Roehuesos - Novelas de Tribu (11 page)

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Authors: Bill Bridges y Justin Achilli

Tags: #Fantástico

BOOK: Roehuesos - Novelas de Tribu
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—Bueno —dijo Julia con timidez—. ¿Puedo preguntarle sobre el túmulo por el que llegamos? El que parece abandonado. Los Garou que nos enviaron aquí parecen creer que estaba asociado con Atila el Huno y un antiguo tesoro de los Señores de la Sombra.

Halaszlé puso los ojos en blanco.

—¡Tesoro! Si hubiera algo así, ya hace tiempo que lo habrían encontrado. ¿Sabes cuántos Señores de la Sombra han peinado esta zona buscándolo desde de que se fueron los Colmillos Plateados?

—Lo llevaron —dijo Madre—. Antes de que llegaran los Colmillos Plateados. Trasladaron a Serbia y escondieron allí con otros secretos. Cuidado con cosas secretas, si no se vigilan se infectan y se hacen venenosas.

—Genial —dijo Carlita—. Quizá esté enterrado donde quiera que está enterrado Jo… bueno, ya sabéis, esa cosa Wyrm.

—No es asunto nuestro —dijo Hijo del Viento del Norte—. Estamos aquí sólo por una cosa: destruir el mal que ha despertado.

Nadie tenía nada más que añadir y todos se callaron pensando en lo que tenían que hacer después. Grita Caos podía estarse muriendo, no lo sabían y no tenían modo de ayudarle. Si la medicina de Madre no funcionaba, ¿qué iban a hacer?

—Dormir —dijo Madre—. Necesitáis dormir. Tengo cama extra arriba. Y mantas para suelo.

Ojo de Tormenta ya había vuelto a la forma de loba y se había acurrucado en el suelo ante el sofá como si quisiera proteger a Grita Caos. Antes de bajar la cabeza miró a sus compañeros de manada.

—Río abajo —dijo—. Pronto.

Todos sabían que quería decir. Tenían que viajar a pie hasta Serbia, hasta el corazón del mismísimo Wyrm, y tendrían que hacerlo sin Grita Caos.

Alguien llamó a la puerta cuando Madre estaba subiendo las escaleras después de asegurarse de que la manada tenía todas las mantas que necesitaban. Carlita se dio cuenta de que no le hacía mucha gracia que hubiera alguien en la puerta. La anciana Roehuesos dudó, como pensando si contestar o no, pero luego bajó de nuevo las escaleras y se asomó por la ventanita. Parecía confundida pero quitó los cerrojos y abrió la puerta.

Habló en húngaro, algo que sonó a pregunta, luego abrió aún más la puerta y medio salió al exterior mirando a su alrededor confusa. Se encogió de hombros y cerró la puerta pasando los cerrojos de nuevo.

Halaszlé la miraba desde el suelo de la cocina y le preguntó algo a lo que la anciana le respondió encogiéndose de hombros para dirigirse después a las escaleras. Se paró antes de llegar, mirando al suelo y haciendo una mueca.

—¿Qué pasa? —dijo Carlita—. ¿Quién llamaba?

—Nadie —dijo Halaszlé—. El que llamara se fue corriendo.

Madre se miraba el zapato echándole miradas furiosas al suelo. Carlita se levantó y salió al recibidor, había un gran charco de agua cubriendo la parte delantera del recibidor y Madre estaba en medio, obviamente disgustada.

—¿De dónde viene esa agua? —dijo Carlita.

—¿Agua? —dijo Halaszlé levantándose del suelo de la cocina y entrando en el recibidor. Vio el charco y se lo quedó mirando un momento como si nunca hubiese visto agua antes. Luego abrió mucho los ojos y le gritó algo a Madre, sorprendida, la vieja Roehuesos saltó a la escalera alejándose del agua.

Al moverse la mujer el charco también se movió. Chapoteó bajo Carlita y Halaszlé dirigiéndose hacia la salita. Carlita se dio la vuelta y vio que el agua se elevaba hacia el techo y tomaba la forma y el tamaño de una versión barata de
Terminator
.

Pero no era una forma humana, parecía un cruce entre un pez con pinchos y aletas y la forma Crinos de un Garou. Los ojos bulbosos miraban fijamente a la manada y la boca luchaba por respirar pero por alguna razón no parecía estarse asfixiando. Entonces, en un instante, rápido como el rayo, saltó hacia el sofá para echarse encima de Grita Caos.

Ojo de Tormenta se lanzó contra él inmediatamente con las mandíbulas apresándole el cuello. Aquella cosa obviamente no era lo bastante fuerte para resistir el ataque a la garganta al que le estaba sometiendo la loba, pero en vez de caer o siquiera sangrar, se volvió a convertir en un gran charco chapoteando por toda la habitación.

Hijo del Viento del Norte, ahora en la forma Crinos (casi llegaba al techo) intentó acuchillar el agua con las garras pero éstas sólo la atravesaron sin afectar aparentemente al líquido.

Julia saltó a una silla y gritó.

—¡Todos fuera del agua! ¡Tengo una idea!

Carlita se retiró al recibidor tirando de Halaszlé hasta que estuvieron al lado de las escaleras sin que los pies tocaran la humedad. Hijo del Viento del Norte cambió a la forma lobo y se unió a Ojo de Tormenta sobre el sofá.

Tan pronto como Hijo del Viento del Norte salió del agua, Julia buscó en el bolsillo y sacó un artículo de plástico negro y rectangular con dos salientes en un extremo, una pistola paralizadora eléctrica. Lo metió en el agua y apretó un gatillo, unos arcos eléctricos repentinos cruzaron la habitación de inmediato, conducidos por todo el charco en un instante.

El agua se secó convirtiéndose en vapor y la bruma se disipó por la habitación. Todos oyeron un grito que se desvanecía en algún lugar lejano cuando algo murió en el mundo de los espíritus y chilló en el momento final de la agonía, tan alto que lo oyeron en el mundo material.

Madre, de pie en las escaleras, le enseñó el puño a los restos del agua con el pulgar levantado entre los dedos índice y medio.

—Vino del Tisza —dijo Halaszlé apoyándose en la pared y buscando un cigarrillo en el abrigo con las manos temblando—. He visto uno de esos antes, yo los llamo Perdiciones de las Inundaciones. Para que llegara aquí, tan lejos del río, las cosas están mucho peor de lo que hasta yo pensé.

Tragó e intentó darse fuego con el encendedor, al que parecía habérsele terminado la gasolina. Sin embargo pronto se levantó una llama y Halaszlé aspiró una larga calada.

—Nos echaron de Budapest —dijo, ahora más controlado después de la dosis de nicotina—. No nos van a echar de Szeged. Hasta aquí hemos llegado. Os ayudaré a cazar al origen de esa cosa y a matarlo para que el río pueda fluir en paz otra vez.

Capítulo nueve

Los Garou de Szeged se reunieron en un aula del campus de la Universidad Científica Attila Jószef. Al parecer, un Garou (un Fianna, ver para creer) era profesor allí, enseñaba poesía. Mihaly Oreja Larga era uno de los pocos miembros de la tribu celta cuyos ancestros todavía vivían en Hungría y de vez en cuando producían retoños Garou. Era un experto en tradiciones húngaras y un viejo amigo de Madre Sárköz y enseguida conseguía un aula vacía para las pocas ocasiones en que la mujer convocaba un consejo.

Mihaly saludó a la manada cuando llegaron mostrando gran interés en cada uno de ellos, al parecer fascinado por tener invitados americanos. Julia se esforzó por dejar muy claro que ella era británica.

—Aquí tengo un fetiche que os resultará muy útil —dijo en muy buen inglés mientras sacaba un palo pintado de una especie de ocre desteñido y atado con unas cuantas plumas de ave en la parte superior y en la inferior—. Esto os permitirá entender a los otros cuando hablen húngaro. Todo lo que tenéis que hacer es sujetarlo y todo lo que digan lo entenderéis y todo lo que digáis, ellos también lo comprenderán.

—¡Qué gran idea! —dijo Julia—. Yo ni siquiera había pensando en la barrera del idioma para el consejo. ¿Pero por qué no utilizar sencillamente el Garou?

—Se están dando otras clases por aquí y no queremos molestarlos con gruñidos.

—¿Entonces por qué celebramos el consejo aquí? ¿Por qué no en algún sitio con menos gente?

—¿En Szeged? Bueno, está el campo, sí, pero todos preferimos quedarnos en la ciudad. Además —dijo mirando a su alrededor para asegurarse de que no había llegado ningún otro invitado antes de seguir hablando—. En un sitio con tanta gente, pocos se arriesgarán a iniciar retos peligrosos. Así Madre puede controlar las discusiones más fácilmente.

—No había pensado en eso. Un plan muy sutil para una dama tan anciana.

—No llegas a viejo sin haber adquirido cierta sabiduría. Ah, aquí está el cortés Nagy Pénz, ¡justo a tiempo!

Mihaly se separó de ellos para saludar a un hombre alto y notablemente bien arreglado. Halaszlé, al lado de la manada, les susurró, refiriéndose al recién llegado, que era Nagy Pénz (Mucha Pasta), un Morador del Cristal de Budapest que prefería el encanto ecléctico de Szeged antes que lo que llamaba la superpoblada metrópolis de Hungría. Era un financiero del arte que ayudaba a adquirir piezas únicas para el museo de la ciudad. También era uno de los Garou mejor vestidos que había visto ninguno de la manada. Lucía la última moda del estilo europeo: un traje caro hecho a la medida y zapatos de cuero brillante. En vez de saludar a la manada, Pénz prefirió tomar asiento, justo cuando llegaba el resto del grupo.

Mareen Huele el Mal pertenecía a la Camada de Fenris del Parque Nacional Kiskunsag, al oeste del país. Era una medio ambientalista radical del Partido Verde que había llegado a Hungría procedente de Alemania para intentar despertar la conciencia medioambiental del lugar. Vestía con el estilo funcional que utilizaban los granjeros y los que pasan mucho tiempo al aire libre.

También había dos Señores de la Sombra, István y Janós, ambos habían venido desde el Parque Nacional Hortobagy, a muchos kilómetros al norte. Eran
gulyások
, vaqueros. Estaban totalmente dedicados a proteger la fauna de la inmensa sierra de la empinada
puszta
. A parte de eso tenían el mismo aspecto que los típicos Señores de la Sombra, hoscos e introvertidos, contemplando a las otras personas de la habitación como si los estuvieran catalogando por si fueran rivales en potencia.

Halaszlé susurró que los dos Señores de la Sombra eran una especie de renegados de su propia tribu que se negaban a tener tratos con el Clan del Cielo Nocturno ya que no estaban de acuerdo con su política supuestamente negligente sobre la protección del medioambiente húngaro. En su lugar se mostraban de acuerdo con Madre Sárköz a cambio de que les ayudara cuando se lo pidiesen, cosa que no habían hecho todavía.

Halaszlé había acompañado a la manada y a Madre desde la pequeña casa, pero sólo después de la llegada de Szabó y Ferenc, sus dos amigos Roehuesos que también vivían en la ciudad. Habían venido con él de Budapest y les gustaba mucho más su nuevo hogar. Szabó era un músico callejero que cantaba canciones tradicionales húngaras en las aceras a cambio de dinero mientras que Ferenc era taxista. Los dos juraron proteger a Grita Caos con su vida mientras los otros iban al consejo. Por si había más Perdiciones de las Inundaciones que intentaran entrar en la casa, Julia les había dado la pistola paralizadora. Además estaban totalmente dispuestos a huir con Grita Caos en el taxi de Ferenc si fuera necesario.

—Por favor, Madre —dijo Nagy Pénz echándole un vistazo al reloj de bolsillo que llevaba—, ¿podemos empezar la reunión? Tengo otros asuntos que atender.

—No hay nada más importante —dijo Madre—. Nuestro destino se va a decidir aquí.

Los otros se incorporaron en la silla al oír esto, cruzaron las miradas y luego se quedaron contemplando a la extraña nueva manada. «
Si Grita Caos estuviera aquí
—pensó Carlita—,
ahora estaría retorciéndose
». Se dio cuenta de que Madre ahora hablaba mucho mejor, con más vocabulario. Carlita se preguntó dónde estaba el truco hasta que recordó que ella (junto con el resto de la manada) estaba agarrando el palo fetiche que les permitía entender húngaro.

—Esta es la Manada que Corre en el Río de Plata —dijo Madre dirigiéndose a toda la habitación—; vienen de América pero los ha enviado la asamblea de la Forja del Klaive. Vienen con el conocimiento y la bendición del margrave Konietzko.

Los dos Señores de la Sombra asintieron con seriedad, estaba claro que ahora que se había mencionado el nombre de Konietzko se tomaban el asunto mucho más en serio. Mareen, la Camada de Fenris, también se mostró más preocupada al mencionarse el clan de Forja del Klaive, hasta Nagy Pénz parecía impresionado.

—Todos sabemos la mancha que ha infectado el Tisza en los últimos años. El veneno de cianuro de Rumania es sólo la señal más clara en el mundo físico. El mundo espiritual está peor, allí, el propio río devora a sus espíritus y fluye como una inundación torrencial hacia el sur, hacia Serbia, hacia una bestia que despierta y lo llama.

—No es el espíritu del río lo que responde sino las Perdiciones que lo infectan y se apoderan de su flujo para sus propias y corruptas manipulaciones. Llevamos demasiado tiempo cerrando los ojos ante todo esto, demasiado seguros de nuestra propia pequeñez para actuar. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos pararlo? Son preguntas que no tienen una respuesta fácil así que hemos dejado de plantearlas.

—Eso se ha acabado. Anoche llegó esta manada desde España por medio de un puente lunar.

Un murmullo atravesó la habitación.

—¿Qué puente? —exigió saber Nagy Pénz—. ¿Cómo abrieron un puente hasta Szeged, si no tiene túmulo?

—Sí que tiene túmulo —dijo Madre—. Uno que creímos perdido y abandonado hace mucho tiempo. Llegaron sobre el río Tisza, por un puente al túmulo de Korös.

—¡Imposible! —chilló István levantándose del asiento—. ¡Si todavía funcionara los Señores de la Sombra lo sabrían!

—¡No es cierto! —gritó Madre obligándole a sentarse con la mirada—. Tus propios ancestros unieron varios espíritus al lugar para evitar que los Magiares y los Cavaros lo encontraran y luego sus ancestros utilizaron a esos mismos espíritus para frustrar a los Colmillos Plateados Angevinos. El túmulo sabe cómo guardar sus secretos, hasta de los suyos.

István farfulló algo pero no supo responder. Janós le tiró de los pantalones obligándole a sentarse. Se quedó mirando a la manada con expresión inescrutable.

—Si eso es cierto —dijo Nagy Pénz—, ahora debemos trabajar para reclamarlo.

La habitación entera quedó en silencio, todos parecían pensar en esa afirmación.

—¿Qué dijo que fuera tan significativo? —le susurró Julia a Halaszlé.

—Todo el mundo sabe lo que quiere decir: Debemos tomar el túmulo antes de que Konietzko se entere.

Los miembros de la manada se miraron con la culpa pintada en la cara. Traían algo más que noticias de Jo'cllath'mattric a Szeged, les acompañaban también problemas políticos.

—No podemos —dijo Madre con sencillez después de darles a todos tiempo para comprender el asunto ellos solos—. El río está viciado, y la piedra del sendero reposa dentro, es imposible llegar hasta ella sin arriesgar la vida. ¿El túmulo se merece eso?

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