Roehuesos - Novelas de Tribu (7 page)

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Authors: Bill Bridges y Justin Achilli

Tags: #Fantástico

BOOK: Roehuesos - Novelas de Tribu
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—¿Qué dice? —preguntó Grita Caos mientras Carlita rodeaba a Julia para contestar.

—Está cabreado porque no hemos hecho una presentación más formal o no hemos comentado la hermosa decoración del túmulo —escupió Carlita sobre el hombro; para Corre Hacia el Sol objetó—. Mira, acabamos de llegar, tú sabias que veníamos y nosotros acabamos de bajarnos del avión y hacer un viaje de una hora en coche. Quizá estemos un poco picajosos por el viaje, pero ¿qué problema tienes tú?

—Por favor, Hermana Guapa, no le frustres más —comentó Cisneros.

—¿Esta es Hermana Guapa? —preguntó con incredulidad Corre Hacia el Sol retirándose un poquito.

—Esa soy yo. Ya veo que mi reputación me precede. —Hermana Guapa se puso las manos en las caderas, apartando con despreocupación las solapas de aquella chaqueta que resultaba demasiado grande para ella y así descubrir la daga de colmillo que le colgaba del cinturón.

—Madre Eldridge no te describió así —replicó Corre Hacia el Sol cambiando de la forma Glabro a su, supuestamente, forma Homínida nativa.

—¿Conoces a Madre Eldridge?

—Me envió un espíritu para decirme que vigilase vuestra llegada. Pertenecemos a la misma tribu.

—¿Tú eres un Roehuesos? ¡Joder! —preguntó Carlita—. Disculpa mi idioma, o mi lenguaje o lo que sea, pero no lo pareces. —Apreció el atractivo de Corre Hacia el Sol y su estilo, que una persona más viajada probablemente describiría como continental. Ahora que había vuelto a la forma humana, Carlita se dio cuenta de que Corre Hacia el Sol lucía una camisa de traje y pantalones de cuero de esa manera tan sincera que sólo consigue un hombre europeo, mientras que un americano que llevara lo mismo tendría un aspecto irremediablemente hortera—. Es decir ¿dónde está la brillantina? ¿Dónde están los calcetines que no hacen juego? ¿Por qué me siento como si fuera hecha una maldita mamarracha?

Corre Hacia el Sol se echó a reír.

—Aquí las cosas son diferentes. Ni siquiera es mi ropa de verdad, la encontré en la ciudad. Bueno, me las dieron, quiero decir, bueno, no importa. Padre, las devolveré cuando les hayan mostrado a los invitados sus habitaciones. —Cisneros agitó la cabeza y chasqueó la lengua—. Pero es un honor conocerte, Hermana Guapa. Sencillamente estaba esperando a alguien… más grande.

—Ya, bueno, siento desilusionarte, pero no es el tamaño lo que cuenta —sonrió Carlita.

El padre Cisneros aprovechó la conversación para disculparse ante la manada.

—Por favor, disculpad a Corre Hacia el Sol. Se está preparando con el Guardián del Clan y tenemos a tantos visitantes Garou que están poniendo severamente a prueba su paciencia.

—¿Qué ha sido todo eso? —preguntó John a Carlita en voz alta.

—Calla la boca, ¿quieres, imbécil? Sólo le he hechizado con mis encantos femeninos, nada más —voceó Hermana Guapa en dirección a John, que caminaba detrás de ella.

—Esta chica es un problema, con P mayúscula —murmuró Grita Caos sin dirigirse a nadie en particular.

La iglesia en sí era una construcción delicada formada por cuadrantes, uno de los cuales lo ocupaba la capilla, otro varios edificios funcionales, el tercer cuadrante lo ocupaba un gran jardín y el cuarto lo dominaban dos dormitorios colectivos. Uno de los dormitorios era obviamente mucho más antiguo que el otro y el padre Cisneros reveló que el segundo dormitorio lo habían construido dos siglos después del resto del monasterio. Según la historia del lugar, el segundo dormitorio se construyó en unas circunstancias no muy distintas de las que traían allí en esos momentos a todos aquellos Garou: se iba a celebrar un consejo para discutir el mejor proceder contra un enemigo no especificado, iban a venir Garou de todo el continente que necesitaban alojamiento. Desde entonces el nuevo dormitorio del monasterio se había utilizado para propósitos mucho más tradicionales, alojar a los monjes normales que habían venido para dedicar sus vidas a Dios. Durante un corto período de tiempo, a finales del siglo XVIII, el monasterio se había hecho mixto, con un abad y una abadesa presidiendo sobre sus respectivos hermanos y hermanas; pero poco después se presentaron cargos de herejía y brujería y para poder preservar el secreto de los Garou, el monasterio se vio obligado a disolver a sus miembros y subsistir discretamente, olvidado por las listas de la Iglesia.

Sin embargo a los espíritus parecía gustarles el lugar, o si no les gustaba, abundaban por alguna otra razón. Julia sospechaba que era por el ambiente de veneración y respeto que se respiraba en el túmulo. No era un lugar para la guerra, incluso aunque fuera un lugar donde se planeaban luchas concretas. Era un túmulo con historia entre los Galliards y los Philodox, un lugar donde los Garou cantaban sus victorias, se deleitaban con sus triunfos, planeaban los próximos éxitos y negociaban para convertirse en héroes. Si bien las Trece Penas no carecía de traiciones pasadas (el nombre al parecer venía de una gran traición perpetrada por un miembro de cada una de las tribus) eran en su mayor parte anomalías dentro de una historia por lo demás bien considerada aunque tranquila.

Pero esa noche iba a ser sombría para el clan, puesto que los Garou que se habían reunido allí se enfrentaban a una amenaza desesperada que ya había terminado con dos manadas. Había mucha tensión entre los hombres lobos congregados en aquel lugar, y los monjes no lobunos, Parentela y otros, sabían que debían mantenerse apartados de sus invitados si no querían recibir recordatorios en ocasiones dolorosos del temperamento y poder de los Garou. Hubo que llevar a dos monjes a la enfermería por ponerse en el camino de Anthius Muerte de la Mañana, y John Hijo del Viento del Norte, frustrado por las calumnias vertidas sobre la capacidad de su joven manada para cumplir su función, levantó la mano para golpear a un hermano que le seguía muy de cerca, solo le paró el gruñido de desaprobación de Ojo de Tormenta; le pareció extraño que una Garou criada como lobo y perteneciente a los hostiles Garras Rojas defendiese a un humano pero entonces recordó que las Garras no aprobaban atacar a un enemigo menor. Reprendido y avergonzado por su propia ira, John le presentó sus disculpas al monje que huyó antes de que el Wendigo terminara la disculpa.

Carlita nunca había visto un sitio tan pequeño tan lleno de actividad. Aunque la ocupación de monjes del monasterio sólo era de un tercio de su capacidad, los séquitos de hombres lobo se habían apropiado del lugar. Sin duda, por eso en parte estaba todo el mundo de los nervios, 20 Garou encerrados con unos 20 humanos y Parentela, todos ellos metidos en unos cuantos cientos de metros cuadrados era más de lo que nadie podía soportar con elegancia, ni siquiera una Roehuesos. Y no ayudaba demasiado que se rumoreara que había muchas celebridades presentes. Se habían presentado Galliards de todo el mundo, lo que daba credibilidad a la afirmación medio chistosa de Grita Caos de que aquello se parecía más a un concierto de rock que a un consejo.

—Dime otra vez por qué es un consejo tan grande —le preguntó Carlita a Corre Hacia el Sol.

—La bestia Wyrm que tu manada está intentando frenar (Jo'cllath'mattric) ya ha derrotado a otras manadas. Los supervivientes de esas manadas están aquí para contarle a todos lo que saben sobre ella. Han venido Galliards de todo el mundo para recordar las leyendas de los Garou que podrían iluminarnos más.

Esto era muy serio, era una Gran Asamblea en todo menos el nombre. Bueno, quizá no tan grande, pero con los ancianos de las tribus presentes y una colección de Galliards con el propósito de intentar despertar los recuerdos ancestrales de los Garou… Carlita se echó a temblar sin querer. No cabía duda de que iba a ser un acontecimiento digno de recordar.

A pesar del humor variado de los Galliards reunidos, todos los Garou sentían una nube que se cernía sobre el consejo y se ponían de mal humor para refugiarse en esa misma nube, o la negaban, cada uno según le dictaba el gusto. Carlita solía ser de las que se reían cuando se acababa el mundo negando el dolor con un buen humor forzado, pero se sintió incapaz de hacer lo mismo esta vez. El resto de la manada se lo notó y la dejó en paz aunque Julia se aseguró de pasar varias veces para preguntarle si estaba bien mientras Carlita estaba sentada con las piernas cruzadas en la litera de su dormitorio.

Carlita se había quedado callada, asintiendo sólo para reconocer la presencia de la otra hasta la última vez que Julia le preguntó, unas horas antes del supuesto comienzo del consejo.

—¿Por qué nosotros, Julia?

—Sé cómo te sientes. Créeme, yo también estoy así. Es casi como si nos estuvieran mandando ahí para que fracasemos.

—Sí, es decir, si las manadas de
veteranos
no han sido capaces de ocuparse de esa cosa ¿por qué coño creen que nosotros sí podemos?

—No siempre es una cuestión de capacidad. A veces es una cuestión de destino. ¿Te acuerdas de cuando eras pequeña?

—Claro, no soy tan vieja como tú.

Julia sonrió ante aquel intento defensivo de Carlita de recurrir a la frivolidad.

—Bueno, ¿entonces te acuerdas de cuando tu madre se iba a la tienda o quizá tu padre regresaba del trabajo?

—En mi casa no éramos precisamente como los de Los Problemas Crecen. Sí que recuerdo que mi padre no estuvo borracho una vez, si te refieres a eso.

—No, estoy hablando de las cosas que hacían, el que ganara el dinero para pagar el alquiler, o el que hiciera la cena. Algo así.

—Ya, ya te entiendo. Papá no andaba mucho por allí pero mamá siempre se las arreglaba para terminar pagando las cuentas de algún modo.

—Eso es a lo que me refiero. ¿No los veías como una especie de héroes? ¿O alguien que podía hacer cosas que tú no?

—Supongo que sí.

—Bueno, mírate a ti misma ahora. Tú puedes hacer cosas que ellos ni siquiera soñaron en poder hacer. Todo depende de cómo lo mires.

—Pero eso es diferente, Julia. Todo el mundo crece y se convierte en adulto pero no todo el mundo crece para convertirse en Garou. Los Garou que han ido antes que nosotros son leyendas, literalmente y (no te ofendas) nosotros sólo somos cachorros.

—Supongo que no ayudaría mucho que te recordara el cuento del ratón que quitó una espina de la zarpa del león.

—Eso es sólo un cuento para niños.

—Entiendo. Tengo los mismos miedos que tú, Hermana Guapa. Pero a veces sencillamente tienes que aceptar lo que tienes que hacer y enfrentarte a ello, y confiar que, por voluntad de Gaia, las cosas terminarán como se supone que tienen que terminar.

—Pues eso es lo que me preocupa. ¿Qué pasa si se supone que tenemos que morir al final? No tengo miedo de hacer lo que tengo que hacer, pero no quiero morir todavía.

—Eso es pesimismo.

—Eso es realismo.

—No, no necesariamente. Tú no sabes si te vas a morir, sólo le tienes más miedo a la muerte que la seguridad que tienes en la vida.

—No me jodas. Vivo en un apartamento de renta baja en Tampa, jodida Florida. Eso cuando no estoy correteando por España metiéndome en un follón del copón, así que no es que viva exactamente en el mayor de los lujos.

—Ahora sólo estás resentida.

—Lo siento, Julia, pero de verdad que esto me supera. Por un lado siento que soy demasiado joven e inexperta (todos somos demasiados inexpertos) para satisfacer a todos los que cuentan con nosotros. Pero por otro lado presiento que hay algo de mí misma que no sé todavía que es, que va a suponer una gran diferencia. Y estoy cagada de miedo porque gente que era
mucho
mas… que era mejor que yo tuvieron su oportunidad y no fueron capaces de hacerlo. Me refiero a que, ¿qué derecho tengo yo a pensar que soy algo mejor que los Garou que vinieron antes que nosotros?

Julia posó la mano en el hombro de Carlita mientras se levantaba para irse.

—No es cuestión de ser mejor, es cuestión de ser la persona adecuada para ese trabajo.

Capítulo seis

Como siempre parecía ocurrir con ese tipo de cosas, el consejo empezó de forma tumultuosa. Los celebrados Galliards que habían viajado desde todo el globo para acudir a la reunión tenían opiniones diferentes sobre cómo empezar el asunto. Algunos se mostraban chillones y entusiastas, acostumbrados a consejos que por lo menos empezaban como fiestas salvajes y en algún momento, en el curso de la jarana, se ponían a hablar del asunto en cuestión. Otros Galliards eran mucho más austeros, sostenían la opinión de que la tradición oral Garou era la de conservar el saber de la raza, no el libertinaje. Y otros se quedaron de pie, tensos, esperando un comienzo oficial que no parecía llegar nunca.

A aquellos poco familiarizados con la cultura Garou, les habría parecido una escena surrealista o incluso inquietante. Lobos estoicos sentados rectos cerca de hombres cejijuntos; lobos relajados tirados al lado de enormes mujeres con cabezas de loba; metis retorcidos apoyados en bastones cerca de auténticos dioses que cruzaban los pesados brazos sobre unos pechos como barriles. Aunque sólo estaban presentes unos 25 Garou, unos 25 miembros pertenecientes a la raza guerrera de Gaia eran una visión realmente temible y allí estaba toda una sección representativa de la Nación Garou.

El tono del consejo se puso de repente serio cuando el jefe del clan, Marino Laguia, se presentó ante los Garou reunidos en la nave de la iglesia y se convirtió en lobo. Laguia era un homínido fornido y un lobo igual de voluminoso con un pelo tan negro como una noche sin estrellas. Emitió un redoble profundo y largo que se convirtió en un sonoro Gemido de Presagio. Varios presentes más se convirtieron en lobos también o se unieron al jefe de clan en su aullido desde las poderosas formas Crinos. Las voces acumuladas vibraron por toda la iglesia sonando como un coro bestial que ningún parroquiano habría pensado reunir en una casa de Dios.

Carlita siguió el ejemplo de los otros asumiendo su propia y fuerte forma Crinos y uniéndose al solemne gemido. Pero estaba nerviosa y miraba a su alrededor mientras que muchos otros Garou habían cerrado los ojos y aullaban al cielo.

El gemido continuó unos minutos y sin duda la intención de Laguia era no sólo rendir homenaje a los Garou que habían luchado contra la bestia Wyrm sino también llorar la misma existencia de aquella criatura. Mientras moría el aullido, hasta los Garou que más irreverentes se habían mostrado antes de empezar bajaron la cabeza.

—Entre los hombres, se me conoce con el nombre de Marino Laguia —empezó el jefe de clan después de asumir forma humana—. Pero en la venerada familia de Gaia soy Traga Fuego. He luchado contra el Wyrm mil veces y he sentido su punzada infernal más de lo que recordaría Selene. Soy el maestro del clan de las Trece Penas y aunque reconforta mi corazón ver a tantos individuos fuertes y listos, es una punzada más del Wyrm lo que debemos reunimos para discutir. Debo pedir que todos los Garou entren en sus formas de batalla, para mejor entendernos y para demostrar al Gran Profanador que cuando se levante, afilaremos nuestras garras en su bulto malvado.

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