chicos, ¿qué les parecen sus padres, ahora que estamos divorciados?
Sofía dijo:
-¿Qué es
orciados
?
Nos quitamos los trajes de baño. Los chicos empezaron a bucear ya mostramos el trasero por encima del agua, riéndose. Era la primera vez que nos bañábamos desnudos. Siempre he sido la madre responsable que no sabe si eso puede traumatizar a sus hijos.
Francis me contó que cuando habló con Gina le dijo que tenía a su esposa llorando en la habitación de aliado y que su producción llevaba un desfase de 15 millones de dólares sobre el presupuesto. Ella se limitó a pestañear y le pidió ayuda porque la señora Marcos le había prometido que apoyaría su película y ahora no daba señales de vida.
20 de abril, Pagsanian
El helicóptero está averiado. Fuimos hasta el set en coche. Es un trayecto de una hora y media a través de arrozales de colores verde y amarillo muy intensos, salpicados de pequeñas aldeas. Pasamos junto a puestos de venta de ananás y de queso de carabao, pequeñas ferreterías, panaderías, funerarias con muestras al aire libre de lustrosos féretros, molinos de arroz, kioscos de golosinas con hileras de frascos de caramelos de colores. Había gente apiñada sobre jeeps, triciclos, bicicletas, ancianos sentados a la sombra con pañuelos blancos en la cabeza y millones de niños. Ahora no se ven niños con uniforme escolar. Son las vacaciones de verano. El nuevo período empieza en junio.
El rumor de hoy es que la producción concluirá el 21 de mayo. Hay una serie de escenas que han sido cortadas. Todo el mundo tiene las pilas cargadas. Ayer hicieron nueve escenas. Marty llevaba monitores en el corazón durante las tomas. Todo salió bien. Dijo que estar de vuelta en el trabajo era el mejor medicamento que podía tomar.
21 de abril, Pagsanjan
Hoy Francis se fue a la casa flotante en vez de almorzar. Dice que quiere perder otros cinco kilos. Roman y yo comimos con el equipo. Llevamos los platos hasta la mesa y nos sentamos enfrente de Joe Lombardi. Joe se puso a hablar de lo caros que resultan los efectos especiales. De que no importa si uno está en una superproducción o en una película de bajo presupuesto, un disparo de bala cuesta lo mismo. Le pregunté cuánto cuesta: «Tres dólares cada uno». Me puse a pensar en las ametralladoras acribillando el puente en la Aldea II de Baler. Eran miles de disparos, y repitieron la toma tres o cuatro veces, cargando de nuevo las metralletas en cada toma. Joe me preguntó a su vez: «¿Y cuánto crees que vale una lata de humo de colores?».
Calculé que unos cuatro o cinco dólares. Me dijo que veinticinco. En el reducto de Kurtz, especialmente, se han utilizado miles. Hubo veces que usaban centenares, un día tras otro. Me dijo: «Las granadas que se utilizaron en el reducto de Kurtz valen ya cien dólares cada uno». Casi ocho mil litros de gasolina se quemaron en la toma del napalm. Añadió que este es el mayor presupuesto en efectos especiales de la historia.
Tengo curiosidad por preguntar al departamento de contabilidad cuánto ha costado todo esto, en más de un año de filmación. Joe dijo que no va a haber otro despliegue tan impresionante de efectos especiales en mucho tiempo. Hay un par de miembros de su equipo mayores de sesenta años. Dejó que fueran ellos los que encendieran las fases mayores de la explosión de la última noche en el reducto de Kurtz, ya que nunca más van a tener una oportunidad como esta en lo que les queda de vida. Uno de sus hombres, Jerry; trabajó en
Cleopatra
,
El cañonero del Yang-tse
y algunas de las producciones más espectaculares, pero «nada se parecía a esto en lo referente a efectos».
25 de abril, Pagsanjan
Ayer fue el cumpleaños de Roman, el segundo que celebra en Filipinas. De los últimos cuatro años, tres no ha podido celebrar una fiesta de cumpleaños en casa con sus amigos. Hace cuatro años estábamos en Sicilia, filmando
El Padrino II
. Organizamos una fiesta de cumpleaños e invitamos a todo el equipo técnico. Cuando terminó la filmación, todos sus regalos fueron empaquetados, pero se extraviaron antes de que los mandaran a casa. Todavía se acuerda de aquellos juguetes de vez en cuando. Ayer pedí al servicio de comida y bebida que le trajeran una torta de cumpleaños a la hora del almuerzo. Sólo le pusieron diez velas, así que Roman partió dos por la mitad para poder soplar las doce. Le había pedido al departamento de vestuario que le hicieran una remera como las que llevan los tripulantes de la lancha de patrulla. Se la hicieron con el escudo de la patrulla fluvial y todo, y también le encontraron una gorra de su talle con la insignia. A Roman le gustó muchísimo. También le conseguí unas cuantas heridas falsas del departamento de maquillaje y un equipo de supervivencia de utilería.
Pero me lo perdí todo. Yo estaba en la oficina de producción intentando reservar los pasajes de regreso a San Francisco para Roman y Gio. El vuelo que quería estaba lleno. Odio mandados en un vuelo que incluya una escala de cuatro horas en Guam, o algo parecido. El viaje dura veinte horas sin escalas y ya es bastante extraño. Despega de Manila a las 18 horas de un martes y se supone que llega a las 18:05 del mismo martes a San Francisco, cruzando la línea internacional de cambio de fecha en sentido inverso. Evidentemente, la Philippine Air Lines no suele ser puntual. con lo que normalmente uno llega el miércoles a las dos de la madrugada, cansado y de mal humor.
Cuando volví al set desde la oficina de producción, me enteré de que estaban filmando a casi una hora en bote y que no había embarcaciones disponibles para llegar hasta allí. Esperé varias horas con algunos de los utileros que intentaban también llegar hasta el set. La locación estaba fuera del alcance de la radio. Ni siquiera podíamos pedir una embarcación. Al final tomé un coche de regreso al hotel Rapids y bebí un té frío mientras charlaba con Sue. Estuvimos hablando de lo que es estar enamorada de un hombre que es siempre el centro de atención (ella convive con el actor Sam Bottoms). De cómo, cuando todo el mundo le dice a este hombre lo fabuloso y genial que es, la reacción de uno empieza a ser la contraria, como para contrarrestar el efecto. De una manera casi inadvertida, uno reprime los halagos, cuando en realidad son los halagos que él más valoraría.
26 de abril, Hidden Valley
El sábado al anochecer subimos al helicóptero justo al acabar la última toma y volamos hasta la isla del señor Toda, director general de Philippine Air Lines. Está frente a la costa, en la provincia de Zambales. Sobrevolamos Iba, donde el tifón destruyó los sets el pasado año. Las locaciones habían prácticamente desaparecido bajo la selva y ya casi no quedaba ningún rastro de nuestro paso. La última parte del vuelo por encima del agua fue muy bonita. Se había puesto el sol y había cientos de embarcaciones pescando con las luces encendidas. Con los últimos rastros de luz diurna reflejados en el agua, parecían multitud de pequeñas ampollas sobre la piel del mar.
A medida que nos acercábamos a la isla, el sonido del helicóptero debió de sintonizar con la frecuencia acústica de los murciélagos, pues una inmensa nube de ellos se levantó por encima de la pista. Advertí que Dick estaba preocupado. Cuando aterrizamos nos dijo que si uno se hubiese metido en la hélice, habríamos tenido problemas. Nos llevaron a unas habitaciones de la que ellos llamaban «casa de las literas». Las habitaciones tenían el estilo de los hoteles nativos, con paredes de estera, ventiladores de techo y ventanas de madera. Los niños fueron acomodados en la habitación contigua a la nuestra y parecía haber unos cuantos invitados más en otras habitaciones. Tras ducharnos y vestirnos para la cena, nos encaminamos a la casa principal.
Era una edificación grande y abierta, con terrazas, suelos de bambú, techos de palma, mobiliario de ratán con almohadones grandes y mullidos, loros, lámparas de mimbre, antiguos arcones de madera de Mindanao y una colección de caracoles exóticos recogidos en la playa de la isla. Había entre seis y ocho invitados que hablaban español. Invitaron a los niños a sentarse alrededor de una gran mesa redonda en la que estaban los hijos de los otros invitados, para que cenaran antes que los mayores. Estuve deambulando y contemplando los detalles de la casa. Al advertir mi interés, me mostraron la enorme cocina y algunas habitaciones. Cuando los niños acabaron de cenar, nos invitaron a asistir a una misa en el gran porche adyacente a la casa, frente al mar. Celebraban la misa los sábados al anochecer para que todos pudieran pasar el domingo disfrutando de la playa. Me costó un poco decidir si era más cortés levantarse y arrodillarse corno hacían los demás durante la ceremonia, o si era más apropiado permanecer sentada. La misa fue en inglés. Sofía se quedó boquiabierta ante las frases referentes a beber la sangre de Jesús y partir el cuerpo de Cristo. El cura era un norteamericano de origen escocés, un jesuita que parecía amigo del jet seto Durante la cena estuvo hablando del tapizado de piel blanca del avión privado de la señora Marcos, y comentó que no estaba bien cuidado.
Nuestro anfitrión apareció justo antes de empezar la cena. Era un hombre bajo, ataviado con una chaqueta de seda china. Nos acompañó hasta la mesa de la cena, junto a la piscina. Estaba a dieta, y comió sólo una hamburguesa sin nada de vino, mientras los demás nos atracábamos en la gran mesa de la comida. El señor Toda contó muchas animadas historias sobre sus viajes, incluyendo uno a China, sobre sus vuelos a los más diversos lugares del mundo, sobre aviones y barcos, y hasta sobre un submarino de dos plazas que había poseído. Nos habló de su proyecto de plantar árboles de mango en la isla y luego mandó a alguien a encargar jugo de mango a Manila para que se lo enviaran por avión por la mañana. Nos habló de la isla. Francis le comentó sobre la posibilidad de comprar una isla. Después de la cena, nos mostró su estudio privado, su cámara de vídeo Sony y su bañera gigante.
Por la mañana, nos sirvieron un suculento desayuno. Una mujer encantadora, que era la encargada de la residencia y quien había salido a recibirnos cuando llegamos, se sentó con nosotros y nos explicó cosas de la isla. Luego nos llevó de excursión en una pequeña camioneta descapotable. Vimos un campo de golf de nueve hoyos, una zona de árboles de mango recién plantados, un criadero de cocoteros, un faro, un terreno despejado con lo que parecía una diminuta urbanización: había hileras e hileras de cabañas de palma de poco más de un metro. Nos contaron que en cada cabaña había un gallo de riña. Los cría el hijo del señor Toda. Trae pollos de una semana desde Estados Unidos. Vimos reses y ovejas y más zonas con mangos. Había casas de empleados muy bien cuidadas, cada una con su sendero de entrada bien alineado con piedras de coral blancas y buganvillas en flor en pulcras macetas. Nuestra anfitriona nos dijo que cada año otorga un premio a la casa con más flores y con el jardín mejor arreglado. Veintiséis familias viven en la isla. Finalmente llegamos al embarcadero. Francis y los chicos lo miraban todo. Había unas veinte embarcaciones, de todo tipo; el submarino de dos plazas estaba medio oxidado sobre su remolque. Había veleros, lanchas para hacer esquí acuático, una lancha de desembarco y un aerodeslizador. La playa era preciosa, de arena blanca y un agua clara y cálida. Había una gran terraza cubierta con toldos y una cocina enorme detrás. El resto de los invitados llevaban un buen rato en la playa y ya se habían bañado. El cura estaba enfrascado en una partida de Scrabble con una mujer española que había estado en un campo de prisioneros japonés en Shanghai durante la Segunda Guerra Mundial. Había una máquina de granizado llena de jugo de ananá, y nos servimos muchos vasos. Estuvimos nadando, Sofía jugó con los otros niños y Gio se fue a navegar en un catamarán. Roman y yo paseamos por la playa en busca de estrellas de mar y caracoles. Francis nadó hasta el catamarán de Gio. Al cabo de un rato, nos reunimos todos en la terraza y nos sirvieron el almuerzo. En nuestra mesa, se sentó un hombre que hablaba de la historia de Fi1ipinas. Contaba que después de la Segunda Guerra Mundial, Filipinas había reclamado la independencia de Estados Unidos y la había logrado, pero que estaban resentidos por el hecho de que Estados Unidos fue a Japón y financió su reconstrucción. Ahora Japón es una rica potencia mundial y, en cambio, Filipinas, que había luchado en el bando de Estados Unidos contra Japón, es un país pobre del Tercer Mundo al servicio del turista japonés de la clase obrera.
Nuestro anfitrión no se presentó al almuerzo. Corría el rumor de que estaba con una bella mujer en una zona privada de la casa. Cuando nos íbamos, a media tarde, se acercó en coche hasta el helicóptero, nos dio una cálida despedida y nos invitó a volver cualquier fin de semana. El vuelo de regreso a Pagsanjan se nos hizo muy largo.
Hacia las siete de la tarde entramos en el gran comedor del hotel, donde Francis ofrecía un cóctel para dar las gracias a los dignatarios locales y a toda la gente que había colaborado en la producción. Francis pronunció un pequeño discurso, y también lo hicieron el gobernador de la provincia, el jefe de policía y varias autoridades más. Dijeron que la compañía de
Apocalipsis
había sido una magnífica embajadora, que los millones de dólares que había aportado a la economía local eran una ayuda más valiosa que cualquier programa gubernamental de ayuda económica. Esperaban que la película tuviera mucho éxito para que volviéramos a filmar nuevamente aquí.
4 de mayo, Manila
Estoy almorzando sola en Manila. Hoy cumplo cuarenta y un años. Le pedí a Delia que pasase el día conmigo, pero no podía ausentarse del set. Ayer, los propietarios del terreno donde estaban filmando les dijeron que les costaría 50.000 pesos más si querían quedarse otros cinco días. Francis dijo que no. Ya habían pagado 10.000 por dos semanas. Así que los decoradores del set empezaron a desmontar las pilas de calaveras y los de efectos especiales sacaron el montaje del ataque con flechas. Anoche se alcanzó un acuerdo por 25.000 pesos, y hoy todos se están apresurando a volver a montar el set.
5 de mayo, Hidden Valley
Cuando llegué anoche a casa desde Manila, Francis me había organizado una fiesta sorpresa. Había traído a sus padres desde California y le había pedido a su padre que me compusiera un tango como regalo de cumpleaños. Contrató una pequeña orquesta para que tocara en Hidden Valley, e invitó a Dean y a los italianos. Invadimos el restaurante. La madre de Francis y la esposa de A1fredo cocinaron pasta. Después de la cena, el padre de Francis dirigió la orquesta mientras interpretaba
Tango Eleanora
. Bailé con Francis, con Luciano y con Alfredo. Nos desplazamos por la pequeña pista en la cálida noche hasta que estuvimos empapados de sudor. Sofía se subió encima de la mesa con la torta de cumpleaños para ayudarme a soplar las velas.